Juan Stam
Bases exegéticas para una teología evangélica de la historia
La pregunta que se nos ha asignado para esta ponencia tiene dos partes, distintas pero muy relacionadas. Primera, y fundamental para los que somos evangélicos: ¿qué significan los «acontecimientos salvíficos» del evangelio, precisamente en cuanto acontecimientos históricos, para nuestra fe evangélica hoy? La segunda es sin duda conplejísima pero de urgente prioridad para nuestra teología evangélica centroamericana: ¿cuál es la relación entre los «acontecimientos salvificos» de la historia bíblica y los actuales «acontecimientos históricos» del mundo contemporáneo y específicamente de Centroamérica? ¿Tienen significado teológico los eventos que cada día se reportan en los periódicos?
La situación se hace más difícil porque el problema puede formularse en varios niveles:
- Nivel de los hechos bíblicos directamente salvíficos. ¿Qué significado teológico tiene para nuestra fe y teología la muerte de Jesús? (¿o el llamado de Abraham, la coronación de David como Rey, el martirio de Esteban?)
- Nivel de acontecimientos «seculares» de la «historia profana», que se relacionan directamente con la historia salvífica bíblica. ¿Qué significado teológico tiene el nombramiento de Pilato como procurador de Judea? (¿O de Nerón como emperador de Roma, o de Ramsés en Egipto, Ciro en Persia?)
- Nivel de acontecimientos «seculares» sin aparente relación directa con la historia bíblica de la salvación. ¿Qué significado teológico tiene la caída de Mohenjo-Daro (ca. 2500 a. C.) en la India? (¿O de la dinastía Chou en la China, o los Choluteca en Centroamérica?)
- Nivel que podríamos llamar de «acontecimientos eclesiales» dentro de la proclamación posbíblica de la historia de la salvación. ¿Qué significado histórico-salvífico y teológico tiene el asesinato de Mágr. Romero, San Salvador, 24 de marzo 1980? (¿0 el martirio de los cinco misioneros en Ecuador, 1954, la elección de Juan Pablo II, el ministerio evangelístico de Billy Graham … o el proyecto teológico de la FTL?)
- Nivel de acontecimientos «seculares» contemporáneos, que no parecen vincularse directamente con la historia de la salvación. ¿Qué significado teológico tiene la muerte de Che Guevara en Bolivia, octubre de 1967? (¿0 la Guerra de las Malvinas, o la «elección» de Alfredo Stroessner en Paraguay?)
La pregunta fundamental en toda esta problemática parece ser la siguiente: ¿Qué relación existe, con base en la exégesis bíblica y la teología, entre lo que se suele llamar “historia salvífica” y lo que podríamos llamar “historia universal” de la humanidad?
EL CRISTIANISMO: UNA FE RADICALMENTE HISTORICA
En 1923 J. Gresham Machen, gigante de la teología evangélica en los inicios del fundamentalismo norteamericano, escribió un libro titulado Cristianismo y Liberalismo.1 Afirma que el cristianismo y el liberalismo (o modernismo) son dos religiones totalmente distintas, ya que el cristanismo sienpre ha fundado su fe en la acción de Dios en la historia, según la revelan las Escrituras:
El arma poderosa con que los discípulos de Jesús salieron a conquistar el mundo no fue una mera comprensión de principios eternos; fue un mensaje histórico, una narración de algo que había pasado recientemente, fue el mensaje «Él ha resucitado.» El mundo había de ser redimido mediante la proclamación de ese evento … 2
Según Machen, el cristianismo
es una religión fundada no en ideales sino en hechos. Aquí está la diferencia fundamental entre liberalismo y cristianismo. El liberalismo utiliza el modo imperativo, mientras que el cristianismo comienza con un indicativo triunfante; el liberalismo apela a la voluntad humana, mientras el cristianismo anuncia, primero que nada, un acto de la gracia de Dios.,,3
El evangelio, afirma Machen,
… transformaba las vidas humanas no por apelar a la voluntad humana, sino por contar una historia; no por la exhortación, sino por la narración de un evento … Donde fracasa la más elocuente exhortación, logra éxito la sencilla historia de un acontecimiento; las vidas humanas son transformadas mediante una simple noticia.,,4
Machen concluye que «… el cristianismo no depende de un conjunto de ideas, sino de la narración de un evento … No puede haber salvación mediante el descubrimiento de verdades eternas … pero Dios dio un nuevo rostro a la vida por lo que hizo cuando entregó a su unigénito Hijo»5. El cristianismo no consiste en la «creencia» en ideas eternas, aun cuando esas ideas sean las doctrinas más puras y correctas; la esencia del cristianismo es una historia que aconteció.
Por eso, sobre todo el cristianismo evangélico tiene que ser radicalmente histórico. A la luz de este argumento tan tajante del máximo pionero del «evangelicalismo» del siglo XX, es muy extraña, irónica y lamentable la notoria ausencia de sentido histórico entre los evangélicos, tanto norteamericanos como latinoamericanos.6
La Biblia: un libro de historia. Basta con hojear la Biblia para darse cuenta de que desde Génesis hasta Apocalipsis es básicamente un libro histórico. Más aun que la teología, y mucho más que la filosofía, la historia es la categoría básica del pensamiento bíblico y el género literario que lo caracteriza. Como señala J. McKenzie, aun los escritos poéticos y sapienciales tienden a incorporarse en un marco de referencia profundamente histórico.7 El Salmo 136, tan hermoso y tan conocido, tipifica el carácter radicalmente histórico de la alabanza en las Escrituras.
La conciencia histórica del pueblo hebreo. Cuando los hebreos experimentaron la decisiva obra de Dios en su propia historia patria, se dieron cuenta de que el proceso histórico no es cíclico, ya que el éxodo fue para ellos un evento irrepetible. Bajo la progresiva revelación de Dios, llegaron a entender que la historia tiene principio, fin y sentido, porque Dios está actuando en ella salvíficamente.[8]
Estas vivencias del «brazo extendido y la mano poderosa» de Dios en su historia nacional produjeron en Israel una «extraordinaria combinación de realismo histórico y teocentrismo», como lo describe R. A. F. McKenzie, de modo que los «…israelitas piensan su doctrina, su experiencia de Dios, de modo histórico».[9] Los credos de Israel, por ejemplo, no son formularios doctrinales sino recuentos históricos (Dt. 26.5-9; Jos. 24.2-15; Sal. 105, 106, 136, cf. Hch. 7, Heb. 11). Predomina una mentalidad histórica y concreta, no abstracta ni especulativa. Por eso Herbert Haag insiste en que es totalmente imposible entender fielmente el mensaje bíblico a partir de una mentalidad ahistórica.[10]
Esta experiencia histórica de salvación, y esta vivencia de relación personal y nacional con Dios, determinó el carácter radicalmente histórico del Antiguo Testamento. Según J. McKenzie, «…los hebreos crearon una forma literaria que no tiene paralelo en el antiguo mundo semítico … la historia», o mejor dicho, «los escritos históricos».11 Para ellos., escribir historia era un acto de fe y una tarea teológica; escribir teología era una tarea histórica.
La Encarnación: Dios invade la historia. Cuando el Verbo divino fue hecho carne humana, Dios mismo se hizo historia. En Jesús de Nazaret la concentración histórica del Antiguo Testamento alcanzó su máxima densidad: «La encarnación es el medio supremo de revelación divina» (He. 1.1s) y de redención.12 En las palabras de Jean Daniélou la encarnación es:
… una irrupción de Dios en la historia. El cristianismo es en primer lugar un suceso histórico, la Encarnación de Jesucristo. Y con esto se nos hace ver que no es lo esencial de la revelación cristiana el hacernos conocer la existencia de un Dios –también otras religiones la han conocido— sino mostrarnos a un Dios que obra en el tiempo, que penetra en la historia de los hombres, un Dios cuyas intervenciones constituyen actos decisivos. Desde la creación hasta la resurrección de Jesucristo, pasando por la elección de Abrahan, la revelación cristiana es la de una historia sagrada, la historia de los mirabilia dei. La Biblia es el documento de esta historia. Y es muy digno de observarse que entre todos los libros sagrados, sólo la Biblia es una historia y no una exposición de doctrinas13
Así es que la larga historia de la gracia divina culmina en «el acontecer de Dios en Cristo».14 Como señaló Machen hace años, el evangelio es un acontecimiento histórico, y la teología evangélica es la que nace de esas buenas nuevas y es fiel a ellas. Lo expresa muy bien otro evangélico norteamericano:
El evangelio es la buena noticia de que Dios no ha abandonado ni a la humanidad ni a la historia. En la encarnación de Cristo, Dios ha invadido la historia humana para derrotar las fuerzas del mal que el hombre no puede vencer. En la segunda venida de Cristo, Dios volverá a invadir la historia para completar la obra redentora que ha iniciado.15
La teología evangélica, fiel a la conciencia histórica del Antiguo Testamento y al mensaje evangélico del Nuevo, encuentra en Jesucristo el centro y el sentido de la historia, su redentor y reconciliador,16 Alfa y omega, principio y fin.
Historia de la salvación. En el actual escenario teológico, el movimiento de la teología bíblica17 y el de la historia de la salvación18 plantean un importante reto a la teología evangélica y nos ofrecen valiosos aportes exegéticos e históricos. En mi opinión personal, su gran valor consiste en llamarnos a una perspectiva consecuentemente histórica, para liberarnos así del secular «cautiverio metafísico» de la teología sistemática, que comenzó con los apologistas y los alejandrinos de los siglos II y III. Considero que cuato más histórica (histórico-salvífica y exegética) sea nuestra teología latinoamericana en sus categorías y estructuras, sus métodos y su lenguaje, será tanto más evangélica.
Todo el mensaje bíblico descansa en la firme convicción de que Dios actúa en la historia, se revela en la historia, y es Señor de la historia. El Salmo 145, en sólo tres versículos consecutivos, describe los grandes actos salvíficos de «mi Dios, mi Rey» (145.1, cf. Sal. 47) como «tus poderosos hechos» (145.4), «tus hechos maravillosos» (145.5) y «tus hechos estupendos» (145.6), que se anunciarán «de generación en generación» (145.4). Estos son también «las maravillas de Dios» (magnalia dei, Hch. 2.11) que proclamaron los apóstoles el día de Pentecostés.
Aunque la palabra «historia» no existe en hebreo, los libros proféticos se refieren a los hechos históricos como «la obra de Yahvé» (Is. 5.13, 19, 28.21), «sus consejos» (Is. 28.29), o «sus caminos» (Sal. 103.7).19 También se usa el vocablo hebreo Dabar, que significa a la vez «palabra» y «acontecimiento»20 Así el libro de Crónicas tiene en hebreo el título dibré hayyamin, «las palabras/hechos de los días» o «los acontecimientos año por año». Según Wolff, «la historia es la obra entera de Dios que viene»21 para hablarnos y salvarnos.
Abraham fue «amigo de Dios» precisamente porque el Señor compartía con él sus consejos y lo incorporó en su proyecto histórico de salvación Gn. 12.2s, 18.17s, 2 Cr. 20.7, Is. 41.8, Stg. 2.23). Dios habló «de amigo a amigo» con Moisés (Ex. 33.11) para «notificarle sus caminos» de salvación (Sal. 103.7). Conocer los propósitos históricos del Señor es «estar en el secreto de Jehová» y «conocer los tiempos» de su obra (Jer. 23.18, Am. 3.7).
El problema. Por definición, todo cristiano evangélico cree que Dios ha actuado en la historia de la salvación que culmina en la muerte y resurrección de Jesucristo. Pero, ¿actúa Dios hoy? ¿Dónde? ¿Cómo? El gran problema tan difícil corno crucial para nuestra teología de la historia es la pregunta: ¿cuál es la relación entre la «historia salvífica» bíblica y la «historia universal» (secular, profana) de la humanidad? Específicamente, a la luz de las Escrituras y la historia de la salvación, ¿cuál es el «significado teológico» de los «acontecimientos históricos» (sociales, políticos, militares, culturales, ideológicos) de América Latina hoy?
A esta pregunta se ofrecen diversas respuestas. Probablemente el concepto que prevalece entre los evangélicos es el de una dicotomía antagónica entre ambas historias: la historia profana (secular, mundana) es una historia caída, perdida bajo el pecado, que va hacia su ruina final. Por la salvación nos hemos escapado de esa historia para entrar en otra, la historia de la salvación, que termina en el cielo.
Las opiniones de los teólogos son muy variadas. Paul Minear, por ejemplo, distingue tajantemente entre «una historia horizontal y espuria» y otra «historia vertical y genuina».22 También para autores como K. Lowith y H. Butterfield «el desarrollo de los Imperios, la evolución económica, el progreso de la civilización, no parecen guardar relación con el reino de Dios y con el desarrollo de la historia sagrada».23 Jean Daniélou, en cambio, cree que la historia profana y la historia sagrada se interpenetran.24 Para Oscar Cullmann, la historia salvífica tampoco es una segunda historia, a la par de la historia secular, sino que está dentro de la historia universal como su centro y corazón.
Es posible que las Escrituras no nos ofrezcan bases exegéticas claras y explícitas para resolver definitivamente este problema, pero sí creo que la perspectiva más amplia de la teología exegética y bíblica podrá aclarar considerablemente los aspectos del problema y orientarnos mejor para nuestra misión evangélica en América latina.
Continuará…
Esta conferencia fue presentada en un encuentro centroamericano de la FTL, realizado en Ipís de San José, Costa Rica. Fue publicada en Boletín Teológico #29:3 (1988), pp. 11-40.
NOTAS
- J. Gresham Machen, Christianity and Liberalism, Eerdmans, Grand Rapids, 1946. Véase también el artículo de Machen, «History and Faith», Princeton Theological Review, julio, 1915.
- Ibid, pp. 28s.
- Ibid, p. 47.
- Ibid, pp. 47s.
- Ibid, p.70.
- Bernard Ramm lamenta esta mentalidad ahistórica entre los evangélicos norteamericanos: The Evancrelical Heritage, Word Books, Texas, 1973, pp. 14s.
- «Aspectos del Pensamiento Veterotestamentario» en Comentario bíblico «San Jerónimo», Cristiandad, Madrid, 1972, vol. V, 77:112 (p.655).
- John McKenzie afirma que esta conciencia histórica aparece muy temprano en Israel. Espíritu y Mundo del Antiguo Testamento, Verbo Divino, Navarra, 1968, pp. 109s, 164.
- R. A. F. McKenzie, la Fe y la historia, Paulinas, Bs. As. 1965, pp. 14-16.
- H. Haag, «Teología Bíblica» en Mysterium Salutis, Cristiandad, Madrid, 1969, Vol. I.,-p. 503.
- McKenzie, op. cit. (n. 9), p. 95.
- W. Dayton Roberts, «Encarnación», en Diccionario Ilustrado de la Biblia, Caribe, Miami, 1974, p. 197.
- Jean Daniélou, El Misterio de la Historia, Dinor, San Sebastián, 1963, p. 146.
- D. Wiederkehr, en Mysterium Salutis. op. ci (n. 10), Vol. 111. 1, pp. 533-536.
- George Eldon Ladd, Jesus Christ and History, Inter-Varsity, Chicago, 1963, p. 59. Traducción al español.
- Entendemos que esta frase es estrictamente exegética y de ninguna manera implica universalismo. Jesucristo reconcilia «todas las cosas» mediante su sangre (Col. 1.20), juzga y redime el cosmos entero y toda la historia mediante su obra redentora (Ro. 8). La meta final de Dios es la de reunir todas las cosas en él (Ef. 1.10), bajo su juicio y su gracia. (Ver todo el argumento de la segunda parte de esta ponencia).
- Para una introducción concisa al movimiento de la teología bíblica, ver «San Jerónimo» (n. 7), 70.42, 49-55, 71.23, 49 y 77.3s, 111-117.
- Introducción a la historia de la salvación en «San Jerónimo» (n. 7), 70.30s y 41.57. cf. Oscar Cullmann, Cristo y el Tiempo, Estela, Barcelona, 1968 y la Historia de la Salvación, Península, Barcelona, 1967. Véanse también los 6 tomos de Mysterium Salutis, (n. 10), cuyo subtítulo es «Manual de teología como Historia de la Salvación». Podemos esquematizar las corrientes actuales protestantes bajo cuatro nombres representativos: (1) Karl Barth busca una «Teología de la Palabra» a partir de la distinción radical entre eternidad y tiempo; (2) Rudolph Bultmann intenta traducir los «mitos» de la historia bíblica a categorías existencialistas; (3) Wolfhart Pannenberg ve toda la historia universal de la humanidad como revelación de Dios, sin distinción entre «revelación general» y «revelación especial»; y (4) Oscar Cullmann afirma que dentro de la universal historia humana hay una veta de «historia sagrada» o «salvífica» en que Dios ha actuado en forma única y sobrenatural. Esta posición se conoce por Hei1sgeschichte en alemán y a veces Por «realisno bíblico» o «realismo profético» en inglés. Ver también la «exégesis tipológica» de Gerhard von Rad, Estudios sobre el Antiguo Testamento, Sígueme, Salamanca, 1976, pp. 401-421.
- Hans Walter Wolff, «The Understanding of History in the Old Testament Prophets», en Essays on Old Testament Hermeneutics, ed. Claus Westermann, John Knox, Richmond, 1971, p. 338: «The appropriate expresion for history in the prophetic books is, therefore, the work of Yahweh».
- «San Jerónimo» (n. 7), 24.2. San Agustín describe Dabar como «palabra y acontecimiento intercambiable» e inseparables; Dios habla cuando actúa.
- Wolff, op. cit. (n. 19), p. 338. 22. Paul Minear, Eves of Faith, Westminster, Philadelpihia, 1946, p. 143.
- Ibid.
- Jean Daniélou, op. cit., (n. 13), p, 137.
- Ibid, pp. 37-49.
REFERENCIA
Stam, Juan. (2010). Significado teológico de los acontecimientos históricos. Diciembre 29, 2020, de Juanstam.com Sitio web: http://www.juanstam.com/dnn/Blogs/tabid/110/EntryID/265/Default.aspx