¿Es el amor una palabra gastada?
Les damos la bienvenida a este número del 15 de febrero, estimados lectores. En este mes el mundo celebra lo que se ha dado en llamar “el amor y la amistad”, que sabemos viene a ser un pretexto más para estimular el consumismo de la sociedad, haciendo uso de estas dos palabras. Incluso los grupos liberales que promueven prácticas sexuales contrarias a lo que establece la Escritura se amparan en frases como “amor es amor”, cayendo en una tautología justificatoria de actitudes resultado de quebrantos internos no resueltos.
Se ha dicho que las palabras son como el dinero, se gastan con el uso. Ahora bien, ¿debemos dejar de usar esta palabra como creyentes, amor, por el hecho de que ha caído en un uso distinto al que nos muestra la Biblia? Esto sería como decir que dejaremos de usar los cuchillos para cortar alimentos porque otras personas los utilizan para herir a sus semejantes. Las palabras en sí mismas dependen del uso que nosotros les demos. Y como cristianos tenemos en la Biblia un sustento sólido para utilizar el término amor en el sentido pleno que Dios quiere darle. Dios es amor, y es él quien define lo que esa palabra significa. De manera que no, el amor no es una palabra gastada, está en la Biblia y la seguiremos usando, humildemente, buscando hacerlo a la manera del Dios que le da sentido a dicha palabra.
En este número veremos algunas reflexiones y testimonios de aspectos del amor. Reflexiones sobre el significado del amor en Juan 3:16, un fragmento de un escrito de Alberto Rembao. O bien, cómo algunas personas encontraron una manifestación de ese amor de manera particular en su vida o en un matrimonio restaurado.
Pero también podemos entender que el amor, esa palabra tan corta, representa la actitud sacrificial de un Dios que vino a salvarnos y quiere que hagamos carne esta palabra con nuestras acciones, para que otros sepan que somos sus discípulos, como dice Juan 13:35. Lo hacemos compartiendo el evangelio, y ayudando a quienes pasan por pruebas tan terribles como el migrar de su país de origen en busca de una vida mejor; recordemos que este 19 de febrero los metodistas tenemos el Día del Migrante. Y en la sección de noticias internacionales, vemos cómo el amor nos tiene que llevar como creyentes a auxiliar a quienes resultaron gravemente afectados por los terremotos ocurridos en Turquía y en Siria; pues para esto estamos aquí, para ser “gracia con rostros” -diría Andy Comiskey- el amor de Dios manifestado a través de su Cuerpo, que es la iglesia de Cristo.
El amor nos lleva también a hablar la verdad sobre nuestra situación como iglesia, tal como la experimentamos en nuestras trincheras, y aquí encontramos dos reflexiones nacidas de la consideración de nuestro Sesquicentenario.¿Es el aniversario 150, 197 o 209? ¿Somos y hacemos lo que nos corresponde como Iglesia de Cristo AQUÍ Y AHORA, o vivimos de glorias pasadas, sólo recordando lo que otros hicieron antes que nosotros?
Tenemos la colaboración de nuestro Archivo Histórico Nacional, siempre invitándonos a usar la historia como medio para reflexionar en lo que somos y hacemos como iglesia. La historia nos permite ver que un Dios amoroso ha obrado y quiere seguir obrando para cambiarnos y hacernos agentes de ese cambio en otros. Y recordamos la celebración del Día de la Educación Metodista, en una nota publicada por la Universidad Madero.
Estos son algunos de los artículos aparecidos en esta edición. Les invitamos a leerlos, escribir sus comentarios y compartir su contenido en redes sociales, usando los botones que para ese fin aparecen al final de cada publicación.
Dios nos llama, no a usar tanto la palabra amor, sino a mostrar de manera concreta ese amor a nuestro prójimo, porque “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.(1 Juan 4: 10-12)
Respetuosamente,
María Elena Silva Olivares
Directora de El Evangelista Mexicano