Metodistas Idénticos o Metodistas con Identidad
A nivel mundial, el metodismo busca identidad. Son muy interesantes las reflexiones que hacen en la actualidad los teólogos de nuestro movimiento configurando una identidad a partir de la experiencia y tradición del metodismo primitivo en la Inglaterra del siglo XVIII, pero también de la experiencia adquirida por el trabajo misionero del metodismo estadounidense de los siglos XIX y XX, así como su alcance en aquellas regiones “subdesarrolladas” para los ojos del misionero occidental, como son África, Asia oriental y Latinoamérica. La identidad metodista del siglo XXI, parece girar en torno al aparente dilema paulino de la Libertad y la Justicia, es decir, entre la Gracia y la Fe.
Históricamente, el metodismo ha sido promotor de la ilustración a través de centros educativos, desde la perspectiva de la luminosidad del Evangelio de Cristo, para el despertar de las consciencias a una nueva visión que regenera al individuo como fruto de un corazón nuevo que irradia y vive en el amor del Señor. En nuestro país y como parte de la comunidad latinoamericana, la Iglesia Metodista, desde 2004, el día 9 de febrero de cada año celebra el “Día de la Educación Metodista en América Latina”, conmemorando la fundación en 1874 de la primera Escuela Metodista en nuestro subcontinente: el Instituto Mexicano Madero, inicialmente en la Ciudad de México y trasladado años después a Puebla. Siempre con la visión de combatir el fanatismo, la idolatría y la ignorancia con la luz del saber, pero sobre todo, por la verdad liberadora del Evangelio de Vida que encontramos en Cristo Jesús.
Es nuestro deseo, querido/a lector/a, que en esta edición de El Evangelista Mexicano encuentres fuentes para contribuir al diálogo que amerita la hermenéutica biblica en temáticas, a veces espinosas y áridas, pero muy actuales y que hacen que nuestra sociedad se cuestione, dentro de su secularización, cuáles son las razones por las que Dios permite que suceda lo que vemos a diario. Pero eso no le quita validez al mensaje de Su Evangelio. Por el contrario, reta a la Iglesia Militante a seguirse iluminando con la luz de Cristo “para añadir cada día a aquellos que han de ser salvos”.
Sin duda, la labor preeminente de la educación, en todos los niveles y ámbitos, es el combate a los fanatismos y los prejuicios. También, el desarrollo armónico de todas las facultades del ser humano fomentando valores, “el respeto a todos los derechos, las libertades, la cultura de paz y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y la justicia” (Artículo 3, Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos).
Por tanto, la educación se convierte en una contribución a la mejor convivencia humana, a fin de fortalecer el aprecio y respeto por la naturaleza, la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de las familias, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos; así como los prejuicios contra el diferente, contra las mujeres, contra el que tiene preferencias sexuales distintas, situación económica vulnerable e indígenas, entre otros muchos otros grupos y colectivos.
Por ello, vaya desde estas líneas, nuestro reconocimiento a la Universidad Madero en Puebla como parte del clúster de educación de aquel Estado de nuestra República. En ese ámbito, la participación de la UMAD es reconocida por las autoridades y comunidades estatales, pero también, en el ámbito nacional es reconocida por su apoyo a otras instituciones de educación superior que hoy mismo sufren el embate de grupos que usan el poder de manera facciosa. Nuestro reconocimiento a esa búsqueda de la justicia en la libertad de Cristo.
Es necesario que el metodismo mexicano participe en la construcción de la identidad del metodismo mundial desde la dialógica entre la pobreza y la riqueza; entre la opresión de un sistema económico injusto que permea en tierras latinoamericanas y la esperanza de una vida más benevolente en tierras norteamericanas; entre una fe fácil, cómoda y beneficiosa, y una fe con sentido, a partir de una hermenéutica basada en la empatía que nos ha enseñado el Maestro de Maestros.
No puede haber trabajo por la dignidad y la igualdad, sino por la visión moral que la origina basada en el mensaje de Cristo. Sigamos su ejemplo, identifiquemos y sentémonos con las personas rechazadas, oprimidas y violentadas. Establezcamos relación con ellas, pasemos tiempo con ellas, escuchemos sus heridas. En suma, amémonos unos a otros como Él nos amó primero.
Cuando el propio John Wesley fue cuestionado sobre la identidad del metodismo, simplemente afirmó:
“No puedo establecer una regla general. Todo lo que puedo decir en el presente es: ‘Si no les daña, escúchenlos; si ocurre lo contrario, absténganse. Dejen que sus conciencias determinen lo que han de hacer y que cada uno actúe según esté plenamente convencido en su propia mente’”.
Jesús no vino a afirmar nuestras ideas y confirmar nuestras ideologías. El llamamiento de Jesús, para el hombre, para la mujer, para la personas LGTB, para los violentados, para los heridos y vilipendiados, es a descubrir nuestra verdadera identidad en Él. La liberación que ello produce, pondrá fin a la eterna indefinición. Jesús es quién nos da identidad. Nadie más.
Que el amor de Cristo sea un hábito en nuestro corazón. Esa es la tarjeta de identidad del cristiano. Que ya no vivamos nosotros, más Cristo viva en nosotros. Y lo que ahora vivamos en la carne, lo vivamos en la fe del Hijo de Dios, quien nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros.
