Una Iglesia Inclusiva ¿Es Posible?

Una Iglesia Inclusiva ¿Es Posible?

Prob. Málenny Cruz

“En la medida en que el hombre se exterioriza, va construyendo el mundo en que exteriorizarse. En ese proceso de exteriorización proyecta sus propias significaciones sobre la realidad. Universos simbólicos, que proclaman que toda la realidad es humanamente significativa y que invocan a todo el cosmos para que atestigüe la validez de la existencia humana, son los que constituyen la extensión más amplia de esta proyección.

Éste es el origen, la función y el significado de la teología.”

Con estas palabras introductorias tomadas del texto “Del paraíso al desierto. Reflexiones autobiográficas” de Rubem Alves, doy inicio a este tiempo de exposición y reflexión. 

Nos exteriorizamos, esta es la premisa de toda reflexión teológica, -nos proyectamos. En nuestros múltiples intentos de entender a Dios y de acercarnos al conocimiento de este ser inasible e infinito, concluimos afirmando que Dios es conforme a nuestra percepción, a nuestra imagen y semejanza según han dicho algunos estudiosos. La historia de un pueblo corrobora lo antes mencionado y la Biblia es ejemplo de ello.

Nuestro libro teológico por excelencia relata la experiencia de fe de un pueblo que logra recopilar textos de las experiencias humanas y su relación con su creador e interventor en los momentos esperados y aun en los no esperados. Hallamos en este libro formas o maneras en las que la gente reacciona ante las diversas circunstancias de la vida, algunas veces se cuestiona y en otras, halla respuestas. pero estas respuestas son parciales, son la experiencia de algunos, que dan luz y pauta para quienes venimos después, pero que no lo es todo, es la exteriorización de esas experiencias y la relación con el cosmos y Dios lo que genera ciertas conclusiones de la vida. 

Hoy, vale la pena exteriorizarse una vez más y relacionarnos con Dios de manera que podamos conocerle en las diversas formas en que tiene para interactuar con nosotros y nosotras. Dios el que es y está (Éxodo 3:14) se manifiesta hoy, aquí. 

¿Dios es hombre? Y no me refiero solo a la connotación que se le ha dotado a la palabra hombre para referirse a la humanidad, pero en verdad, ¿acaso Dios es hombre, varón, XY? es probable que para algunos no exista razón por la cual una pregunta así es siquiera elaborada, pero si Nunca nadie ha visto a Dios (Juan 1:18), ¿de qué manera afirmamos que lo es? un estudio más minucioso de la escritura nos deja ver que Jesús habla de Dios como de semejanza a un Padre, por la figura de Pater Familias, un ejemplo de la exteriorización, mas no de una absolutización.  

De suma importancia es resaltar que, en su casi absoluta mayoría, la Biblia está redactada desde los ojos masculinos, son quienes comparten su experiencia, hablan de ella y la reproducen con las siguientes generaciones. Hoy, al hablar de una diversidad humana pudiéramos darle varios rostros a Dios, el multifacetismo, por llamarlo de alguna manera, de Dios en una humanidad multidiversa. 

¿Es Dios blanco, negro, hombre o mujer? Aunque afirmamos que Dios no tiene partes ni cuerpo (artículo de religión 1, de la Disciplina de la IMMAR), lo personificamos: Dios en tres personas, ejemplificado con nuestra corporalidad, “semejante a nosotros”. ¿Qué hay de la diversidad humana y de las personas sexo-diversas? Una iglesia inclusiva, para todas y todos es la reflexión que nos convoca en estos momentos. La ciencia dice que existen dos tipos sexos, hombre o mujer, y en disputa un tercero el intersexual con una mezcla de cromosomas y genitales. 

Los estudios sociales y antropológicos por su parte, conducen a la comprensión de que la identidad de género es un constructo social de identificación con los estándares establecidos para el sexo biológico, por ejemplo, determina qué cosas son “normales” en su comportamiento o vestimenta para el sexo con que se nace, según lo establecido y socialmente aceptable. “Sé más femenina” “Los hombres no lloran” “los vestidos son de niñas”, etc., estos estudios también afirman que la identidad se construye conforme al entorno y la cultura. 

De aquí que la identidad de género se constituya en algo más amplio y diverso que hacer mención solo de hombres y mujeres, pues, si eso se ha establecido así por siglos, también es posible intervenir en transcurrir de la actualidad para modificar esos patrones de comportamiento dando pauta a una sociedad más libre, derribando lo normalizado por nuevas formas de identificación que no solo correspondan a un género en específico sino a la diversidad y es aquí donde la teoría queer tiene su incidencia. 

En la Biblia se encuentran situaciones de vida en las que existen relaciones de amor fuera de la norma (aunque quiero resaltar que esta normatividad proviene de un tiempo posterior de construcción teológica a partir de una interpretación generalizada, bajo el sustento de una única verdad). Tenemos el ejemplo de David y Jonathan que causan lo que se conoce como “perfomatividad de la masculinidad” en la que se revelan las construcciones de género y sexualidad que rechazan la heteronormatividad (Joanne Pol), también desde 1995 se ha llegado a la conclusión de que Sodoma no fue destruida por un pecado sexual sino por la inhospitalidad de los sodomitas (Gen. 19:6, Según el exégeta alemán C. Westermann). 

Por otro lado, la relación del centurión y su siervo (Lucas 7:2) o bien, entre Jesús y el discípulo a quien él amaba (Juan 20:20; 21:20; 21:24), sin dejar de recordar que, para la época de Jesús la cultura griega y romana habían tenido su influencia sobre el judaísmo, para este tiempo el verdadero amor era considerado entre hombres y no entre mujeres y hombres como en la actualidad, dado que la mujer era considerada como necesaria para la descendencia y no depositaria o emisora de amor (Cris Conti).

¿Es esto pecado? Ante esta interrogante, resultaría necesaria una revisión a la interpretación del pecado, motivo por el cual sustentamos nuestra formación excluyente. Nos negamos a la inclusión de la diversidad afirmando que amamos al pecador pero no al pecado, pero sin fijarnos que caemos en actitudes poco cristianas catalogadas como pecado al dejar de hacer comunidad, koinonía, negando toda diferencia y olvidando que somos una completa diversidad no solo en lo humano sino en toda la creación y al no amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Deuteronomio 6:5 dice: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”, A lo que Jesús refiere y también añade: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mateo 22:37-39), un amor que demanda sin añadir condiciones. Por eso hoy pregunto: Una iglesia inclusiva ¿es posible?

Hablar de una iglesia para todas y todos está en directa relación con la inclusividad. En la práctica diaria nos hemos vuelto más selectivos que nadie, somos juiciosos y separatistas, bajo una interpretación bíblica, muchas de las veces sospechosa y cuestionable y, tristemente, lejana de libertad y opresora.

“Comenzamos a partir de nuestras propias experiencias, las absolutizamos, y pasamos por todos los rituales para tener una nueva visión de la realidad. Vemos un nuevo rostro. Y entonces anunciamos: “Lo veo, lo veo; he visto el rostro de Dios”. Y no nos damos cuenta de que no vemos más que nuestros propios temores, frustraciones, fantasías, buenas intenciones e ingenuidades, esos demonios e ídolos que habitaban en nuestro mundo inconsciente. Y la experiencia de salvación no es más que nuestra propia condición de perdición. No estamos salvados. Estamos hechizados por nuestras propias ilusiones” (Rubem Alves).

Una lectura crítica hacia el pensamiento teológico fundamentalista que busca defender que, ante los ojos de quien construye y sostiene la norma, tiene la única verdad. Tres cosas, a saber, son los principios básicos del Reino y de toda interpretación: Amor, paz y justicia. 

Una propuesta liberadora proviene de la Teología Queer que busca deconstruir estas “normativas” no sólo sexuales o de género sino en lo global, no está en búsqueda de conformación de identidad, está buscando el cuestionamiento a todo para una identificación más allá de los límites que se han establecidos, cuestiona lo que es norma, el dogma, todo lo que es naturalizado por un único modo de pensamiento. Busca erradicar la idea de que sólo hay una forma de ver a Dios y se enfoca, principalmente, en la desestabilización y deconstrucción continua del concepto fijo de identidades sexuales y de género. 

Esta teología abre la posibilidad de que Dios no necesita un formato. Se aboga por un Dios que es semejante a toda la diversidad humana, sin ninguna posibilidad de exclusión a nadie. Lo Queer no está buscando una identidad de Dios que pase por la corporeidad heterosexual o no heterosexual. Aboga por la propuesta de que Dios se manifiesta en la forma y semejanza de cada ser humano que habita sobre este planeta, en su diversidad, sin distinción de color, de raza o de género. Un Dios más allá de estas diferencias.

Una comprensión de Dios como mera Presencia Divina en todo y en todos quienes el amor, la paz y la justicia reinen, es de atrevimiento proponer una iglesia no heteronormativa, puede resultar difícil la aceptación por la forma en cómo hemos construido y normado hacia nuestra interpretación de Dios estando atrapados en una única forma de verlo, pero Dios no puede conformarse en una única forma de ser, no es estático, es creativo. 

Cada persona tiene su propia forma de creer y esta forma de creer implica la subjetividad que se tiene sobre Dios, esta es una proposición a deconstruir algunas imágenes, símbolos y dogmas que no habíamos sido capaces de cuestionar para un diálogo que permita ser más hermanos y hermanas, mostrando la presencia de la Divina Ruaj/Espíritu Santo entre la humanidad y por supuesto, en nuestra iglesia.

“Pero estoy cierto de una cosa: no se puede vivir por certezas, sino por visiones, por riesgos y pasiones. “Todo los que tuvieron que gritar, observa Nietzsche, tuvieron también sus sueños proféticos y sus señales extrañas: la fe en la fe”.[1]


NOTA

[1] W. Kaufmann, op. cit., p. 232. 


BIBLIOGRAFÍA

  • Alexandre Awi M., ¿Qué dice la Biblia sobre la homosexualidad?, en Teología y vida, v.42 n.4, Santiago, 2019
  • Carlos Fonseca, María Luisa Quintero. “La Teoría Queer: la de-construcción de las sexualidades periféricas” en Sociológica, México, vol.24, no.69, ene./abr. 2009, disponible en http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-01732009000100003
  • David Brondos, “¿Por el bien de todos? El amor en el Fundamentalismo Cristiano”, en Oikodomein, Año 16, No. 18, 2019
  • Elza Tamez, La Biblia de los oprimidos. La opresión en la teología bíblica. Ed. DEI, San José Costa Rica, 1979
  • Ezra Viveros, “Fundamentalismo y Hermenéutica bíblica”, en Oikodomein, Año 16, No. 18, 2019
  • Genilma Boehler, Lars Bedurke, Silvia Regina de Lima Eds. Teorías queer y teologías: estar… en otro lugar, DEI, San José Costa Rica, 2013
  • Joanne Pol, “Un estudio queer de tiempos históricos: David y Jonatán.” en Desde el Sur, Volumen 5, número 2, Lima; pp. 171–189 disponible en https://biblat.unam.mx/hevila/DesdeelsurLima/2013/vol5/no2/3.pdf
  • Rubem A. Alves. “Del paraíso al desierto, Reflexiones autobiográficas”, en Oikodomein, año 24, No. 19, junio 2020
  • Disciplina de la IMMAR, 2018-2022