EDITORIAL

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El metodismo mexicano ante el reto de la santificación

La Iglesia Metodista de México se encuentra a la puerta de su 24 Conferencia General que iniciará el próximo 20 de mayo, en donde escribirá una página más de la historia que inició en 1930, pero que se remonta al trabajo misionero metodista en nuestro país desde 1873. Es decir, ya casi siglo y medio de presencia metodista en nuestro querido México.

En 150 años han sucedido muchas cosas en México, desde la consolidación de la República liberal del siglo XIX que se degradó en la dictadura porfiriana, transformándose en un régimen republicano presidencial dominado por un grupo político durante casi todo el XX y que, actualmente, ha permitido construir instituciones sólidas que han permitido transitar con relativa paz a una alternancia política con diversas expresiones partididstas ya en el siglo XXI. Todo ello atravesado por la cruenta revolución social de 1910 que creó las bases para las instituciones actuales del país. Desde un país casi analfabeta, en el siglo XIX, hasta hoy, un país con una importante participación en el comercio internacional, con una planta productiva y con una población –mayoritariamente urbana- que le ha permitido colocarse entre las 15 economías más grandes del mundo. 

Un país hermoso, lleno de recursos naturales. Pero también, todavía, una nación con asimetrías y desigualdades que lastiman, laceran y preocupan.

Pareciese obvia para la IMMAR la necesidad de fortalecer los ministerios demandados por nuestra realidad social. Es necesaria la capacitación especializada, de laicos y pastores, para la atención de problemáticas de grupos sociales considerados como vulnerables, como mujeres, niños e indígenas, pero también ministerios como la pastoral familiar en zonas urbanas de alta industrialización y otras, como la pastoral en zonas suburbanas y rurales con alta migración.  Es necesaria la construcción de un sistema de formación ministerial con esta orientación y, si fuese viable, la implementación de un Seminario Metodista para formación ministerial especializada, no sólo para formación de clérigos. La propia estructura eclesiástica no está diseñada para incorporar ministros para diferentes ámbitos de atención a un grupo determinado, sino sólo en lo pastoral-administrativo. Debemos reconocer que muchas veces, buscando cubrir necesidades administrativas o pastorales, se incorporan a personas a ejercer vocaciones que no tienen.

Otra oportunidad que tiene la IMMAR, es que a partir de su constitución como persona moral en 1993, tiene muchos beneficios de contar con ese reconocimiento por parte del Estado Mexicano. Uno de ellos, puede ser el aprovechar los establecimiento mercantiles propiedad de la iglesia para financiar proyectos sociales de la iglesia. Otro sin duda, son las instituciones de servicio social que, sin menoscabo de su labor social, se pueden convertir en verdaderos generadores de recursos para financiar otro tipo de labores propias de la misión. Y por último, la posibilidad de utilizar muchos de los inmuebles propiedad de la IMMAR para labores educativas y de asistencia social, ya que la mayoría de ellos sólo se usan unas cuantas horas a la semana y, generalmente, sólo para actividades religiosas dominicales.

Para ello y para otros ministerios especializados, es importante la participación del elemento laico profesional. Es necesario generar una estrategia de capacitación ministerial, sin olvidar la cooperación aún con otras denominaciones evangélicas. Particularmente, ello se hace necesario en zonas urbanas de alto desarrollo económico.

Otra amenaza desafiante a nivel global, de acuerdo al análisis planteado por el Concilio Mundial Metodista, es la prevalencia del nominalismo, la secularización y el pluralismo[1]. El desafío del individualismo en la era de la posmodernidad plantea la necesidad de comprender los procesos sociales en los que estamos involucrados en la actualidad. Y uno de los más evidentes en nuestro país es la corrupción, en todos los niveles y en todos los ámbitos. Este factor también permea en las estructuras de la iglesia, sobre todo en prácticas de simulación que impiden que la iglesia realmente realice su misión como sal y luz del mundo. El anteponer la comodidad, antes que el desafío de cumplir con el objeto de la propia iglesia, es un reto permanente que se debe combatir. El moldear el carácter de los metodistas mexicanos de hoy debe ser una aspiración permanente, cambiando de mentalidad, pasando de la “búsqueda del poder” a la “búsqueda del hacer”, con humildad. Los metodistas somos y hacemos lo que creemos. Y siempre nos hemos identificado más con lo que hacemos, que con lo que dejamos de hacer.

El metodismo tiene una historia y una herencia que ha tenido diversos énfasis, como la completa santificación, la seguridad de la salvación, el sacramentalismo y el apoyo y la rendición de cuentas a través de reuniones de clase y banda. Su propósito original era difundir la santidad bíblica por toda la tierra. Su enfoque era la salvación de los pecadores, es decir, no solo que recibirían la vida eterna, sino que serían transformados en personas más santas aquí y ahora. 

Para un metodista, se esperaba que sus vida fuese diferente, que en medio de un mundo pecaminoso el amor de Dios sería derramado en su corazón. Pero también, se esperaba que los metodistas se fortalecerían unos a otros en la fe. Que se harían responsables unos a otros. Que darían a los pobres. Que aprovecharían los medios de la gracia. Que vivirían de otra manera. Que serían un pueblo peculiar.

Pero no podemos soslayar que en el centro del metodismo está la santidad: la transformación que Dios obra en los corazones de los creyentes que se manifiesta externamente a través de la justicia, la misericordia y la piedad. No todas las expresiones del metodismo son, ni tienen que ser, exactamente iguales, pero sin el énfasis en la santidad, no hay metodismo apropiado. Eso es lo que nos da coherencia. 

“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación”.

Ef. 2:10, 1 Te. 4:7

Los metodistas mexicanos de hoy debemos asumir este reto con valentía, compromiso y convicción. El Reino se ha acercado, para que todavía México vea la gran luz del Señor.


NOTA

  1. World Methodist Council. (2 de agosto de 2019). First Friday Letter. Obtenido de World Methodist Evangelism Strategizes for the Future: http://firstfridayletter.worldmethodistcouncil.org/wp-content/uploads/2019/07/August_2019_Print.pdf