No es la Voluntad de Dios

No es la Voluntad de Dios

Málenny Cruz 

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11).

En los pocos años que llevo como pastora frecuentemente me he encontrado con situaciones particularmente similares en las necesidades de las mujeres de nuestra iglesia, sin importar que sean de distintos lugares, sus peticiones son muy parecidas. 

“Por favor, ore por mi esposo”, una petición que con frecuencia recibimos. Esta se constituye en un indicador de que algo en su matrimonio no está bien, aunque algunas de esas peticiones van en relación a la salud del esposo, la mayoría tiene que ver con problemas de moralidad.

Cuando brindo acompañamiento, e interrogo para conocer la intención de las hermanas respecto a su proceder con estas situaciones, con mucho pesar terminan diciendo: -pues es mi esposo-, como aludiendo a que deben aguantarlo así. No como algo de qué alegrarse sino como una carga pesada. En la pregunta ¿y usted qué quiere hacer? concluyen con un: “aguantar hasta que Dios responda”, “esperar a que Dios lo cambie” o frases de esta índole.

Directa o indirectamente somos responsables, pues hemos sido el cuerpo pastoral quienes, en nuestro afán de ayudar, hemos replicado una interpretación poco apropiada en cuanto a la voluntad de Dios y ésta se ha replicado por nuestras/os congregantes. Por décadas se ha llevado a las mujeres de nuestra iglesia a aguantar y hacerse responsables de sus esposos borrachos, golpeadores, infieles, etc. Con el afán de “mantener a la familia” hemos dicho que esa es la voluntad de Dios, -aguantar hasta que Dios lo cambie-. Y no, compañeros, hermanos y hermanas, esa no es la voluntad de Dios. 

No dudo ni por un segundo que Dios pueda cambiar a alguien, pero una constante bíblica para que esto suceda es que exista la convicción y decisión personal de querer ser cambiado y tristemente a muchos de estos varones no les interesa cambiar, han dejado en el olvido la responsabilidad de su salvación, de esposos y de padres. Intentemos devolvérsela y si no la asumen, no carguemos de más a nuestras hermanas.

No es la voluntad de Dios que nuestras hermanas sigan viviendo una vida que no es digna a causa de esposos que las maltratan física, verbal o emocionalmente, y no solo a ellas sino, muchas de las veces, también a sus hijos. No es la voluntad de Dios que sigamos alimentando una idea de familia en la que importe más el hecho de que todos estén “juntos” a costa de una vida indigna, violenta y degradante.

La escritura dice No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:2) y nuestro trabajo es compartir este mensaje liberador. 

Hoy renovemos nuestro entendimiento, sigamos pidiendo la sabiduría de Dios, buscando su buena voluntad, reconociendo que los planes de Dios son de bien y no de mal, para que nuestras enseñanzas no sean opresivas sino aquellas que liberan, aquellas que devuelven la dignidad tal y como nuestro Señor Jesucristo nos enseñó. 


* Prob. Málenny Cruz, pastora de la Iglesia Metodista de México Conferencia del Sureste, licenciada en Lingüística y literatura hispánica (BUAP), licenciada en Teología (SMJW) y Candidata al grado de Maestra en Teología por la Comunidad Teológica de México.