Carlos Alejandro Muro Flores
“El 75 por ciento de los cristianos jóvenes abandona la iglesia después de la secundaria”.
USA TODAY
En cualquier comunidad de fe es notoria la disminución en el número de congregantes de adolescentes, jóvenes y recién casados.
El estudio Fuller encontró que la mayor parte de los programas para jóvenes en las iglesias tienden a enfocar sus energías en proveer entretenimiento o en temas periféricos en lugar de centrarse en edificar a los jóvenes en su FE. Como resultado, nuestros adolescentes están mal equipados para enfrentar los desafíos y dudas que encontrarán en el mundo. Esto propicia que al tener cierta edad y cierta independencia decidan por su cuenta dejar de comprometerse dentro de las comunidades de fe y se ausenten; otros seguirán asistiendo pero sin sentir o tener una relación con Jesús en sus vidas, solo la inercia vacía de asistir un rato y cumplir con los padres y con el tiempo también se alejarán.
Sus vidas las vemos transcurrir sin palpar en ellas un amor, deseo o interés de ser como Jesús y buscarlo con todo su corazón, mente y fuerzas; al contrario, pareciera que les estorba y sale sobrando en sus vidas.
¿Pero como es que esto sucede si viven con nosotros que tenemos o decimos tener una fe firme?
Si bien al llegar a cierta edad ya son independientes -y es normal y deseable que decidan por ellos mismos- algo en su formación en la FE falló.
El salmo 78 nos da una idea de que pudo haber sucedido:
“Oh pueblo mío, escucha mis enseñanzas;
Salmo 78:1-8 NTV
abre tus oídos a lo que digo,
porque te hablaré por medio de una parábola.
Te enseñaré lecciones escondidas de nuestro pasado,
historia que hemos oído y conocido,
que nos transmitieron nuestros antepasados.
No les ocultaremos estas verdades a nuestros hijos;
a la próxima generación le contaremos
de las gloriosas obras del Señor,
de su poder y de sus imponentes maravillas.
Pues emitió sus leyes a Jacob;
entregó sus enseñanzas a Israel.
Les ordenó a nuestros antepasados
que se las enseñarán a sus hijos
para que la siguiente generación las conociera
-incluso los niños que aún no han nacido-
y ellos a su vez, las enseñarán a sus propios hijos.
De modo que cada generación volviera a poner su esperanza en Dios
y no olvidará sus gloriosos milagros,
sino que obedeciera sus mandamientos.
Entonces no serán obstinados, rebeldes e infieles como sus antepasados,
quienes se negaron a entregar su corazón a Dios”.
¿Seremos nosotros al NO enseñar a nuestros hijos quien es Jesús y su obra, CORRESPONSABLES de su falta fe?
¿Verdaderamente los estamos instruyendo en las enseñanzas de la Palabra y dándoles buen ejemplo al respecto?
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones….enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”.
Mt. 28:19-20 RV1960
Y esto también incluye aplicarlo a nuestra familia, hijos incluidos.