¿Quiénes somos realmente?
Pbro. Fernando Fuentes Amador
«Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es».
Jorge Luis Borges.
INTRODUCCIÓN: Hace tiempo leí el libro de «El otro Cristo Español» de Juan E. Mckay. El argumento del libro es que nosotros recibimos por los conquistadores un evangelio diferente al que viene en la Biblia. Los españoles nos culturizaron, en lugar de evangelizarnos; no recibimos el evangelio original, sino uno que es espurio.
En mi apreciación, nosotros en México recibimos «El otro Metodismo Americano»; nos dieron gato por liebre. Hay aspectos del Metodismo inglés que nunca nos llegaron, y recibimos uno que está procesado, alterado y culturizado “americanamente” hablando; nuestro metodismo es «made in EEUU». Pienso que debemos retomar el fundamento, volver a las raíces, para recuperar nuestra identidad.
Se define como identidad a la serie de características, rasgos e informaciones que singularizan o destacan a algo o alguien, ya sea una persona, una sociedad, una organización, entre otros; y que además contribuyen a la confirmación de afirmar qué es lo que se dice es ( Diccionario ABC http://www.definicionabc.com/general/identidad.php)
También podemos definir Identidad, citando la misma fuente, como: «la conciencia que un individuo dispone sobre sí mismo y que entonces por ella se diferencia del resto de las personas»; es decir, aquello que no sólo me ayuda a saber quién soy, sino también quién no soy.
Los antiguos pensadores, creadores de ideas y conceptos definitorios, usaban la expresión griega antigua «quid est»; es decir, «lo que se es». Con esta expresión ubicaban, definían el ser o la cosa, y diferenciaban esto de lo que hacía esa cosa, o de sus propósitos o fines. También se utilizaba el termino la quididad en el mismo sentido: esencia, sustancia, diferenciándola de la forma, proyectando sólo lo importante, dejando de lado lo accidental y lo circunstancial.
Expresaba Platón: «Una vida sin reflexión no es vida». No es perder el tiempo el hacer un alto en nuestra vida cotidiana para examinar nuestra identidad como metodistas. Jesús mismo se tomó su tiempo para averiguarlo: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?…Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Hoy más que nunca necesitamos preguntarnos: ¿Quiénes somos? ¿Qué dice la gente acerca de quiénes somos como cristianos metodistas? Pues en la medida que como ancla afirmemos nuestra identidad, en esa medida será lo que haremos. El hombre hace y proyecta lo que es al final, siempre. Nuestra esencial naturaleza nos revela y proyecta.
El ilustre metodista Gonzalo Báez Camargo, conocido también con el seudónimo de Pedro Gringoire, expresó: “El metodismo fue, como hemos visto, un avivamiento espiritual, una recuperación del viejo y olvidado Evangelio de la gracia de Dios, libre y abundante para todos los hombres. Su interés fundamental estaba en la conversión de las almas individuales. Pero no fue exclusivista. Su amor por las almas ardió con tan viva llama que fue mucho más allá de la tarea de rescatarlas una por una. Se enfrentó con una sociedad en que primaban instituciones, sistemas y prácticas de iniquidad, y luchó con empeño irreductible por su extirpación” (http://iew-la.blogspot.com/2015/04/evangelismo-revolucionario.html).
Si ahondamos en este párrafo, contiene ideas esenciales que describen perfectamente lo que es el metodismo: avivamiento, gracia de Dios, albedrío, gracia universal, experiencia de la salvación (no sólo asentimiento intelectual), testimonio de Espíritu, la santidad social a través del trabajo social o regeneración del tejido social.
El reverendo y licenciado Jorge Bravo, ministro Metodista del Perú, hace una presentación a través de los medios virtuales acerca de la identidad metodista. De manera general, establece como identidad los siguientes puntos:
El amor a Dios (santidad personal); el amor al prójimo, (santidad social); el espíritu organizador; el espíritu ecuménico, y la teología de Wesley, refiriéndose a las doctrinas prominentes del metodismo. Son interesantes sus planteamientos y desarrollos en esto, que percibimos era un ensayo elaborado para algún trabajo requerido por su escuela para maestría.
También debemos tomar en cuenta las figuras que fueron fundamentales en la iniciación del metodismo inglés: el Rev. Juan Wesley, Carlos Wesley y Jorge Whitefield. De entrada tenemos tres figuras y genios que dejaron una marca -en ese entonces y ahora- de lo que serían denominacionalmente los metodistas como movimiento. Juan Wesley, un genio y administrador y evangelista; Carlos Wesley, un himnólogo y pastor, adorador nato; y un evangelista como George Whitefield. El metodismo era, pues, un movimiento con excelente organización, adoradores en espíritu y en verdad, cumpliendo la Gran Comisión, evangelizando a las multitudes: tres distingos a través de su fundadores.
Juan Wesley era un hombre con una mente enciclopédica, apasionado por Dios, por Cristo y por su Espíritu Santo; apasionado por «un solo libro»; dispuesto a predicar a Cristo en aquello que él llamaba y expresaba «El mundo es mi parroquia»; viviendo día a día lo que él llamó «la entera santificación»: el amar a Dios con toda su mente, con todo el corazón, con todas las fuerzas» y estableciendo un ministerio social, pues creía en «el amor al prójimo». Creía que parte de los medios de gracia (oración, Palabra, ayuno, sacramentos) incluía el cuidado de la santidad en la vida de la gente a través de lo que él llamó Bandas, Clases y Sociedades. Era de un espíritu realmente organizador. Wesley no fundó una Iglesia para organizarla en células o grupos de crecimiento: fue exactamente al revés, creó un movimiento celular que llegó a tener su expresión de celebración en lo que ahora llamamos la Iglesia. Tenía un espíritu ecuménico; expresamente decía que: «aceptaba a los cristianos de otras iglesias y a las iglesias de otros cristianos» ; Wesley explicó a sus adversarios, al criticar éstos las opiniones de los metodistas, que en cuanto a las opiniones que no atacan los fundamentos del cristianismo, pensamos y dejamos pensar.
En su Sermón 39, Wesley explica que la diferencia de opiniones es el resultado inevitable de la debilidad y limitada comprensión del ser humano acerca del amor de Dios. Para Wesley el espíritu ecuménico es un espíritu humilde, el cual reconoce que nadie puede estar seguro de que la totalidad de sus opiniones puedan ser verdaderas y absolutas. Las palabras de Wesley: «Si tu corazón es como el mío, dame la mano y mi hermano serás». Wesley también expresó su apertura a otros con aquella famosa frase: «En lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; en todo, caridad«, de la que algunos le han dado la autoría a Santo Tomás con aquella expresión: «In necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas» —en lo esencial, unidad; en lo dudoso [u opinable], libertad; en todo, caridad»(Confesiones de San Agustín). La unidad era Cristo y estaba en él, sólo en él.
PERO EXACTAMENTE QUÉ ES LA IDENTIDAD METODISTA:
Los siguientes párrafos fueron tomados del sermón de Wesley Las marcas distintivas de un metodista (https://iml-latinoamerica.org/wp-content/uploads/2019/05/El-Cara%CC%81cter-del-Metodista-Tomo-V-edited.pdf, p. 16-18)
1. Las marcas distintivas de un metodista no son sus opiniones sobre cualquier asunto. Su aprobación de tal o cual esquema de religión, su aceptación de cualquier conjunto de nociones, su adhesión a un juicio sobre otros seres humanos, son todos elementos muy alejados del tema.
2. Tampoco lo son las palabras o frases de cualquier tipo. En manera alguna consideramos que nuestra religión, o cualquier parte de ella, está relacionada con una manera peculiar de hablar, o con un rebuscado o poco común conjunto de expresiones. Preferimos las palabras más obvias, fáciles y comunes que mejor expresen lo que deseamos transmitir,
3. Tampoco deseamos ser reconocidos por nuestras acciones, costumbres, o usos de naturaleza indiferente. Nuestra religión no se basa en hacer lo que Dios no ha impuesto, o en abstenerse de lo que no ha prohibido. No radica en la forma de la indumentaria, en la postura de nuestro cuerpo, o en la manera de cubrir nuestras cabezas; ni tampoco en abstenerse del matrimonio, o de carnes y de bebidas, todo lo cual es bueno si se recibe con acción de gracias.
4. Finalmente, tampoco se distingue el metodista por hacer recaer toda la fuerza de la religión en una sola parte de la misma.
En esta ocasión, y no de manera limitativa, nos enfocaremos a cuatro distingos como metodistas: la organización en grupos pequeños, la eclessiola in ecclesia; nuestra alabanza y adoración entusiasta; nuestra herencia de santidad social a través del trabajo social; nuestra teología distintiva de pueblo.
I.- LA ECCLESIOLA IN ECCLESIA.
Juan Wesley describe cómo, estando en Londres, se acercaron un grupo de personas que querían huir de la ira venidera y le pidieron que se reunieran todos los jueves con el fin de leer la Palabra y orar. Él lo narra así:»…Este fue el surgimiento de la Sociedad Unida, primero en Londres y luego en otros lugares. Tal sociedad no es otra cosa que un grupo de personas que tienen la apariencia, pero buscan la eficacia de piedad, unidas con el propósito de orar juntas, de recibir la palabra de exhortación y de cuidarse mutuamente con amor, ayudándose unas a otras a ocuparse de su salvación»
Este es un concepto que él había tomado de los grupos pietistas y otros grupos de santidad. La “reunión de clase” fue un mecanismo probado de vidas transformadas, de cambio de conducta. Resulta notable que George Whitefield, predicador contemporáneo de Wesley, no comprendió el método del padre del metodismo en las “reuniones de clase”. Eso hizo que Whitefield confesara, cerca del final de su carrera como extraordinario predicador: “Mi hermano Wesley actuó sabiamente. Las almas que eran despertadas bajo su ministerio él las reunía en ´reuniones de clase´, lo que preservó los frutos de sus labores. Esto yo lo descuidé y mi gente es una ‘soga de arena’.”
José Míguez Bonino dice: “Wesley nos provee, en primer lugar, un valioso instrumento de la renovación de la Iglesia en su concepto y práctica de la “ecclesiola”, es decir, pequeños grupos voluntarios de creyentes que viven bajo la Palabra una vida de disciplina y piedad comunitaria, poniéndose en manos del Espíritu Santo para ser utilizados como levadura en la renovación del cuerpo total de la Iglesia. Wesley no descubrió, sin duda, tal cosa, pero le dio una amplitud y la utilizó en una medida como nunca antes lo había sido en el Protestantismo”.
Dwight L. Moody, famoso evangelista del siglo diecinueve, dijo: “La reunión de clases metodista es la mejor institución para entrenar convertidos que el mundo vio”.
William B. Pope, teólogo metodista del siglo diecinueve, dijo:
“La reunión de clases entre los metodistas es su manera de enfrentar una de las mayores dificultades del momento actual. No intenta imponer una nueva condición de membrecía en la Iglesia Cristiana. Es sólo una entre muchas otras formas —ciertamente la más extendida y permanente— que la Ecclesiola in Ecclesia —o sociedades dentro de la Iglesia— ha asumido. Ninguna comunidad religiosa ha mantenido por largo tiempo su vigor y pureza sin algún medio semejante. Este medio honra particularmente la nota de la Iglesia de su santidad objetiva al admitir libremente a todo solicitante serio con la sola condición de ser miembro bautizado de la Iglesia… Coloca a cada persona bajo supervisión pastoral…provee los medios de edificación social mutua, además de los medios generales de gracia, y por lo tanto contribuye eficazmente tanto a la santidad subjetiva (interior) como a la objetiva y dignidad de la comunión exterior de la Iglesia cristiana, aquella porque coloca a todos sus miembros bajo la influencia de una edificante exhortación y oración mutua”.
Prologa Justo González en el libro Discípulos Responsables, de David Lowes Watson:
…las ‘reuniones de clase’ fueron un invento práctico para atender un problema pastoral: cómo responder a las necesidades concretas de tanta gente que aceptaba el Evangelio y se plegaba al avivamiento, y cómo ayudar a crecer en la fe y a ‘madurar en la fe’ ”. Pero detrás de la necesidad de pastoral práctica, está una concepción fundamental: la de que la justificación por la fe no puede separarse de la santificación…
II.- NUESTRA ALABANZA Y ADORACIÓN ENTUSIASTA:
Hay un axioma en general en nuestra sociedad: «Se canta lo que se cree»; y algunos han afirmado que ni aún la historia escrita dice tanto como la historia cantada, que en nuestro caso y contexto son «los corridos». El canto es la expresión viva de lo que se siente, se cree y se hace…lo que expresa el devenir histórico en su tiempo y contexto; las ideas, los conceptos, las expresiones de arte, de fe, los hartos sentires se manifiestan a través de la música y el canto. Estos pueden ser muy solemnes o coloquiales, con demasiado sabor y olor a pueblo, pero en fin es la expresión de lo intro, ahora sí que de la abundancia del corazón y la mente canta nuestra boca.
En la iglesia el canto obedece al mandamiento de alabar a Dios en todo momento,(Salmo 150) en Espíritu y Verdad; y se hace como expresión de nuestra fe. No hay duda de que cada uno de ellos debe expresar nuestro creer, nuestra teología, y como si fueran dos alas…nuestra respuesta a ese creer, a esa fe; pues ninguna teología tiene sentido y razón de ser si no está conectada con el ser humano, y éste, como propio, debe responder al llamado para servir, trabajar, amar, perdonar, compartir. Sin duda el ser consta de una unidad indivisible: espíritu, alma y cuerpo, y todo lo que expresa a través de él para honrar a Dios, y a su prójimo, no es pecado. Bien dice la Biblia: «Cantaré con el espíritu, pero también cantaré con el entendimiento» (1 Co. 14:15), y «Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo» (Salmo 84:2).
Carlos Wesley es un ilustre hombre que Dios ha utilizado como muchos otros para poner en notas, acordes y métrica la vida de Dios y su palabra, para el pueblo de Dios y quienes le aman. Escribió más de 6,000 himnos, entre ellos algunos como: Cariñoso Salvador, Oíd un son en alta esfera, Tocad trompeta ya, Solo excelso amor divino, Ved del cielo descendiendo, El Señor resucitó y Nazco para morir. Sus himnos se originaban a partir de experiencias cotidianas y enfatizaban la experiencia espiritual. Cada situación era una oportunidad para cantar y, sobre todo, sus himnos glorificaban a Dios. Estas composiciones son un legado de teología bíblica y sana doctrina. Además, los cantos que escribieron y enseñaban los hermanos Wesley durante sus giras evangelísticas fueron claves para la extensión del evangelio y para el discipulado.
Eran cantados con entusiasmo por los miles que se congregaban en las reuniones de los evangelistas al aire libre. Se avivó de esta manera la participación de la congregación en la adoración musical, puesto que los creyentes en las capillas metodistas tenían himnarios de los Wesley, cuando antes se estilaba que la música fuera cantada por voces entrenadas mientras la congregación se conformaba con entonar algunos pocos salmos.
Durante 53 años se publicaron 56 volúmenes de todos sus himnos, editados por Juan Wesley. Los himnarios fueron tan bien recibidos que Carlos pudo vivir de la renta que le producían. Algunos títulos de los muchos libros que publicaron fueron: “Himnos para tiempos difíciles”, “Himnos de intercesión por la humanidad”, “Himnos acerca de la Trinidad”, “Himnos para niños”, “Himnos sobre la resurrección del Señor”, “Himnos escritos en tiempos de tumultos”, etc. Además, Juan proveyó libros con tonadas para cantar los himnos. Algunas melodías se hicieron especialmente para las poesías de Carlos, mientras que otras se adoptaron de melodías folklóricas.
En 1765, Carlos Wesley se estableció en Bristol. Allí pastoreó una iglesia metodista hasta 1771. Al final de su vida pastoreó la City Road Chapel, famosa capilla metodista en Londres. Murió en marzo de 1788 y fue sepultado en el cementerio de la Iglesia Anglicana Marylebone, en Londres.
(Continuará….)