EDITORIAL

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“Porque él es nuestra paz…” 

La paz es un estado del alma que alcanzamos cuando sentimos que todo está en orden a nuestro alrededor. Una vez escuché esta frase: “la paz no es la vida sin dificultades ni tropiezos, sino el estado de ánimo que nos proporciona el contento a cambio de nuestra devoción al bien”. Bueno, es una buena frase, pero humanamente sabemos que nuestra inclinación natural no siempre es buscar el bien. Solamente Cristo en nosotros es capaz de producir esa inclinación, por obra del Espíritu Santo.

Jesús nos da la paz, y él es nuestra paz. Él mismo lo declaró cuando dijo “la paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14:27). Tener una cercanía con él, aceptando su sacrificio vicario por nosotros, y llevando su yugo en nuestra vida, hace que, como dice Efesios 2:14, él sea nuestra paz. 

Uno de los nombres de Jesús es ése precisamente, Príncipe de Paz, y se nos dice que el imperio de esa paz no tendrá límite (Isaías 9:7) “sobre el trono de David y sobre su reino”, Pero ese imperio debe ser establecido “en juicio y en justicia”; esto es, la paz no constituye falta de conflicto, sino es el resultado de hacer juicio y justicia. A Jesús, el dejarnos su paz le costó ser sometido al juicio que nosotros merecíamos por nuestro pecado, y satisfacer así la demanda de justicia que el Padre tenía, y que nosotros, con toda nuestra carga de maldad, nunca hubiéramos podido satisfacer. Ese juicio que sufrió en nuestro lugar, y la justicia que obtuvo para salvarnos es lo que recordamos en este tiempo de Semana Santa que se aproxima. Fue una paz obtenida a un precio muy, muy alto.

El mismo Pablo continúa diciendo: “de ambos pueblos (los gentiles y el pueblo de Israel) hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear EN SÍ MISMO (énfasis nuestro) de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz” (Efesios 2:14-15). La cruz fue el precio que Cristo pagó para que hubiera “un rebaño y un pastor” (Juan 10:16), y para que hubiera paz entre nosotros y paz con el Creador. 

En este número de El Evangelista Mexicano pueden leer un poema titulado, “Por ti se entregó sangre”, que nos permite reflexionar en ese costo alto de nuestra paz, que Jesús pagó. Las nuevas generaciones no pueden olvidar el  llamado a compartir a Cristo, nos recuerda el escrito “Huyo y me duermo”, que hace una referencia a la actitud de huir y evitar ese llamado. Y a nosotros como adultos se nos lanza el desafío de hacer contacto con esas nuevas generaciones, en una reflexión titulada “Alcanzando a las nuevas generaciones”. 

Por otro lado, en “Proclamando el amor no comprometido de Dios” se nos advierte del peligro de tergiversar el concepto “amor de Dios”, para amoldarlo a nuestros propios deseos y pasiones. Asimismo, “De la violencia de género al feminicidio” muestra una manera para abordar estas realidades ignominiosas bajo una perspectiva bíblica. 

Tenemos dos boletines muy importantes: el de la misionera Militsa De Gyves y el de la Legión Blanca de Servicio Cristiano, titulado “Tabita”. En el primero podremos ver los avances del trabajo misionero entre los kakataibos del Perú durante enero y febrero de este año; y en el segundo encontraremos gran cantidad de aportaciones de esta organización a la obra social y la evangelización; este es el cuarto año que realizan el boletín. Recomendamos ampliamente su lectura.

En “La IMMAR como asociación religiosa”, podremos revisar cómo la Disciplina de nuestra iglesia no es algo improvisado, sino el reflejo de acuerdos tomados por sus miembros en los espacios que se tienen para este fin; muy interesante su lectura. Asimismo tenemos la historia de la iglesia El Divino Salvador, de Puebla, contribución de la Dirección de Archivo e Historia Metodista. Y como parte de la celebración de nuestro Sesquicentenario está la crónica de un metodista eminente del siglo pasado: el General José Trinidad Ruiz. Invitamos a leer todas estas colaboraciones. 

La presente edición viene cargada de crónicas: del campamento vocacional del Seminario Báez Camargo, y una actividad de este seminario en conjunto con la  Iglesia Evangélica Nacional Metodista Primitiva de Guatemala; el retiro pastoral de la Conferencia Anual Oriental, celebrado recientemente; y la 75a. Conferencia del Distrito Centro de la Conferencia Anual de México. Nuestra iglesia, como dice un estribillo, “sigue caminando”.

Les invitamos a leer, compartir y enviarnos sus reacciones a cada colaboración, lo que podrán hacer en el espacio que viene al final del escrito.

En el tiempo que antecede al recuerdo de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, como en cada uno de los días del año, podemos hallar en su presencia esa paz, “que sobrepasa todo entendimiento” y hablarle a otros que no la conocen, de cómo nosotros la obtuvimos y cómo ellos pueden hacerlo también.

Sinceramente,
María Elena Silva Olivares
Directora de El Evangelista Mexicano

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