<strong>La corrupción en la Iglesia</strong>

La corrupción en la Iglesia

La corrupción, en el ámbito ético, la vemos a diario cuando las personas eligen su profesión, no buscando el bien de la humanidad, sino el beneficio económico y, en el caso del sacerdocio-pastorado, volverse burócratas de la fe.

Abner Alaniz Rangel

“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes”.

1 Pedro 5

“Y me dijo Jehová: Levántate, desciende pronto de aquí, porque tu pueblo sacaste de Egipto se ha corrompido; pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho una imagen de fundición”

Deuteronomio 9.12

“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Velad debidamente, y no pequéis…”.

1 Corintios 15:33, 34

“Disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales».

1 Timoteo 6:5

“Pero estos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales” (San Judas verso 10). Se dice, y se dice bien, que para muestra un botón basta. 

Y allí tenemos el caso de la Iglesia “La Luz del Mundo”. He querido iniciar mi reflexión, con esta muestra de textos, que no hacen más que corroborar, que el fenómeno de la corrupción es tan viejo como la misma humanidad. Para el versado bíblico, descubrirá que hay un sinnúmero de textos que hablan de ello en las Sagradas Escrituras.

Viene a cuento lo anterior, porque han pasado ya algunas Conferencias Anuales y, según mis fuentes, se escucharon voces que incluyeron el término “corrupción” refiriéndose a nuestra iglesia, y tal vez con justa razón; aunque en algunos haya provocado cierto escozor e indignación, en otros escepticismo y, en otros más, coraje e impotencia hasta la notoria emoción que casi rompe en llanto; y todo por la falta de información. Pareciera ser que nuestra iglesia “ya se ha vuelto la iglesia del no pasa nada, aunque todo sea un secreto a voces”. El investigador Porfirio Santibáñez advierte: 

“Por su ambición de dinero y poder, obispos, jerarcas y lideres religiosos se han alejado, en la práctica, de la Palabra de Dios y se han convertido en personajes tan corruptos como los que combate el actual gobierno. Es necesario que los fieles comiencen a ser más críticos con sus líderes y les exijan congruencia y honestidad, pues, de lo contrario, los escándalos por actos ilícitos serán mayores. 

La Iglesia debe ser la comunidad de cristianos que adora al Padre, va en el camino del Hijo y recibe el don del Espíritu Santo. No es un partido político. Siempre está en la iglesia la tentación de la corrupción que sucede cuando la iglesia, en lugar de estar apegada a la fidelidad al Señor Jesús, el Señor de la paz y de la alegría, de la salvación, cuando en lugar de esto se apega al dinero al poder y la invade la soberbia. ‘Es un martirio diario: buscar el bien común sin dejarse corromper”.

Una de las condiciones necesarias para el progreso social es la ausencia de corrupción. La corrupción de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, propició la Reforma Protestante del siglo XVI y las 95 tesis del Dr. Martín Lutero. La corrupción de la Iglesia en Inglaterra, propicio que el Rev. Juan Wesley fuera proscrito de los púlpitos y entonces engendrara su frase ya clásica: “El mundo es mi parroquia”

De modo que el término, en sí mismo, no tiene por qué espantarnos. Al contrario, debe movernos a una reflexión seria de diversos hechos que se han suscitado en el seno de nuestra iglesia y hacer la corrección debida del rumbo. La situación no es solo de nuestra iglesia, ya el Pbro. Dr. Joaquín Sáenz y Arriaga, en su obra “La Nueva Iglesia Montiniana” prologada por Rene Capistrán Garza, subrayaba la necesidad de “un viento renovador, y señalaba, 

“Que hace falta ante un vasto clamor de disconformidad, ansiedad, descontento y anhelo de transformación; se está preparando un pedregoso camino para el histórico viaje de Paulo VI, que asistirá al trigésimo noveno Congreso Eucarístico, celebrado en Bogota Colombia” (pp 109). 

En la misma obra, en la pág. 207, el sacerdote Roca, alude a su situación diciendo: 

“Soy un proscrito, un sacerdote romano, un paria, un eunuco. No hay para mi lugar en el hogar de la familia. No tengo lugar al sol de la civilización. Soy juguete de la fatalidad”. 

En 1969, el sacerdote jesuita Salvador Freixedo escribió su aclamado libro “Mi Iglesia Duerme”, en el cual expuso su perspectiva de la situación de la Iglesia Católica Romana tras el Concilio Vaticano II. El Padre Freixedo, en su libro, que aún sigue vigente señala: “No solo nuestra Iglesia sigue dormida, sino que estimo que está en estado comatoso. La jerarquía de nuestra Iglesia tiene un enorme problema con los feligreses que expresan desacuerdos con la «enseñanzas de la Iglesia». Cualquier obispo, sacerdote o laico que exprese opiniones diferentes o sugiera cambios para llevar el mensaje de Cristo, es automáticamente sancionado o expulsado de la Iglesia o de su ministerio». 

La esencia del problema es que Roma ha dogmatizado las reglas y tradiciones que ellos mismos han creado a través de veinte siglos. A manera de ejemplo, se nos enseña sobre la inefabilidad del Papa como si eso viniera directo de Cristo. La inefabilidad del Papa fue determinada y aprobada en el primer Concilio Vaticano a fines del siglo XIX. Eso fue apenas un poco más de un siglo atrás.

Otro tema picante es el celibato sacerdotal. Lo mismo que la pederastia. Durante los primeros 300 años de cristiandad, los sacerdotes se casaban. La regla (no es un dogma) se cambió en el siglo IV. ¿Por qué no se puede volver a cambiar para atender la grave escasez de sacerdotes? La Iglesia es una institución gobernada por hombres, por seres humanos y, por lo tanto, es falible, y sus gobernantes cometen errores constantemente. Eso es sumamente claro en la propia historia de la Iglesia.

De igual manera Monseñor Pedro Arrupe, el prepósito de la Compañía de Jesús, hacia lo propio señalando las irregularidades notorias de la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Durante los últimos años, nuestra sociedad y, muy particularmente los países latinoamericanos, están sufriendo una decadencia de valores éticos y morales. El ámbito público y el privado y también el religioso, se han visto invadidos por este problema que radica en la manera como la gente es educada. Intentemos dar una definición del término: “Es la acción o efecto de corromper, (depravar, echar a perder, sobornar a alguien, pervertir, dañar)”. La corrupción es la práctica que consiste en hacer abuso de poder, de funciones o de medios para sacar un provecho económico o de otra índole. Recuerdo, a quien ejerció la superintendencia de un Distrito, y su dicho era: “Usted es itinerante, y asi lo señala la Disciplina, así que usted tiene que obedecer a su nombramiento, o no le doy nombramiento”. Además, era muy afecto a hacer cartas de extrañamiento por todo, y ahora nos enteramos que ni siquiera hizo entrega correcta de la oficina y sus archivos. “Cosas veredes, mío Cid”.

El termino corrupción, proviene del vocablo latino “corrumpere” que quiere decir “echar a perder”; en el ámbito bíblico se usa en el sentido de “corrompido o corrupto”. O también del latín Corruptio, Corruptionis, del prefijo de intensidad com- y rumpere romper. Se define como cambiar la naturaleza de una cosa, volviéndola degradada o mala. Es además, una decadencia de valores éticos y morales. La corrupción puede ser: política, empresarial, policial, tributaria, sexual, lingüística, de los materiales, o dentro de la cosmovisión religiosa, etcétera. 

La corrupción, en el ámbito ético, la vemos y la sentimos cuando los profesionales, llámense abogados, arquitectos, ingenieros, profesores, rectores, médicos, sacerdotes, pastores, que generalmente eligen su profesión, no buscando el bien de la humanidad, sino que sólo buscan el beneficio económico y, en el caso del sacerdocio pastorado, volverse burócratas de la fe.

Veamos algunas de las múltiples formas que se pueden considerar corruptas: aceptación de dinero o regalos por el otorgamiento o adjudicación de un contrato; distracción de recursos públicos o de la iglesia para uso privado; distracción de recursos para fines político-electorales; nepotismo (dar preferencia a familiares o amigos para trabajos públicos); mantenimiento de privilegios e incentivos que favorecen a determinadas personas, sobre todo al momento de la asignación de los cargos pastorales o discriminación a pastoras y pastores por discrepancias ideológicas. 

No respetar lo señalado por la Disciplina en los protocolos de entrega recepción entre superintendentes y pastores. No diezmar administradores y pastores; iglesias que no cumplen con sus obligaciones financieras. Iglesias con feligresía dividida y peleando por bienes que corresponden a la Iglesia Metodista. El mantenimiento de carteras vencidas, con dificultad para su cobro en nuestras instituciones. 

Corrupción es evitar el facturar los gastos para evitar el pago del IVA (práctica muy frecuente en nuestras iglesias). Corrupción es no complimentar los debidos requisitos en el caso de ceremonias, bautizos, bodas, etc., dejando los libros de registro incompletos y, por tanto, no tener estadísticas confiables. El dejar crecer grupo hegemónicos de poder que se convierten en cacicazgos. Deserción de miembros y decrecimiento de los cargos pastorales y hacer como que no nos damos cuenta (ya vendrán otros): carecer de una estadística confiable. Los libros de registro en muchas iglesias son letra muerta, no se han llenado como debe de ser. El no exigir el cumplimiento de los requisitos exigidos por la Disciplina, en bautismos, bodas, XV años y demás ceremonias.

Veamos ahora, algunas de las causas por las que se da la corrupción: excesivo poder discrecional, o falta notoria de autoridad. Salarios bajos que no compiten con el sector privado y que no suplen las necesidades básicas. Baja responsabilidad. Poca transparencia en el manejo de los recursos o dispendios innecesarios. Falta de información. Poca educación. Principios éticos poco desarrollados y divulgados. Por supuesto, que la corrupción tiene un impacto negativo pues causa problemas de gobernabilidad. Afecta los índices de desarrollo. Hay pérdida de la credibilidad. Reduce la efectividad de los planes y programas de trabajo. Reduce la eficiencia de la inversión en actividades productivas. Propicia la violación de la Disciplina y el actuar conforme a criterios propios. Agrava la inequidad en la distribución del ingreso y la riqueza. Incrementa ilegítimamente el incremento de burocracia, sobrecargando la estructura. Reduce la eficiencia en el pastorado. Erosiona la moral civil.

¿Medidas contra la corrupción? Fortalecimiento de la educación desde el Seminario. Mejoramiento del poder judicial y de la administración de justicia. Desarrollo de una prensa libre y justa. El fortalecimiento de instituciones de auditoría independiente. Garantía de transparencia en el manejo de los fondos financieros. Elaboración de un código de conducta para todos los responsables de las áreas. 

Visto lo anterior, el futuro no luce brillante para la Iglesia. Las circunstancias presentes no permiten ningún movimiento reformista. Los congregantes no pueden pensar y tomar sus propias decisiones; los que conocen de diversos hechos que se suceden, guardan un silencio cómplice. Las instancias que deben tomar cartas en el asunto, se han visto rebasadas… En fin, estamos en la iglesia en donde “aquí no pasa nada”.

Por lo tanto, me permito hacer las siguientes propuestas. 

  1. Una revisión exhaustiva de la llamada “obra metodista” y, mediante previo estudio socioeconómico de cada iglesia, adecuarla a su capacidad real de pago. 
  2. Mejorar el salario pastoral acorde al indice de inflación en el país. 
  3. Adelgazar la estructura burocrática de la nuestra iglesia, suprimiendo los funcionarios nacionales y distritales, utilizando solo los conferenciales y los de la iglesia local. 
  4. Un análisis sociológico y de derechos humanos, para adecuar los parámetros utilizados en los nombramientos pastorales, adecuando estos a los procesos educativo-académicos de los hijos del pastor. 

Con mi afecto y respeto.