Juan, “el Autista”

Juan, “el Autista”

Alan Sánchez Cruz

Juan hablaba poco y se mantenía terco y distraído.
Con frecuencia, de rodillas o sentado, levantaba los brazos y oraba;
otras veces su mirada parecía observar más allá de todo lo que tenía forma.

[…] Juan se fue haciendo aún más parco y distante.
Había reducido su comida a tres puñados diarios de langostas
y a una medida de miel silvestre.

Era, según decía, la comida que le correspondía a un enviado de Dios.

Javier Sicilia, El Bautista

Hans Asperger nació el 18 de febrero de 1906 en Viena, Austria-Hungría. Fue el menor de dos hijos y, desde pequeño, tuvo problemas para socializar, por lo que fue considerado un niño solitario. Se formó como médico en la Universidad de Viena y realizó prácticas en el Hospital Infantil Universitario de Viena. Manifestó un interés particular por la práctica de la Pedagogía Curativa, que comenzó a gestarse en la institución desde 1918.

Publicó, en alemán, su tesis doctoral en 1944. En esta, Asperger describía a cuatro niños de entre seis y once años, que presentaban como característica común una marcada dificultad en la interacción social, no obstante su aparente adecuación cognitiva y verbal. Introdujo el concepto de Psicopatía Autista, conocido actualmente como Síndrome de Asperger. Su muerte, en 1980, fue repentina mientras desarrollaba un activo trabajo clínico. Fue hasta 1981 que en un trabajo publicado por Lorna Wing, psiquiatra británica, se utilizó el término ya referido: Síndrome de Asperger.

Desde 2007, con el fin de visibilizar a las personas con esta discapacidad, y de hacer conciencia en la sociedad de sus necesidades, el 18 de febrero se celebra el Día Internacional del Síndrome de Asperger, coincidiendo con el nacimiento de Hans Asperger. A las personas con este padecimiento suele considerárseles ajenas, debido a su poca interacción social, dificultades para desenvolverse y a sus conductas poco adaptativas. Pero, ¿qué es y de qué manera se manifiesta?

El Síndrome de Asperger está incluido dentro de los Trastornos Generalizados del Desarrollo y está considerado un Trastorno de Espectro Autista. A pesar de que en su momento tanto el autismo como el asperger eran considerados trastornos distintos, fueron definidos por Leo Kanner y Hans Asperger, en 1943 y 1944 respectivamente. Lorna Wing afirmó que, si bien ambos tienen diferencias cualitativas, las áreas de afectación eran las mismas: Comunicación, Interacción Social y Rigidez Cognitiva. Una persona con Asperger manifiesta una inteligencia promedio o arriba del promedio; es honesta, ya que tiene un fuerte sentido de la justicia; sus intereses suelen ser enfocados y especializados; siente profundamente; tiene buena memoria, especialmente en sus áreas de interés; y, construye amistades a través de intereses compartidos. En cuanto a sus problemáticas o desafíos, muestra diversas sensibilidades sensoriales y emocionales; tiene dificultad para solicitar ayuda; es perfeccionista; se caracteriza por su resistencia/negativa a las tareas aburridas o desafiantes; y suele tener un pensamiento inflexible (ve las cosas “en blanco y negro”).

Con respecto al título de este escrito, que modifica, a propósito, el nombre del personaje bíblico Juan el Bautista, el mismo daría la pauta para abordar el tema de la inclusión de personas con discapacidades en las distintas comunidades de fe. Lectora, lector, te invito a imaginar al personaje como un Asperger/Autista.

Los evangelios muestran al Bautista como un hombre cuya labor principal era llamar a la gente al arrepentimiento y, así, preparar el camino para la manifestación del Mesías de Dios. Su padre, el sacerdote Zacarías, perdió el habla ante el anuncio y la sorpresa de su nacimiento. De su infancia, el Evangelio de Lucas da testimonio de que “el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel” (Lucas 1:80 Reina Valera Revisión 1960). Justamente, el desierto será el lugar y símbolo más representativo en el ministerio de Juan. El desierto es una tierra separada del espacio vital donde vive la comunidad. En la Biblia, significa prueba, confrontación, resistencia, soledad. A este, Juan el Bautista acude desde niño, como se ha leído, para tener un encuentro con Dios desde la vida aislada y una rutina programada. Como un asperger o un autista. Lejos de la comunidad, Juan manifiesta un fuerte sentido de justicia. Cuando las personas acuden al desierto a escucharlo, su único interés -que halla su fundamento en la Palabra de Dios- es anunciar el Reino. Les dice: “¡Raza de víboras! ¿Quién les ha dicho a ustedes que van a librarse del terrible castigo que se acerca?”, y añadía, “Además, el hacha ya está lista para cortar los árboles de raíz. Todo árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego” (Lucas 3:7, 9 Dios Habla Hoy). Cualquier persona que acudiese a escucharle, bien hubiese dicho, con indignación: “¿Quién es él para hablarme así? Se la pasa en el desierto, apartado de la comunidad”. Además, la humanidad no puede ser dividida simplemente en gente “buena” o “mala”. Pero, para Juan no hay matices. O se es paloma, o se es víbora; o el árbol da fruto, o es echado al fuego; o se es santo o se es pecador; o se es bueno, o se es malo; o es blanco, o es negro. Su diatriba y lectura de la realidad es lo que le lleva a la muerte.

Interpretar las Escrituras de esta manera no solamente es peligroso, sino que limita a quien lee a tener una visión dualista, sesgada. Al Salmo 1, por ejemplo, la traducción tradicional le colocó el encabezado: “El justo y los pecadores”, y, en muchos otros pasajes, existe una división marcada entre quienes forman parte del pueblo santo de Dios y quienes no. Tales pasajes han sido utilizados por algunas y algunos creyentes como justificante para una interpretación desde la división y no desde la unidad. En la Biblia, generalmente, la enfermedad es vista como maldición y/o fruto de un pecado generacional. Las y los enfermos eran apartados de la comunidad. Sin embargo, había un ritual para reintegrarlos a su pueblo.

Para finalizar estas brevísimas líneas, el ejemplo de Juan, “el Autista”, u otros en la Biblia, deben alentarnos a meditar en lo siguiente: ¿Sabemos cuántas personas con discapacidad hay en nuestras comunidades de fe? ¿Sabemos tratar con ellas? ¿Contamos con rituales que les hagan sentir que son parte de la Iglesia? El 18 de febrero, Día Internacional de personas con Asperger, le recuerda al mundo la necesidad de conformar sociedades más inclusivas y, a la Iglesia, de colaborar para que esto sea posible.

Febrero de 2021

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