Cristo ya lo ha hecho todo
Una de las últimas expresiones de Cristo en la cruz del Calvario fue: “Consumado es”, y la recordamos en Semana Santa, una de las conmemoraciones más significativas del pueblo cristiano alrededor del mundo. Nuestro Señor, en esa hora aciaga, hablaba del cumplimiento de la “Palabra” en Él mismo. Fue, pues, la proclamación en boca de Cristo del cumplimiento perfecto de la Sagrada Escritura en su persona. Esta frase pone de manifiesto que Jesús era consciente de que había cumplido hasta el último detalle su misión redentora y la culminación del programa de su vida.
Cristo culminó la obra para lo que fue enviado a la tierra. Su vida, su muerte y su resurrección hizo realidad las profecías que se indican en el Antiguo Testamento. Culminó un gran final, pero también significó el inicio de un gran pacto.
La cruz es importante y necesaria porque simboliza el que Cristo asume la culpa de la humanidad, asume la ira de Dios sobre El por el pecado de la humanidad. Pone de manifiesto la bondad de Dios, Su misericordia. La razón de este mensaje es que Cristo terminó su obra, cumplió con los requerimientos de Dios. Y Lutero, con este conocimiento, lo puso en sus tesis, y sirvió de inicio la Reforma Protestante que ha vuelto la iglesia a la cruz de Cristo.
Hoy en acción: sólo Cristo
Los reformadores protestantes del siglo XVI estuvieron decididos a repudiar la idea de que la Iglesia posee facultades jurisdiccionales, y que, así, tiene autoridad para dirigir y regular la vida cristiana. Ello generó cambios paradigmáticas en todos los ámbitos del quehacer humano, no sólo en términos espirituales, sino también en ámbitos impensados como la ciencia, la política y la economía.
Actualmente, estamos viviendo una época de emergencia de nuevos paradigmas de vida y cultura en medio de los inicios de la llamada modernidad. O quizás, también, el comienzo del fin de una manera determinada de creer para enfrentar el advenimiento de una nueva civilización, de una nueva cultura, de una nueva economía. Los cristianos creemos que vivimos en el advenimiento del Reino. Es decir, el cumplimiento perfecto de la Ley y los Profetas, con la responsabilidad del sacerdocio universal: una realidad por construir. Martín Lutero tenía razón, por supuesto, al decir que la justificación es por la fe en Jesucristo. Pero el significado completo de Romanos 1:16 es que el pueblo de Dios debe vivir y actuar ahora por la fe en la totalidad de las promesas del Reino de Dios. Más que la justificación personal está en juego.
Nuestra confianza debe estar en Jesucristo y en la promesa de Dios de que “la tierra será llena del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren el mar”. En contexto, la fe aquí se refiere a “la visión”, que es explícitamente una visión del cumplimiento de los propósitos de Dios (1 Ti. 2:1-6): el reino de Dios en plenitud. Así que los seguidores de Jesús nos convertimos no sólo en creyentes para nuestra propia salvación, sino en obreros y “confiadores” en la venida plena del Reino de Dios en la tierra.
Que esta época de Semana Santa nos convoque a proclamar el Reino, con la Palabra encarnada dirigiendo cada una de nuestras acciones. Escuchemos las palabras de Charles H. Spurgeon (1834-1892), predicador inglés, sobre la necesidad de publicar estas verdades eternas:
“Hijos de Dios, ustedes que por fe recibieron a Cristo como su todo en todo, proclamen cada día de sus vidas que «Consumado es». Vayan y díganlo a quienes se están torturando a sí mismos, pensando ofrecer satisfacción por medio de obediencia y mortificación.
En todas partes de la tierra hay quienes piensan que la miseria del cuerpo y del alma puede ser una expiación por el pecado. Corre hacia ellos, detenlos de su locura y diles: «¿Por qué haces esto? Consumado es». Cristo ha sufrido todos los dolores que Dios exige; toda la satisfacción que demanda la ley por medio de la agonía de la carne, Cristo ya la ha sufrido. ¡Consumado es!
Y cuando hayan hecho esto, busquen a continuación a los ignorantes cumplidores de votos de Roma. Cuando vean a los sacerdotes dando la espalda al público, ofreciendo cada día el pretendido sacrificio de la misa, y mostrando la hostia en alto (un sacrificio, dicen) «un sacrificio incruento para los vivos y los muertos», clamen, ¡detente, falso sacerdote, detente! Pues, «Consumado es». ¡Cesa, falso adorador, cesa de inclinarte, pues «Consumado es»! Dios no pide ni acepta ningún otro sacrificio que el que Cristo ofreció de una vez por todas sobre la cruz.
A continuación vayan a los insensatos en medio de sus compatriotas que se llaman a sí mismos protestantes, después de todo, que piensan que mediante sus ofrendas y su oro, sus oraciones y sus votos, que por asistir a la iglesia o a la capilla, por sus bautismos y sus rituales, se harán a sí mismos aptos para Dios; díganles: Deténganse, «Consumado es»; Dios no necesita esto de ustedes. Él ya ha recibido suficiente; ¿por qué quieren colgar sus harapos inmundos del lino fino de la justicia de Cristo? ¿Por qué quieren agregar su moneda falsificada al caro rescate que Cristo ha pagado a la casa del tesoro de Dios? Cesen de sus dolores, de sus obras, de sus representaciones, pues «Consumado es»; Cristo lo ha hecho todo».
