El Caballero, la Mujer y el Cura

El Caballero, la Mujer y el Cura

Recomendación Lectora:
El Caballero, la Mujer y el Cura. El Matrimonio
en la Francia Feudal.

Ximena Mota Morales.

En esta obra clásica, el historiador francés Georges Duby, uno de los más influyentes en la historia social y cultural de la Edad Media, demuestra que la historia no sólo se escribe desde los sucesos relevantes y espectaculares como las guerras, las conquistas o los descubrimientos, sino también desde el estudio de lo cotidiano. Se centra en complejas relaciones entre sexos, el poder eclesiástico y las estructuras familiares en la Francia de los siglos XI al XIII; en este periodo la iglesia católica comenzó a intervenir activamente en las

relaciones matrimoniales. La unión conyugal -lejos de considerarse sagrada desde sus orígenes- el autor del libro muestra que ésta fue objeto de una larga disputa entre la nobleza guerrera (caballeros), y el clero (Cura): mientras los señores feudales contraían matrimonio como una estrategia patrimonial, destinada a asegurar herencias, la iglesia buscaba imponer

una visión sacramental y monógama del vínculo conyugal con el objeto de que realmente moralizaran y de esta forma controlar las relaciones sexuales y familiares.

Mediante toda la historia o literatura, el autor plantea las prácticas y discursos que rodearon el matrimonio en esa época. En particular se hablará del papel de la mujer dentro de lo que podríamos llamar triángulo de poder entre el caballero, la mujer y el cura, dando a conocer la subordinación como parte de sus estrategias de resistencias en un mundo dominado por hombres. Pero no solamente se centra en los matrimonios: también se tocan temas sobre la transformación cultural de la Edad Media en la que se entrelazaban la religión, el poder y la sexualidad y género. Básicamente se divide en trece partes, de las cuales a continuación hago una breve síntesis:

Los Matrimonios del rey Felipe.

Felipe I de Francia tuvo un gran conflicto con la iglesia debido a su matrimonio con Bertrada

de Montfort. Fue excomulgado varias veces, ya que Bertrada de Montfort estaba casada con un pariente lejano. Esta unión escandalizó a la Iglesia, que la consideró adulterio y motivo de excomunión. Felipe se separó de su primera esposa, Berta de Holanda, a quien consideraba poco atractiva y de la que ya no podía tener más hijos, aunque cronistas eclesiásticos lo retrataron como un rey dominado por el deseo, influenciado por una mujer lasciva. Sin embargo, el autor del texto señala que esta visión está sesgada por la moral de los clérigos, que eran los únicos que escribían y cuyas ideas dominaban la cultura escrita. Desde una perspectiva política y social, la unión con Bertrada tenía un poco de lógica, ya que ella le dio hijos varones y fortalecía el poder del rey en un momento en que la monarquía era débil. Podemos decir que para Felipe, más que una simple pasión, se trataba de asegurar la continuidad del linaje y proteger el reino. Este conflicto revela el choque entre dos concepciones del matrimonio en la Europa: la religiosa, que se centraba en la moral y el sacramento, y la laica, centrada en el linaje, la herencia y la estabilidad del poder.

Moral de los sacerdotes y guerreros.

Alrededor del año 1100 la cristiandad latina presentaba un grande choque entre la visión eclesiástica y la de los guerreros sobre el matrimonio, ya que se basaban en la visión del Génesis sobre la unión de una sola carne; esto estaba influenciado por la iglesia, ya que veían como un mal necesario para la procreación o un medio para refrenar la sensualidad. Es por ello que la iglesia decreta prohibiciones sexuales dentro del matrimonio. En la época del siglo IX intentan moralizar: establecen la monogamia, donde lo veían como un remedio para la concupiscencia, aunque la jurisdicción matrimonial aún era civil, al llevarlo al sacramento de una sola esposa; también se prohíbe la unión entre parientes hasta el séptimo grado. El matrimonio era un asunto general, no de los cónyuges. Existía una total depreciación donde la mujer era capturada o introducida en la casa del hombre para únicamente procrear herederos; se le veía con sospecha, ambas morales coincidían a su desconfianza a la mujer viéndola como peligrosa o frágil. La aristocracia priorizaba ellos estaba bien casarse con parientes. También se le permitía al jefe del linaje repudiar a la mujer infértil para cambiarla por una mejor alianza. Casi todos los conflictos fueron en la élite social.

El matrimonio según Bourchard

Para entender las normas matrimoniales, Bounchard es obispo y su obra el decreto. Un caso es el de Enrique II: su matrimonio blanco fue una leyenda reformista para ensalzar su santidad por su esterilidad ya que no pudo repudiarla, Bounchard busca reformar la sociedad su decreto es la recopilación de cánones para guiar a los obispos de sus diócesis. El matrimonio era el eje de la purificación las prioridades del decreto eran claras la monogamia era esencial, el matrimonio es un remedio a la codicia sexual que ordena y mantiene la paz, el incesto se prohíbe hasta un séptimo grado sanguíneo. Un matrimonio incestuoso es nulo como el de Felipe I y Bertrada, más, sin embargo, las relaciones sexuales generan la penitencia, la casa aristocrática era un área privilegiada para sexualidad para los hombres. Aquí las mujeres son presentadas como perversas y pervertidas; el decreto permitía que la mujer fuera repudiada si la mujer atentaba con la vida del marido si era incesto, Bounchard le preocupa más la paz, protegiendo los pactos familiares y la paz de la comunidad.

Roberto el Piadoso.

La vida matrimonial ilustra el choque de las normas de la iglesia y las prácticas de la realeza a principios del siglo XI, él no fue canonizado él tuvo tres esposas legítimas: la primera fue repugnada por ser vieja y no fértil, luego se casó con su prima de tercer grado Bertha; este matrimonio se le considero incesto por la iglesia donde se exigió la disolución en un concilio, amenazando la excomunión, donde se movían motivaciones políticas. Luego la repugnó ya que tampoco le dio un hijo; y finalmente se casa con Constanza ella era joven y fértil y le da dos hijos varones que fueron cruciales para la dinastía. A pesar de eso Roberto quiso repugnarla y regresar con Bertha. Se menciona que la facilidad en que Roberto rompía sus relaciones contrasta con las prohibiciones eclesiástica, el incesto era una principal razón para anular el matrimonio, a menudo por cuestiones políticas. La preocupación de Roberto era asegurar su linaje con un hijo legítimo. Para la nobleza el matrimonio era un instrumento político.

Príncipes y caballeros.

Los grandes señores feudales también tenían flexibilidad en sus prácticas matrimoniales, sucedía casi lo mismo con las mujeres, sólo que aquí se presenta un convento de refugio para mujeres repugnadas, donde no se les obligaba a regresar con sus exmaridos. En el siglo XI la aristocracia pasó de un orden familiar vertical a una horizontal, centrada en el linaje del hombre, donde se concentra el poder en el jefe de la casa, el matrimonio se convierte en una alianza clave para alianzas y para que los caballeros establecieran sus propias casas. La reducción del derecho de las hijas casadas a la herencia buscaba proteger la fortuna del linaje, el derecho de casarse pertenecía al hombre, los primeros obtenían matrimonió legítimo y los segundos eran obligados al celibato o a buscar fortuna afuera o en la iglesia. Esta práctica limitó la fragmentación de propiedades y centró el poder en la línea principal.

Los heréticos.

La visión herética del matrimonio era radical, ya que se creía que las personas casadas no podrían figurar entre los fieles y que los esposos que no renunciaban al acto carnal eran expulsados, incluso algunos postulaban la homosexualidad. La iglesia ortodoxa responde defendiendo el matrimonio para los laicos, pero con restricciones, donde dividió la sociedad en clérigos, nobleza y siervos donde su función era procrear. Para los laicos era un remedio de la concupiscencia, pero se debía vivir bajo el control sacerdotal, gobernando el placer; el objetivo principal era la procreación y no la lujuria. Se insistía en la sumisión de la esposa, donde se decía que la mujer era más lujuriosa que el hombre, así que era un peligro para las cuestiones domésticas. Más adelante se busca encerrar a la sociedad a la senda conyugal bendecida. La lucha contra los sacerdotes casados impulsó a los obispos a extender su jurisdicción juzgando a quienes no se ajustaban a sus normas. Esto da paso a ley matrimonial de manera uniforme y rígida.

Vidas de santos y de santas.

Las biografías de estos fueron ejemplo para moldear las prácticas matrimoniales de la nobleza escritas en monasterios, donde servían como propaganda de la oral eclesiástica entre señores feudales y reformadores. En la Edad Media, el matrimonio fue visto no sólo como una institución social, sino como un camino hacia la santidad, especialmente para las mujeres. Dos ejemplos destacados son Santa Godelive e Ida de Boulogne, cuyas vidas reflejan distintos modelos de virtud conyugal según los ideales de la Iglesia de la época. Godelive, casada con Bertolf, fue víctima de maltratos y abusos. Aunque huyó en busca de justicia, fue obligada por el obispo a volver con su esposo, ya que el matrimonio consumado era indisoluble y no había pruebas de adulterio ni de impotencia. Su obediencia, paciencia y sufrimiento fueron considerados virtudes cristianas. Finalmente, fue asesinada por su marido, lo que reforzó su imagen de mártir del matrimonio. Su historia destaca la sacralidad de la unión conyugal, la sumisión de la esposa y el valor del sacrificio como vía hacia la santidad.

Por otro lado, Ida de Boulogne representa un modelo más positivo y activo. Noble, piadosa y madre de hijos ilustres como Godofredo de Bouillon, fue presentada como ejemplo de virtud materna. Casada según las normas eclesiásticas, vivió en obediencia a su esposo, y tras enviudar, mantuvo una vida casta y dedicada a obras piadosas. Fundó monasterios y realizó milagros, todo bajo la supervisión masculina. Su santidad estuvo basada en su rol de madre y generadora de linaje, no en el amor conyugal. Ambas mujeres muestran cómo la Iglesia medieval ensalzaba el matrimonio como unión sagrada, donde la sumisión femenina y la función reproductiva eran pilares fundamentales. El amor, si bien mencionado, queda subordinado a la obediencia, la castidad y el orden establecido.

Guibert de Nogent.

Este monje del siglo XI, escribió sus memorias influenciado por su vida familiar y su rechazo al mundo laico. A través de la historia de sus padres, muestra cómo el matrimonio aristocrático estaba marcado por el interés, la violencia y el control sobre las mujeres. Idealiza a su madre como ejemplo de castidad y resistencia, mientras condena a su padre por tomar una concubina. Para Guibert, el sexo y el poder corrompen la sociedad, y sólo el retiro religioso ofrece pureza. Su visión refleja tanto su experiencia personal como el pensamiento eclesiástico más estricto de su época. Derivado a la relación que tuvo con su padre y madre, Guibert condena la bendición sacerdotal del matrimonio.

Yves de Chartres.

Fue una figura central de la reforma gregoriana donde establece una ley matrimonial uniforme y rigurosa; él defiende la autoridad de la Iglesia sobre el matrimonio. Afirmó su carácter espiritual, indisoluble y monógamo, condenando el concubinato, el incesto y el adulterio. Su obra “Panormia” organizó el derecho canónico con lógica y flexibilidad, pero sin permitir transgresiones a la ley divina. En su correspondencia, Yves aconsejaba casos reales, buscando siempre reforzar el vínculo conyugal y limitar el poder laico, especialmente sobre las mujeres, consideradas naturalmente más propensas al pecado. Promovía reconciliación, pero sin permitir nuevos matrimonios tras el divorcio.

En la casa real.

Durante el siglo XII, los matrimonios entre la nobleza europea estaban profundamente condicionados por intereses políticos, vínculos de parentesco y la autoridad de la Iglesia. El

divorcio de Luis VII y Leonor de Aquitania, y el caso de Raúl de Vermandois, muestran cómo las nociones de consanguinidad, adulterio y poder eclesiástico se entrelazaban. La Iglesia, cada vez más poderosa, imponía sus normas sobre el matrimonio como sacramento, pero también negociaba dispensas. Las alianzas matrimoniales eran clave en el juego político, y la moral servía a menudo como herramienta de poder.

Literatura.

Empezó a moldear las actitudes ante el matrimonio el amor y papel de la mujer. El matrimonio se presentaba como una ayuda y recompensa para la mujer si se sometía con la procreación como su función principal. Los tratados de amor se distinguían entre amor cortés; éste se daba fuera del matrimonio y conyugal. Se consideraba pecado el amor carnal dentro del matrimonio. La juventud se asociaba con búsqueda de fama y una mujer mediante rapto y seducción. Después la literatura cambió y se mencionó que el amor se da mediante el amor cortés y conyugal.

Los señores de Ambois.

El texto analiza cómo, en la segunda mitad del siglo XII, las familias nobles del noroeste de

Francia comenzaron a fijar por escrito su memoria genealógica, encargando a clérigos cercanos a la casa la redacción de gestas familiares en latín solemne. Estas narraciones buscaban no sólo preservar el recuerdo, sino glorificar al linaje y educar a los descendientes

mediante modelos heroicos y virtuosos, tanto masculinos como femeninos. El texto destaca

la función política del linaje y el matrimonio como herramienta clave de consolidación del poder. Las mujeres son vistas como bienes valiosos, objeto de intercambio entre hombres, y

su papel en la procreación es central. En suma, estas gestas revelan tanto los ideales sociales y políticos del linaje caballeresco como la manera en que la memoria, el poder y el género se articulaban en la nobleza medieval.

Los condes de Guînesn.

Se muestra cómo el matrimonio era la base de la estructura social noble, centrado en la transmisión patrimonial y la legitimación de los hijos. El matrimonio se vivía más como institución social que como sacramento religioso: la unión se sellaba con el consentimiento y la consumación, más que con el rito eclesiástico. La fecundidad era el objetivo principal, y los bastardos eran comunes, aceptados y educados. Las mujeres nobles eran vigiladas estrictamente hasta el matrimonio, mientras que los hombres gozaban de mayor libertad sexual. La disposición de las residencias también reflejaba la centralidad de la pareja legítima. Lambert elogia la pureza femenina, pero tolera la promiscuidad masculina, mostrando una sociedad patriarcal donde el matrimonio es una estrategia dinástica y reproductiva.

Reflexiones Finales.

El matrimonio en la Europa medieval fue una institución marcada por el conflicto entre la visión religiosa, que lo consideraba un sacramento indisoluble centrado en la moral y la castidad, y la visión laica, que lo veía como una herramienta política para asegurar herederos y alianzas. La Iglesia buscó imponer normas estrictas sobre el matrimonio, como la monogamia, la prohibición del incesto y el control sobre la sexualidad, mientras que la nobleza priorizaba la estabilidad del linaje y el poder familiar. A través de ejemplos históricos, textos eclesiásticos, biografías de santos y literatura, se refleja cómo el control del matrimonio fue clave para moldear la sociedad medieval, especialmente en lo que respecta al rol de la mujer, la herencia y el orden social. Aunque en nuestra actualidad pudiera resultar algo completamente desgarrador el cómo se visualizaba a la mujer, sin embargo, en esa época era algo común y era parte de su legado. 

El análisis del matrimonio en la Edad Media invita a reflexionar sobre cómo las instituciones sociales están profundamente influenciadas por las estructuras de poder, las creencias religiosas y los intereses políticos. Lo que hoy consideramos decisiones personales, como casarse o formar una familia, en esa época eran actos cargados de implicaciones colectivas, donde la voluntad individual, especialmente la de las mujeres, era secundaria frente a los intereses del linaje y la Iglesia. Esta lectura nos muestra cómo han evolucionado nuestras ideas sobre el amor, el género, la sexualidad y la autonomía, y nos recuerda la importancia de cuestionar las normas sociales impuestas por quienes ostentan el poder, sean estos religiosos, políticos o culturales.

Fuente:

DUBY Georges. (2013). El caballero, la mujer y el cura. El matrimonio en la Francia Feudal. Ed. Taurus. Madrid. 

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