Este mes, el undécimo del calendario gregoriano, cuyo nombre viene del latín novem, que significa noveno, nos lleva a vernos desde diferentes aspectos.
Por nuestro calendario civil, lo identificamos en el lugar penúltimo del año, y comenzamos ya a preparar las fiestas decembrinas y de fin de año, sintiéndonos satisfechos y expectantes, del modo como un corredor toma la curva final hacia la meta. Es tiempo para “el buen fin”, para los aguinaldos, para los preparativos, para planes distintos, para sonreír satisfechos.
Como cristianos, sabemos que noviembre no es sólo el mes penúltimo, sino también el último en el calendario cristiano, dado que el domingo 27 se inicia un año nuevo que arranca con las fiestas del Adviento (primera estación del año litúrgico cristiano), fiesta prenavideña que nos coloca en la esperanza de que así como nuestro Salvador vino al mundo una vez, volverá por segunda vez. El Adviento es gozo, es preparación, es la confianza de una redención cósmica por venir con Cristo.
Como seres humanos, se nos recuerda que el 25 será el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Es vergonzoso que un día así tenga que ser establecido, pues no puede haber justificación alguna en ningún tiempo para ejercer la violencia contra el sexo corporalmente más débil, mientras que debería ser sólo respetado en amor. Ningún sector humano fue oprimido por más tiempo, en toda la historia, que las mujeres. Así que nos vemos los varones, lamentablemente, como el principal peligro existente contra nuestras compañeras de la creación.
Especialmente este martes 08 de noviembre de 2016, nos coloca como mexicanos de raza mestiza ante la amenaza de un hombre capaz de exacerbar los oscuros entresijos reprimidos de una nación que, por su recurrente fuerza discriminatoria, sueña con una tierra poblada solamente por una raza superior (blanca). Y el efecto Trump en este sentido ya se ha dejado ver en diferentes episodios aislados dentro de la Unión Americana, incluyendo un grupo de jóvenes metodistas de origen latinoamericano, agredido en Carolina del Norte. Las bolsas de valores y las economías de varios países, comenzando con México, por ser vecino de los EUA, han mostrado su nerviosismo y temor ante este hombre con un discurso nada articulado pero sí impredecible. Por supuesto que no podemos asegurar cuál será el trato vecinal futuro entre México y Estados Unidos, y sería inapropiado tanto vaticinar el desastre como echar las campanas al vuelo. Preocupa, eso sí, percibir que dentro de la iglesia cristiana latinoamericana haya gente que parece no darse cuenta del mundo donde Dios los puso, porque con irresponsabilidad circulan de inmediato memes en las redes como aquel de que “Ni Hillary ni Trump reinan, Cristo reina”, y otros parecidos. Es bueno y necesario tener fe y esperanza en Dios, pero no a partir de la ignorancia. Mientras los analistas nacionales e internacionales latinos están hablando de un potencial peligro contra el cual es necesario tomar medidas previsoras, nuestros cristianos imaginan que no pasa nada y, en lugar de enterarse para preparar algo, para interceder por algo, para edificar una confianza contextualizada y racional en Dios, sólo atinan a decir que todo está bien, gracias a Dios. A Dios no le honra la credulidad, sólo le honra la fe bien sustentada, como la de aquellos que primero hacen cuentas y luego intentan levantar una torre (Lc. 14:28-32). Sólo así los cristianos tendríamos un mensaje digno de ser oído en medio de tiempos críticos, y sólo así seremos una nación más consensada y fuerte.
Y claro, noviembre nos pone contentos por señalarnos las instituciones emanadas de nuestra Revolución, la primera registrada en el mundo del siglo XX, y logradas a través sólo de sangre derramada. El día 20 está separado para tomar conciencia de nuestro legado histórico, valorar lo mucho que otros nos heredaron, agradecerle a Dios por nuestra patria y evaluar nuestro papel en el México de hoy. Francisco I. Madero no se quedó corto, sólo queriendo terminar con el continuismo del Porfiriato, como algunos suponen. Su obra La Sucesión Presidencial en 1910, que fue el detonante intelectual para el movimiento anti-reeleccionista, aspiraba por el tránsito de un poder absoluto hacia una democracia, y señalaba los grandes errores a corregir, como lo eran la falta de firmeza del gobierno ante los intereses de los EUA, la represión hacia el periodismo independiente, el abuso de los poderosos contra los débiles, un desproporcionado analfabetismo, el militarismo y varias cosas más que él señala. No sabemos cómo se han satisfecho cabalmente esos ideales en nuestra nación, si vemos a quienes toman las decisiones políticas y administrativas sumidos en la mentira, el desprecio hacia los agraviados, el permitir que sigamos siendo de modo permanente un pueblo “en vías de desarrollo”, conservándonos en niveles bajos de educación comparativamente hablando, administrándose contagiados por la plaga de la corrupción, y más. Lo malo casi no se cuenta, “pero cuenta mucho”, como dicen.
En fin, la Revolución nos dejó beneficios, y hay que celebrarlo, pero falta mucho. La Biblia llama nuestra atención hacia el tema de nuestra realidad ofreciéndonos un diagnóstico que aplica tanto al gobierno como a los gobernados: “La justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones” (Pr. 14:34). Ninguno de nosotros podrá decir que no le toca hacer alguna parte en un programa que procure la justicia y corrija el pecado. Hay que exigir, pero hay que hacer; buena es una inspección orbital, pero también una introspección. Que Dios nos ayude.
Pbro. Bernabé Rendón M.


Pastor Bernabé yo no se elaborar discursos elegantes ni finos o algo que se le parezca a ello, solo quiero una vez mas mostrarle mi respeto y admiracion por la sabiduria que seguramente le ha llegado de lo alto y usted a sabido usarla, atesorarla y aumentarla.
Estoy segura que por ahora no hay nadie mejor para ocupar su lugar en El Evangelista Mexicano.
Reciba un caluroso abrazo y muchas gracias.
Me gustaMe gusta
Mil gracias, Hna. Mayra, es seguro que merecemos mucho menos de lo que dices, pero así es el lenguaje fraternal. No necesitas decir discursos para hacer tanto bien como cuando eres abierta, espontánea y honesta. Bendiciones.
Me gustaMe gusta