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Editorial

Enviados por el Maestro

La Iglesia Metodista de México reconoce a aquellos hermanos que ejercen el ministerio pastoral, celebrando el Día del Ministerio Cristiano el cuarto domingo de junio.

Llamado y vocación ministerial

“Sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”.

Mateo 10:6-8

El texto anterior es muy especial y se enmarca en el llamado que hace nuestro Señor a aquellos que han de ser enviados por Él a alcanzar las naciones a través de la Buena Noticia para salvación. Para que, como muestra del gran amor de Dios por nosotros, gocemos de la vida eterna.

En este capítulo 10 del Evangelio de Mateo, el Señor envía a sus discípulos al mundo. Pero les exige preparación, prudencia y que se conviertan en generadores de confianza, que se esfuercen permanentemente. Les da indicaciones sobre lo que deberán hacer.

Un pastor, además de esas características, de ser llamado y tener una profunda vocación ministerial. También debe ser un modelo de santidad para ejemplo a los demás. Se debe caracterizar por ser un servidor, nunca buscar que le sirvan, ni menos ser un servil.

Es un llamado a ser valiente, sabio, a ser un predicador incansable. Pero también, preparados para las persecuciones venideras. Pero, como dijo nuestro Señor, su galardón es grande y serán recompensados en su tiempo.

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Editorial

Época III, Año LXXXIII, Período 2014-2018, No. 04
Chihuahua, Chih., 30 de septiembre de 2014

Octubre, la Reforma, los Metodistas

1a

Mañana miércoles ya será octubre de 2014, el mes que nos llama como cada año a retomar el tema de la Reforma Protestante, o “evangélica”, como muchos prefieren denominarla. Por cierto que estamos a sólo tres años de completar los primeros 500 años de historia protestante (1517-2017). Deberá ser un año de mucha celebración.

Sabemos bien que el movimiento metodista llegó a ser parte del devenir de la humanidad hasta el año 1738, 221 años después de la Reforma. Este desfase en los tiempos nos hace preguntar si los metodistas somos protestantes o no. No hay modo de discutir si provenimos de aquel movimiento reformador, puesto que aparecimos mucho tiempo después, no fuimos parte de ese magno acontecimiento transformador. Pero aun así, ¿tenemos alguna relación con la Reforma del siglo XVI? Sí la tenemos, y tanto que sin aquella quizá no hubiéramos existido nosotros, pues somos un fruto de ella, un fruto tardío, pero brotado del mismo árbol.

El primer metodista fue aquel atormentado joven pastor anglicano que cargaba con sus culpas y sus anhelos de ser recibido en los brazos perdonadores de Dios, llamado Juan Wesley. Sólo contaba con 22 años de edad cuando decidió iniciar su camino hacia un Dios santo, suspirando por alcanzarlo del modo como lo aprendió de su iglesia madre. Tenía tantos obstáculos teológicos impidiéndole clarificar su fe en Cristo, que por sí mismo jamás habría logrado trascenderlos. Fueron los moravos (de la región de Moravia) quienes le ayudaron a transitar desde sus honestas conclusiones dogmáticas, hasta la doctrina de la justificación por la fe sola. Los moravos nacieron antes de la Reforma, ya que estamos mencionando los desfases, pero la habían preparado siguiendo los principios del sacerdote católico Juan Hus, y por eso cuando ella llegó la hicieron suya. Así pues, la Reforma, en su aspecto más piadoso y experimental le llegó a Wesley mediante los hermanos moravos.

Principalmente debemos recordar que la experiencia crítica que marcó un antes y un después en la vida de Wesley fue lo sucedido aquella noche de mayo, a las 8:45 pm, en la reunión casera de una sociedad religiosa anglicana. Angustiado porque los moravos lo habían convencido de que la justificación era posible únicamente por la fe en Jesús, y creyendo no tenerla, la luz entró de golpe como un relámpago a su entendimiento cuando un sencillo laico leyó en voz alta el Prefacio de Martín Lutero a la Carta a los Romanos. Esa noche nació el metodismo, y se lo debemos a Lutero. La Reforma llegó a aquel corazón hambriento, tarde, pero legó; y el mundo vería otra revolución derivada de aquella primera.

Finalmente, tenemos nuestros 25 Artículos de Religión. Nuestra doctrina es cristiana porque compartimos los grades credos de las tres confesiones cristianas históricas, fundamentadas en la Biblia. Es metodista porque heredamos las grandes aportaciones que Wesley formuló al calor de su misión evangelizadora y pastoral. Y es protestante porque nuestros Artículos de Religión fueron tomados de los 39 Artículos que fueron redactados por los reformadores del siglo XVI. Estamos pues, salpicados por doquier de la noble historia y la doctrina de la Reforma.

Pbro. Bernabé Rendón M.

Editorial

Época III, Año LXXXIII, Período 2014-2018, No. 03
Chihuahua, Chih., 15 de septiembre de 2014

Preferir la paz

1a

Los festejos septembrinos, los más grandes que tenemos en México como nación, nos llevan a la gratitud ante Dios por nuestra historia. La independencia y soberanía del país fue lograda a sangre y fuego, ya que no había otro lenguaje con el cual persuadir a quienes se habían adueñado de estas tierras y su usufructo. No nos queda más que admitir que todo lo bueno que se nos heredó a consecuencia del movimiento insurgente, es fruto de una guerra.

Nuestra historia nos coloca, entonces, ante el dilema, ¿podemos los cristianos aprobar la participación en eventos bélicos? La respuesta es sencilla para aquellas denominaciones evangélicas que se han pronunciado de manera innegociable en pro del pacifismo absoluto, como por ejemplo los cuáqueros, los menonitas y los antiguos anabaptistas. Su respuesta es: No. El fondo bíblico del pacifismo está principalmente en las lecciones de Jesús en su Sermón de la Montaña, particularmente aquellas sobre poner “la otra mejilla” luego de ser heridos en la primera.

Para las denominaciones históricas, como lo es el movimiento metodista, no es fácil contestar. Si respondiéramos también con un no, estaríamos condenando las guerras de Independencia y de Reforma, y la Revolución Mexicana. Es decir, tendríamos que definirnos como enemigos de nuestra propia historia, cosa que se nos complicaría más si tomamos en cuenta que pastores y laicos metodistas tomaron las armas durante la Revolución para luchar por un México más justo.

No podemos ver un pacifismo absoluto en nuestro Salvador desde el momento en que aseveró que no había venido “a traer paz, sino espada” (Mt. 10:34). Y no deja de sernos ilustrativo el que entrara en relación frecuente con soldados, y que jamás haya pedido a alguno que dejara las armas. San Pablo veía con buenos ojos el que el Estado recurriera a las armas para imponer el orden, como un encargo que Dios les ha dado a las instancias de gobierno (Ro. 13:4). Y es también notable que este reconocimiento de la potestad del Estado para recurrir a las armas se encuentre en medio del mensaje paulino en pro del amor al prójimo, que desarrolla en Romanos 12 y 13.

Tal vez haya tenido razón San Agustín cuando acuñó por vez primera la frase “guerra justa”. Reconoció que la guerra no es un bien sino un mal, pero concluyó que a veces es un mal necesario. En su idea, la guerra justa debe tener como motivación el amor, el amor al desvalido que es ultrajado, el amor a la soberanía de la tierra y la familia propias, el amor a la justicia y la verdad. Siglos después, el escolástico Santo Tomás de Aquino regresaría al concepto de la guerra justa. Para que sea justa una guerra, debe tener una causa justa, librarse a través de medios justos y con objetivos y expectativas justos.

No obstante, debemos desear con todas las fuerzas la paz y preferirla sobre otros medios de establecer el orden y la justicia. Hemos de unir corazones para orar intensamente por la paz. Pero mientras lo hacemos, para no caer en descrédito, hemos de procurar y ofrecer relaciones pacíficas con los que conviven con nosotros.

Pbro. Bernabé Rendón M.

Editorial

Época III, Año LXXXIII, Período 2014-2018, No. 02
Chihuahua, Chih., 31 de agosto de 2014

EN TORNO AL ECUMENISMO

1aEs indudable que el anhelo de nuestro Salvador es la unidad de todos sus discípulos como condición para que el mundo crea en él. Y no está en duda tampoco que el corazón de cada cristiano tiene una natural inclinación hacia la fraternidad, dado que el Espíritu de Dios derramado en ellos crea vínculos de paz. En todas las épocas de la historia de la iglesia el tema ecuménico ha sido acogido como práctica saludable del espíritu cristiano.

Cuando hablamos de ecumenismo nos estamos refiriendo a alguna de las tres expresiones del mismo: Interdenominacional (incluyendo sólo denominaciones evangélicas e iglesias evangélicas sin denominación); Interconfesional (abarcando relaciones entre algunas de las tres grandes confesiones cristianas: catolicismo, protestantismo y confesión ortodoxa); e Interreligioso (incluyendo religiones no cristianas). El grado de apertura ante estas tres posibilidades es diferente dentro de la multiforme mentalidad y manejo hermenéutico de los textos bíblicos entre los metodistas.

La IMMAR no se ha pronunciado de manera clara y oficial a favor ni en contra de ninguno de estos tres estadios de relaciones con la fe de otras personas. Aunque nos es sabido que la Conferencia General suspendió la relación de la IMMAR con el Consejo Mundial de Iglesias desde el año 1994, enunciando como una de sus razones sus escrúpulos hacia las relaciones de tipo espiritual en las modalidades interconfesional e interreligiosa, no podemos decir que esto signifique una declaración explícita sobre su visión de lo que debería ser un ecumenismo teológicamente aceptable. Quienes dirigimos o colaboremos con El Evangelista Mexicano tendremos nuestras propias definiciones firmes a título personal sobre este particular, pero ninguna puede aún representar el sentir del metodismo mexicano.

Mientras el tema sigue en discusión, no podemos ocultar nuestra sorpresa al notar una inconsistencia de pensamiento sobre todo entre algunos de nuestros pastores e iglesias de orientación carismática. Y no lo decimos en detrimento de las aportaciones que nos ha hecho el movimiento carismático, sino como un señalamiento del peligro que siempre representará el abrirnos a la riqueza de la experiencia con el Espíritu de Dios, apertura que nos reclama una mayor responsabilidad. Mientras que algunos, de manera apasionada, han condenado el ecumenismo interreligioso, han caído a la vez en sincretismos que integran al culto y doctrina cristianos elementos judíos (el judaísmo es una religión no cristiana) y creencias metafísicas ajenas a la religión cristiana, como los son la llamada guerra espiritual, la sanidad interior y las maldiciones generacionales, entre otras. Necesitamos elaborar mejor nuestras posturas y cuidar su aplicación en la vida práctica de la iglesia de nuestro Señor.

Pbro. Bernabé Rendón M.

 

Editorial

Del Escritorio del Director

Época III, Año LXXXIII, Período 2014-2018, No. 1
Chihuahua, Chih., 15 de agosto de 2014

Esta es la primera publicación a cargo de un servidor, iniciándome en un tipo de tareas que jamás había desempeñado. Estoy tratando de nadar, pero no porque me metí a la alberca, sino porque me arrojaron en ella los delegados del XXII período de sesiones de la Conferencia General de la IMMAR. Debemos sentirnos agradecidos por el período cuadrienal que cubrió nuestro buen amigo José Donato Rodríguez Romero, con quien tuve la grata circunstancia de haber colaborado juntos en algunas comisiones nacionales de nuestra iglesia en tiempos pasados. Él es periodista, tanto por su entrenamiento como por su experiencia en ese campo, y nos tocó cosechar de él aportaciones fundamentales. Gracias, Donato, el periódico no sería lo que es si no hubieras estado tú dirigiéndolo. De todos modos, Donato seguirá vigente y activo en El Evangelista Mexicano, pues tres secciones seguirán a su absoluta responsabilidad: Intolerancia Religiosa, Noticias Internacionales, e Himnología. 

Por otro lado, contaremos también con la participación sistemática de las Hnas. Lilia Palos de Ortega y Susana O. Zapata Suárez, la primera de ellas aportando bimestralmente materiales producidos por la Sociedad de Estudios Históricos de la IMMAR, y la segunda proveyéndonos mensualmente elementos interesantes del acervo de la Dirección de Archivo e Historia. Contamos con algunos colaboradores más, y confiamos en que, gradualmente, otros metodistas se sumen a este ministerio de comunicación.

Procuraremos conservar el periódico encausado como un medio de información principalmente, ya que esa es la finalidad prioritaria de un órgano informativo; claro, sin perder su aspecto formativo. El Dr. Emil Dovifat, intelectual germano de los siglos XIX-XX, dijo que “Las noticias son comunicaciones sobre hechos nuevos surgidos en la lucha por la existencia de los individuos y las sociedades”. Este hecho propició que, durante episodios de la historia humana, la necesidad inherente de los individuos por conocer los sucesos fuese aprovechada por algunos para controlar el detonador de ese mecanismo de la conducta humana, al grado de afectar la marcha de la historia.

Nosotros no pretendemos tanto, pero sí valernos de este instrumento que ha viajado junto con el metodismo mexicano durante su época de autonomía, para poner en contacto lo que pasa con los destinatarios del periódico. Al fin de cuentas, las figuras importantes no son ni el periódico ni quien lo dirija, sino los lectores que representan el ámbito de recepción. Ya veremos si logramos contar con los suficientes corresponsales, designados y/o voluntarios, ubicados en las diferentes áreas episcopales que nos ministren como fuentes frescas de información.

Que Dios nos ayude.

Pbro. Bernabe Rendón Morales