Sola Gracia: expresión del poder de Dios, no del nuestro
Seguimos viviendo horas inciertas. Aunque hay signos de recuperación de la pandemia mundial en muchas partes del mundo, y nuestro país no es la excepción, escuchamos de rebrotes y recaídas. Parece una historia sin fin. Aún en nuestras iglesias, algunas han abierto sus puertas reanudando su actividad litúrgica, sólo para volver a cerrar otra vez; otras, ni siquiera han recuperado sus actividades habituales cotidianas.
Además del alejamiento físico, no es menor el alejamiento de muchos hermanos que, por lo menos, no hay noticia de ellos o se han “ausentado” de su participación por medios digitales, ya sea por desconocimiento, desinterés o voluntad propia. Pero también es una realidad que, todos los días, muchas personas se alejan de las iglesias para buscar en otras fuentes inspiración, ánimo y esperanza. A veces, buscan en otros grupos una rica espiritualidad que se les niega en la iglesia institucional. Es por eso, muy importante una reflexión profunda sobre los programas y eventos que se realizan y que, aparentemente, no responden a las necesidades de la gente.
Ante la renovación de la Iglesia por la pandemia, es necesario pensar en la lógica del Evangelio: pensar globalmente, en una dimensión de alcance en donde podemos llegar a casi todo el mundo. En donde la limitante ya no es la cercanía física, sino la accesibilidad a los medios de interacción que actualmente la tecnología nos provee. Por otro lado, también debemos pensar “personalmente”, en la dimensión de transformación del individuo. Para ello, es necesario trabajar en el mensaje. Y allí es donde hay mucho por hacer.
En este contexto “virtual”, pero sobre todo digital, el medio es el gran acicate que nos llena de oportunidades, pero el contenido del mensaje es el que determina actualmente el desarrollo de la comunicación. Pero, aunque el actuar de la Iglesia debe ser movido por un sentido de urgencia, la cautela debe abundar, porque, aunque han cambiado los medios y alcances, no es necesario cambiar el fondo del mensaje: el Evangelio transformador del Reino.
Es por lo anterior que en esta edición de El Evangelista Mexicano ofrecemos a nuestros lectores algunas reflexiones sobre la visión de la Iglesia en estos tiempos de alejamiento social, pero también de profundas necesidades espirituales. También, es nuestro deseo ofrecer algunos tópicos sobre herramientas y medios tecnológicos que tenemos a nuestro alcance para esparcir el Mensaje del Reino.
Estamos seguros que el Dios que se muestra en la cruz de Cristo no es un Dios que quiere el sufrimiento de los hombres, sino que nos rescata de nuestra búsqueda aún en el caos que la experiencia humana ha llenado de injusticia. Y en ese sentido, estamos convencidos que sólo necesitamos la Gracia de Dios. La Sola Gratia de la que habló Martín Lutero. La Gracia que conocemos al leer la Segunda Epístola del apóstol Pablo a los Corintios (12:7-10), en donde nos muestra que su oración no fue contestada según la propia voluntad del hombre. Dios no sólo no quiso quitar la limitación de Pablo, como no quiere quitar las nuestras, sino que nos enseña que aún son necesarias esas limitaciones para que aprendamos a vivir, no en nuestras propias fuerzas, sino dependiendo de la gracia de Dios
Cuando nos acogemos a esa gracia, Él puede mostrar su poder en nosotros. Cuando oramos en este espíritu de aceptación de la voluntad de Dios, nace la paz en nuestro corazón. Pero no una paz adormecedora, sino una que nos lleva a realizar la voluntad de Dios con poder. Su poder, no el nuestro. Por su gracia Dios nos llama como Iglesia, nos dio la fe, nos quiere santificar, quiere garantizar nuestra perseverancia hasta el fin, nos sostiene en medio del caos de la vida actual. Gracia, Sola Gracia, sólo Su Gracia.
Estimad Magda, esa es nuestra confianza y nuestra esperanza. Además, los momentos difíciles son los que nos abren nuevas oportunidades.
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En estos momentis dificiles, es alentador confiar y esperar,y saber que SU GRACIA» sera con nositris.
Amén
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