EDITORIAL

EDITORIAL

No me representan

Del 20 al 28 de mayo pasados, la Iglesia Metodista de Méxio celebró su 24 Conferencia General bajo el lema “El Reto de los Metodistas: La Santificación”. Después de intensas reflexión y participación de los delegados de las 6 Conferencias Anuales, Obispos, Representantes Laicos y funcionarios nacionales que conforman nuestra Iglesia, se planteó una visión de trabajo tomando como horizonte el año 2047, para trabajar durante la siguiente generación cumpliendo con la misión de extender el Reino de Dios y fomentar la vida cristiana integral de sus miembros a través del cultivo para el crecimiento espiritual de los creyentes, la proclama de las buena nuevas como principio evangelizador, el alivio de las carencias materiales de los necesitados y la práctica de la mayordomía cristiana.

El Evangelista Mexicano, como órgano de comunicación de la Iglesia Metodista de México, es el medio por el cual se dan a conocer los documentos oficiales y acuerdos emanados de esta asamblea. Les informamos a nuestros lectores que la próxima edición del 15 de junio estará dedicada a dicho fin.

Durante esta magna asamblea se tomaron interesantes acuerdos, acordes con esta visión. Con el análisis de la situación que vive nuestro país y nuestro planeta, en concordancia con el ministerio de reconciiliación que tiene la propia Iglesia con la Creación y la Humanidad, se definieron líneas de trabajo para la participación en el mejoramiento del medio ambiente bajo la visión de una justicia climática para todos. También, fue notable el énfasis en el trabajo de apoyo a migrantes, nacionales o extranjeros, en su paso por el territorio mexicano.

Durante toda la asamblea, se hicieron emotivos y retadores llamados a la santificación desde el punto de vista bíblico, considerando la pureza de la conducta pero, sobre todo, desde el punto de vista wesleyano de empatía y amor al prójimo. Y sobre todo, considerando el cumplimiento fiel de la Escritura, además del uso de la razón y la experiencia del metodismo como un movimiento que cumple con los principios de la tradición cristiana. Como un movimiento peculiar que leude la masa con el Evangelio de Cristo.

Es en este sentido que debemos confrontarnos seriamente como metodistas mexicanos del 2022 ante la enseñanza del Señor: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal ha perdido su sabor, ¿cómo se puede restaurar su salinidad? Ya no sirve para nada, sino que se echa fuera y se pisotea” (Mateo 5:13), si acaso el metodismo mexicano ha perdido parte de su sabor. Y si el metodismo en nuestro país aspira a continuar como movimiento, cómo recuperar nuestro carácter distintivo ante ese gran reto.

Tenemos una historia y una herencia que involucra la santificación completa, la seguridad de la salvación, el sacramentalismo y el apoyo y la rendición de cuentas a través de reuniones de clase y banda. El propósito original era difundir la santidad bíblica por toda la tierra. Su enfoque era la salvación de los pecadores, es decir, no solo que recibirían la vida eterna, sino que serían transformados en personas más santas aquí y ahora. Desde siempre, se espera que que las vidas de los metodistas fuesen diferentes, que en medio de un mundo pecaminoso el amor de Dios sería derramado en sus corazones. Que se fortalecerían unos a otros en la fe. Que se harían responsables unos a otros. Que nos daríamos a los pobres. Que aprovecharíamos los medios de la gracia. Que viviríamos de otra manera. Que seríamos un pueblo peculiar.

Hubo preocupaciones presentes en la Conferencia General, sin duda. En el ambiente flotaba la sensación de impotencia ante la notable pérdida de membresía de la Iglesia durante los años de la pandemia mundial del Covid-19, por fallecimientos o por alejamiento de muchos. Un gran número de congregaciones cesaron sus actividades y su número disminuyó considerablemente respecto a las cifras de 2018. Pero no sólo los números, también las huellas que dejaron las nuevas formas de relacionarse, las nuevas tecnologías que irrumpieron en los ministerio de educación, evangelización y discipulado. Las profundas cicatrices que dejaron las crisis emocionales, las nuevas y las viejas formas de violencia, desesperanza y opresión. La ausencia de espacios para el diálogo sobre esas formas de violencia que siguen estando presentes en nuestra sociedad en contra de los más vulnerables: los pobres, los niños, las personas con discapacidad y las mujeres. En nuestra sociedad… y en nuestra Iglesia.

Durante la Conferencia General 2022, terminó oficialmente la pertenencia de la IMMAR al Consejo Mundial de Iglesias, del que fuimos fundadores en 1948. Una relación que, orgánicamente suspendida desde 1994, ya estaba más que terminada de facto desde hace tiempo. Poco qué decir, de ambos lados; incompatibilidad de visiones y de objetivos institucionales. Pero lo más interesante, fue la ausencia de escucha. Horas de debate y poca escucha. La propia asamblea de nuestra Conferencia General se negó a dar lectura de la carta de saludos del Secretario General de ese organismo, a fin de no influenciar la votación de rompimiento de las relaciones con el CMI que, por cierto, tuvo un resultado ampliamente mayoritario. Lo más interesante, y lo más preocupante sin duda, fue la falta de capacidad de escuchar.

Y como colofón: la manifestación de un grupo de mujeres –pastoras y laicas de nuestra Iglesia-, que expresaron su inconformidad sobre la aprobación de la declaración que será plasmada en el Libro de la Disciplina sobre la protección a la vida. Dicha declaración, por supuesto, cumple con los criterios legislativos, normativos y doctrinales de la propia Iglesia. Pero también, toca derechos civiles, que meten a la IMMAR en un juego político cuyas consecuencias nadie puede preveer hoy.

Lo preocupante no fueron la inconformidad de este grupo, ni siquiera la solicitud –por escrito- que hicieron a la asamblea para reconsiderar la postura de la asamblea, sino la falta de escucha. Nuevamente, nuestra más importante asamblea nacional, aprobó no dar siquiera lectura a la solicitud de nuestras hermanas. No digamos ya darle respuesta oficial.

Si bien no hubo respuesta ni postura oficial, sí hubo muchas respuestas. Se usaron los medios digitales para verter toda clase de opiniones, algunas de ellas verdaderamente virulentas. Rescataré sólo una expresión que se repitió constantemente en las horas y días posteriores al evento: algunas hermanas, delegadas y aún líderes de nuestra denominación, expresaron “esas personas no me representan”. Pero tendríamos que preguntarnos: ¿por qué tendrían que representar a alguien? ¿No somos acaso una Iglesia en la que se pondera la responsabilidad personal y la voluntad individual como el acto más sublime del espíritu y alma que nos da el Señor para responder por nuestras propias conductas, ante Él mismo y ante nuestro prójimo?

Porque quien expresa “no me representan” también está mandando un mensaje subyacente: “me importo yo y no me importas tú”. También estoy diciendo “me importa lo que diga MI Dios” y “no me importa lo que te digan TUS dioses”. Debemos ser muy cuidadosos, porque podemos caer en el discurso simplista de citar Isaías 5:20, cuando ello se trata de una crítica a los líderes del pueblo hebraico en una situación de abandono y de apartamiento de las ordenanzas de Dios, que han acarrearon la desgracia del pueblo.

Ausencia de muchas cosas, que los metodistas mexicanos debemos de trabajar para verdaderamente cumplir con la misión que el Señor nos ha encomendado en esta tierra. Pero podemos comenzar con combatir la ausencia de capacidad de escuchar a nuestro/a hermano/a, sobre todo si es quien ha resultado herido/a, agredido/a o violentado/a por la misma sociedad o, aún más, por mismos miembros de la Iglesia. Es necesario que sigamos el ejemplo de Aquel que nos amó primero, aún con nuestra imperfección y pecaminosidad. Es necesario que aprendamos de Jesús, de la propia encarnación de la santificación que encontramos en Él, cuando enfrenta al pecado y al pecador.

¿Y si cambiamos el “no me representan” por “dónde están los que te juzgan” y confrontarlos para que tiren la primera piedra? 

¿Y si cambiamos el “no me representan” por “yo tampoco te juzgo”?

¿Y si cambiamos el “no me representan” por “vete y no peques más”?

¿Y si cambiamos el “no me representan” por el “quiero acompañarte como discipulo de Cristo e integrarte al gozo del Reino” que da la luz de la vida?

Comprensión y empatía no quiere decir renuncia a los principios fundamentales de preservación de la vida. Pero tampoco ayuda a evitar la crispación social que la Iglesia cierre canales de diálogo. “¿Para qué quieren diálogo si ya está aprobado lo que será publicado en la Disciplina?”. Tenemos mucho todavía por escuchar. Cuando entremos a la Casa del Señor, debemos abrir los oídos y cerrar la boca, que es sacrificio de los necios (Eclesiastés 5:1).

Las anteriores, sólo son algunas ideas para trabajar en la siguiente generación, para recuperar la salinidad del metodismo mexicano. En esta edición encontrarás reflexiones sobre lo que puede involucrar la ética ministerial, su preparación y el ministerio de la iglesia para los siguiente lustros.

Jesús siempre estuvo del lado del agredido. No para solapar, por supuesto. Sí, para escuchar. Sí para acompañar y guiar. Sí, para confrontar, a agresores y a agredido. Sí, para salvar. Sí, para dar luz a la vida. Sí, para entender que quien reclama tiene sus razones, que a mis ojos pueden ser no válidos; o a los ojos de Dios tampoco, pero no es mí a quien me toca juzgar. Que sea la justicia de Dios la que prevalezca, no la mía.

Tiempos retadores, sin duda. Busquemos la mente de Cristo, para que caiga el velo que nos cubre.

“Y nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente. De estas cosas estamos hablando, no con las palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, interpretando lo espiritual por medios espirituales” (2 Co. 2:12-13).

“Aún hasta el día de hoy, cada vez que leen a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo será quitado. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Co. 3:15-17).

5 comentarios sobre “EDITORIAL

  1. Mi pregunta es, y ¿usted no nos escucha a las que decimos «no nos representan»? esa frase surgió debido a que el grupo de mujeres ruaj hablaban como si todas las mujeres estuviéramos de acuerdo con ellas, no no equivoquemos, ellas son las que, tal vez no diciendo esa frase, dicen que todo mundo está en su contra y no las representamos, hasta el punto de no aceptar lo que nuestras autoridades decidieron y muchas por ahí diciendo que por que la mayoría eran hombres, así que así es, ellas son las que dicen que no las representan, no quieran cambiar las cosas.

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    1. Gracias a tí, pastor. Que el Señor siga derramando su Espíritu sobre su Iglesia, a fin de que se convierta en el brazo amoros que alcance al necesitado/a, al desvalido/a y al agredido/a. Que sigamos siendo la voz de quienes no tienen voz.

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