El Concepto de Mujer y su Marco de Acción en la Iglesia Metodista en México

El Concepto de Mujer y su Marco de Acción en la Iglesia Metodista en México

Diana Patricia Suárez Utrilla

En esta mesa no se habla ni de política ni de religión… dicha frase se ha escuchado más de una vez en reuniones familiares o de amigos para evitar tensiones entre las variopintas inclinaciones y opiniones. Lo anterior es reflejo de una gran diversidad de posiciones que hay sobre tales temas hoy en día, sin embargo, hubo una época en que no fue así, y se tuvo que ir construyendo espacio para la diversidad de ideas tanto políticas como religiosas. 

Es justamente de una Institución que fue puntera de la diversidad de culto en México de la que se hablará en este texto, el Metodismo. 

El Metodismo llegó a la Ciudad de México en 1873 de la mano de las Leyes de Reforma e impulsada por algunos liberales, quienes veían en esta rama del protestantismo una manera prometedora de contrapeso a la Iglesia Católica, y que al mismo tiempo contaba con valores y prácticas liberales útiles para México, tales como la idealización del trabajo y el esfuerzo así como de su énfasis sobre la importancia de las libertades, principalmente de culto y de consciencia.

Así, los misioneros metodistas lograron consolidar una feligresía mexicana considerable los primeros cinco años de su llegada al país, sin perder de vista que el metodismo representaba una religión foránea y una franca minoría, ante lo cual surge la pregunta: ¿cómo se podían hacer escuchar? 

La manera de introducirse en el pulso nacional de la época fue por medio de la prensa. La vida política y cultural de México se discutía en los periódicos y revistas, motivo por el cual, los metodistas en 1876 fundaron en la Ciudad de México, el Abogado Cristiano Ilustrado, que se publicó de manera ininterrumpida de 1876 a 1919. 

El Abogado Cristiano Ilustrado tenía varios objetivos: presentarse ante la comunidad ilustrada en México, difundir el mensaje de la Iglesia, entrar en polémica con otras revistas, además de contar con su apartado de noticias, consejos, relatos históricos, etc.

Lo que me interesa rescatar de esta revista es la visión que las mujeres y los hombres que colaboraban en la publicación tenían sobre la participación de la mujer en la sociedad. 

 Los hombres que escribían en la revista no se sustrajeron al pensamiento de la época donde había una idealización de la mujer como ángel del hogar siendo un ser afectivo y tierno, mas eran conscientes observadores de la realidad nacional; sabían que en muchos casos, la mujer tenía que salir a trabajar. Señalaban entonces, que el trabajo fabril que las mujeres realizaban era excesivo y que a cambio recibían un salario ínfimo, además de malas condiciones laborales. Todo lo anterior era consecuencia de la poca importancia que en la sociedad se le había dado a la educación de la mujer; los metodistas decían que sí a la mujer se le educaba, se engrandecía el hogar y la Patria. Con esta idea se puede percibir que había un apoyo masculino para la superación intelectual de la mujer.

Sin embargo, con la efervescencia política que acompañó al cambio del siglo y con la petición de las mujeres por el derecho al voto y al divorcio, los hombres metodistas solo apuntaron que tales peticiones harían de la Revolución Mexicana un movimiento aun más revolucionario, mostrando así su reticencia a tales peticiones.

Pero ¿qué decían las mujeres sobre ellas mismas? Los textos escritos por mujeres eran muy variados, encontramos poesía dirigida a Dios, a la virtud o a un héroe nacional; había una sección de consejos domésticos así como tips para buena alimentación e higiene. También había escritos que resaltaban la importancia de la mujer y su impacto en la sociedad desde el hogar.

Por ejemplo, hay escritos donde se señalaba a la mujer como un individuo con la capacidad de hacer mucho bien o mucho mal; cuando la mujer ejercía una piedad inteligente y era educada, se puede decir que era nada más y nada menos que la forjadora de la Patria, ya que tenía bajo su cuidado a los hombres y mujeres del futuro. Pero si no era así, y la mujer no se ocupaba de su hogar y de la enseñanza de los niños, perjudicaba de manera irreversible su casa y su nación.

Las mujeres metodistas que escribieron en el ACI no pensaban que su marco de acción se refería solamente al hogar, también tenían la convicción que los maestros eran los “sacerdotes del conocimiento” y querían formar parte de esa noble pero ardua labor. 

Mas, no eran pocos los que tenían una pobre opinión sobre la mujer y ante eso, María Orozco escribe en 1904 diciendo:

¿No es ésta la mejor oportunidad para que la mujer ponga de manifiesto los resultados de una verdadera educación? ¿No la experiencia demuestra que la mujer educada está convenientemente preparada para la vida?

Del dicho al hecho…

Se puede ver entonces, que en opinión de hombres y mujeres metodistas la educación era fundamental, lo anterior se debe a que ellos creían que la ignorancia es el inicio de todos los males que aquejan a los individuos y las naciones. Pero como dice la frase: del dicho al hecho… en este caso, no hubo tanto trecho, ya que con la llegada de los metodistas a México, arribaron dos maestras misioneras, Miss Susan Warner y Miss Mary Hastings, que rápidamente fundaron escuelas para niñas en la Cd. de México y en Pachuca. 

El esfuerzo educativo metodista estuvo dirigido tanto a hombres como a mujeres, sin embargo enfatizaron la educación de la mujer porque a decir de un misionero, las mujeres eran “muy invisibles y también muy mochas”. Por ello se fundaron escuelas a nivel primaria, secundaria y también se fundó la Escuela Normal Metodista ubicada en la Ciudad de Puebla, y ya para 1905 se registraron cerca de dos mil estudiantes en los colegios metodistas y 68 de ellas fueron normalistas.

Las egresadas de la Escuela Normal Metodista, se ocuparon como maestras en escuelas metodistas al interior de la República y fueron contratadas en escuelas públicas o bien abrieron sus propias escuelas si tenían los medios. 

Lo que me interesa resaltar en esta área es que no pocas mujeres pudieron continuar sus estudios en Estados Unidos becadas por la Iglesia Metodista, esta opción académica era imposible de llevarse a cabo si no se pertenecía a un estrato social verdaderamente acomodado, así pues, la educación metodista abrió ese campo para las mujeres de medianos o escasos recursos. Algunas de las egresadas se quedaron en Estados Unidos a trabajar, mientras que otras regresaron a aplicar sus conocimientos a México.

Un ejemplo emblemático de las posibilidades que se abrían a las mujeres por medio de una formación académica sólida, es el de las hermanas Palacios Mendoza, Juana y Adelia, egresadas de la Escuela Normal Metodista, la primera estudió dos años en la Universidad de Boston y regresó a México para ser parte de la Escuela Normal Superior, mientras que Adelia fue enviada a un viaje por Europa financiado por el Ministerio de Instrucción Pública para observar y reportar los modelos educativos, las instalaciones, etc. de las mejores universidades. Se dice que tuvo oportunidad de escuchar una cátedra de Marie Curie en la Sorbona y tomar clases con María Montessori, lo que le permitió cierta aplicación del modelo posteriormente en México.

De esta forma se puede entender que las escuelas metodistas femeninas tenían una idea de mujer cristiana e ilustrada: porque la piedad sin inteligencia no es útil para la sociedad, así como nacionalista y liberal.  Se buscaba que se admirara a las mujeres de la historia que con valor defendieron la libertad de su pueblo y la grandeza de su nación, y finalmente se buscaba que la mujer fuera un agente activo en la sociedad, no importando si su trinchera estaba en casa o en la escuela.

La mujer que sirve es la que primero sabe

Abordaremos un elemento educativo que nace en el seno de la Iglesia Metodista y que sin duda fue un espacio de conquista también para las mujeres. Cómo ya se dijo anteriormente, el metodismo entró a México como una Iglesia disidente y como una minoría religiosa, motivo por el cual los misioneros y feligreses metodistas tenían mucho trabajo por hacer y muchas veces no podían cubrir todas las necesidades que la Iglesia misma tenía ¿y que se podía hacer para cambiar esa situación?

La misionera Effa Dunmore al ver el panorama de la institución religiosa, propuso que se creara una escuela que capacitara a las mujeres para poder llevar a cabo las labores de la Iglesia, logrando de esta manera hacer presente la piedad pública de las mujeres. 

Así en 1906 se fundó la Escuela de Diaconisas, es decir, Escuela de las mujeres que sirven en la Iglesia ¿pero, para servir en la congregación era necesario ir a una escuela especial? La señorita Dunmore y demás maestras y misioneras pensaban que sí, porque ellas creían que las mujeres que están dispuestas a servir son las que primero saben por qué y para qué hacen lo que hacen.

Para ingresar a la Escuela de Diaconisas se necesitaba un corazón dispuesto y un certificado de secundaria ya que en esta escuela no se impartían conocimientos generales, sino que contaba con clases enfiladas al servicio de la Iglesia, por ejemplo, estudios bíblicos, educación religiosa, evangelismo, música y también se enseñaban primero auxilios.

Para la primera década del siglo las diaconisas tuvieron la oportunidad de mostrar los conocimientos aprendidos, cuando en 1913 y 1914 una de las escuelas metodistas fue adaptada como hospital para atender a los afectados por la efervescencia político-militar de la época. En 1916 y 1917 las diaconisas atendieron a los enfermos de tifo y confeccionaron ropa para los niños desvalidos. 

Así es como se puede ver que el marco de acción de las diaconisas fue muy variado, se les podía ver dando clases de lectura y escritura a obreros y niños, costura e inglés para las mujeres; podían realizar servicios de taquimecanografía, visitar hospitales y hospicios y todo lo anterior con una enseñanza religiosa de por medio. Lo único que las diaconisas no podían hacer era oficiar los sacramentos que para los metodistas son dos: el bautismo y la comunión.

Un ejemplo de la labor que las diaconisas realizaron es el de Carmen Dávila Labardini, quien en 1930 fue asignada a las Iglesias de Querétaro y Guanajuato, siendo soltera y protestante su inclusión en las comunidades no fue tan sencilla, ya que no le querían vender comida y otros insumos, era mal vista y le intentaron quemar la Iglesia. A pesar de lo anterior, la diaconisa Dávila se las ingenió y logró crear clubes de lectura y dar vida a la comunidad metodista de Querétaro que hasta la fecha existe.

 La labor y esfuerzo de las metodistas fue reconocida finalmente en 1977 cuando a la Srita. Aida Barrera se le otorgó el título de presbítera, es decir, el cargo de pastora de una congregación. Este nombramiento dio paso a otros más, y se abrió la posibilidad de permitir a la mujer escalar los peldaños administrativos más altos dentro del metodismo, hasta que en 1994 Graciela Álvarez lo hizo y detentó el cargo de obispa, el rango más alto de la Iglesia, siendo la primera mujer obispa en toda América Latina y la tercera en toda América, y no fue sino 24 años después, que la Pbra. Raquel Balbuena volvió a detentar dicho cargo.

Conclusión

Tras este recorrido, se podría concluir que bajo el esquema institucional religioso, que parecía ofrecer los mismos espacios tradicionales de acción de la mujer a finales del siglo XIX e inicios del XX: la casa y la escuela, logró ser modificado y asimilado de diversas maneras por las mujeres a partir de la importancia que se le otorgó a la educación y la disciplina intelectual en la Iglesia Metodista. 

Este afán de conocimiento y de batalla contra la ignorancia que detentaba la Iglesia Metodista, es el que llegó a trastocar ciertos parámetros tradicionales en el campo de acción de la mujer, por ejemplo, el que una mujer saliera de su casa sin estar casada, a radicar en lugar de dudosa seguridad y estabilidad, o bien, como las hermanas Palacios Mendoza quienes no se casaron, pero buscaron hacer la diferencia a través de la educación. Así fue como de la mano del metodismo mexicano, el esfuerzo del conjunto de mujeres que con “piadosa inteligencia” y con iniciativa de servicio abrieron brecha en el arduo camino de la igualdad.


BIBLIOGRAFÍA

  • Alvarado López, Xeitl Ulises, Las diaconisas metodistas en México (1904-1979), tesis de licenciatura, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2009.
  • Bastian, Jean-Pierre, “Modelos de mujer protestante: Ideología religiosa y educación femenina” en Presencia y transparencia: La mujer enla Historia de México, México: Colmex, 1987.
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  • Ruiz Guerra, Rubén, Hombres Nuevos. Metodismo y modernización en México, México: CUPSA, 1992.
  • Ruiz Guerra, Rubén, “El protestantismo liberal y su modelo de mujer” en Historia de las mujeres en las Américas, México: Instituto Panamericano de Geografía e Historia-UNAM, 2012.
  • Serna Alcántara, Gonzalo Aquiles, Un ejemplo de la educación metodista en México: Los primeros años, X Congreso Nacional de Investigación Educativa, 2009.

Diana Patricia Suárez Utrilla. Redimida por gracia, tesista rebelde bajo la tutoría del Mtro. Rubén Ruiz Guerra y entusiasta de la divulgación de la Historia.

2 comentarios sobre “El Concepto de Mujer y su Marco de Acción en la Iglesia Metodista en México

  1. Felicitaciones, excelente artículo. Es realmente sorprendente la historia de las mujeres pero más las de las mujeres dentro de la iglesia, en este caso la iglesia metodista.

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  2. Agradezco mucho tu artículo, me hace sentir muy orgullosa de ser metodista, y ademas me alienta a seguir esforzándome en el trabajo de la mujer dentro de la iglesia y de la sociedad, tal cual lo dices: sea cual sea su trinchera.
    Soy madre y me uno a la labor de formar hombres y mujeres que amen a Dios y también quieran transformar el mundo.
    Una vez más muchas gracias 😊

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