Mi Cristo vs. la Cultura de la Violación

Mi Cristo vs. la Cultura de la Violación

Daniela Berdía Pfeifer

Durante este invierno vimos en Chile que muchas universidades, facultades y colegios estuvieron paralizadas, esta vez no pidiendo el fin al lucro, sino que protestando el trato que recibimos las mujeres por el simple hecho de ser mujeres. Han salido a la luz muchos casos de abuso sexual, de violación, de discriminación, de acoso y humillación. Hace un par de meses me enteré que alguien con quien fui cercana en el colegio fue violada por uno de nuestros ex profesores. Al mismo tiempo supe que un amigo mío fue abusado a los 11 años cuando le dijo al su consejero en un campamento que sentía atracción por personas del mismo sexo. En mi universidad se reveló que entre 4 o 5 estudiantes hombres habían violado a una compañera de carrera hace un par de años. Supe también que un ex jefe de carrera en realidad había sido destituido de su cargo por cometer acoso sexual. Cada día de aquella semana leía una nueva noticia sobre alguna mujer o niña siendo violentada y ultrajada, por su profesor, por su padre, por su abuelo, por su tío, por su pareja…

Me deprimí mucho viendo estas cosas. Me dolía el alma. Quería llorar y abrazar a cada una de estas víctimas. Quería hacer justicia con mis propias manos para que estas cosas no vuelvan a ocurrir. Pero no sabía qué hacer. Mientras escuchaba a mi amigo decirme cómo el abuso lo había dañado permanentemente, mientras leía a mi amiga decir que de nuevo tenía pensamientos suicidas, no sabía qué hacer. Me senté a pensar sobre esto y me di cuenta que también soy víctima, de que también he sido acosada, que he pasado por abuso emocional y que he sido discriminada por mi sexo. Y entonces no sentí pena, sentí rabia e impotencia. ¿Cómo iba a hacer algo por ellos si no podía hacer nada por mí misma?

Un día en Facebook vi un evento: Marcha en contra de la cultura de la violación. Algo había escuchado de eso, así que leí un poco al respecto.

La cultura de la violación es el entorno en el cual la violación ostenta una posición preponderante y en la cual la violencia sexual infligida contra la mujer se naturaliza y encuentra justificación tanto en los medios de comunicación como en la cultura popular. La cultura de la violación se perpetúa mediante el uso de lenguaje misógino, la despersonalización del cuerpo de la mujer y el embellecimiento de la violencia sexual, dando lugar a una sociedad despreocupada por los derechos y la seguridad de la mujer. (Marshall University’s Women’s Center)

¿Cuántas veces has visto, escuchado o experimentado alguna de estas situaciones?

Una mujer es violada y alguien dice “bueno, ella se lo buscó, mira cómo andaba”.

Una mujer denuncia una violación o acoso sexual y alguien señala que probablemente sea mentira, que ella sólo quiere arruinarle la vida a alguien más.

Una niña es golpeada en la escuela por un niño y su madre le dice “le debes de gustar”.

Un hombre le grita a una mujer en la calle en qué posición sexual le gustaría tenerla, sin ningún otro contexto.

Estás con un grupo de amigos y alguien dice una broma sobre el acoso sexual, todos se ríen y le siguen la onda.

Hay un afiche publicitario con una mujer semidesnuda y nadie dice nada, pero ven a una mujer dándole pecho a su bebé y le dicen que es algo asqueroso y ofensivo.

Todas tus amigas saben, en teoría, cómo no ser violada, porque fue algo que les enseñaron hace bastante tiempo.

La masculinidad es definida como ser agresivo y dominante. La feminidad es definida como ser sumisa y pasiva.

Todas estas cosas son parte de la cultura de la violación. Son cosas bastante cotidianas, ¿no crees? Así que decidí ir a la marcha. Hablé con unos cuantos amigos y fuimos como grupo con un lienzo que dice: “Adán, ¿por qué nos sigues culpando?”

Para mí esa marcha y este lienzo tienen múltiples significados. Por un lado, unirme a esa marcha significó unirme al grito de dolor de las mujeres de este país, un grito angustioso que también es mío. Por otro, es ejercer un legítimo derecho y deber como ciudadana, de manifestar las inquietudes que tenemos como sociedad y para pedirle a nuestros representantes y autoridades que hagan algo al respecto.

Sobre el lienzo, por un lado es una crítica a la cultura de la violación, de que las mujeres seamos consideradas como las culpables, de que si nos violan o nos matan, es culpa nuestra. A su vez, es señalar el pecado de la cultura de la violación y las consecuencias que tiene, incluso en nuestras iglesias locales. ¿Me creerían si les dijera que una vez en una “respetable” página sobre teología leí que el pecado original fue culpa de la mujer porque Eva fue feminista y que por eso toda la humanidad y la tierra sufre? Desearía que fuese mentira.

Los que asistimos a aquella marcha y apoyamos esta causa recibimos mucha crítica al respecto. Es cierto que el feminismo no es perfecto, que como toda filosofía humana, es incompleta. Sé que la liberación del pecado que nos oprime vendrá sólo cuando Cristo venga nuevamente a la tierra, pero creo que es una terrible equivocación decir que nosotros como cristianos no deberíamos hacer nada y simplemente confiar de que Dios hará algo. Dios hará, sí, a través de nosotros. Dios ya hizo, nos dijo exactamente qué hacer y está en nuestras manos hacerlo, no es sólo predicar, y a la vez, es exactamente eso.

I. Llorar con los que lloran

En Romanos Pablo le escribe a los cristianos en Roma y les señala cuáles son sus deberes como cristianos, entre ellos amar con fraternidad, ayudar a los necesitados, servir fervientemente y llorar. ¿Qué? ¿Llorar? ¡Sí, llorar con los que lloran!

Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran (Romanos 12:15 NTV)

Se trata de algo que comunmente llamamos “empatía”, es decir, tener la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos (RAE). En otras palabras, “ponerse los zapatos del otro” y entender su dolor. También Jesús nos habla del llanto en el Sermón del Monte.

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”.

Mateo 5:4 RV60

Estas mujeres que marchan, que protestan gritando “vivas nos queremos”, están viviendo el duelo de la muerte de miles de mujeres por causa del machismo y la misoginia. Cuando Nehemías se enteró de lo mal que lo estaban pasando en Jerusalén, aun después de escapar del cautiverio, él se sentó y lloró (Nehemías 1:4). Cuando tú te enteraste de ese caso de abuso sexual en tu campus (pareciera que cada facultad tuviese al menos uno), ¿qué hiciste?

II. La misericordia triunfa sobre el juicio

Algo que he leído bastante también en estos meses han sido palabras de juicio hacia distintos “tipos” de mujer.

Las mujeres que son feministas odian a los hombres.

Las mujeres que abortan son todas unas asesinas.

Las mujeres que no se quieren casar están en contra de Dios.

Las mujeres que no quieren tener hijos son egoístas.

Las mujeres que son lesbianas son depravadas sexuales.

Las mujeres que protestan con los senos destapados son feminazis.

Las mujeres que….

¡Cuánto juicio y cuan poca misericordia! ¿Se supone que eres cristiano? ¿Dónde está tu amor al prójimo? (1 Juan 4:8) ¿Acaso no sabes que no debemos juzgar a los demás?(Lucas 6:37) ¿Acaso no sabes que lo que Dios quiere es misericordia? (Oseas 6:6)

“Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”.

Santiago 2:13 RV60

Menos juicio, más misericordia. Te pido que por favor vayas y que converses con estas mujeres, con cualquier mujer, y que la escuches. Te darás cuenta que lo que ellas necesitan es un mensaje de esperanza y amor, no de juicio. El evangelio es Buenas Noticias. Cuando empatizamos y amamos a las personas predicamos a Cristo, de aquel que se entrego por completo por nosotros aun cuando nosotros estábamos muertos en pecado.

III. Hacer justicia

Cuando Jesús llega a Nazaret luego de iniciar su ministerio él lee un pasaje de Isaías:

«El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha ungido para proclamar buenas noticias a los pobres; me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos, a dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a proclamar el año de la buena voluntad del Señor».

Lucas 4:18-19

Es en este momento en que podemos ver la identificación de Jesús hacia los menos favorecidos de la sociedad: los pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos, los necesitados. También en distintas partes de la Biblia podemos ver el mandato de ayudar a las personas en necesidad. La religión pura y sin manchas es ayudar a los huérfanos y a las viudas (Santiago 1:27)  y la fe sin obras es muerta (Santiago 2:14), ¿cierto? Reflexionemos un poco al respecto entonces. Si en aquella época los más desamparados eran, precisamente, los húerfanos y las viudas, ¿quiénes serían entonces hoy en día? Estoy bastante segura de que podemos identificar a más de un grupo de personas que a diario se enfrenta a la opresión y/o discriminación, entre ellos, las mujeres en su conjunto, sin importar su nacionalidad, religión, estrato socioeconómico, etc.

Volvamos al tema que nos convoca. Si tu hermana se enfrenta sistemáticamente a una cultura que normaliza la violencia hacia ella, y alguno de ustedes le dice: «Anda tranquila; y cuídate de que no te violen o te maten», pero no hace nada para cambiar esa cultura, ¿de qué sirve eso? (Parafraseando un poco Santiago 2:16-17.)

Si nosotros fuimos llamados a continuar el ministerio de Jesús, por supuesto que tenemos que predicar las Buenas Noticias, pero también debemos velar por el bienestar físico y mental de quienes nos rodean. Si vemos que se cometen injusticias en contra de los más necesitados, no nos podemos quedar callados.

“¡Hombre! El Señor te ha dado a conocer lo que es bueno, y lo que él espera de ti, y que no es otra cosa que hacer justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios”.

Miqueas 6:8 RVC

IV. Y los fariseos le trajeron una mujer

A veces los cristianos me preguntan cómo puedo ser feminista si esa es una “ideología humana”. Otras veces las feministas me preguntan cómo puedo ser cristiana si la iglesia ha oprimido tanto a las mujeres. Mi respuesta es sencilla: por Jesús.

Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio, le dijeron: —Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio, y en la Ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?

Esto decían probándolo, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: —El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, fueron saliendo uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los más jóvenes; solo quedaron Jesús y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: —Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?

Ella dijo: —Ninguno, Señor.

Entonces Jesús le dijo: —Ni yo te condeno; vete y no peques más.

Juan 8: 3-11 RV95

En este pasaje de la Biblia vemos tan claramente que parte del ministerio de Jesús significó la reinvindicación femenina. Según la ley de aquella época, si se encontraba a dos personas teniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio, ambos debían morir apedreados. Sin embargo, en este relato vemos que sólo trajeron a la mujer ante Jesús, y mientras estos intentaban ponerlo a prueba, él tranquilamente dibujaba en la tierra. “Ni yo te condeno” le dice a aquella mujer.

Jesús reconoció la dignidad intrínseca de las mujeres, ministró a sus necesidades físicas, emocionales y espirituales, ignoró los juicios de la época y las trató como agentes morales libres y responsables, capaces de discernir entre lo bueno y lo malo y de tomar sus propias decisiones. Les habló con ternura y también las confrontó con su pecado.

En la geneología de Jesús hubo una prostituta, una extranjera, una mujer ultrajada y una mujer embarazada antes de casarse (Mateo 1: 1-16) La mujer samaritana, extranjera y adúltera, fue la primera evangelista (Juan 4: 5-30). María se sentó a los pies de Jesús, entre los hombres, a aprender de él (Lucas 10: 38-42). Marta confesó que Jesús era el Mesías y vio a su hermano resucitado (Juan 11: 1-45). La mujer sirofenicia tuvo un debate teológico con Jesús mientras comía y recibió el milagro que ella pedía (Marcos 7: 24-30). Habían mujeres que seguían a Jesús como sus discípulas y que sustentaban económicamente su ministerio (Lucas 8: 1-3). Las primeras en enterarse de la resurreción del Cristo fueron mujeres (Marcos 16: 1-7). Y luego, en la iglesia primitiva, siguieron habiendo mujeres que predicaban, que enseñaban y que ministraban, como Lidia, Febe, Priscila, Evodia, Sintique, Cloé y Ninfas, y hoy también hay mujeres que hacen estas cosas. En mi iglesia, a quién más disfruto escuchar cuando predica y de quién más he aprendido sobre caminar con Jesús es una mujer.

…dada la antropología inclusiva y holística manifestada en Jesús de Nazaret, la cristología debería significar el fin del patriarcalismo —pero no ha sido así. Caminamos por fe y no por vista, no habiendo visto todavía, salvo en pequeñas anticipaciones, los frutos de la justicia de género; tal vez es por eso que las teologías feministas latinoamericanas hablan de la “vocación escatológica” de las mujeres que siguen (que seguimos) a Jesús. Parafraseando al apóstol Pablo: “Nosotras, por medio de la Ruaj/Espíritu, esperamos por fe la esperanza de la justicia” (Gálatas 5:5).

“La porfía de la resurrección”, Bedford, pág. 134

Entonces, mi Cristo vs. la cultura de la violación, la misoginia, la violencia de género, el machismo, la opresión, la discriminación y tantas otras cosas… Él triunfa sobre todo esto y mucho más. Cristo ha triunfado sobre todo sufrimiento e incluso sobre la misma muerte. Él triunfó sobre el origen de todos nuestros males: el pecado. Es por eso que hoy, viendo la vida, muerte y resurrección de Jesús, muchos seguimos luchando con porfía, haciendo sus obras y declarando las Buenas Noticias.

Oro para que leyendo esto, reflexionando en torno a las Escrituras y conversando con Dios, comprendas y hagas algo, aunque sea escuchar a tu compañera y decirle que hay esperanza.


REFERENCIA
Berdía-Pfeifer, Daniela. (2018). Mi Cristo vs la cultura de la violación. Agosto 11, 2018, de danydechile Sitio web: https://danydechile.wordpress.com/2018/08/11/mi-cristo-vs-la-cultura-de-la-violacion