EDITORIAL

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La palabra: Poderoso Medio del Reino

La identidad del amor que los cristianos encontramos en Jesucristo, nos hace ser la sal de la tierra. Debemos insistir en que es, justamente esa identidad que vivimos en Él amándonos unos a otros, la que nos hace diferentes a lo que los valores contemporáneos promueven. No necesitamos ideologías ajenas. Si necesitamos otro elemento para sentirnos parte de algo, entonces no estamos buscando la identidad del Reino y su justicia.

En El Evangelista Mexicano creemos que la palabra es un medio poderoso, que puede ser usada tanto de forma hablada como escrita. Escribir, como hacemos desde estos artículos, noticias, informaciones y opiniones, también es usar la palabra como ese medio poderoso. Reiteramos nuestra voluntad, como órgano de la Iglesia Metodista de México en su misión de proclamar el Reino de Dios en nuestro país, nuestro compromiso de expandir nuevos valores solidarios, nuevos estilos de vida, nuevas solidaridades y amor hacia el prójimo, nuevas prioridades para ir eliminando facetas de la injusticia en el mundo, abrir ojos que se unan al uso de la palabra como medio de enlace entre las aspiraciones de nuestros lectores.

Como parte de la Red de Comunicadores Metodistas de América Latina, consideramos que la comunicación es un ejercicio espiritual que crea significados trascendentes entre los seres humanos en sus múltiples formas de entender y vivir su espiritualidad. Creemos que la comunicación afirma la justicia y desafía la injusticia. Finalmente, comunicar es tener en claro que la misma debe plantearse llegar a donde los grandes multimedios no llegan y marque una agenda comprometida con el Reino de Dios. Sobre todo, comprometida con la reforma de nuestras naciones mediante el Evagelio transformador de nuestro Señor Jesucristo.

En esta edición, estimado/a lector/a, encontrarás diversos comentarios sobre el alimento espiritual a partir de vivencias que encontramos en la experiencia comunitaria. Desde el ámbito familiar, hasta el ámbito eclesial pasando por el ámbito social. Desde las relaciones conyugales y el papel que Dios nos muestra en su Palabra, el papel de la mujer y su marco de acción en el ámbito de nuestra Iglesia, y hasta el sentido de la pastoral juvenil entendiendo la importancia de este sector en nuestra sociedad y en nuestra propia comunidad de fe, en una época en donde la volatilidad de las concepciones ideológicas hace que todos estos grupos se encuentren expuestos a muchos distractores de la fe, lo que los hacen vulnerables antes los embates de la ignorancia, la falacia y el engaño.

Por otro lado, valoramos la oportunidad que Dios y la Iglesia nos da en la construcción del Reino a través de la palabra escrita. Es nuestra invitación a que este ministerio nos ayude a “renunciar, pues, a toda malicia, a todo engaño, hipocresía, envidia o maledicencia”. Que seamos un apoyo a todo el pueblo cristiano sea “nutrido de la leche pura del Espíritu para que con ella crezcan y reciban la salvación, ya que han gustado la bondad del Señor” (1 Pedro 2:1-3).

Y, es que, aunque Jesús nunca definió “El Reino de los Cielos”, sí dejó muchas pistas y señales. Es la causa de Dios en el mundo; no es un nuevo territorio, sino un nuevo orden. Es un reino donde El nombre de Dios será glorificado, todo pecado perdonado y todo mal vencido: donde los pobres, los hambrientos, los que lloran y son quebrantados serán reivindicados. Donde el dolor y sufrimiento terminarán; donde habrá absoluta justicia, intrépido amor, reconciliación universal, paz eterna; en donde se manifestará la salvación, la plenitud y la consumación de la presencia de Dios. 

El Reino es la meta de la vida cristiana y del universo. Que sea nuestro anhelo permanente alcanzarlo, como una aspiración permanente:

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante” (Filipenses 3:12-13).

Que sea una realidad el Reino de Dios en nuestra vida, nuestra familia, nuestra comunidad y nuestra Iglesia. El Reino es dádiva, es esperanza y tarea. Que sea en nosotros un compromiso radical con el ser humano y con la humanidad.