EDITORIAL

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Fe Consentida o Fe con Sentido

Cada vez más el desarrollo tecnológico nos hace la vida más cómoda. Minimiza esfuerzos o nos evita desplazarnos para comunicarnos con alguien o para adquirir cualquier clase de satisfactor. Todavía a mediados del siglo XIX, la comunicación humana se realizaba por medios que, en la mayoría de los casos, estaba limitada a la capacidad del cuerpo humano. El traslado de personas y bienes se hacía a caballo y, sólo en escasos países del mundo y en rutas muy privilegiadas, por ferrocarril. El automóvil, el avión o el teléfono eran dispositivos absolutamente impensables. 

En los últimos 50 años, sin embargo, el desarrollo tecnológico ha sido aún más frenético. La segunda mitad del siglo XX y el casi primer cuarto del siglo XXI nos han asombrado todos los días con avances que parecen salir de historias de ciencia ficción. La ciencia y la tecnología tienen influencia en todas las actividades, siempre con la finalidad de hacer más cosas, más rápidas, más fáciles, más cómodas y más eficientes. Se trata de hacernos la vida más fácil, de consentirnos. Y el derrotero de la humanidad pareciera estar marcado con esta tendencia. Tan sólo en 2022, se estima que el 80% de los científicos que han existido en toda la historia de la humanidad, aún viven entre nosotros. Somos la generación del conocimiento, de la ciencia y de la tecnología.

Pero más aún, la vida espiritual de la humanidad también parece adquirir esos tintes frenéticos. Percibimos las bendiciones de Dios a la mano, se nos ofrecen los beneficios de la salvación por medio de fórmulas que, entre más sencillas y comprensibles, son más accesibles. La propia espiritualidad es ya es un mercado en el que la oferta y la demanda juegan un papel importante: el costo que ofrecen determina la demanda. A mayores facilidades y más “barata” sea la Gracia, más demanda habrá de fieles. Entre más cómodo y más fácil el acceso, más bendiciones estarán disponibles. Entre más fácil, mejor.

¿La fe es sólo confianza en Dios? El apóstol Pablo se enfrentó a una decisión crucial en su vida cuando caminaba a Damasco: seguir los mandamientos que le había sido inculcado desde su más temprana niñez, o cambiar de fe. Pablo era un hombre preparado, con formación académica, religiosa, empresarial y política. Sin duda, era un hombre de convicciones. Aún como Saulo de Tarso era un hombre fe, estaba convencido de lo que hacía, aunque ello significar maltratar a otras personas: los cristianos de la iglesia primigenia.

El Señor Jesucristo confrontó a Saulo, al grado de cambiar su forma de ver las cosas. Pero lo confrontó en tal medida que a su pregunta “¿Qué quieres que yo haga?”, le respondió con un contundente: “Levántate… y se te dirá lo que debes hacer”. No le ofreció ninguna bendición, ningún bien o beneficio inmediato. Lo comprometió a hacer cosas. 

¿Para qué nos sirve la fe? ¿Cuál es el sentido vital de la fe en Cristo Jesús? ¿Acaso es la entrada a un camino que, como las comodidades que nos trae el desarrollo tecnológico, se transita con las mayores y mejores “bendiciones”? ¿Es un camino sin sobresaltos en carretera pavimentado en auto de lujo? El mismo Pablo se enfrentó a esas vicisitudes en su propio caminar cristiano, llegando a la conclusión de que la fe no es para tomar una actitud contemplativa, sino para ejercerla “haciendo”. Es la fe que nos lleva a la tribulación, que produce prueba, paciencia y esperanza. Esa esperanza que no avergüenza, pero que se hace amando, “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:1-5).

Es pues, nuestro deseo, querido lector, que esta edición de El Evangelista Mexicano sea de edificación para ti, con diversos artículos que nos invitan a buscar la justicia, pero no por medio de la violencia sino por medio de la libertad que nos da Cristo. Por la mente que tenemos en Él, que nos lleve a ver por el débil y el necesitado. No es la fe que nos invita a “dejar de hacer cosas”, sino la que nos compromete a “hacer cosas” trabajando con ahínco por la construcción del Reino. Aquí y ahora. Que nos compromete a cambiar hábitos, que no es dejar de hacer “esto o aquello”, sino trabajar en nuestro carácter bajo la esperanza que no avergüenza, basados en el amor de Cristo que busca y atiende a quien le necesita. Que busca a los que sufren, como pastor que busca a sus ovejas lastimadas y heridas, mancilladas y humilladas.

En esta edición, celebramos la publicación de las memorias del pasado Encuentro Nacional de Pastores en octubre de 2021 y que, a pesar de las limitaciones de la distancia y la contigencia sanitaria, nos permitió celebrar usando los avances tecnológicos para guía sobre reflexiones hacia los temas que inquietan hoy a nuestra sociedad. Es nuestro deseo que sea la proclamación de que la fe en el Señor Jesucristo es un acceso magnífico a la vida cristiana, como una fe que nos da entrada a la Gracia de Dios y que nos acrecienta en el verdadero conocimiento a la Verdad. 

En suma, que nos encuentra con Jesús y nos da otra visión del mundo. Una visión que proviene de la mente del mismo Cristo, cuando nos invita a ver el mundo con otros ojos, la mirada del amor:

“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5:27-28).

“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mt. 5:38-39).

“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mt. 5:43-44).

No hay fe para “consentirnos”, sino “fe con sentido”. La fe nos da paz con Dios: nos da entrada al verdadero conocimiento de Dios. La fe nos debe guíar a prepararnos: académica, espiritual y científicamente. La fe nos guía en las tribulaciones, nos produce paciencia, nos prueba y nos da esperanza.

Pero, la fe y la esperanza sólo tienen sentido cuando el amor prevalece. La fe no es para gozarnos en lo personal, sino para servir a otros. Para mostrar la Verdad, reflejar a Cristo y para que México crea.