<strong>145 Aniversario de la Escuela “Julián Villagran” en Pachuca</strong>

145 Aniversario de la Escuela “Julián Villagran” en Pachuca

Oswaldo Ramirez González

Introducción

Para la iglesia metodista de ayer y de hoy, la educación es un elemento primordial en el desarrollo de una sociedad. Nos acerca al conocimiento y su aplicación siempre debe apelar en pro a la igualdad y al progreso físico y espiritual de nuestro prójimo. En la historia e inserción del metodismo en nuestro país, la construcción de escuelas fue crucial en la expansión de la obra misionera. La penetración de metodistas y demás grupos de evangélicos extranjeros no hubiese sido posible si las condiciones políticas, sociales y económicas del territorio mexicano no fuesen las idóneas. La Constitución de 1857 (que contenía las leyes de secularización y desamortización religiosa), aunado a una necesidad de reconstruir la infraestructura que por años había sido destruida por guerras civiles, invasiones extranjeras y regionales entre ellas el sector educativo el cual para finales de la década de1870 se encontraba con grandes deficiencias tanto en los programas educativos como en las instalaciones, significó un doble esfuerzo y oportunidad para misioneros estadounidenses de la iglesia metodista Episcopal (IME) y la iglesia metodista Episcopal (IMES) ambas procedentes de Estados Unidos construyeran edificios educativos e iglesias (uno a lado del otro), ello en función a cumplir dos objetivos, contribuir con la alfabetización de localidades y ciudades, al mismo tiempo desarrollar (evangelizar) en la fe metodista. En pocas palabras crear “hombres nuevos” (Ruiz, 1992). 

La época dorada del metodismo en México tuvo un punto de alcance importante durante el Porfiriato; para principios del siglo XX el número de escuelas rurales, hospitales, normales, asilos, seminarios e institutos educativos sumaron más de 200 en todo el territorio mexicano. No obstante, el conflicto revolucionario iniciado a fines de 1910, la salida de los misioneros estadounidenses del país, las crisis económicas, el impacto de la influenza española y el reacomodo sociopolítico que derivó en la erección de la Constitución de 1917, trajeron consigo cambios para los que la iglesia metodista mexicana no estaba preparada enfrentar, pues ahora sin el apoyo delas sociedades misioneras del nuestro país vecino del norte el sostenimiento de la obra fue más complicado. 

Bajo estas circunstancias desde 1914 se reunieron delegaciones misioneras para lograr un cause que pudiera evitar las mayores pérdidas posibles y  que el trabajo  hasta entonces realizado tuviere una continuidad, aunque esta no fuese dentro de la misma denominación. El resultado de estas reuniones derivó en el Plan de Cincinnati de 1930 y en la pérdida de obra misionera metodista en varias regiones del país en favor a otras denominaciones protestantes. Tanto el patrimonio eclesial (iglesias) como educativo se vieron fuertemente afectados, de tal suerte que su capital material disminuyó significativamente. Para mediados de siglo XX en viras de otra época, algunas instituciones sobrevivientes se convirtieron en el icono, desarrollo y conservación de ese glorioso pasado institucional. 

En este sentido, la sobrevivencia y adaptación la iglesia metodista mexicana ha tenido que sortear con diversas situaciones a lo largo del siglo XX. Con las reformas constitucionales de 1992 la relación entre el Estado mexicano y las iglesias estableció la conformación de estas últimas en asociaciones religiosas. Este nuevo marco legal impidió de manera definitiva el vínculo administrativo directo entre una denominación religiosa y sus antiguas instituciones educativas y de asistencia. A la fecha existe un vínculo fraternal que lógicamente deriva en un apoyo económico entre un sector y otro (educativo metodista e institucional conferencial), para lo cual la Iglesia Metodista de México (IMMAR) mantiene un nexo esencial entre las instituciones educativas con estas las cuales están agrupadas en lo que se denomina como Red de Escuelas Metodista de México (REMM) este organismo sirve entre otras cosas para fomentar la unidad y promoción educativa de las instituciones metodistas, así pues, de manera indirecta es un puente para recordarnos el pasado institucional educativo del metodismo mexicano.

En suma, el marco introductorio descrito en los párrafos anteriores tiene por objetivo ubicar en un contexto general no solo historia del metodismo en México sino el impacto e importancia de nuestras instituciones educativas, las cuales ayer marcaron un hito en la educación y hoy, pese a ser menos que en el pasado y que se encuentren en constante riesgo debido a que los fondos, las formas y los contextos administrativos se complican al paso de cada administración conferencial. En este orden de ideas, el siguiente texto es un breve recordatorio de la importancia y el legado histórico de este rubro en el metodismo mexicano. Ello a partir de la descripción general sobre algunos datos relevantes en la historia de una de estas, la escuela Julián Villagrán, la cual para bendición y testimonio el pasado mes de febrero cumplió 145 años de vigencia en el sector educativo de nuestro país.

Promotora del metodismo en Pachuca, Hidalgo. 

Si bien el Pbro. Ludlow sirvió y contribuyó de manera significativa para la construcción de la obra material, en el aspecto pedagógico la fundación corresponde a las señoritas Marie Hastings y Suzanne Warner. Esta última llegó en abril de 1874 a Pachuca, Hidalgo como profesora y misionera. Ahí consiguió rentar dos cuartos en los altos del Portal Constitución frente al mercado. En este sitio estableció la primera escuela rural cuyo número de alumnos era de 11 niños. Al año siguiente, los directivos de la Iglesia Metodista Episcopal (IME) asignaron esta misión a la Srita. Hastings, que hasta entonces había administrado un asilo en la Ciudad de México. El objetivo central de esta misionera era fundar una escuela para niñas (el cual sería conocido como el Colegio Hijas de Allende). Junto con la Srita. Hastings, llegó el Profr. Ciro G. Paul, quien traía la encomienda de establecer una escuela para varones. En 1875 se abrió de forma provisional la escuela para niños con un total de 21 alumnos. La inauguración oficial del recinto estaba prevista para el 2 de abril de 1876, pero debido a un tiroteo en el centro de la ciudad se pospuso hasta el 9 de abril, para entonces no contaba no tenía un nombre oficial y se le conocía coloquialmente solo como la “escuelita del templo” (Tzin Tzzi, 1978, 5-8pp.). Para 1877 la matrícula tuvo un ascenso a 45 estudiantes (Tzin Tzzi, 1978, 5p.). 

De 1877 a 1895 dio servicio en este salón, durante ese tiempo entre los pobladores de la ciudad se le conoció como “la escuelita del templo”. Para 1895 pasó a ocupar una nueva edificación en la calle de Guerrero en la casa de la misión metodista (Escorza, 2018, 61p.) El motivo del cambio de edificio fue la creciente demanda estudiantil, además de que en dicho espacio los misioneros habían dispuesto demoler esa parte del edificio pues sería destinada a la construcción del templo. Pese a que para entonces se podían alojar a 150 alumnos como máximo el crecimiento constante de la matrícula de alumnos hizo necesaria la construcción y establecimiento de un edificio educativo con mayor capacidad. En 1884 apenas superaba los 50 alumnos, mientras el número de alumnas ascendía a 100. Hacia 1890 el número de niñas inscritas era de 300 y 196 el de niños (El Abogado Cristiano Ilustrado, 1ro de enero de 1884, 74p.; 1ro de enero de 1890, 3p.) Respecto a la construcción y ubicación del inmueble inicial, las fuentes escritas señalan que un sacerdote liberal de apellido Martirena, proporcionó un terreno de sus familiares que ubicado al norte de la calle Juárez y al sur hasta la calle del Hotel México, entre las calles de Allende y Guerrero, es decir, en pleno centro de Pachuca. 

Respecto a la fecha oficial de su fundación, en una edición de 1952 del “Tzin Tzzi”, anuario escolar publicado por dicha institución, se dio por sentado que fue el 5 de febrero de 1877 cuando inició labores. Es precisamente esta fecha la que actualmente se toma como base para la celebración del aniversario. Se afirma además que su fundador fue el Dr. Juan M. Baker y no el Profr. Ciro G. Paul. Sin embargo, esta aseveración es dudosa pues El Dr. Baker llegó al país hasta 1878. (Tzin Tzzi, 1978, 5-8pp.) El nombre de esta institución es un homenaje al arriero novohispano, Julián Villagrán (1760-1813) que se levantó en armas junto con su hijo “el Chito” (José María) en contra de la corona española y luchó como insurgente en la guerra de independencia en la región de la huasteca hidalguense y en los alrededores de los municipios actuales de Tula de Allende e Ixmiquilpan, estado de Hidalgo.

Durante el Porfiriato la escuela Julián Villagrán y el Colegio Hijas de Allende, institución adjunta dedicada inicialmente a la educación de niñas y señoritas, fueron unas de las principales instituciones de educación básica en la capital hidalguense; ambas compartían un espacio en común, entre las calles céntricas de Allende y Guerrero, ubicadas a un costado de donde se establecería de manera definitiva en 1901 el Templo el “Divino Salvador”. Su matrícula la componían no solo congregantes metodistas y sino  católicos y de otras denominaciones. La enseñanza complementada con instrucción básica, fundamentos bíblicos, arte y oratoria hizo de su institución una escuela completa en todos los sentidos.

Con el inicio de la Revolución mexicana el número de alumnos disminuyó significativamente. En 1905 la escuela Julián Villagrán contaba con una matrícula de 200 niños; para 1912 esta cifra descendió ligeramente a 165 (El Abogado Cristiano Ilustrado, 7 de marzo de 1912, 149p.)  Uno de los efectos negativos en este período fue que tanto docentes y alumnos de ascendencia extranjera (ingleses en su mayoría), abandonaron sus actividades saliendo hacia el exilio. Lo que obligó que los edificios educacionales de la Villagrán e Hijas de Allende quedaran bajo tutela exclusiva de metodistas mexicanos.  

A pesar del conflicto revolucionario, ambas escuelas siguieron su actividad de forma regular durante la década de 1910, eso sí suprimiendo las clases de inglés pues no había docentes que enseñaran ésta. En 1919, la asistencia de alumnos vino en aumento, por lo que fue necesario abrir un internado. Con el triunfo del ejército constitucionalista y a creación de la Carta Magna de 1917 surgieron algunos cambios en las garantías individuales y la conformación institucional de México. El artículo 3ro dedicado a la educación, afectó directamente el desarrollo y regulación de las escuelas metodistas por lo que a partir de ese momento iniciaron un complejo camino para regularizar su situación de acuerdo a los nuevos principios legales los cuales iniciaron su incorporación a las nuevas normas educativas en 1919. Ese mismo año se estableció la costumbre de clausurar los trabajos de fin de año con un festival escolar por lo que los directivos de aquel entonces invitaron al gobernador, quien personalmente hizo entrega de los certificados a los alumnos (Lechuga, 2016).

Hacia 1923 además de contar con la enseñanza primaria se abrió el departamento de secundaria, cuyo reconocimiento oficial fue en 1930. No obstante este tipo de enseñanza se suspendió en 1932, año en que fue clausurada debido a las exigencias de las leyes expedidas por la Secretaría de Educación. Sin embargo, en 1935 vuelve a reabrir nivel secundario bajo un permiso provisional que amparaba la enseñanza en ese nivel a escuelas particulares. Por lo consiguiente se le concedió a la escuela un permiso provisional hasta lograr el oficial, el cual fue regulado posteriormente (Lechuga, 2016).

Aportes al ámbito educativo local.

El impulso de actividades intelectuales y culturales, como la oratoria, ello en el afán de fortalecer el espíritu e identidad nacional, de ahí entonces que en el caso de la Juliá Villagrán, el antecedente del Liceo “Amado Nervo”, fundado en la primera mitad de la década de 1920 fuera las veladas infantiles (Liceos), que se hacían desde 1917 para rememorar diferentes hechos históricos como el natalicio y memoria de Benito Juárez. Junto con el liceo se fundó en 1925 el periódico escolar “TZZIN – TZZI”, que en lengua náhuatl significa “el colibrí mensajero”, y que pese a que la publicación de este boletín implicaba acontecimientos de índole escolar, que después se volvió anuario y gracias a la afluencia  numérica del alumnado, y que  en cuyas aulas estudiaban los hijos de las personas más notables de la capital hidalguense, pronto ese anuario tomo un carácter local, que implicaba una importancia simbólica a saber de quienes eran los alumnos con mayor aprovechamiento, las actividades deportivas, oratoria y composiciones literarias que hacían de los alumnos objeto excepcional y prometedor.

Como herencia a esta publicación escolar, así como a la conformación del liceo resultaron dos cosas; el emblema y mascota de la institución, el colibrí y el lema:

“Esfuérzate Juventud ¡Vence!”
(Tzin Tzzi, 1978, 26p.).

Esta consigna además de otorgar identidad estudiantil se buscó fuera coincidente con las siglas de la institución, Escuela Julián Villagrán (EJV).

Por esa misma época se fundó el grupo de Exploradores Paynalton, vocablo náhuatl que significa “pequeño corredor veloz”, el cual fue impulsado por el profesor Samuel Carro. La importancia de dicho grupo estriba en que fue la primera asociación de boys scouts de Pachuca, y aunque su objetivo iba encaminado a promover el amor a la naturaleza, sentido de supervivencia y la vida saludable para los alumnos de la Julián Villagrán. Su esquema y valores fueron asimilados por otras instituciones, surgiendo así otros grupos de exploradores.

En 1913 la escuela Julián Villagrán fue la primera escuela del estado de Hidalgo en practicar básquetbol, juego que fue introducido por los misioneros metodistas en 1902 en el Instituto Metodista Mexicano, de Puebla (Tzin Tzzi, 1942; 45-48p.). Al igual que con las actividades anteriores, la práctica y participación en torneos escolares de esta índole le valió varios campeonatos nacionales (actividad que posteriormente se convertirán en los juegos intermetodistas) durante la década de 1960. De 1940 a 1960 la Julián Villagrán y el Colegio Hijas de Allende sobresalieron significativamente en actividades cívicas y escolares tanto a nivel local como estatal; su participación en desfiles patrios, concursos de conocimientos, basquetbol, oratoria y talleres manuales, reafirmaron su prestigio. Mismo que vio pasar y ver como egresados a personajes de diferentes ámbitos de nuestra sociedad; políticos, militares, artistas y educadores, entre otros.

Finalmente en 1963,  la Iglesia Metodista de México (IMM) decidió incorporar al Colegio Hijas de Allende a la Julián Villagrán, ello con el objetivo de hacer más eficiente el trabajo pedagógico, en viras de fortalecerse frente a otras escuelas de la localidad. A partir de ese año el colegio para señoritas dejó de funcionar como internado y perdió su nombre oficial. En adelante se le conocerá solo como Escuela Particular Julián Villagrán y cubriría los niveles de enseñanza de primaria y secundaria con grupos mixtos, a los que se sumaron décadas después el nivel preescolar y preparatoria.

Conclusión 

Con la llegada del siglo XXI esta institución ha tenido que enfrentar diversos retos que a la fecha la siguen poniendo a prueba; desde el traslado del área de jardín de niños y primaria a su sede ubicada en la Cuauhtémoc  203, calle paralela a espaldas del Palacio de Gobierno Estatal y de la Av. Juárez. La causa estriba a que por falta de presupuesto el mantenimiento del edificio que icónicamente ocupó esta institución e Hijas de Allende a un costado del templo “El Divino Salvador”, entre la calle de Guerrero y Allende gradualmente se hizo imposible de solucionar, lo que implicaba un grave peligro para el desarrollo de actividades escolares. A la fecha esta construcción duerme el sueño de los justos esperando  tiempos mejores, solo una pequeña área se encuentra habilitada y su funcionamiento está destinado para actividades y oficinas pastorales.

Finalmente, el impacto de la pandemia ha generado una disminución en la matrícula, mismo que se ha visto reflejado en sus ingresos monetarios. Pese a que la situación se mira complicada, la plantilla docente rema a contracorriente de las circunstancias y así lo ha hecho desde inicio de la contingencia sanitaria. El desarrollo de sus actividades por medio de plataformas electrónicas se ha vuelto una necesidad y una prioridad en sus planes de trabajo mismos que mantienen actualizados y que a la fecha según las normativas exigidas por la Secretaría de Educación Pública llevan a cabo. En tanto la sociedad y el sector estudiantil se adaptan a los nuevos tiempos, la impartición de clase se lleva a cabo de manera híbrida en los diversos niveles educativos que esta institución ofrece. De cara al futuro con ayuda de Dios, de una sabiduría administrativa cada vez más eficiente y apelando a la gloria de su legado histórico, la escuela Julián Villagrán sigue poniendo en alto los valores educativos y metodistas no solo al alumnado vigente sino a egresados metodistas y no metodistas:

“Esfuérzate Juventud ¡VENCE!”


FUENTES

Bibliografía 

  • Escorza Rodríguez, Daniel (2018). Calles de ladrillo rojo. Breve historia de los metodistas en Pachuca. Elementum, México.
  • Lechuga T., Julia Irma (2016). Breve reseña de la Escuela “Julián Villagrán”, de Pachuca, Hgo., en www.ejv.com.mx/historia  (actualización del 16 de noviembre de 2016).
  • Ruiz Guerra, Rubén (1992). Hombres Nuevos. Metodismo y Modernización en México (1873-1930). Centro de Comunicación Cultural CUPSA, A.C. México.

Hemerografía

  • Tzzin Tzzi. Anuario XIV de la Escuela Julián Villagrán. Pachuca de Soto, Hgo. México. 1942.
  • Tzin Tzzi. Anuario de la Escuela Particular “Julián Villagrán”, Primaria y Secundaria. Número conmemorativo. “Primer Centenario 1877-1977”.  Junio. Pachuca de Soto, Hgo. México, 1978.
  • El Abogado Cristiano Ilustrado, 1ro de enero de 1884, 74p.
  • El Abogado Cristiano Ilustrado, 1ro de enero de 1890, 3p.
  • El Abogado Cristiano Ilustrado, 7 de marzo de 1912, 149p

Archivos

  • Archivo e Historia (DAH) de la Iglesia Metodista de México (IMMAR).
  • Actas de las Conferencias Anuales de la Iglesia Metodista Episcopal de México. México, D.F. Imprenta Metodista Episcopal. Años 1884-1910.