Plática con Ruth Rodríguez de Díaz (primera parte)

“Yo prometí seguir a mi esposo a dondequiera que él fuera” :

Plática con la hermana Ruth Rodríguez de Díaz

La hermana Ruth Rodríguez de Díaz es esposa del Pbro.Jubilado Elías Díaz Reyes -”mi Elías”, como a ella le gusta referirse a él- y el pasado 27 de noviembre cumplió 62 años de feliz matrimonio. Ella nos cuenta algo de su vida en esta plática que sostuvimos en su domicilio, en la ciudad de Monterrey, N.L.

Hablamos al principio del noroeste del país, uno de los lugares donde le tocó vivir como esposa de pastor: “Ni sabíamos dónde existía ese lugar. Pero yo prometí seguir a mi esposo a dondequiera que él fuera”.
-Cuando me eligieron para aquel distrito -dice su esposo , el Pbro. Elías Díaz Reyes- en Sonora, que estaba considerado como distrito misionero, no sé si me dieron ganas de reír o de llorar.
-¿Quién era el Obispo en ese tiempo?
-Alejandro Ruiz Muñoz.

La plática fluyó con facilidad:
-¿Cómo fue que se animó a ser esposa de pastor?
-No, pues cuando conocí a mi Elias fue en una conferencia; y si no me caso con él, me hubiera quedado para forrar biblias, porque pues no había [muchachos] en la iglesia, y los que había no me gustaban y uno era «raro». En la casa mi mamá siempre hospedaba a mucha gente, y le tocó hospedar a seis pastores y entre ellos estaba mi Elías. Y en una reunión de jóvenes también se hospedó allí. Yo en ese tiempo andaba con otro muchacho de la [iglesia] bautista. Pero ya en ese entonces yo les tenía mucho miedo a los que tomaban y a los que fumaban; y luego supe que ese muchacho con el que yo andaba se había emborrachado una vez, y de allí le agarré “tirria”; y lo cortaba y lo cortaba y no entendía, y sigue, y sigue. El [Elías] se dio cuenta de todos los cortones que le hacía.

El último día de los nombramientos me dijo: ¿Nos vamos a la casa, hermana? (mi casa estaba a dos cuadras de la iglesia); nos fuimos caminando y en el camino me preguntó: “¿Y el muchacho ese?¨”. No – le dije- pero no me hace caso, no ando con nadie. Y entonces él me dijo: “¿Entonces por qué no haces la prueba conmigo?”. Yo nunca había pensado, ni por acá (dijo la hermana Ruth, tocándose la frente) me había pasado, y le pregunté: “¿Cómo qué?, no oí bien”. “No, pues que seas mi novia -me dijo él- y pues vamos a hacer la prueba”. “Bueno, está bien”, le dije y llegamos a la casa.
Otro día temprano me levanté y fui a donde él estaba dormido y le dije: “Oiga, hermano, siempre no, porque déjeme cortar bien al otro; es que anoche dormí teniendo dos [novios]: mejor le digo cuando andemos en el Congreso Mundial (en ese entonces se organizó un congreso mundial, muy bonito), allá le digo”.

Así pasó: a él lo mandaron a Parral o a quién sabe dónde. Y antes de irme ese día a México, fueron todos los de la liga a dejarme al camión; y que voy viendo a Elías bajar de un carro y dije: “¡Válgame Dios!”. Y el muchacho con el que andaba también llegó, porque me había ido a buscar a la casa y cuando le dijeron que me había ido a la central se dejó ir para allá; y estaba yo peleándome con él cuando veo a Elías pasar; y le dije al muchacho: “Te dije que no” y me subí a la carrera al camión y me dije: “¡Válgame, donde se me junten los dos!”

Y ya en el camión, como Elías llegó muy tarde, le dieron el último asiento hasta allá atrás. Pero antes mi mamá -como yo era la única que iba a México, viajaba sola- me encargó con el chofer; y como era interdenominacional, iban hermanos de la Iglesia Menonita, y otros cristianos: Mi mamá me encargó con todos, y uno de ellos le dijo: “Yo se la cuido”. Arrancó el camión y Elías iba atrás, pero luego vino adelante y le pidió a esa persona que si se podía ir sentado conmigo, y le dijo: “No, su mamá la encargó conmigo” y no nos dejó.

En ese entonces el camión se iba lugar por lugar, deteniéndose, hasta llegar a México. En una de esas nos bajamos y él me dijo : “¿Qué pasó?”. “Sí, está bien”, le dije, y seguimos.

Llegando a México nos esperaba Alejandro Ruiz; a Elías lo mandaron con los de Chihuahua y a mí me mandaron con los de Torreón, porque cada quien hospedaba a los de su denominación. Las reuniones eran en Gante o Balderas.

Toda la mañana estábamos ocupados allí, pero toda la tarde nos la daban. Fueron los ocho días que anduve de novia con Elías. Nos íbamos a Chapultepec, a las pirámides. Una vez nos fuimos al cine, y pues se durmió; e iban varios de Torreón con nosotros, y cómo me hicieron burla por eso.

Se terminó y pues ya cada quien se devuelve; pero yo me iba a devolver sola y él me dijo: “No, ¿cómo te dejo ir sola?, me voy contigo a Durango, te dejo y ya me voy a Parral” (a donde lo mandaban). Entonces llegamos a Durango, y ese mismo día agarró su camión y se fue a Parral. No lo volví a ver hasta el día último del año. Todos los días le escribía y él me escribía a mí también; nada más los sábados y domingos no, porque estaba preparando su sermón; sí nos escribíamos. Y el último día del año llegó un día antes; me dio mucho gusto verlo. Pero mientras acá en Durango, como vieron que se fue allí también en el camión y sabían que andaba detrás de mí, las [muchachas] de la liga empezaron a criticarme y a decir un montón de cosas en la iglesia: “Sí, la dejan con el pelado sola y al rato salen con su ´gracia´” (así decían, eran tremendas). Y pues no, nunca vieron nada.

Así fue. Esa vez nos vimos sólo un día. Él si entraba a la casa, desde un principio. Eran las doce y mi mamá ahí estaba: “¡Ruth!” (no nos dejaba). Pues ya me metí, él se fue al otro día. Y no lo volví a ver hasta marzo, porque hubo un problema: corrieron a un muchacho, que era homosexual y había hecho muchos desmanes con muchachos de la iglesia y con otros de fuera. Lo corrieron, y se juntaron cinco presbíteros porque se hizo un juicio; pero él se fue antes, y los que lo acusaban tuvieron que declarar. Y fue cuando lo volví a ver (a Elías).

Se fue y regresó como en julio, antes de la conferencia, porque me dio apendicitis y me iban a operar del apéndice, de emergencia. Me iba a casar junto con María Elena (mi hermana). Decíamos que nos íbamos a casar luego luego; él quería casarse a los tres meses, pero mi mamá no me dejó, porque dijo: “No, primero se tiene que casar la mayor”, mi hermana María Elena, pero ella ya tenía como diez años con su novio y pos nomás no. Luego entonces dije: “Fíjate, Elías ya se quiere casar”. MI hermana habló con Raúl (su novio) y le dijo: “ Oye, ¿nos casamos o haber? porque yo no voy a sacrificar a mi hermana porque mi mamá no la deja”. Y ya se definió la fecha: nos íbamos a casar el 14 de agosto; pero dónde me dio apendicitis y ya no me pude casar, y ya se casó ella. Yo me casé hasta el 27 de noviembre, vamos a cumplir 62 años.

Lo ví sólo tres veces de novio y ni creían que andaba yo de novia con un pastor. Pero luego cuando se dieron cuenta, sobre todo las de la femenil, me dijeron: “No, Ruth, ¿a poco de veras eres novia de un pastor?” (pues ya me conocían). Y entonces decía una misionera, Memphis Patrick, me decía: “No, Ruth, tú no te puedes casar con Elías si no estás preparada. Te voy a mandar a la escuela de diaconisas (aunque estaba en México). Yo trabajaba (desde los 15 años empecé a trabajar en la Pepsicola), pero renuncié y ya me iba esa noche. Pero mi mamá me dijo: “Oye, no le has avisado a Elías”. “No”, le dije, “pues le voy a dar la sorpresa”; y ella me dijo: “No, avísale que te vas a ir”. Y hablé por teléfono y le dije: “Oye, a la noche voy a México”; y él me preguntó: “¿A qué vas?”y le platiqué de la misionera que me había dicho que me tenía que preparar para ser esposa de pastor, porque yo no estaba preparada para eso. Entonces me dijo: “Pues si te vas, hasta ahí llegamos”. “¡Ah, no” , le dije, “si yo no me voy por vocación, me voy porque me mandan”. Y no, pues no me fui. ¡Se enojaron tanto!, hasta me dijo la hermana: “Vas a ser tropiezo para tu esposo”. Sentí re feo. Nunca fui tropiezo para él.

Siempre nos casamos ese año, hasta noviembre me casé. Y a los diez meses nació Ruth, luego luego. Y eso que el médico había dicho que tenía matriz infantil y que no iba a poder tener familia. Pues la de la “matriz infantil” tuvo su bebé a los diez meses; y al año y medio de Ruth nació Nini (Anita). Tenía tres meses Nini cuando me embaracé de July. Pero en Durango nacieron Ruth y Anita, porque nada más tres años estuvimos allí, y luego ya nos cambiaron a Saltillo. Fue el primer cambio que tuve, y desde entonces ya jamás volví a Durango. Iba cada año a veces a ver a mi mamá, cuando las conferencias, eran los días que agarrábamos -según nosotros- vacaciones. Él me dejaba en Durango con mi mamá, se iba a la conferencia; regresaba, nos recogía y nos íbamos al lugar donde estábamos.

Y así estuvimos. Gracias a Dios en Durango estuve contenta, porque era mi tierra. Y en Saltillo conocí muy buenos hermanos, muy lindas gentes. Allí estuvimos seis años. Había un maestro, el hermano Rodríguez, que tenía una academia muy famosa, frente a la Alameda. Hicimos muy buena amistad con él y su esposa Mary, fueron muy lindas gentes.

Ya después de que nació July, a los cuatro años, me embaracé otra vez; pero perdí esa criatura a los ocho meses y medio de embarazo. Yo estaba sola, pero no me dolía nada, ni sentía nada. Llegó el hermano Rodríguez y su esposa y me preguntó. “Oiga, hermana, ¿quién la está viendo?”. Pues en aquel entonces nosotros no teníamos seguro social. Una hermana que se apellidaba Mendoza, era doctora, y me veía de vez en cuando; y me ponían esa cosa para escuchar el corazón, y me decía: “No, pues yo creo que se volteó la criatura”, pero casi nunca me revisaban, ni nada. Y yo pensaba ir a Salubridad, ¿pues a dónde más?. Y cuando le dije que no me estaba viendo nadie, me dijo: “La voy a llevar con el ginecólogo que está viendo Mary, pues ella también está esperando bebé”. Me llevó, me revisó el doctor y me dijo: “No, ese producto está muerto”. ¡Sentí tan feo! Y luego localizaron a Elías en Piedras Negras -creo que andaba en una conferencia, porque viajaban mucho- y entonces le mandaron decir y dijo. “No, pues llévala al Hospital Civil”. Allí me provocaron el parto; y luego pues a conseguir muchos donadores de sangre, porque iba a estar muy peligrosa esta intervención (no se usaba la cesárea, yo creo, porque me podían haber hecho eso). Y pues no había ecos, cómo sabían cómo estaba el bebé. Nació la criatura y no tuve nada, gracias a Dios, ni hemorragias, ni nada. Al otro día salí del hospital. Nada más que sí batallé mucho para sacarme la leche.

Hubo otras familias en Saltillo, los Arrambide, muy lindas gentes. Hice muy buena amistad, nos trataron muy bien, Se remodeló el templo porque hay mucha madera allí adentro; pusieron piso nuevo, muchas cosas que se hicieron allí. Y allí tenía muchas misiones mi Elías: Hipólito, La Guayulera, Ramos Arizpe,

Mi Elías anduvo mucho en motocicleta. Desde Durango teníamos dos motocicletas: yo una lampreta, que era así como sillita, y él otra grandota, porque en ella era como iba a las misiones. Pero como luego luego me embaracé ya no me dejaron subir a la motocicleta, y la vendió él, se quedó con la grandota y en ella iba a las misiones. Después del culto los domingos, le dábamos pronto de comer y hasta Victoria; a veces lo acompañaba, envolvía a mi niña y ahí vamos. Cuando pasan los trailers ¡qué feo se siente!, teníamos que agacharnos así para poder pasar. Y luego regresábamos del culto que estaba en la vía del tren, allí estaba la iglesia. Los Antuna eran de las familias más antiguas. Llegábamos al culto; a veces yo empezaba el culto antes.

Después de Saltillo nos enviaron a Laredo. Allí estuvimos un año, y gracias a Dios estuvimos muy contentos. Eso sí, la casa pastoral estaba espantosa: tenía techo de lámina; ¡y los calores!…fue donde conocí yo el calor. ¡Cómo sufrimos allí! Estaba yo flaca, flaca, siempre deshidratada. Era horrible. Sí, la iglesia estaba igual, estaba en una esquina. No, pero las personas de la iglesia eran muy buenas gentes, nos quisieron mucho, estuvimos muy contentos ese año.

Y al año hubo otra conferencia. Era en Monterrey. Yo vine de delegada de la femenil. Aquí nos juntamos con mi hermana María Elena. Llegué con ella porque vivía aquí. Y entonces que lo nombran Superintendente [a Elías], pues que vámonos hasta Tijuana ¡válgame Dios! Nos regresamos a Laredo. Y en ese entonces unos hermanos que conocimos en Nebraska, desde que estábamos en Saltillo (allí a Saltillo venían muchos americanos a estudiar español y los evangélicos iban a la iglesia y conocimos muy buenos hermanos). Uno de ellos era pastor, hizo muy buena amistad con Elías y lo invitó a su iglesia en Nebraska; pues él se fue y yo en ocho días deshice la casa. Apenas acababan de comprarme la primera recámara de mi vida; teníamos todos los muebles, y todo, todo lo regalamos. Había un hermano Patoni allí en Laredo, se llamaba Juan Patoni; a él le di casi todos mis muebles. Al pastor que fue a suplir a Elías, Pedro García Carlos, le regalé mi estufa. Lo único que pude vender fue una vitrina que tenía Elías, de esas “malinches”; allí vivía Eliud Elizondo, casado con una hija de doña Rita Contreras, Evangelina (fue cuando comencé a conocer a los Contreras); él me compró la vitrina en 100 pesos y fue lo único que vendimos.



(Fin de la primera parte)

Entrevista realizada por: María Elena Silva Olivares, el 7 de noviembre de 2022.

2 comentarios sobre “Plática con Ruth Rodríguez de Díaz (primera parte)

  1. Que belleza de testimonio y de vida de la Hna Ruth y del Pastor Elias son un ejemplo como siervos de Dios y como matrimonio, gracias por compartir tan hermosa historia, saludos a los dos con mucho cariño

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  2. Es interesante leer a mi Hermana Ruth, pero mas Interesante es escucharla, pues al acompañar a mi esposa para la entrevista, me flete toda la conversación..la hna. tiene una manera muy amena y rica de expresarse. Bendiciones a la Hna. Ruth.

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