Alguna vez me preguntaron mi opinión sobre la pena de muerte. Mi opinión es que NO estoy de acuerdo con la pena de muerte. La vida y la muerte no están sujetos a nadie; para mí ni siquiera está en debate.
En el supuesto sin conceder, que debatiera sobre el tema, la única posibilidad que yo tendría para debatir, sería que tuviéramos un sistema de justicia perfecto, pero sabiendo que en Estados Unidos, 4 de cada 10 condenados a muerte son inocentes, en México creo que serían inocentes 9 de 10.
El problema es que hemos pensado que lo mandamientos son opcionales. Pero los 10 mandamientos, no son 10 sugerencias, ni las 10 opciones, son MANDAMIENTOS. Los cristianos que vivimos en países democráticos, en ocasiones pensamos que los mandamientos de Dios están sometidos a democracia, a votación, pero Dios no necesita nuestra aprobación, Él es Dios.
Este sexto mandamiento, habla del asesinato. Matar podría referirse incluso a un mosquito, pero asesinar está relacionado con la muerte de un ser humano, haciendo referencia al asesinato premeditado. Dios declaró que un hombre no debe asesinar a conciencia plena. No tenemos autorización para quitarle la vida a nadie.
La humanidad está atravesando un período sólo equiparable al proceso de las confrontaciones bélicas mundiales (1914-1918; 1939-1945) y la devastación sanitaria que causó la “gripe española” (1918-1920). A partir del Covid-19, nuevamente el género humano está siendo puesto a prueba dentro de un camino sinuoso que acumula miles de muertos y millones de infectados; se espera que esto pueda sacar lo mejor de cada persona en tanto acciones empáticas y solidarias que tiendan al mejoramiento de quienes padecen los efectos y consecuencias de la pandemia. Obviamente, en muchos casos, la mirada colectiva a nivel mundial se enfoca en los creyentes de los distintos credos y comunidades religiosas con el fin de tratar de conjugar la vida bajo una nueva perspectiva o paradigma.
Brevemente, entonces, nos proponemos reflexionar acerca de este punto en tanto la respuesta evangelizadora que las iglesias de las distintas denominaciones puedan dar en esta época, bisagra y coyuntural, tan compleja de nuestra historia.
Algunos teóricos expresan que “la humanidad sin el cristianismo evoca una perspectiva desalentadora”; a su vez, también, quienes son detractores de la fe en Jesús, opinan que cuando rastreamos el entretejido político-económico que en muchos casos subsumió a la fe en el Galileo dentro de los sistemas humanos “el prontuario de la humanidad con el cristianismo es bastante lamentable”. Sin embargo, mantenemos la convicción de que el cristianismo propende a un sentimiento cósmico de liberación integral que excede los tiempos y las territorialidades ya que a partir de la muerte de Jesús quedó afectada “la redención del cosmos y de toda la humanidad” (Johnson, 1989: 581. 53).
Desafíos post pandemia para las comunidades de fe en América Latina
Situación socio-política y económica en la región durante la pandemia y el aislamiento en distintos grados de nuestros países en la región: ponencia presentada en la Red de Comunicadores Metodistas de América Latina y el Caribe el pasado 3 de septiembre de 2020.
Leonardo Daniel Félix*
En el marco de situaciones impensadas como lo es la pandemia del Covid19, no todos nuestros países pudieron reorganizarse desde sus estrategias de gobierno, para dar respuesta a lo que ya se presuponía como una crisis humanitaria en gran parte del mundo.
Desde la Salud y los ministerios o secretarias de salud de cada país, se pudo advertir rápidamente:
La precariedad del sistema de salud pública
En la mayoría de los países de la región, se evidenció durante la pandemia del Covid19, un sistema de salud pública en muchos casos, mal abastecido y con escaso funcionamiento real frente a emergencias socio-sanitarias que van desde:
Pocos insumos médicos, los respiradores artificiales, por ejemplo, hasta drogas básicas para el tratamiento de afecciones pulmonares, pasando por la cantidad de camas de terapias intensivas en hospitales zonales),
El alto costo de las medicinas privadas concentradas en pocas empresas que hacen casi inaccesible el tratamiento para una gran parte de la población.
El escaso personal médico y de enfermería disponible para el cuidado del número creciente de pacientes en estado de riesgo [1].
Y así también se hizo notorio:
La desnutrición infantil como problema endémico de la región en varios territorios, agravados por el Covid19.
El aumento de feminicidios, así como los casos de violencia intrafamiliar a mujeres, niñas y niños.
La vulnerabilidad socio-sanitaria de pueblos indígenas en distintos sectores y particularmente en la cuenca de la Amazonia.
“Una pequeña luz puede cambiar la percepción de las cosas”.
Chip Ingram.
Cuando alguna persona hospitalizada está siendo tratada médicamente, y ya sea que piensa o siente que no está realmente enferma, o no está de acuerdo con el diagnóstico, puede darse de alta de manera voluntaria. Al hacer esto exime de responsabilidad tanto al médico tratante como a la institución que está tratando de ayudarle con su padecimiento. El paciente asume toda la responsabilidad de manera informada por lo que le pudiese suceder en un futuro.
El día de hoy la sociedad está asumiendo conductas que ya no está considerando dañinas, que están en la “normalidad” ya que una buena cantidad de personas piensa igual.
Hace unos años no se pensaba así, la posverdad está tomando lugares impensables moviendo y trastocando los límites de la moralidad, la espiritualidad y la libertad; eliminando de la ecuación las palabras “arrepentimiento”, “pecado” y “consecuencia”; exaltando la individualidad y una espiritualidad antropocéntrica.
¿Obispo u Obispa? ¿Un tema lingüístico o eclesial?
Malenny Cruz Sánchez
Debido a los recientes cambios al interior de nuestra amada iglesia, han surgido algunas preguntas que son objeto de discusión por lo que, al redactar este breve escrito, lo hago con el deseo de poder esclarecer nuestras ideas al respecto bajo fundamentos lingüísticos y sociológicos para que podamos tomar una postura al respecto.
Tras la elección al obispado de nuestra hermana la Pbra. Raquel Balbuena Osorio, una de las primeras cuestionantes, aunque indirectas, fue la de cómo debería ser nombrada; si obispa u obispo. Al respecto, nuestro hermano Pbro. Manuel Hernández mencionó que, por pláticas en la Conferencia General, lo correcto era llamarla La Obispo. De inmediato surgieron más preguntas en las que, algunos hermanos y pastores se acercaron con una servidora para esclarecer la situación. A continuación, desarrollo algunos de los puntos tratados:
Los cambios o procesos sociales y culturales que ahora atañen también a los cambios eclesiales
El cambio en nuestra sociedad es inminente. Desde el siglo pasado, la lucha por la equidad de género e igualdad de oportunidades se han hecho presente y gracias a ellas se han logrado abrir espacios de desarrollo laborales y de oportunidades que antes habían permanecido relegadas solo a los varones. En la actualidad la lucha continúa cada vez con más auge. Los diversos grupos sociales están en la búsqueda de lo que nosotros hemos llamado el Reino de Dios, que se constituye con el amor, la paz y la justicia. Es por ello que, de la misma manera, al interior de nuestra iglesia se han dado esos espacios de equidad. Es por eso que el día de hoy hay mujeres pastoreando y dirigiendo cargos administrativos como parte del llamado y encomienda de Dios.
Las iglesias cristianas llaman a cambiar radicalmente las finanzas mundiales y cancelar la deuda externa
«La gente no quiere volver a la ‘vieja normalidad'».
A través de una carta conjunta, el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR), la Federación Luterana Mundial (FLM) y el Consejo de Misión Mundial (CWM) han reclamado una recuperación económica justa y sostenible.
Lisa Zengarini
El objetivo debe ser «asignar recursos financieros adecuados para la salud pública y la protección social de cientos de millones de personas cuyos medios de vida se han visto drásticamente reducidos por la pandemia»
A corto plazo, esto significa proporcionar equipos de protección, cobertura sanitaria para todos, una vacuna asequible, beneficios garantizados para los ingresos más bajos, fondos de desempleo y apoyo a las pequeñas empresas.
Se trata de un llamamiento para cambiar radicalmente las finanzas mundiales actuales y promover una recuperación económica justa y sostenible en el período posterior a la Cumbre de Copenhague. Lo han hecho los líderes del G-20, el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR), la Federación Luterana Mundial (Flm) y el Consejo de Misión Mundial (Cwm), a través de una carta conjunta. En ella, los cuatro organismos – que representan a unos 500 millones de cristianos de todo el mundo – expresan su «profunda preocupación» por las repercusiones sanitarias y económicas de la pandemia del Covid-19, que está segando vidas en todas partes, pero también comprometiendo los medios de subsistencia de millones de personas: «Hasta la fecha hay medio millón de muertes, desempleo masivo, aumento de la deuda, la pobreza y la desigualdad en muchas partes del mundo», mientras que la propagación del contagio sigue acelerándose, dice la carta.
Los protestantes siempre me invitan a cosas serias
Carlos Monsiváis se suma a los intelectuales mexicanos que hacen presencia en la historia nacional, desde una formación que, en su multiplicidad, también acoge en sus filas el pensamiento de Lutero, Zwinglio, Calvino, John Wesley y John Brown.
Mario Édgar López Ramírez
A los pocos días de la muerte de Carlos Monsiváis, mi hermano me escribió diciendo: “Ahora que ya no está, me doy cuenta que le quedamos a deber mucha amistad a Monsi”.
La frase me hizo pensar no sólo en mí y en mi hermano, sino en la gran mayoría de miembros de iglesias evangélicas en México, muchos de los cuales desconocen el origen y la educación protestante de Carlos Monsiváis, así como su lucha intelectual a favor de las minorías cristianas evangélicas, que representa un testimonio de la forma en que “la otra evangelización”, la protestante, ha contribuido a la construcción de la pluralidad política, social y religiosa en el país.
Junto con Gonzalo Báez-Camargo, Carlos Monsiváis se suma a los intelectuales mexicanos que hacen presencia en la historia nacional, desde una formación que, en su multiplicidad, también acoge en sus filas el pensamiento de Lutero, Zwinglio, Calvino, John Wesley y John Brown.
Mi primer encuentro con el fuerte vínculo que Carlos tenía hacia los evangélicos fue al leer un pequeño librito: su joven autobiografía editada en 1966, que era parte de la biblioteca del Compañerismo Estudiantil Cristiano en Guadalajara (un movimiento de universitarios, miembros de iglesias protestantes, que buscábamos combinar la fe, el pensamiento y la acción social).
¿Tendremos matrimonios igualitarios dentro de la Iglesia Metodista de México?
Carlos Alejandro Muro Flores
¿Tendremos en un futuro próximo matrimonios igualitarios o liderazgos de personas pertenecientes a los grupos LGBT [1] y afines dentro de la IMMAR?
Este NO es un tema menor como algunos pensarían; en los últimos 20 años las iglesias llamadas “históricas” han ido cambiando su posición al respecto y la Iglesia Metodista a nivel mundial ha presentado y aceptado cambios en estos aspectos.
La inminente separación en la Iglesia Metodista Unida (UMC) en los EUA por parte del grupo conservador en el vecino país del norte ha causado un poco de inquietud entre nuestras filas pues a pesar de que en la pasada Conferencia Extraordinaria que realizaron, el grupo ya conocido como “tradicionalista” obtuvo un No a está inclusión por una pequeñísima mayoría (53%).
A escasas semanas de esta resolución la vida de la Iglesia Metodista Unida se complicó ya que en la práctica muchas congregaciones y feligresía se inclinaron por él SI desconociendo la resolución [2].
Según algunos creyentes, el concepto de matrimonio cristiano debe ajustarse a la llamada orden de la creación establecida por el Génesis. De esta manera, el término “matrimonio” sólo es aplicable a la unión formada por un hombre y una mujer. Por tanto, las relaciones que se componen de dos varones o dos mujeres no llenan los requisitos básicos para ser tenidas en cuenta. Sin embargo, si hemos de tomar realmente en serio este texto bíblico como norma para la vida cotidiana de las personas del siglo XXI, es ineludible considerar varios otros detalles de importancia.
A continuación, examinaremos detenidamente los factores textuales que nos pueden ayudar a reflexionar sobre la convivencia en la intimidad de dos personas, incluido el matrimonio igualitario.
Opciones en la vida
En Gn 1,29 el Creador explica qué alimentos sirven para el sustento humano. De modo explícito indica que el ser humano debe ser vegetariano por no decir vegano. No obstante, en el mundo de hoy no se sabe cuántas personas cristianas adoptan las dietas vegetariana o vegana motivadas por este texto del Génesis. En numerosos países es perfectamente posible practicar la opción vegetariana, pero solo una minoría la lleva a la práctica. Este ejemplo demuestra cómo los lectores de la Biblia en su mayoría tienden a ser selectivos a la hora de interpretar aquellos textos y pasajes que afectan a las opciones que rigen su vida.
Con relación al matrimonio, numerosos historiadores han documentado los múltiples cambios que han modificado su función y posición social desde la antigüedad hasta nuestros días (Thatcher 1999, 68-70). Geográfica y culturalmente, ha existido siempre una diversidad considerable entre diferentes países, regiones, pueblos, castas y tribus. En otros términos, la unión entre esposa y esposo se ha establecido a menudo bajo formas muy distintas de las que prevalecen en el mundo moderno. Por ejemplo, una serie de culturas del antiguo Oriente Próximo no atribuía significado religioso alguno a las bodas o ritos de casamiento. Es decir, la gente se casaba “por lo civil”. Concretamente el matrimonio se concebía como una alianza entre dos familias o clanes, [1] y durante las negociaciones preliminares se hablaba siempre de los aspectos económicos. Normalmente le incumbía a los padres de una persona joven buscarle la pareja adecuada. [2]
La sistemática destrucción y devaluación de la familia (padre, madre e hijos) y del matrimonio heterosexual es uno de los más importantes frentes de lucha para la iglesia.
José Hutter
Llegamos al tercer grupo de desafíos. Vuelvo a citar a Piper quien me dio la idea para esta división:
“Cuando pienso en lo que son los problemas más profundos fuertes y grandes pienso en tres cosas. Hay una serie de retos que que tienen que ver con el tema de la verdad del conocimiento y esto tiene que ver con la Biblia. Luego hay una serie de retos que tienen que ver con la fe y nuestra relación con el Señor. Y finalmente hay una serie de temas que tienen que ver con nuestras formas de actuar, nuestras acciones en este mundo” [1].
Hemos llegado a lo que considero uno de los más importantes frentes de lucha de la iglesia: la sistemática destrucción y devaluación de la familia (padre, madre e hijos) y del matrimonio heterosexual.
Una consecuencia directa de la violación del séptimo mandamiento en nuestra sociedad es la revolución sexual que estaba en la agenda del movimiento del 68. En su expresión académica estamos hablando de la famosa escuela de Frankfurt: los catedráticos Horkheimer, Marcuse, Adorno y otros. Sus exigencias de la nivelación de los sexos, el levantamiento de todos los tabúes habidos y por haber ya es una realidad en nuestra sociedad. Ellos eran los primeros en reclamarlo a nivel académico.
Eliminamos la interculturalidad y nos convertimos en un gueto empobreciéndonos culturalmente. ¿Cómo puede afectar todo esto a la evangelización?
Juan Simarro
Hoy, en nuestras sociedades modernas vivimos más que nunca la interculturalidad. Cada vez tendemos a hacer menos guetos de las diferentes culturas que conviven en nuestras sociedades, potenciadas lógicamente, por el fenómeno migratorio y, día a día, avanzamos en una interrelación enriquecedora en la que estamos abiertos a la convivencia en igualdad con otras culturas, sabiendo que éstas siempre nos enriquecen. Si nos quedamos encerrados en nuestro círculo cultural, pensando que nuestra cultura es superior, le estamos haciendo un flaco favor a nuestra vida cultural. Eliminamos la interculturalidad y nos convertimos en un gueto empobreciéndonos culturalmente. ¿Cómo puede afectar todo esto a la evangelización?
Se ha hablado mucho de la inculturación del Evangelio, del Evangelio y la cultura, de cómo podemos evangelizar la cultura en la que nos desenvolvemos, pero, en el contexto intercultural de hoy, quizás podríamos agregar muchos matices, y ver si podemos llegar a captar lo que sería un Evangelio intercultural, el Evangelio y las sociedades interculturales, la interculturación del Evangelio. Los cristianos hoy vivimos interrelacionándonos con muchas culturas a las que hemos de estar abiertos. Nuestro contexto es intercultural creo que, en mayor o menos medida, en todos los lugares del mundo.
Los errores de no aceptar una sociedad intercultural, de no ser conscientes de que hemos de vivir en sociedades interculturales en donde las culturas se interrelacionan con el mismo nivel de importancia y riqueza, es que, en muchos casos, predicamos el Evangelio desde parámetros de cultura española o, en su caso de culturas eurocéntricas o centradas en los valores culturales de países que quieren imponer sus parámetros como los Estados Unidos u otros. Hay que valorar mucho las culturas, desde la igualdad y el reconocimiento de que todas las culturas son valiosísimas y que nos enriquecemos con ellas, para poder comenzar a entender una interculturación del Evangelio en donde se puedan asumir los valores de todas y cada una de las culturas, en una plano de total igualdad, que conviven en nuestros países, ciudades, sociedades o poblaciones.
¿Dónde publica el Mesías que lo que acontece en la vida son señales que anuncian al castigo divino? Jesús no era un charlatán, como tantos hay en nuestros días. Jesús anuncia la buena noticia
Pedro Álamo
En nuestros días, han salido a la palestra agoreros del fin del mundo, heraldos de juicios divinos, pregoneros de catástrofes, teólogos de mal agüero, profetas de pacotilla…, ante la pandemia provocada por el coronavirus. Todos tienen un denominador común: mercadear con la fe provocando miedo. ¡Qué lejos están del evangelio y de la intención de Jesús de Nazaret!
No he oído a esos charlatanes protestar contra el peor mal que azota a la humanidad, el hambre, ni denunciar la injusticia social que millones de personas están viviendo, ni levantar la voz ante la explotación y dominación que ejercen los poderes financieros sobre la población mundial, ni sobre la trata de personas… No, solo tienen voz para aprovecharse de la situación y proclamar a los cuatro vientos que la pandemia es un juicio divino, una especie de preparación de lo que está por llegar con la seguridad del que se cree en posesión de la verdad revelada de Dios…
Los males que denuncian los profetas de la Escritura están dirigidos al pueblo de Dios y son estructurales, culminando con los mensajes de Jeremías y Ezequiel cuando denunciaban a los pastores de Israel: “Vosotros dispersasteis mis ovejas, y las espantasteis, y no las habéis cuidado. He aquí que yo castigo la maldad de vuestras obras, dice Jehová” (Jer 23.2), “¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos!… No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, ni volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia… Yo estoy contra los pastores…” (Ez 34.2,ss.).
En la mejor tradición protestante ejerció el sacerdocio de la lectura, puso sus hallazgos y análisis al servicio de la colectividad.
Nuestro mayor intelectual/profeta en México, Carlos Monsiváis, tiene casi una década de haber fallecido (19 de junio de 2010). Al decir que tenía dones de profeta no me refiero a que hiciera vaticinios sobre acontecimientos por venir, tampoco visiones vedadas a los demás y solamente asequibles a él. Más bien a su capacidad de saber leer los tiempos, sacar lecciones de esa lectura y anticipar posibles desenlaces.
Carlos leyó asiduamente la Biblia. Siempre aclaró que su traducción preferida era la Biblia del Oso, cuya primera edición es de septiembre de 1569. La tradujo al español, del hebreo y griego, Casiodoro de Reina, ex monje agustino convertido al protestantismo. Reina salió de España para huir de la Inquisición y tras doce años de exilio pudo completar la traducción bíblica. Monsiváis leyó desde la infancia la versión antigua, la revisión de 1909 que puso al día términos en desuso pero conservó la elegancia del trabajo hecho por el traductor original.
Desde que inició la carrera de escritor afirmó su procedencia religiosa/cultural protestante. Para 1965 ya era bien conocido en los círculos intelectuales de la capital mexicana porque había publicado en distintas revistas y ejercía en distintos espacios la crítica cultural. El citado año, 1965, Monsiváis pasó unos meses como becario en la Universidad de Harvard. Al regresar participó (4 de noviembre) en la primera serie de Los narradores ante el público, donde describió singulares rasgos identitarios: “De los participantes en este ciclo, soy el único que admira la labor del Ejército de Salvación. Esta declaración no pedida es la sutil manera de indicar que nací, me eduqué y me desenvuelvo en el seno de una familia tercamente protestante. Firmes y adelante huestes de la fe. Aprendí a leer sobre las rodillas de una Biblia, a cuya admirable versión castellana de Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera debo la revelación de la literatura que después me confirmarían la Institución de la vida cristiana de Juan Calvino (traducido por De Valera), El paraíso perdido de John Milton y las letras, no siempre felices, de la himnología presbiteriana […] Y la herejía, mi falta de solidaridad ante el edipismo nacional que rodea a la Virgen de Guadalupe, me inició en saber qué se siente vivir en la acera de enfrente, el unas veces codiciado y otras aborrecido don de pertenecer a las minorías” (Antonio Acevedo Escobedo (compilador), Los narradores ante el público, primera serie, segunda edición, Editorial Ficticia, 2012, p. 242).
En algunos estados de la República ya se ha declarado el semáforo naranja, que permitirá reanudar parcialmente la actividad económica y comercial, después de casi 3 meses de políticas públicas de distanciamiento social que paralizaron muchas de las actividades sociales. La Iglesia Metodista de México ha sido obediente a dichas disposiciones, en todo el territorio nacional, manteniendo cerrados sus templos y evitando cualquier reunión que implique conglomerados humanos.
Nuestras iglesias han tenido que hacer, cada una en su contexto y circunstancia, una reflexión sobre su quehacer cotidiano. Al inicio, como muchas otras comunidades sociales, han tratado de replicar las actividades “normales”, pero ahora usando las múltiples bondades de las plataformas digitales de comunicación. Ello ha generado una reflexión genuina sobre lo primordial –o no- que representa reunirnos físicamente para cumplir con el propósito que nuestro Señor ha encargado a este pueblo llamado metodista como elemento actuante de su Iglesia en el mundo.
En pandemias pasadas, la humanidad ha pasado por diversas reacciones desde el estupor inicial ante la enfermedad, hasta la búsqueda de culpables. Y generalmente estos presuntos culpables se encuentran en las minorías, en los “raros” o en los más débiles: en la Edad Media en Europa, se acusó a los judíos; en la antigüedad se llegó a acusar de ciertas enfermedades a las mujeres; en siglos más recientes, a los “antihigiénicos pobres” y a los “negros”. Ahora, a los “chinos-come-ratas-y-murciélagos”. Y ya en sus formas más refinadas, a los científicos que son parte de una confabulación mundial para reducir la población mundial; o a miembros de “sectas iluminadas” que buscan crear un nuevo orden mundial, para mantener cerrados los templos como una obra del anticristo.