Conferencia presentada en la Conferencia General 2022 de la IMMAR por el Obispo en la Conferencia Anual Norcentral.
Rodolfo E. Rivera de la Rosa
Saludo con respeto a los miembros pastorales y laicos de esta XXIV Conferencia General de la Iglesia Metodista de México. Es un privilegio para mí exponer este tema, el cual pretende ser una aproximación, invitando para que cada uno de nosotros ahondemos en el tema y más en los días que nos toca vivir; todos hemos sido testigos de la ayuda y gracia de Dios, que nos ha permitió bregar en medio de tiempos atípicos, de retos y de bendiciones.
Hoy como nunca antes, en la Iglesia Metodista de México hay muchas expectativas y esperanza, hay también retos y dificultades; los días vividos nos enseñaron que, con la guía de Dios, la santidad y el servicio de cada integrante de esta nuestra iglesia, se ha podido encarar la pandemia y ser iglesia que aprendió, y está resurgiendo nuevamente.
Quiero leer 3 citas:
- Juan Wesley:
“Creo que el Espíritu infinito y eterno de Dios, igual al Padre y al Hijo, es no solo perfectamente santo en sí mismo, sino la causa inmediata de toda santidad en nosotros: iluminando nuestro entendimiento, rectificando nuestras voluntades y afectos, renovando nuestra naturaleza, uniendo nuestras personas a Cristo, asegurándonos la adopción de hijos, guiándonos en nuestras acciones, purificando y santificando nuestras almas y cuerpos, al goce pleno y eterno de Dios…”
- Helmut Nausner
“He descubierto en mi tarea pastoral que “ir hacia la perfección” es hoy tan real y apasionante como lo fue en los días de Juan Wesley.”
- Cito principalmente al apóstol Juan:
“Amados míos, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, y perfeccionémonos en la santidad y en el temor de Dios.” Apocalipsis 7:1
El intento de dar significado a ciertos aspectos de la teología wesleyana desde una realidad que dista mucho de la que dio origen al metodismo, no es una tarea sencilla. El Rev. Juan Wesley y los primeros metodistas vivieron también en tiempos complicados, en un contexto de cambios en el llamado siglo de las Luces, movimiento literario, político, científico y filosófico que se llevó a cabo por toda Europa. Este movimiento implica un cambio ideológico y de las costumbres en la población; sirvió de inspiración para eventos tan importantes como la Revolución Francesa. Tomaron como ejemplo el espíritu renacentista, ubicando al ser humano en el centro de la vida.
En el curso de su historia, el cristianismo, por supuesto incluida la expresión y vivencia del metodismo, ha demostrado una sorprendente capacidad de renovación espiritual. Muchas veces ha sido invadido por prácticas y doctrinas extrañas, pero el Espíritu de Dios, a pesar de todo, en medio de la iglesia, produce movimientos de reforma que la depuran, le infunde nuevas fuerzas y le sigue impulsando a hacia adelante.
«No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree» (Ro. 1:16).
Al igual que San Pablo, nosotros en México, y muy particularmente como metodistas, hoy no tenemos, en absoluto, por qué avergonzarnos del Evangelio. Hoy también, el Evangelio es poder de Dios para salvación y vida abundante mediante la fe en Cristo.
Como cristianos metodistas no podemos negar que somos hijos de un avivamiento, y de una iglesia que predica y canta del amor y salvación en Jesucristo. Luego entonces, como hijos de un avivamiento, los primeros wesleyanos así como nosotros hoy día, no se anuncia una nueva doctrina, sino una vida nueva para nosotros y para nuestro prójimo, basado en el Evangelio de Jesucristo. El propósito del ayer como hoy, es lograr en el corazón, el mensaje del cristianismo, y cultivar esta experiencia en lo personal, así como cultivarla en los demás. Y a través de casi 3 siglos de historia, la teología wesleyana ha sido fiel a su noble herencia espiritual, pues sigue dando mayor importancia al carácter y la conducta que a otras especulaciones o innovaciones teológicas.
Como metodistas, puedo decir, que la experiencia que llamamos del corazón ardiente, de experimentar la salvación solo en Cristo y del sentir la presencia del Espíritu Santo, NO nació en las reuniones del Club de los Santos como algunos piensan, haciendo referencia a aquel grupo que Juan y Carlos Wesley formaron en Oxford, caracterizado por estrictas reglas de vida religiosa y de conducta, por el cual se intentó alcanzar un alto grado de piedad cristiana. No nació tampoco en las reuniones del Club de los Santos, ni en ningún otro esfuerzo humano. Ni en un sistema de reglas y una autodisciplina, Ni tampoco en regias aulas en medio de disertaciones o especulaciones teológicas; desde luego no se puede dejar de lado el peregrinaje espiritual de Juan Wesley, que tiene que ver con las experiencias en Bristol, Savanna y Aldesgate. La vivencia que subrayamos, nació en la pequeña capilla de los moravos de Aldersgate Street, en medio de una experiencia, de un «fuego extraño» en el corazón.
El metodismo no era otra cosa que la expresión del impulso espiritual y constante renovación, por encima de expresiones vacías y sin movimiento. El genio y el poder del metodismo fue un gran esfuerzo por volver a las fuentes originales y auténtica experiencia del cristianismo bíblico, apostólico y evangélico.
Juan Wesley decía que él era “hombre de un solo libro”. Aunque leyó una cantidad impresionante de libros en sus viajes alrededor de Inglaterra, leyó la Biblia de manera constante. Hoy en día, hay muchos que la citan sin haberla leído o estudiado en su totalidad. Así extraen perspectivas aisladas y fuera de contexto. Juan Wesley dijo: “¡Quiero saber una cosa!: el camino al cielo; cómo aterrizar a salvo en esa orilla feliz. Dios mismo se ha dignado enseñar el camino; para este fin vino del cielo. Lo ha escrito en un libro. ¡Denme ese libro! ¡A cualquier precio, denme el Libro de Dios!”
Salmo 119:105: “Lámpara es a mis pies tu Palabra, y lumbrera a mi camino”. Que la Palabra de Dios guíe siempre el caminar de nosotros como iglesia…
El metodismo mexicano no se acerca a la Biblia por cuestiones especulativas ni teóricas, sino con el propósito de entender realmente qué quiere decir ser cristiano, discípulos de Cristo, personas renovadas por medio de la gracia y Espíritu de Dios. Esta manera de leer la Biblia produce frutos dignos del Evangelio.
Como ejemplo de la historia del metodismo primario, podemos decir que, la vida de la gente de Inglaterra se transformaba. En sus primeros cincuenta años aproximadamente de ministerio, las pequeñas sociedades crecieron. Pero no era sólo el crecimiento en número, ni de congregantes, ni de sociedades lo que le importaba. Lo más importante en los albores del metodismo, como anunciadores del Evangelio de Cristo, era el cambio en las vidas de los miembros de tales sociedades. Si queremos aprender y ser intérpretes de la Biblia para que su lectura produzca frutos dignos del Reino de Dios, entonces no podemos olvidar esta herencia tan importante, de una lectura responsable de la Biblia, práctica y fructífera.
Para Wesley era muy importante la transformación concreta y evidente de la vida de las personas. Esto es, o debiera ser, la demostración de que el Evangelio es la verdad, que Dios es amor, que Cristo vino para redimir al mundo. Nosotros debemos ser, las evidencias de lo que Pablo llamó “la verdad del Evangelio”. Una vida transformada es el testimonio de que nuestra esperanza no es vana, y que la Biblia tiene razón. Por ese motivo, para nosotros como iglesia es importante la transformación visible de la vida del cristiano. El enfoque wesleyano en el proceso de transformación de la vida personal del cristiano es una gran contribución a la expresión del cristianismo.
Juan Wesley manifestaba que no comulgaba con los predicadores que hablaban mucho acerca de la fe, pero que no daban nada de importancia a la transformación de la vida. Para él, quizás ellos hablaban mucho de la justificación, también de la conversión, pero no enfatizaban suficiente o nada de la santificación. El problema para él era la conversión sin transformación. Es decir, fe sin obras. Pero, ¿Por qué un problema? Precisamente porque de esta manera no existe evidencia de la transformación del mundo.
Juan Wesley tomó muy en serio la objeción al cristianismo por parte de los islámicos en aquel tiempo, que decían que los cristianos se portaban como diablos. Decía: “¿Cómo será posible creer en su mensaje si la evidencia concreta muestra la falsedad de sus predicaciones? Hablan del amor de Dios, pero matan a sus enemigos; hablan de la gracia de Dios, pero tratan a los demás sin misericordia, hablan del perdón, pero son implacables. Es por ello que, el anuncio que hacemos debe ponderar la obra salvadora de Dios. Pero también es necesario hablar, no sólo de la justificación y la regeneración, sino también de la santificación. La santificación es precisamente este proceso de crecer en la fe, de llegar a ser lo que el apóstol llama “un varón (cristiano) perfecto” que va creciendo “edificándose en amor”.
Efesios 4:12-13, 15-16:
“A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo deCristo:hastaquetodoslleguemosalaunidaddelafeydelconocimientodelHijodeDios,aunvarónperfecto,alamedidadelaestaturadelaplenituddeCristoparaque…siguiendolaverdadenamor,crezcamos en todo enAquelqueesla cabeza, estoesCristo, dequien todoel cuerpobienconcertado y unido entre sí todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividadpropiadecada miembro,recibe sucrecimientoparair edificándoseenamor.”
Para la expresión wesleyana, el fundamento de la santificación es la perfección en el amor. Por ello enfatizaba la importancia de tener como meta la transformación total de la vida. Por la gracia de Dios somos llamados a ser “perfectos como su Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48) La perfección indicada aquí es la perfección en el amor. No es algo que sobrepasa la humanidad, sino es llegar a estar tan lleno de amor que no haya nada dentro de nosotros que impida la expresión del amor. Esto es lo que quiere decir la santificación total, o sea la perfección en el amor. No debemos conformarnos con algo menos que esto, como meta de nuestro crecimiento en la fe por la gracia de Dios.
En el énfasis weseyano, la santidad es la suma de los requisitos de la ley. Para contestar la pregunta, “¿cuál es el gran mandamiento en la ley?”, Jesús contestó con las palabras de Deuteronomio 6:4-5 y Levítico 19:18, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt. 22:36-40). La santidad es también el anuncio que encontramos en el Nuevo Testamento: “Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna”. Romanos 6:22
Este fue el texto que Juan Wesley escogió para su primer sermón sobre la perfección cristiana:
“Y circuncidará Jehová tu Dios tucorazón, y el corazón de tu descendencia, para que a mesa Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas” (Dt.30:6).
Y él predicó en parte esto: “Es esa disposición general del alma que, en las Escrituras es llamada santidad; y la que implica directamente el haber sido purificado del pecado, ‘de toda contaminación de carne y de espíritu’; y, que resulta en el haber recibido todas esas virtudes que estaban en Cristo Jesús; el haber ‘sido renovados en el entendimiento’, era el ser ‘perfectos como nuestro Padre que está en los cielos es perfecto… Aquí están la perfección, y la gloria, y la felicidad. La regia ley del cielo y de la tierra es esta: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente.”
La doctrina de la perfección cristiana es la enseñanza que insta que, por las provisiones del sacrificio de Cristo y de la presencia del Espíritu Santo, y una condición de fe sencilla, los que han confiado para su salvación en Cristo, pueden ser purificados del pecado, y transformados a un estado de entera devoción a Dios y de amor sin egoísmo a sus prójimos. Esto es lo que implica ser “perfecto” en el sentido bíblico. “La palabra (perfecto) tiene varios significados”, como lo explica el propio Rev. Juan Wesley: “aquí significa amor perfecto. El amor excluyendo al pecado; el amor llenando el corazón, adueñándose, por así decirlo, del alma en toda su capacidad.”
Lejos de ser una vía de escape social y de preservación de una pureza individual, (como muchas veces se entiende el término), la santidad en esta perspectiva es concebida como la prueba histórica de un evangelio encarnado que, necesariamente debe llevar frutos de amor, solidaridad y justicia, manifestado en acciones concretas, visibles al prójimo y a la sociedad. Wesley afirma que, en la vida del creyente, de quienes han nacido de nuevo y han sido justificados, todavía existen remanentes del pecado, o sea que el pecado todavía está presente en la vida de quienes desean seguir creciendo en la fe cristiana. Es cierto que estas personas ya han recibido la gracia convincente, la gracia justificadora, y gozan de estas bendiciones. Sin embargo, para poder crecer de gracia en gracia, e ir de victoria en victoria, ahora requieren de una nueva obra de Dios en sus vidas. A esta obra Wesley la denomina gracia santificadora.
La expresión wesleyana siempre estuvo interesada en la experiencia cristiana más que en elaborados sistemas teológicos que no se relacionaran con la experiencia viva de la fe, la justificación y la santificación. Ante el énfasis wesleyano de la santificación en términos de expresarse en la vida cotidiana de la persona, Theodore W. Jennings Jr. lo plasma en las siguientes dimensiones a manera de resumen enfatizando la santificación como crecimiento en el amor:
Las Cinco dimensiones de la santificación:
- Primero, la santificación del corazón se expresa en la transformación de la vida personal.
- Segundo, la santificación de la vida relacional, expresada con un enfoque en nuestra manera de relacionarnos con los hermanos y hermanas de la comunidad.
- Tercero, la vida en el mundo, o sea la transformación de la vida en medio de su entorno, no pretendiendo aislarse de los demás.
- Cuarto, la transformación que lleva a cuidar y relacionarse con los desamparados, los invisibles de la sociedad mostrándoles el amor y gracia de Cristo Jesús.
- Quinto, la transformación de nuestra vida en el proceso para convertirnos en representantes del amor de Dios en el mundo.
Ahora bien, lo que escribió Wesley al respecto de la santidad, basado en la Biblia, es precisamente lo que define su identidad teológica y la de los metodistas. La teología de la perfección cristiana es una singular explicación e interpretación bíblica de parte de Wesley, pues nunca antes alguien había expuesto esta doctrina con el énfasis y la convicción que él mostró. Para Wesley había algo más después de que los cristianos habían nacido de nuevo, después que han sido justificados y han recibido la salvación. La justificación libra al creyente de la culpa del pecado; mientras que la gracia santificadora libra los creyentes del poder del pecado y les ayuda a que lleguen a ser cristianos perfectos. En la óptica wesleyana, el creyente puede y debe alcanzar este estado durante su vida, antes de la muerte. Se está convencido en nuestra doctrina, de que si el cristiano tiene el mismo Espíritu que Cristo tenía, si tiene la mente de Cristo (que se puede obtener pidiéndola a Dios), si tiene en su vida el mismo poder de Dios que actuó en Cristo, entonces, sin lugar a dudas, tiene la capacidad y la posibilidad de vivir en santidad.
Expresiones bíblicas como testimonio en favor de la perfección cristiana:
- Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (Mateo 5:48).
- Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (1ª Juan 1:9).
- La sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado (1ª Juan 1:7).
- Todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado. . . y no puede pecar, porque es nacido de Dios (1ª Juan 3:9).
La gracia de Dios es el común denominador en las experiencias vividas, predicadas y enseñadas por el metodismo. En nuestros días, el anuncio de que la gracia de Dios debe seguir diciendo que «es gratuita en todos y para todos* como un llamado al despertamiento espiritual. Los Wesley, Juan y Carlos, sin embargo, proclamaron el don gratuito de la gracia de Dios como el tema principal de sus sermones y cantos (cito dos himnos de Carlos Wesley):
AMOR DIVINO
“¡Divino amor, pasión sin par!
¡Dios encarnado muere allí!
En una cruz le vi cargar
Mis culpas todas sobre sí:
¡Murió por mí, mi
Salvador Crucificado,
Dios de amor!
Él por nosotros fue a la
cruz, Para volvernos hoy a Dios;
Su vida entera dio Jesús, Oigamos pues, su santa voz:
Perdón ofrece al Salvador
Crucificado, ¡Dios de
amor!”
OH AMOR QUE EXCEDE A TODOS
“Oh Amor que excede a todos
Don del Padre celestial
Pon corona a tus mercedes
y entre nos ven a morar
Eres tu Jesús bendito
todo amor y compasión
Baja al corazón que sufre
Tráenos tu salvación...”
La obra del Espíritu Santo es igualmente importante para entender la gracia de Dios. Ya sea que hablemos de la gracia preveniente, la gracia salvadora o la gracia santificadora en nuestro recorrido espiritual, no debemos olvidar que esa gracia fluye por medio de la persona del Espíritu Santo. Quiera Dios que busquemos de corazón y con fervor la presencia y llenura de Su Espíritu Santo.
Celebramos las experiencias del pasado, agradecemos ese mover de Dios en el metodismo mexicano de ataño, pero… hoy escribamos nuestra propia historia, hoy marchemos en el Nombre del Señor en los senderos que nos toca vivir y testificar, viviendo una santidad encarnada hacía el servicio de los demás, con el distintivo del amor y la solidaridad.
La calle Aldersgate es un lugar, una calle. Los archivos de la historia política inglesa registran que el rey Jacobo I marchó a través de la angosta calle al establecer su monarquía. La historia literaria inglesa nos dice que el escritor James Boswell vivió allí con su esposa. Sin embargo, se desconoce el sitio exacto en la calle Aldersgate en donde Juan Wesley sintió ese calor extraño en el corazón. Lo único que los historiadores metodistas han podido hacer es poner una placa a la entrada de la calle para que la vean los visitantes. Si se conociera el lugar exacto, quizá habría la tentación de convertirlo en un símbolo y adorar adorar ese símbolo, perdiéndose así el significado del evento.
Aldersgate es un evento clave que no se puede duplicar. Simboliza, más bien, un recorrido espiritual con eventos claves y experiencias continuas. La experiencia en Aldersgate no significó un alto ni tampoco un evento único en el recorrido espiritual de Juan Wesley. En su propio testimonio, después de ese momento, estableció la plataforma para seguir adelante. Tras pronunciar aquellas conocidas palabras sobre el «calor extraño en el corazón», dijo:
“Comencé a orar con todo poder por aquellos que de manera especial me habían usado con maldad y me habían perseguido. Luego, a todos los que estaban allí, les testifiqué abiertamente lo que sentí primero en mi corazón. Pero no pasó mucho tiempo antes que el enemigo dijera: «Esto no puede ser fe; porque, ¿dónde está tu gozo? Entonces se me enseñó que la paz y la victoria sobre el pecado son esenciales cuando ponemos nuestra fe en el Capitán de nuestra salvación; pero que, respecto a las manifestaciones de gozo que la acompañan al principio por sufrimientos y dolor- en especial a los que han pasado» en ocasiones Dios las da y, en otras, las retiene, según los planes de su voluntad.”
En el camino a Aldersgate con Juan Wesley, nos maravillamos por la evidencia de la gracia preveniente: La gracia que nos previene del pecado, nos convence de pecado, y nos dirige hacia Dios y Cristo. En Aldersgate, con Wesley, nos maravillamos por la presencia extraña y cálida de la gracia Salvadora: La gracia que nos regenera como nuevas criaturas; nos justifica delante de Dios, y nos da la seguridad de la salvación mediante el testimonio del Espíritu Santo. ¡Pero hoy les invito a que nos maravillemos aún más por el poder de Jesucristo que se manifiesta en esta Su iglesia! Que nos maravillemos por Su gracia que nos ha sostenido, por su amor que nos ha perdonado y que nos hace saber que sigue estando con nosotros…
Los wesleyanos debemos seguir juntos ese recorrido. Durante todo el recorrido, poseemos la seguridad de nuestra salvación. Una pregunta continua que los wesleyanos se hacen a sí mismos, y unos a otros, es: «¿Tienes el testimonio del Espíritu de que eres hijo de Dios?» Dondequiera que estemos en el camino a Aldersgate, la gracia sublime nos permite responder: «Si»
En 1786, a la edad de 83 años, Juan Wesley escribió: «No temo que la gente llamada metodista deje de existir en Europa o en los Estados Unidos. Pero temo que sólo existan como un grupo muerto, con la forma de religión, pero sin poder. Y, sin lugar a dudas esto sucederá, a menos que mantengan la doctrina, el espíritu y la disciplina con la que comenzaron». A menudo hablamos del cuadrilátero wesleyano para el equilibrio teológico: la Biblia, la razón, la tradición y la experiencia. Y vaya que tiene importancia.
Pero también podemos encontramos otros énfasis metodistas para la renovación espiritual:
- Predicar y enseñar doctrina basada en la verdad bíblica.
- Experimentar la llenura del Espíritu Santo
- Seguir la santidad de vida santa, que nos separa del pecado y nos sensibiliza a la necesidad de otros
- Predicar en cualquier lugar y estar siempre listos para hacerlo, entre otros énfasis.
Hablar en nuestro contexto sobre la perfección cristiana ha ocasionado problemas de comprensión, porque se le ha dado la connotación de una persona que no tiene errores ni faltas y, por lo tanto, posee el máximo grado de excelencia; justificando así que no hay hombre en esta tierra que pueda ser completamente perfecto. Este punto de vista es el que ha provocado confusión y controversia a la propuesta de santificación que hace Wesley, al afirmar que los cristianos pueden y deben ser perfectos en esta vida. A lo anterior, él respondía: “He hecho ya lo que me propuse hacer. He dado un relato sencillo y claro de la doctrina de la perfección cristiana, el sentido en que la recibí, recibo, y enseño hasta hoy. He declarado en todas sus partes lo que quiero decir con esta expresión bíblica. He bosquejado a grandes rasgos el cuadro de ella, sin disfraz o engaño. Nótese que esta es la doctrina de Jesucristo. Estas son palabras suyas y no mías: ‘»Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (Mateo 5:48).
Santidad es, un sentido de pureza de intención, dedicación de toda la vida a Dios. Es darle a Dios todo nuestro corazón, es decir, el permitir que Él gobierne nuestra vida. Es, además, dedicar no sólo una parte, sino toda nuestra alma, cuerpo y bienes a Dios. Bajo otro punto de vista, es tener toda la mente que hubo en Cristo, que nos capacita para andar como Él anduvo. Es la circuncisión del corazón de toda inmundicia, tanto interior como exterior. Es una renovación del corazón a la completa imagen de Dios, a la completa semejanza de Aquel que nos crio. Por otra parte, es amar a Dios con todo nuestro corazón, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.”
Iglesia metodista, hermanos y hermanas que vivimos en estos tiempos, sin caer en la trampa racionalista de probar con textos solo ideas, o de forzar la Palabra de Dios para que encaje en agendas particulares, debemos predicar y enseñar la doctrina bíblica y nuestra herencia teológica wesleyana, con la confianza y claridad de un cristianismo para la generación presente y futura, congruente, con sencillez, con amor, compasión, acompañamiento y con compromiso.
El metodismo fue inicialmente una obra del Espíritu Santo centrada en la transformación de seres humanos de pecadores a santos. Su aspiración más profunda era la santidad tal como se expresa en una visión de la vida cristiana transformada de principio a fin por la gracia divina. La iglesia – nosotros, como líderes y dirigentes de la misma, debemos dar razones para vivir y tener esperanza, y lo anterior solo es por Cristo, predicado, enseñado y testificado. La santidad no debe concebirse solo como algo escatológico, que sucederá solo en un futuro glorioso, en el más allá, sino debe verse también en el más acá, en el aquí y ahora; la santidad se vive y se disfruta, pero no pretendiendo estar desconectados con el mundo o solo esgrimiendo opiniones al respecto.
Hablando de ser santos como una experiencia de vida, cito las palabras a manera de esquema de Steve Harper contenido en su libro Cinco Marcas de un Metodista, confirman nuestra identidad como cristianos metodistas como seguidores genuinos y fructíferos de Cristo:
- Un metodista ama a Dios
- Un metodista se regocija en Dios
- Un metodista da gracias
- Un metodista ora sin cesar
- Un metodista ama y sirve a su prójimo
Para Wesley, la perfección cristiana incluye todos los elementos anteriores, pero también mucho más. Es decir, si no va acompañada de una relación personal y concreta con la gente, con independencia de su situación, en realidad esa expresión cristiana de «santidad» no existe. Y no basta con establecer una mera relación de amistad, porque la verdadera santidad es la que lleva al creyente a identificarse de la misma manera que Cristo se identifica con los necesitados (Mateo 25). La santidad en perspectiva wesleyana, nos lleva a tener la vida y el ministerio de Cristo como nuestro modelo, como el ejemplo que debemos seguir en todas nuestras acciones y actitudes. Seguir el ejemplo de vida de Cristo significa reflejar el amor de Dios de una manera sacrificial y con acciones concretas que demuestren ese amor a quienes nos rodean y, sobre todo, significa ministrar e incluir a la gente marginada. De recibir y acompañar al que sufre, a la mujer violentada o que tomó decisiones para encarar afrentas que quizá haya pasado, al que piensa diferente, etc.
Es por eso que el metodismo mexicano está convencido de que el mensaje del evangelio y de la santidad son un mensaje de hospitalidad, de bienvenida. Pues la santidad que se dice tener o vivir, se expresa indubitablemente hacía los demás, es decir, una santidad social. De la misma manera que Cristo extiende una invitación a toda persona para venir y gozar de las bendiciones que Dios ofrece, la santidad invita, imitando a Cristo, a toda persona, particularmente a los desprotegidos y necesitados, a ser parte del «movimiento de santidad».
La santidad se vive también en mi relación con los demás, no pretendiendo competir entre nosotros o pretender ser mejores que otros; santidad se vive en el hogar, en el matrimonio, con los hijos, en el uso del dinero, en lo que hacemos en privado, en lo que veo en los dispositivos electrónicos, etc. El tipo de santidad que se debe vivir en nuestra iglesia, representa una oportunidad para que la teología que se elabora y las predicaciones anunciadas, no sean egocéntricas, y reflejen el amor de Dios, para que como iglesia podamos crecer en la gracia y vivir en verdadera santidad.
La santidad que manifestamos tener, como herencia, no solo doctrinal e histórica, sino como algo mandado por el mismo Señor Jesucristo, es una santidad que nos empuja a buscar al “no santo”, nos lleva a decir no a la pretensión de vivir en una burbuja o intentando vivir alejados de los pecadores; el mandato divino de “ser santos como Yo soy santo” nos lleva indubitablemente a buscar, a abrazar, a restaurar, a caminar, a acompañar a nuestro prójimo, a hacer misericordia y no juicio, a tender la mano y dar el mensaje de Cristo… “yo tampoco te condeno, vete y no peques más…”.
“No discutiré sobre mis opiniones; solo mira que tu corazón sea recto delante de Dios y que conozcas y ames al Señor Jesucristo; que ames a tu prójimo y andes como anduvo tu Maestro, y no deseo más. Estoy harto de opiniones, estoy cansado de soportarlos, m alma detesta esa comida helada. Dame una fe sólida y sustancial; dame un humilde y gentil amante de Dios y del hombre; un hombre lleno de misericordia y buena fe, sin parcialidad y sin hipocresía; un hombre que se entregue a la obra de la fe, la paciencia de la esperanza y al trabajo del amor. Que mi alma esté con estos cristianos donde quiera que estén y cualquiera que sea su opinión.”
Juan Wesley
«Esta Iglesia está llamada a sorprender, distanciándose de, estilos de actuación y lenguajes agresivos que nada tienen que ver con Jesús.
Jesús nos llama a él, pero nos empuja a la vez a buscar al perdido. Sabía que no podía transformar de un día para otro aquella sociedad donde veía sufrir a tanta gente
Por eso a Jesús le gusta tanto hacer gestos de bondad. ‘Abraza’ a los niños de la calle para que no se sientan huérfanos. ‘Toca’ a los leprosos para que no se vean excluidos de las aldeas. ‘Acoge’ amistosamente a su mesa
Una Iglesia fiel a Jesús está llamada a sorprender a la sociedad con gestos públicos de bondad, de santidad, de amor…»
Quien tiene un encuentro verdadero con Jesucristo, jamás vuelve a ser el mismo o la misma.
¡Visítanos Señor!! ¡Llénanos de tu Espíritu!!
¡Así sea!
BIBLIOGRAFÍA
Recursos primarios
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