«La visión de la muerte en el cristianismo»: Hablando de la Muerte

«La visión de la muerte en el cristianismo»: Hablando de la Muerte

por Pbro. Gabriel Solano Ramírez. 
Conferencia Anual de México.

 Cuando escuchamos en una conversación el tema de la muerte, muchos podemos llegar a asustarnos, intimidarnos o incluso evitamos continuar el diálogo, por la extraña idea de que hablarlo antes de que suceda, pueda provocar que ese momento llegue a nuestra vida antes de tiempo. Existen muchas opiniones y pensamientos que se desarrollan con base en nuestra experiencia, formación y, por supuesto, lo que la religión ha dictado a nuestra vida familiar. Para los cristianos metodistas -me refiero a aquellos que se han enfocado en la edificación y maduración de su fe cristiana a través de los principios bíblicos. 

El tema de la muerte tiene aspectos muy importantes que se pueden reflexionar, pues hablar sobre el momento final, es decir, la muerte, es hablar de una situación que ninguno de nosotros sabe exactamente cuándo sucederá, de hecho, a menudo tendemos a posponer el pensamiento, creyendo que no llegará pronto. El hecho es que todos los seres humanos tenemos esta vulnerabilidad en común. Todos somos finitos, y en algún momento este aspecto que compartimos nos llevará a encontrarnos con la muerte. Es la razón por la que cuidamos de nuestra salud acudiendo al médico o bien visitamos a especialistas (terapeutas, psicólogos, nutriólogos, entrenadores deportivos, etc.) que nos ayudan a ir mejor preparados, o por lo menos, nos orientan para llegar de una forma más digna a ese momento. 

Pero aquellos que hemos recibido en nuestro ser la promesa de Dios sobre la vida eterna entendemos que la muerte no es el final, sino la puerta hacia la vida plena donde no habrá llanto, enfermedades o tristezas. Eso es una hermosa y esperanzadora disposición hacía esa parte de la vida llamada muerte. El Señor nos invita a estar preparados para un encuentro con Él; lo interesante es que en cierto modo la muerte es un encuentro: Dios es quien viene a encontrarnos, a tomarnos de la mano y a descansar en Él. Es como si cada una de nuestras vidas fueran una puerta a la que el Señor tocará algún día para que al abrir nos llenemos de alegría por recibir a tan distinguida visita. Es nuestra tarea prepararnos para ese momento, y esto lo hacemos cuando nos perdonamos unos a otros, cuando decidimos no lastimar a nadie, cuando preferimos la paz y no la violencia, cuando oramos unos por otros, pues todos estos ejercicios nos hacen sentir listos para abrir la puerta al Señor. 

Muchas personas se han concentrado en reunir muchos bienes materiales, ahorrando, acumulando, y guardando para el día final un recurso que pueda solventar las necesidades del futuro, pero de todo ello no nos llevaremos nada… Has pensado en tu propia muerte: ¿cuándo moriré? En el calendario esa fecha no está definida; y aunque Dios lo tiene claro, hoy puedes platicar con Él y que te prepare para morir bien, morir en paz, morir con esperanza. Esto, querido lector, puede ser una realidad para ti porque toda tu vida la viviste así: bien, en paz y con esperanza. Por ello afirmamos que ya sea que vivamos o que muramos… somos del Señor.