Entre muchas construcciones se levanta
una en especial austera;
de muros blancos y negra reja
que circunda la propiedad entera.
Su interior luce sencillo adorno,
no existen pinturas, retablos, ni alguna efigie;
ausentes están la plata y oro
y sólo una cruz ese lugar preside.
Al entrar, en su interior se siente
una gran quietud y paz interna,
que permite el descanso de la mente,
y el alivio para el alma enferma.
En ese recinto se enseña y se predica,
la palabra de Dios bien explicada,
por la persona que a eso se dedica
y que a ese lugar ha sido enviada.

