Vida en Comunidad

vida en comun(Parte 17)

Proseguimos con la publicación de su obra más conocida entre laicos, pastores y teólogos, VIDA EN COMUNIDAD. Consta de cinco capítulos. Estamos compartiendo parte del tercer capítulo, El Día en Soledad, donde el quinto subcapítulo es La oración personal y el sexto es La intercesión.   

  1. El día en soledad

 

La oración personal

La reflexión bíblica nos conduce a la oración. Ya hemos dicho que el camino más fecundo para la oración es la Escritura. Debemos aprender a dejarnos guiar por la palabra bíblica y orar sobre la base del texto. Evitaremos así perdernos en el vacío de nuestros pensamientos. Por tanto, orar no significa otra cosa que prepararme a  recibir la palabra como un mensaje personal en mis propias tareas, en mis decisiones, pecados y tentaciones. Todo lo que no puede decirse en la oración colectiva, puede decirse aquí delante de Dios, en el silencio. Partiendo de la palabra de la Escritura pedimos a Dios que ilumine nuestra jornada, nos preserve del pecado, nos haga avanzar en la santificación, nos haga fieles y fuertes para cumplir nuestra tarea, teniendo la certeza de que nuestra oración es escuchada porque procede de la palabra y promesa de Dios. Por haber tenido la palabra de Dios su cumplimiento en Jesucristo, todas las oraciones que apelen a esta palabra recibirán en Jesucristo su cumplimiento y respuesta segura.

Una de las tribulaciones de nuestra meditación es la tendencia de nuestros pensamientos a dispersarse, a seguir su tendencia natural hacia otras personas o hacia determinados acontecimientos de nuestra vida. Por más que esto nos apene y entristezca, no debemos desalentarnos ni inquietarnos, y mucho menos llegar a la conclusión de que la meditación no está hecha para nosotros. A veces, en lugar de intentar rechazar desesperadamente esos pensamientos, puede dar buen resultado acoger tranquilamente en nuestra oración a las personas y acontecimientos a los que aquellos nos remiten sin cesar, volviendo de este modo, pacientemente, al punto de partida de la meditación.

La intercesión

Nuestras preces, igual que nuestra oración personal, están relacionadas también con la palabra de la Escritura. En el culto comunitario no es posible orar como debiéramos por todas aquellas personas que nos son encomendadas. Cada cristiano tiene su propio círculo de conocidos que se han encomendado a sus oraciones, o por los que él se siente obligado a orar. Estos son, en primer lugar, aquellos con los que debe vivir a diario. Con esto hemos llegado al centro vital de la vida comunitaria. Una comunidad cristiana vive gracias a los ruegos que hacen sus miembros unos por otros; de lo contrario, moriría. Desde el momento que ruego por un hermano ya me es imposible odiarlo o condenarlo, por grandes que sean las tribulaciones que me cause. Su rostro, que tal vez me sea odioso e insoportable, se transforma en mis ruegos en el rostro del hermano por quien Cristo ha muerto, en el rostro del pecador reconciliado. Es un descubrimiento reconfortante para el cristiano que comienza a orar por los demás. No hay antipatía, ni tensión, ni desacuerdo personal que no puedan superarse orando por otro. La intercesión es el baño purificador donde el individuo y la comunidad deben sumergirse cada día. Esto puede significar a veces una lucha muy dura con el hermano, pero contiene la promesa de conducirnos a la meta.

¿Cómo se consigue esto? Interceder por otro no significa otra cosa que presentar al hermano ante Dios; verlo bajo la cruz de Jesús como un hombre pobre y pecador que necesita de la gracia. Entonces desaparece todo cuanto me resultaba odioso en él, se me aparece en toda su indigencia, en todo su desamparo; su miseria y su pecado me agobian, como si fueran míos; entonces no puedo hacer otra cosa que rezar: «Señor, actúa tú mismo, tú solo, sobre él, según tu justicia y tu bondad». Interceder por otro significa conceder al hermano el mismo derecho que nosotros hemos recibido, a saber: estar delante de Cristo y tener parte en su misericordia.

Por todo esto vemos que la intercesión es un servicio que debemos cada día a Dios y a nuestros hermanos. Negarnos a interceder por nuestro prójimo sería negarle el servicio cristiano por excelencia. Vemos igualmente que la intercesión no es algo vago y difuso, sino algo preciso y muy concreto. Se trata de orar por unas personas muy determinadas, por unas dificultades concretas. Cuanto más precisa sea la intercesión, tanto más fecunda.

Finalmente no podemos ignorar que el acto de intercesión exige tiempo a todo cristiano y, sobre todo, al pastor responsable de la comunidad. Bien atendida llenaría suficientemente toda nuestra meditación diaria. De todas formas, la intercesión se nos revelará, cada vez con más claridad, como un don de Dios para todo cristiano, para toda comunidad cristiana. Y puesto que en ella se nos da algo tan inmenso, es lógico que 10  aceptemos con profunda gratitud. Nuestra alegría en el servicio de Dios y de la comunidad se renovará incesantemente según el tiempo que dediquemos a orar por los demás.

Dietrich Bonhoeffer

2 comentarios sobre “Vida en Comunidad

  1. Gloria a Dios por los mártires cristianos como Dietrich Bonhoeffer, no obstante su corta vida dejo un hermoso y sabio legado lleno de inspiración del Espíritu Santo.
    A Dios sea la Gloria y Honrra por los siglos de los siglos.

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