Los amigos de Jesús
El ministerio de la unidad dentro de la Iglesia, es crucial. Se trata de la integridad de los cristianos y la autenticidad de nuestras acciones. Fue la oración de Jesús por nosotros, por lo que trabajar hacia la unidad visible entre los cristianos sigue siendo digno de nuestros esfuerzos.
Pero la unidad no quiere decir uniformidad. Dios nos habla a través de Su Espíritu como Él lo dispone, no como nosotros lo haríamos. Y la unidad cristiana no se basa en doctrinas, liturgias o reglamentos. Ni siquiera en mandamientos o leyes. Se basa en el amor y en la misericordia. Que nos amemos unos a otros, eso es el sello de identidad. Por eso conocerán que somos Sus discípulos, porque nos tenemos amor los unos con los otros.
Y si en ello estamos unidos, entonces tiene sentido re-unirnos. Reunirnos una y otra vez. De lo contrario, sólo nos juntamos, no nos re-unimos.
Jesús mostró una misericordia abrumadora y asombrosa hacia esta mujer atrapada en el pecado. Su respuesta a ella después de que cada persona se hubiera ido como perros con la cola atrapada entre las piernas, fue «no juzgar». Hacer realidad el amor de Dios con nuestro prójimo. ¿Cuántas veces somos prontos para hacer evaluaciones y juicios, aún con la mejor intención? Detengámonos un momento. Aprendamos de nuestro Maestro de Maestros que, aún con el compromiso a cuestas de hacer juicio, siguió enseñando en la tierra a sus discípulos cuando era forzado a juzgar a la mujer pecadora.
El amor de Cristo nos provee amparo y fortaleza, pero todo a su tiempo. Observar sin evaluar, Exhortar sin atemorizar. Este tiempo nos ofrece esa oportunidad para la unidad espiritual y para sanar.
Hoy quizás vivimos tiempo de reestructuración personal que nos exigen someternos al amparo del señor, pero que será fortaleza para emprender más y mejores acciones de amor de aquí en adelante.
Entre algunos cristianos, en la actualidad, hay quienes hacen poco caso de la Palabra de Dios, y dicen que no importa la clase de vida que vivan, con tal de que crean verdades fundamentales de la fe, como la salvación, mediante la gracia de Dios. Sin embargo, Dios usa Su Palabra para revelarnos, cuándo no estamos viviendo según Su voluntad, a través de nuestra conciencia sensibilizada por el Espíritu Santo.
Permanecer en Cristo significa mantener comunión y compañerismo constante con Él, es decir, todo el tiempo. Acabamos de hablar del poder limpiador de la Palabra de Dios. Ésa es una parte del permanecer en Cristo. Debemos ser limpiados diariamente.
Cristo nos llama a ser sus amigos.
“Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Esto os mando: Que os améis unos a otros”.
Juan 15:12-17
Cristo estaba hablando aquí, en este discurso, a creyentes. Amar como Él nos ha amado, es amar en el nivel más elevado. La vida cristiana no es un asunto que se deja llevar por las circunstancias que se vayan presentando. ¡No! La vida cristiana es seguir Sus instrucciones, y Sus instrucciones son muy claras.
Somos los amigos de Jesús si hacemos lo que Él nos ha mandado. Nos dijo que nos revelaría lo más íntimo de su Ser. Y Dios quiere revelarse a nosotros a través de un propósito.
El propósito de Dios es que produzcamos fruto, no simplemente un fruto pasajero, sino fruto que permanezca.
