Obispo Moisés Morales Granados
Ciudad de México, a 30 de abril de 2021.
Amados hermanos y hermanas de la Conferencia Anual de México,
Durante los últimos meses nuestro país ha sufrido los estragos de la pandemia de COVID-19 que ha provocado no sólo la muerte de miles y el contagio de millones, sino también graves consecuencias económicas, familiares y en la salud mental. Aunado a esto, nuestro país se encuentra en un proceso electoral de grandes dimensiones y profundos conflictos que se han agravado con el paso de las semanas. No son ajenos a nuestra sociedad e iglesia los numerosos casos de corrupción y mutuas acusaciones entre personajes de la vida política del país. Esto ha traído división a la sociedad mexicana que debe sobrevivir a las consecuencias de la pandemia y de otros problemas que por años ha cargado en sus espaldas.
La iglesia no es ajena a la vida pública del país, pues es en la sociedad donde hemos sido llamados a proclamar el evangelio de Jesucristo. Nuestra lectura de la Biblia y la vivencia de fe está en constante diálogo con los acontecimientos diarios y las problemáticas que viven nuestras ciudades y comunidades. De otra manera, sin hacer caso al contexto en que se vive, la predicación evangélica carecería de valor, puesto que anunciamos al Dios que se hizo carne para habitar entre su pueblo. Predicar al Dios encarnado es encarnar la Palabra en el tiempo en que vivimos.
Frente al difícil clima político que vivimos y las presiones de diferentes actores públicos, es necesario presentar las siguientes consideraciones a la iglesia:
- La proclamación evangélica y profética de la iglesia no está sujeta a tiempos electorales, ni está comprometida con ningún actor u organización política. Como iglesia cristiana confesamos nuestra fe en medio del contexto social que vivimos, anunciamos el advenimiento del reinado de Dios y proclamamos la justicia, paz y alegría en el Espíritu. Esta confesión, anuncio y proclamación trasciende los tiempos electorales y no se identifica plenamente con ninguna realidad presente. Seguimos esperando la plenitud del reinado de Dios.
- La iglesia está interesada en la vida pública, pero no en la vida partidista. La iglesia debe permanecer siendo iglesia y no debe hacer uso de los mismos métodos del Estado o los partidos políticos para ejercer su función. Como iglesia denunciamos lo injusto y anunciamos la justicia, pero no deseamos acceder a la vida partidista para hacer nuestra labor. Parte de nuestra labor teológica y pastoral es informarnos de la vida pública del país (pues en lo público es donde proclamamos el evangelio), pero no formamos parte, ni nos identificaremos, con partido u organización política alguna.
- La relevancia de la iglesia no es medida por su capacidad de penetrar en la vida partidista, sino por su fidelidad al evangelio de Jesucristo. La iglesia será relevante mientras ejerza su misión profética y misional: confesar a Jesucristo como el Señor y anunciar el advenimiento del reinado de Dios caracterizado por la justicia, la paz y el gozo, que es lo opuesto a lo que hoy quita o limita la plenitud de vida del ser humano y la creación.
- Si bien la iglesia es ajena a la vida partidista y rechaza involucrarse de esa manera en los asuntos públicos del Estado, la iglesia no es imparcial pues ha sido llamada a acompañar a las víctimas. Su mirada está dirigida en quienes están abajo y, en el acompañamiento de quienes han sido marginados y marginadas, es desde donde denuncia la injusticia de las políticas públicas o las acciones de quienes ejercen el poder. La denuncia de la injusticia sólo es viable mientras se anuncie la justicia del reinado de Dios y se manifieste en acciones visibles de acompañamiento y solidaridad.
- Rechazamos cualquier partido o alianza partidista que se identifique como cristiana o evangélica. No seremos parte de ninguna alianza de este tipo, ni promoveremos a ningún partido o candidato que enarbole esa bandera. La iglesia debe permanecer siendo iglesia, por lo que hacemos caso de la Declaración de Barmen cuando afirma que: “La comisión de la Iglesia, sobre la cual está fundamentada su libertad consiste en anunciar el mensaje de la gratuita gracia de Dios a todo el pueblo, en representación de Cristo y, por consiguiente, en el ministerio de su propia Palabra y obra por medio del sermón y los sacramentos. Rechazamos la falsa doctrina según la cual pareciera que la Iglesia, en arrogancia humana, pidiese poner la Palabra y la obra del Señor al servicio de cualesquiera deseos, propósitos y plan escogidos arbitrariamente”.
- Reconocemos la necesidad temporal del Estado para poder organizar la vida pública. Debemos subrayar que el Estado, las organizaciones políticas y los personajes en eminencia son falibles y temporales, por lo que no pueden ser comparados con el reinado de Dios, ni deben ser tenidos como perfectos. El Estado, las organizaciones políticas y los personajes de la vida pública pueden anunciar o actuar según el reinado de Dios, pero no pueden ser identificados con él. Por lo tanto, deben ser sometidos al escrutinio del Evangelio, señalando aquello que no corresponde a la justicia. También se les debe acompañar en oración, tal como se recomienda en el texto bíblico.
- Como iglesia mexicana, al reconocer la necesidad temporal del Estado, tenemos el compromiso de guardar el Estado Constitucional de Derecho como la mejor manera vigente de mantener la paz pública. Por lo tanto, invitamos a lo siguiente:
- A ejercer el derecho del voto como responsabilidad ciudadana. El voto es el instrumento que tenemos las y los ciudadanos para decidir sobre las personas que llevarán a cabo las políticas públicas que afectarán, en beneficio o perjuicio, a toda la población.
- A mantener el respeto y el diálogo en las diferencias. La falta de coincidencia entre opiniones políticas no debe llevar al conflicto ni la agresión, ni en persona, ni en redes sociales digitales. Ante todo, nos hemos de conducir en el amor de Jesucristo.
- A mantener prudencia como ministros y ministras de culto. El orden constitucional de nuestro país exige no hacer proselitismo a favor o en contra de candidato alguno, ni como ministros ni en los espacios de culto, por lo que es nuestro deber el seguir este precepto originado por la difícil historia de violencia de nuestro país.
- A escuchar y analizar las diferentes propuestas políticas, y contrastarlas con la justicia, la paz y el gozo del reinado de Dios. Si bien ninguna propuesta política ha de ser identificada con la realización del reinado de Dios, sí es nuestra responsabilidad cristiana votar por aquella que se acerque a los principios que anunciamos.
- Por último, la urgencia de este tiempo nos llama a tener por prioridad de la vida pública del país la erradicación de la pobreza, la justicia de género y el cuidado del medio ambiente frente a la crisis climática. Reflexionemos sobre esto y exijamos a los personajes de la vida política que, lejos de interesarse sólo en la simpatía ciudadana, se comprometan con los temas urgentes que enfrenta nuestra nación, por el bien nuestro y la sobrevivencia de las generaciones futuras.
La iglesia debe ser ejemplo del Estado a través de la justicia, la paz y la alegría en sus relaciones, y el compromiso y solidaridad con quienes hoy sufren.
En Cristo, el Señor,
Obispo Moisés Morales Granados.