Balance de fin de año

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¡Gloria a Dios porque nos permitió llegar al fin de este año! Ahora podremos celebrar, con nuestros parientes, hermanos en la fe, y amigos, la bendición de iniciar, con fe, optimismo, y renovada expectación, un nuevo año. Por supuesto que todos podemos recordar momentos no gratos en cada uno de los meses del año pasado. Job dijo: ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? El dolor es parte de la vida, pero gracias a Dios que aún estamos vivos, y habiendo salido victoriosos de las pruebas y tribulaciones, alabamos a Dios porque llegamos al fin de este año (Job 2:10).

Pero si somos sinceros y hacemos un balance justo, día por día, y semana por semana, tenemos que reconocer que Dios mostró magnánimamente sobre nosotros y nuestros amados, sus bondades, y que sólo por la misericordia de nuestro Buen Padre Celestial, es que no hemos sido consumidos; pues a lo largo del año, nunca decayeron sus misericordias, que han sido nuevas cada mañana; y en medio de todas las luchas y vicisitudes, propias del peregrinaje terrenal rumbo a la patria celestial, siempre fue grande su fidelidad (Lam 3:22,23).

¡Qué bueno que hoy podemos confirmar que el que habita al abrigo del Altísimo, mora bajo la sombra del Omnipotente! Y que hoy podemos decir: Esperanza mía, y castillo mío es mi Buen Dios, en quien he confiado. Junto con muchos puedo hoy testificar que este año, Dios me ha librado del lazo del cazador y de la peste destructora; y que con sus plumas me ha cubierto, y debajo de sus alas he estado seguro; que escudo y protección ha sido para mí, su verdad (la Biblia); y que a pesar de tantas amenazas, riesgos y tribulaciones, he podido dormir en paz, no he tenido que temer de espanto nocturno, ni de saeta (ni bala perdida) que vuele de día; ni de pestilencia que anda en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruye. Ciertamente reconozco y me consta que han caído a mi lado mil, y diez mil a mi diestra; mas por su pura misericordia, a mi no me ha llegado (Sa 91:1-7).

Sus bondades han sido más que suficientes para que a diario caigamos de rodillas, clamando a gran voz diciendo: ¡Gracias Señor! ¡Gracias mi Dios por tus bondades, cuidado, protección, y abundantes bendiciones para nosotros y nuestros amados!

Para alabar a Dios todo el día, basta con que reconozcamos cómo es que Dios nos ha librado de todo lo que ha sucedido a nuestro derredor, y de las terribles calamidades que han sufrido tantos, como consecuencia de espantosos fenómenos naturales cubiertos detalladamente por las noticias; así como del flagelo del hambre y la muerte que azotan a naciones enteras, por las prolongadas sequías, las guerras, las persecuciones, y el terrorismo; y los estragos que han hecho en la población mundial las epidemias y enfermedades como el cáncer; así como los cientos de miles de jóvenes condenados a muerte en la edad más productiva de su vida, por el SIDA y la drogadicción; y como si todo esto fuera poco, los daños causados por la violencia desencadenada por el narcotráfico, los secuestros, y el crimen organizado.

La Biblia dice: Gran ganancia es la piedad con contentamiento. Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Así, el solo hecho de que en nuestra mesa no haya faltado el pan diario, y que hoy no nos falte casa, abrigo, y sustento, basta para que nos sea fácil encontrar más que suficientes razones para decir con el salmista: ¡Gracias te damos, oh Dios, gracias te damos! (1ª Ti 6:6-8; Sal 75:1). La recomendación de Dios sigue siendo que aprendamos a vivir contentos con lo que tenemos; porque Él dijo: No te dejaré ni te desampararé. De manera que, al finalizar el año, podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; y: No temeré lo que me pueda hacer el malo (He 13:5-6). ¡Gloria a Dios! Porque hemos comprobado que poderoso es Dios, para hacer que abunde en nosotros toda gracia; a fin de que, teniendo siempre lo suficiente en todas las cosas, podamos abundar para toda buena obra, siendo canal de bendiciones para otros más necesitados, y para los menesterosos; como está escrito: Derramó, dio a los pobres, y su justicia permanece para siempre (2ª Co 9:8-12).

¡Qué bendición tan grande es que nosotros somos cristianos! Pues la Biblia dice que somos los únicos que realmente podemos finalizar el año con la fe, la paz, y la esperanza de que para los hijos y siervos fieles de Dios, lo mejor siempre está por venir; y que el único ‘infierno’ que tendremos que sufrir son los dolores de esta Tierra, y de los que aunque no podemos librarnos del todo, por el solo hecho de que somos humanos, y tenemos un cuerpo sentenciado por la herencia adámica, a deteriorarse, enfermarse, y morir, en un mundo gobernado temporalmente por el usurpador príncipe de este mundo, satanás, quien con grande ira, y sabiendo que le queda poco tiempo, se ha ensañado contra los hijos y siervos fieles de Dios, a quienes considera enemigos mortales de su reino de maldad y muerte, podemos decir confiados: Todo lo puedo soportar en Cristo que me fortalece (Ap 12:12; Fil 4:13).

Jesucristo dijo: «Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo.» Y el Espíritu Santo mismo da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo; si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos también algún día feliz, glorificados. Por eso tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria que en nosotros ha de manifestarse (Jn 16:33; Ro 8:16-18). ¡Gloria a Dios! Porque también hemos comprobado la fidelidad de Dios en su promesa que dice: “El pecado no se enseñoreará de ustedes; pues no están bajo la ley, sino bajo la gracia.”

Y que por su fidelidad, testificamos hoy que no nos ha sobrevenido ninguna tentación o prueba que no sea común a todos los humanos; mas fiel es Dios, que no nos ha dejado ser tentados ni probados más allá de lo que podemos soportar; sino que siempre, juntamente con la tentación y la prueba, nos ha dado la salida, para poder resistir y sobrevivir hasta el día de hoy, en victoria (Ro 6:14; 1ª Co 10:12-13). ¡Bendito sea Dios! ¡Basta ya de lamentos! Aunque estos estén justificados por las crueles y dolorosas heridas sufridas en la diaria contienda contra el diablo y sus huestes, tanto en el corazón, como en el alma, y el cuerpo, durante el año que ahora termina.

¡Consuélense, Consuélense! Pueblo mío, dice nuestro Dios. Porque nuestra esperanza es que ya pronto se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de nuestro Dios lo ha dicho. La hierba se seca, la flor se marchita; mas la Palabra del Dios nuestro (la Biblia, con sus preciosas y consoladoras promesas y profecías) permanece para siempre ¡Alabado sea Dios! Fortalezcamos nuestra fe con la promesa que dice: ¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. Él da fortaleza al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas, correrán, y no se cansarán, caminarán, y no se fatigarán. ¡Gloria a Dios! ¡Qué bendición tan grande es ser cristianos! Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga (Is 40:1-11 y 28-31; 1ª Co 10:12).

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas que considere buenas, útiles y necesarias para que vivamos en victoria? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquél que nos amó. Por lo cual estoy seguro que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada, nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro Así que, hermanos míos amados, perseveremos firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que nuestro trabajo en el Señor no es en vano (Ro 8:31-39; 1ª Co 15:58).

¡Fortalezcamos nuestras manos cansadas, y animemos a los de rodillas endebles! Digamos a los de corazón apocado: ¡Esfuércense y no teman! Que ya pronto nuestro Dios vendrá con venganza y retribución; y en breve, el Dios de paz aplastará a satanás bajo vuestros pies; y a nosotros por fin nos librará de su asedio. Será entonces que los redimidos de Dios volverán, y vendrán a la Nueva Jerusalén cantando; y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y la tristeza y el gemido huirán. ¡Gloria a Dios! (Ro 16:20; Is 35:3-10).

Humillémonos pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él nos exalte a su debido tiempo; echando toda nuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de nosotros. Seamos sobrios, y sigamos velando; porque nuestro adversario el diablo, cual león rugiente, aún seguirá buscando a quien herir con sus dardos de fuego; a quién fastidiar y estorbar; y a quien devorar. Por lo que propongámonos nuevamente, resistirlo firmes en la fe, sabiendo que las mismas aflicciones se cumplen en nuestros hermanos en todas partes del mundo. Y roguemos unos por otros, para que el Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna por Cristo Jesús, después que hayamos padecido un poco de tiempo, Él mismo nos perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. ¡Que a Él sea gloria e imperio para siempre jamás! Amén (1ª Pd 5:6-11).

Terminemos el año con una palabra de alabanza a Dios, diciendo: Bendeciré a mi Dios en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán. Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre. Busqué a mi Dios, y Él me oyó, y me libró de todos mis temores y angustias. Me consta que el ángel de Jehová acampa en derredor de los que le temen, y los defiende. Comprueben y vean que es bueno nuestro Buen Padre Celestial: Dichoso el humano que en Él confía. Teman a Dios todos sus santos, hijos, siervos y ministros, porque nada falta a los que le temen; y no serán condenados cuantos en Él confían. Que al solo sabio Dios, sea gloria por Jesucristo para siempre. AMEN (Sal 34; Ro 16:27).

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