DICIEMBRE DE 1936: “LUMINAR”

Por Alan Sánchez Cruz

Diciembre de 2020

“Ἐγώ εἰμι τὸ φῶς τοῦ κόσμου·”

La época invernal representa un respiro al finalizar un año lleno de avatares y desafíos diversos, además de ser un símbolo de esperanza, armonía, solidaridad; valores que se niegan a ceder ante el sistema global que hoy los utiliza en su afán mercantilista. El presente mes del año es anhelado por miles, debido a la tradición de los adornos navideños en los hogares y el ponche en reuniones familiares (esto último, una costumbre mexicana). A mediados de los años 30 del siglo pasado, en vísperas de la celebración de las noches invernales, y del inicio de la Segunda Guerra Mundial, vio la luz la revista Luminar.

Fundada por Gonzalo Báez Camargo, en la época en que el país vivía la revolución institucionalizada -en 1929 se había fundado el Partido Nacional Revolucionario (PNR) y Lázaro Cárdenas del Río había sido electo presidente en 1934- y nacía a la autonomía la Iglesia Metodista de México (1930), esta, que era una “Revista de Orientación Dinámica”, se presentaba de la siguiente manera:

LUMINAR pretende ser una revista orientadora. No una mera “revista”, en el sentido literal espectativo de la palabra. Porque detesta asumir la actitud de simple espectador o incoloro informante, cuando la historia se debate, en la hora presente, en las angustias de lo que muchos consideran una catástrofe definitiva…

Con soberbia presentación, Pedro Gringoire, pseudónimo más conocido de Báez Camargo, anunciaba la llegada de un nuevo espacio de reflexión en diciembre de 1936. Para él, que Luminar no fuese una “mera revista” significaba que, a pesar de ser dirigida por un autor evangélico e integrar reflexiones de correligionarios, su tenor sería el de apertura a su contexto; por ejemplo, lo que se lee en las primeras líneas (“en la hora presente, en las angustias de lo que muchos consideran una catástrofe definitiva…”) se refiere al preámbulo de la Segunda Guerra Mundial.

Para Ismael E. Amaya, el escritor evangélico debe ser “tan letrado, tan astuto, y tan inquisitivo y con una mente tan fértil como los demás –y quizá más”. Por otro lado, continúa, “necesita usar una sencillez cándida y fácil de captar. Debe tener la habilidad de transmitir por medio de su pluma los conceptos evangélicos a sus lectores”. Por supuesto, Báez Camargo contó con tales aptitudes como autor y articulista. Como director de una revista que no se limitaba al sector evangélico, se dio a la tarea de buscar colaboradores especialistas en distintos ámbitos, manifestando así una política editorial abierta y crítica. Dice Carlos Mondragón:

Por estas y otras características, LUMINAR representa la publicación protestante más importante que se haya publicado en México durante los años treintas y cuarentas. No sólo por su política editorial, crítica y antidogmática, sino también porque gracias a esta política o filosofía editorial, llegó a contar con algunas de las mejores plumas del mundo intelectual mexicano, latinoamericano y europeo. Ni antes ni después de ella, los evangélicos han publicado en México una revista con el nivel y la calidad de colaboradores que LUMINAR logró tener durante sus quince años de productiva existencia.

Entre sus colaboradores se encuentran Nicolás Berdiaeff, Delfim Santos, Maximilian Beck, Jean Wahl, Jacques Maritain y los mexicanos Victoriano D. Báez, Alberto Rembao, Francisco E. Estrello, por citar solamente unos pocos. Junto a la revista La Nueva Democracia, de origen protestante, publicada en Nueva York y especializada en temas latinoamericanos, la de Luminar era una línea “universalista”, pues integraba autores prácticamente de todo el globo.

No obstante, el abanico de pensamiento multicultural, político y religioso, Báez Camargo manifestó desde la primera publicación que las opiniones vertidas en Luminar, derivadas de lecturas contextuales, llevarían al lector a buscar en el mensaje de Cristo sus propias fórmulas de aplicación y soluciones prácticas. Proponía:

Es preciso, por tanto, trazar las proyecciones que su mensaje tiene para los problemas concretos de nuestra época; fijar los puntos de aplicación inmediata de su doctrina; delinear las resultantes, en términos actuales, de las fuerzas que Él liberó y puso en operación en el seno de la historia. Ésta es una tarea que, para nuestra generación, está todavía por hacerse. Pero para ello es necesario prescindir de toda tiranía dogmática, ejercitar las facultades anímicas sin más limitaciones que las que imponga un genuino amor a la verdad y lanzarse a la empresa heroica de erigir sobre los principios eternos de Cristo una nueva construcción económica, social, y espiritual que venga a resolver los más agudos problemas de nuestra época y a constituir un sólido jalón en la marcha hacia un mundo ideal.

Por ello, en el ámbito religioso, Luminar mereció justos juicios como el de Yves Congar, teólogo francés: “El esfuerzo de que vuestra revista es órgano, nos ha parecido extremadamente digno de interés”, o el de la revista Letras de México, cuyo último número se publicó en marzo de 1947: “Seria revista trimestral que aspira a un ‘revival’ espiritualista”.

Luminar se dejó de publicar en 1951. Fue una constante el exhorto a los creyentes para que vivieran una fe integral, en consonancia con el tiempo y lugar en que les había correspondido vivir. Francisco E. Estrello, por ejemplo, advertía una necesidad por “entrar en una época de renovación tanto de nuestros viejos procedimientos como de nuestro espíritu”, ya que, a su consideración, los creyentes ofrecían al mundo “un espectáculo caduco”. En cambio, el mensaje cristiano debía “compartir el dolor, las miserias, los anhelos, las ansiedades, las esperanzas y las luchas de los hombres; tiene que identificarse con ellos, tiene que hacerse como uno de ellos”. A esto valdrá la pena añadir lo que Mondragón refiere del propio director, cuya obra fue más allá de escribir artículos, publicar libros, leer, reseñar, opinar, viajar, ofrecer conferencias, y más. “La revista LUMINAR es el mejor ejemplo si se toma como un fruto. Su sola existencia, con las características que ya hemos anotado, nos dice mucho sobre la mente que la concibió y la sostuvo (…) en medio de múltiples ocupaciones”.

El proyecto que dicha revista representó debe ser comprendido en medio de lo que vivía el protestantismo mexicano y latinoamericano a finales de la década de los 40 y principios de los años 50. Una oposición marcada a la “sobreespiritualización” de la fe y la desvalorización de la racionalidad humana, cosa que nuestro presente protestante continúa padeciendo en un gran sector del mismo. A las diversas críticas de la intelectualidad del creyente, Báez Camargo acudía a lo dicho por el apóstol Pablo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. Por esto, en su célebre Genio y Espíritu del Metodismo Wesleyano, Báez Camargo hará incapié en que las y los creyentes deben expresar una piedad ilustrada, y dice:

Ha habido representantes de la ciencia y la cultura, de la educación y el progreso, que consideran la piedad religiosa como una ilusión subjetiva, y la fe como una reliquia de los tiempos prehistóricos. Y por otra parte, ha habido representantes del cristianismo que han erigido sus particulares interpretaciones de la Biblia en barreras contra el progreso de la ciencia y los conocimientos humanos. Han pretendido, sin ningún derecho, hacer de la Biblia la última palabra en cuestiones científicas, olvidando que ella misma no pretende ser tal cosa sino algo aún más importante: la revelación del carácter de Dios, la proclama de su gracia redentora en Cristo y el testimonio que conduce a los hombres a Él.

En su momento, Luminar tendió ese puente que acercaba una y otra posición, porque concebía que lo espiritual y lo material en el ser humano eran parte de un todo integral. Miraba con tristeza el menosprecio a la razón en el ámbito evangélico, considerada en ciertos grupos como enemiga de la fe cristiana. Hoy, cuando las y los evangélicos “promedio” acuden principalmente a esta última literatura, debiera ser menester de las y los estudiantes de Seminario, teólogas y teólogos, profesoras y profesores, hacer esfuerzos intelectuales para que, en esta época invernal y con el encendido de las velas antes de llegar a Navidad, sea encendida la lámpara de la razón que ilumine al pueblo evangélico.


1 LUMINAR. México, diciembre de 1936, No. 1, p. 3.

2 Ismael E. Amaya, El periodista evangélico. Historia, técnica y arte del periodismo (Kansas City, CNP, s/a), 152.

3 Ibídem.

4 “BÁEZ-CAMARGO: Una faceta de su vida cultural” por Carlos Mondragón en Autores varios, Gonzalo Báez Camargo. Una vida al descubierto (México, CUPSA, s/a) 126.

5 Pedro Gringoire, “Presentación”, Luminar 1, no. 1, 1936, p.4; en Daniel Salinas, Teología con alma latina. El pensamiento evangélico en el siglo XX (Colombia, PUMA, 2018), 66-67.

6 Semblanza bibliográfica de Gonzalo Báez Camargo-Pedro Gringoire (México, B. COSTA-AMIC, 1974), 13.

7 Ibíd., p. 14.

8 LUMINAR. México, 9, No. 4, p. 50.

9 Autores Varios, Gonzalo Báez Camargo…; Op. Cit., 129.

10 Epístola a los Romanos 12:1 Reina Valera Revisión 1960 (RVR 1960).

11 Gonzalo Báez Camargo, Genio y Espíritu del Metodismo Wesleyano (México, CUPSA, Tercera Edición: 1992), 43-44.