Hace unas semanas llegamos a nuestro nuevo campo pastoral y en el proceso de desempacar algunos detalles que nos obsequiaron, hay uno que contiene la frase de Juan Wesley que dice:
“Haz todo el bien que puedas por todos los medios que puedas, de todas las maneras que puedas en todos los lugares que puedas, en cualquier tiempo que puedas, a toda la gente que puedas, y tanto como tú puedas. “
Esta es una frase que desde hace algunos años conozco y siempre me hace recordar cuál es la misión del creyente hacia el prójimo: hacerle bien. No es hacerlo en ligeras cantidades o esporádicas ocasiones, sino en totalidad de lo que somos, tenemos y podemos. Aplicándolo a mi vida, como mujer busco constantemente el ser de bien a mi alrededor; y especialmente no puedo evitar el orar y buscar maneras de servir entre otras mujeres de distintas edades y contextos. Ser mujer implica pensar en el universo de necesidades que este género tiene y con esto no pretendo menospreciar al género opuesto; más bien, en este momento hablo desde mi experiencia y puedo decir que es una odisea vivir siendo mujer.
Actualmente vivimos un despertar de nuevos pensamientos, nuevos conceptos, nuevos roles, nuevas sociedades; lo cual no dudo que en alguna manera puede repercutir para la mejora en la situación que vivimos las mujeres en distintos ámbitos sociales y personales. Sin embargo, como toda moneda, esto también tiene dos caras. La realidad para cada mujer puede ser diferente según las circunstancias de su vida y es ahí donde encontramos multitud de temas de necesidad.
Uno de los muchos temas que existen en medio de las situaciones contemporáneas por las cuales puede una mujer transitar es el del aborto legal en favor de las mujeres que lo requieran. Si reflexionamos sobre los miles de casos de violación, el tema está impregnado de la denigración de la mujer como uso de objeto sexual. La maldad sigue generando un alto índice de violencia que corrompe la creación hecha a imagen y semejanza de Dios, dentro y fuera de un matrimonio. Historias con ese final suceden lamentablemente en un antro, en la calle o dentro de una habitación.
Los escenarios de violación no son los únicos: existen muchos otros donde el sexo fue consensuado, pero tuvo resultados no planeados; en fin, será imposible en unas palabras describir las causas que producen un embarazo no deseado; pero sí podemos mencionar algunos aspectos que rodean la decisión de finalizar con la vida de otro ser.
La importante y grave decisión del aborto tiene cimiento en el mal uso de la sexualidad, siendo éste un don de Dios, pero que se ha usado irresponsablemente. Dicho don fue entregado al hombre y a la mujer para un placer honroso, para dar una expresión de amor trascendente a lo verbal y, además, para ser un canal a la gestación de vida; pero la condición actual de nuestra humanidad hace que ese don ahora se vuelve un arma en contra de las mujeres y los bebés no deseados.
La natalidad desmedida es otro aspecto relacionado con la política feminista-marxista que fundamentan muchos colectivos de mujeres. Las regulaciones “natalistas” que hoy escuchamos en nuestros gobiernos son reflejo de las voces de mujeres y hombres que abrazan el pensamiento socialista. No soy politóloga, pero mi razón me permite comprender que el fallido comunismo del año 1989 ha cambiado su estrategia de influencia. Ya no es el gobierno obligando: ahora ofrecen la idea que “el pueblo manda” para derribar el capitalismo. Es por ello que dentro del marco político social hay un sinfín de intentos por posicionar esta opción a las mujeres de todas las clases, reflejando que al final el ganar de todo esto es para un fin más allá de las necesidades de la mujer.
Sin duda un aspecto es la economía y -muy relacionado a lo anterior- muchas mujeres buscan ayuda en momentos de vulnerabilidad en las entidades de poder. Algunas son escuchadas y otras no, llevándolas a reflexionar en su capacidad financiera para medir qué tan posible es salir adelante con una nueva vida bajo su responsabilidad. La marginación social de mujeres es algo real y palpable a pocos metros de cada uno de nosotros y muchas son limitadas en su progreso justo.
La condición emocional es uno de los principales aspectos que rodean el decidir abortar. En los tiempos que nos ocupan, muchas mujeres viven episodios de ansiedad, depresión, estrés postraumático, conducta suicida, trastorno bipolar, etc. No podemos evadir la realidad y como creyente no me imagino el martirio que es lidiar con el temor y la herida emocional de esta manera, cuando no está Cristo y su obra de restauración de por medio.
Esto me lleva a mencionar un aspecto más: la fe. Es claro que alguien no creyente tendrá diferente conclusión que yo en cuanto al valor de la vida, la restauración divina y el confiar del control de Dios en el tiempo postrero (futuro). Cuando lo único que una mujer sin Dios ha vivido es maldad, no podrá obrar en bondad, misericordia, perdón y valor de la vida.
¿Por qué menciono todo esto? Porque como creyente busco hacer el bien a toda la gente que pueda, y eso incluye a una mujer que decide abortar. Su decisión no la hace menos valiosa para Dios; por lo tanto, para mí tampoco lo es. Que esté en desacuerdo es una opinión que sobra, al igual que la del gobierno, la sociedad y la cultura. La única opinión que realmente es valiosa es la de Dios y toda mujer que aborta debe conocerlo a ÉL para conocer su verdad. Si deseo mostrarle lo valiosa que es la vida, debo comenzar por ella, demostrarle cuánto la valoro por ser creación divina, al igual que yo.
El deseo de muchos que tenemos una fe apegada a la Escritura en lugar del idealismo social, es que la vida sea para la madre y el fruto del vientre. Pero la realidad nos muestra que no podremos evitar por nuestro deseo que el aborto suceda; a manera clandestina, legal o por causas naturales la situación de los no nacidos es clara y esperanzadora, pues de los tales es el reino de los cielos. La misión del cambio a esta decisión es a través de cada historia que llegue a nuestros corazones; más allá de ser mujer, debemos resaltar el dignificar como creación divina y, por ende, instruir en el mensaje de salvación. Todas las demás alternativas que brindamos como pueblo de Dios son una herramienta para llegar al propósito de cambiar una decisión por convicción de la madre; pero si esto no sucede, no ausentarnos sino lo contrario, hacernos presentes en el acompañamiento de su dolor para llevarla a Jesús.
El aborto no es la solución, está rodeado de injusticia tanto para la madre como para el bebé no nacido y nunca se remediará un mal con la muerte de un inocente. Pero si algo tengo claro, es que sin Dios en el corazón no hay un valor a su creación y no puedo esperar algo diferente de una mujer que no conoce a mi Creador. En cambio, sigo convencida que las mujeres cristianas no abortamos, defendemos la vida; más allá de ser mujeres, somos hijas de Dios.
Sigamos hasta el final
“gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración.”
Rom 12:12
Pbro. Cindy J. Gerardo Ibarra
Semblanza:
Cindy Gerardo Ibarra, Presbítero de la Conferencia Anual Oriental. Licenciada en Teología y en Administración Financiera. En su preparación cuenta con un diplomado en Antropología Social y Cultural Juvenil.
Hola. El hecho es que hay una realidad dolorosa, muchas mujeres están decididas a abortar y muchas ya lo han hecho, esa es la cruda realidad. No podemos ignorar lo que esta sucediendo y eso no me hace una persona enjuiciadora, solo que hay otra realidad y es que hay muchos intereses mezquinos y criminales atrás de todo esto, quienes promueven, financian y venden este mensaje, porque es un gran negocio. Así que muchos bebes serán abortados por causa de esto. No ignoremos este otro lado de la moneda porque esto no puede justificarse ni como sociedad ni ante Dios
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