RESEÑA HISTÓRICA DEL TEMPLO METODISTA «LA SANTÍSIMA TRINIDAD» EN OZUMBA, ESTADO DE MÉXICO

RESEÑA HISTÓRICA DEL TEMPLO METODISTA «LA SANTÍSIMA TRINIDAD» EN OZUMBA, ESTADO DE MÉXICO

CON MOTIVO DEL PRIMER SESQUICENTENARIO DE PRESENCIA EVANGÉLICA EN OZUMBA

Por Alan Sánchez Cruz
Domingo 4 de diciembre de 2022

“Sobre los cabellos del agua”, en la región de los volcanes, se encuentra Ozumba de Alzate. Es uno de los 125 municipios que integran el Estado de México y, siendo la cabecera municipal, lo conforman los pueblos de San Vicente Chimalhuacán, Santiago Mamalhuazuca, San José Tlacotitlán, San Lorenzo Tlaltecoyac y las haciendas de Atempa y Actopan. Los dominicos evangelizaron estas tierras a nombre de la Nueva España por medio del arraigo de tradiciones religiosas que hasta la fecha continúan; por lo que, a la llegada de los hijos de Lutero -los protestantes- dio inicio una contienda por las almas, como si de una pugna sagrada se tratase. El protestantismo nacional vivió una amarga época antes de su establecimiento, con el hostigamiento y muerte que dio el catolicismo romano a misioneras y misioneros cuya intención era predicar el mensaje de Cristo doquiera eran enviados.

Todavía no existían divisiones denominacionales en el país, cuando comenzaron a formarse los primeros círculos evangélicos en la región. Mujeres y hombres, cuyos nombres la historia olvida, pusieron sus esfuerzos para que los misterios del Reino de Dios y la Buena Noticia fuesen conocidos. Uno de esos hombres sería Sóstenes Juárez, considerado, junto a Manuel Aguilar Bermúdez, Manuel Aguas, Agustín Palacios, Arcadio Morales, Gabriel Ponce de León y otros, como los fundadores del protestantismo nacional. Juárez, hidalguense de nacimiento, “perteneció al partido liberal, era masón, quería que México estuviera libre de España y del Clericalismo romano”. Ingresó al ejército, tomando parte en varias batallas. En una de ellas fue reducido a prisión, cosa que le pareció desafortunada, sin considerar que uno de los guardias, al mirar su congoja por no servir a su Patria como él desearía, le obsequió el Libro Sagrado. Admite que lo tomó sin prestarle demasiado interés, pero que poco a poco fue encontrando pasajes interesantes que convirtieron imprescindible aquella obra. Sin saberlo, llegaría a ser un paladín del Evangelio.

Antes de convertirse en predicador de la misión de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, Sóstenes Juárez ya había fundado y/o consolidado diversas congregaciones protestantes en poblados del Estado de México, Morelos, Puebla, Guanajuato y Aguascalientes. En el Estado de México, los feligreses de Chalco, Tlalmanalco, Amecameca, Zoyatzingo, Ozumba, Chimalhuacán, Tepetlixpa y Atlautla constituían la llamada Sociedad Evangélica, pues hasta ese momento no existían adscripciones a denominación alguna. Si bien se conoce que misioneros de las denominaciones provenientes de los Estados Unidos trabajaban por su cuenta, fue hasta 1872, en el caso de la misión Presbiteriana, que envió obreros a la mies de manera formal en lugares donde, como se ha anticipado, ya existían círculos de hermanas y hermanos evangélicos. En el caso de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur (IMES) y de la Iglesia Metodista Episcopal (IME), establecieron su trabajo en México un año más tarde, en 1873.

Una inquietud por parte de las diferentes denominaciones evangélicas en el país, que consistía en unificar esfuerzos de cooperación en América Latina, propició la reunión misionera que se llevaría a cabo en la ciudad de Cincinnati, Ohio, en 1914. En ese lugar, las Juntas Misioneras debían acordar la distribución lógica y concertada de su trabajo por regiones. Aunque, de inicio, el llamado Plan de Cincinnati se circunscribía a México, pronto se extendió a países como Cuba, Puerto Rico, Brasil, Perú y Venezuela. Las denominaciones con representatividad en aquella ciudad fueron la Iglesia Presbiteriana del Norte, la Iglesia Presbiteriana del Sur, la Iglesia Presbiteriana Reformada, Congregacionales, Discípulos de Cristo, la Iglesia Bautista, los Peregrinos, la Iglesia Metodista Episcopal y la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, y otras. Entre los frutos del Plan se cuentan la creación de instituciones ecuménicas -como el Seminario Evangélico Unido en la Ciudad de México, para la formación de pastores Congregacionales, Discípulos de Cristo y Metodistas- y fondos para la administración de recursos compartidos. “El Plan de Cincinnati, sin embargo, tenía un importante punto ciego: los mexicanos no pudieron estar presentes y los acuerdos se hicieron sin consultar con el liderazgo mexicano de las iglesias misioneras”. El Plan implicaba ceder a otras denominaciones algunos templos y recibir otros, según la nueva distribución territorial, por lo que era lógico que las iglesias locales en cuestión resultasen lastimadas al enterarse de que, a partir de una fecha determinada, pertenecerían a una denominación distinta. Algunas congregaciones aceptaron el acuerdo con dolor y otras, como en el caso de las iglesias presbiterianas en el norte del país, no. El Plan fue aprobado en 1917 y se implementó dos años después.

Ozumba sufrió las consecuencias del Plan de Cincinnati, pues, lo que hoy conocemos como el templo metodista “La Santísima Trinidad”, formaba parte de la misión presbiteriana del sur y su primer pastor sería el Rev. José Pasquel Navarez. La misión fue creciendo ya que, en ese mismo año, llegaron a México el Dr. Henry C. Thompson, quien durante veinte años trabajó como misionero y educador; la señorita Melinda Rankin, enviada a la frontera y a Monterrey; y Mallet Prevost llegó a Zacatecas. Otros personajes importantes para el presbiterianismo nacional fueron Juan y Elías Amador, padre e hijo, y Arcadio Morales, quien sería conocido como “el Dwight Lymann Moody mexicano”. La obra se extendía de la Ciudad de México hasta Toluca, capital del Estado, y a Ozumba. Posteriormente llegó a los estados de Guerrero, Michoacán, Hidalgo, Veracruz, Tabasco y Yucatán.

En 1919, el templo de Ozumba pasó a cargo de la IME, por ello el nombre de “La Santísima Trinidad”. Se desconoce si desde aquel año el metodismo atendía las congregaciones circunvecinas –que, por supuesto, es posible- para conformar el Circuito de Ozumba. En 1923, el año de las Bodas de Oro de la IME, el circuito estaba formado por las misiones de Atlautla, Tepetlixpa, Chimal y Ecatzingo. Todavía en décadas recientes, más de una, uno, recordará que el pastor o la diaconisa enviados a Ozumba debía atender la congregación de Chimal (San Vicente Chimalhuacán) y algunas familias de los pueblos mencionados.

La Revolución Mexicana dejó estragos en el templo y la congregación tuvo que abandonarlo temporalmente. A su regreso, el techo del santuario se encontraba severamente 

dañado, por lo que los servicios religiosos tuvieron que llevarse a cabo en el salón social. Fue en 1973, el año del Centenario del establecimiento de la misión metodista en el país, que el templo sería reconstruido bajo el liderazgo del pastor Rafael Rangel Celedón, quien manifestó un cariño especial por la congregación, a la cual atendió por casi doce años. Aunque se conservó el diseño original de la fachada, atrás quedaron las grandes columnas que sostenían el techo del santuario; también se colocaron seis vitrales con el símbolo de la cruz (tres de ellos fueron cubiertos, al colindar, de acuerdo al testimonio del señor Andrés Reyes, ya finado, con el lote que antaño fue una escuela perteneciente a la iglesia); y la entrada principal, que constaba de una gran barda y una puertecilla de madera, se sustituyó por dos barandales y el amplio portón. La reconstrucción concluyó en diciembre, por lo que tal hecho justificaría que la iglesia celebre su Aniversario en este mes.

Poco a poco, la iglesia se fue acostumbrando a sus nuevas instalaciones, dentro de las cuales abundaron los motivos de alabanza, junto al ritual modesto en el culto dominical, que era amenizado por los himnos al órgano. Se ha de traer a la memoria al joven Gildardo Sánchez Hernández, oriundo de Atlautla, o al señor David Rosales, de Chimal, que por largo tiempo -en particular este último- fueron los organistas titulares que acompañaban a la congregación en su alabanza a Dios. También al hermano Horacio Rodríguez Peralta, de San Andrés Tlalámac, quien acompañaba gustoso los himnos en Ozumba y en Chimal, una vez que el pastor en turno debía asistir a los servicios de la entonces misión vecina. Los pastores Abel Castro, Elías Franco, Daniel Serrano y Rafael Rosas contaron con su afable apoyo. El hermano Horacio tuvo la necesidad de ausentarse, por lo que, a partir del periodo del pastor Jorge Huerta Gómez, los himnos se entonaron con ayuda de pistas musicales. El joven Alan Sánchez Cruz se integraría posteriormente como organista, hasta su ingreso al seminario, en agosto de 2010. Algunos pastores también acompañaron los himnos con el auxilio de un teclado, como es el caso del pastor Rosas -con quien se inició la formación del grupo de alabanza, activo hasta nuestros días- y el pastor José Ángel Neri Ortiz.

El templo ha sufrido modificaciones con el paso del tiempo. Por mencionar algunas, además de las que ya se han puntualizado, se encuentran la extensión del área del presbiterio y la construcción de la cocina en la época del pastor Rafael Rangel; dos tapancos de madera detrás del presbiterio en días del pastor Daniel Serrano, que tenía gusto por la carpintería; en el tiempo del pastor Rafael Rosas, se retiró del presbiterio la luz de neón con el texto bíblico “ORAD SIN CESAR” y, posteriormente, la pintura de un documento antiguo, un pergamino dorado en la pared, que decía:

Dad a Jehová
La Gloria Debida
A su Nombre.
Adorad a Jehová
En la
Hermosura De
La Santidad.
Sal. 29:2

Con apoyo de misioneros estadounidenses, denominados Voluntarios en Misión de la Iglesia Metodista Unida, se construyó y acondicionó la nueva casa pastoral, bajo la dirección del pastor Jorge Huerta. El templo también recibió mantenimiento en su interior; se colocaron dos cortinas a los lados del presbiterio y una cruz de madera en el centro. Se hizo un mobiliario nuevo (la mesa de Comunión, un ambón y el púlpito, que en días del pastor Neri sería reemplazado por uno de vidrio, con diseño más moderno). Con apoyo de los hermanos Jonathan Nava, Miguel Carmona y eventualmente Daniel Valencia (este último del municipio de Ecatzingo), se realizaron labores de mantenimiento menor, como el alumbrado y techado en el pasillo que divide el santuario del salón social, la rampa en el atrio y el techo que cubre la hermosa puerta de madera, colocado en fecha reciente, para retrasar su desgaste debido a las inclemencias del clima.

Cinco miembros de esta congregación han sido llamados al ministerio pastoral en la época contemporánea. El pastor Zalathiel Rodríguez y Rodríguez, originario de Tepetlixpa, que ingresó al Centro Evangélico Unido y graduó en 1954; la diaconisa Esther Valencia Barrios, quien se preparó en la entonces Escuela Metodista para Diaconisas; el Pbro. José Manuel Galicia Rosales, quien partió al Seminario en el año de 1979; la Pbra. Lucila Amaro Romero, a finales de los años 90; y el Pbro. Alan Sánchez Cruz, en 2010.

Durante el año 2019, el mundo experimentó la afección del virus conocido como COVID-19. En el caso de los templos metodistas, estos se vieron en la necesidad de cerrar sus puertas. Ozumba, al igual que otras congregaciones, fue atendida por medio de sesiones en línea y videos transmitidos por la aplicación Facebook, en Internet. También se recolectaron despensas como apoyo en esta temporada tan difícil para las familias de la comunidad. Fue hasta el año 2021 cuando las actividades presenciales comenzaron a restablecerse. Las hermanas de la Sociedad Misionera Femenil “Lidia” -cuyos inicios se remontan a los albores del siglo pasado- y la congregación en general se acercaban con cautela al santuario, con cubrebocas, colocando gel antibacterial en sus manos y cuidando la sana distancia. Esta práctica, aunque con un temor menor al contagio, todavía se lleva a cabo en seguimiento a las leyes sanitarias.

Es imposible nombrar cada suceso y a la totalidad de mujeres y hombres que intervinieron en ellos. Sin embargo, la congregación recuerda a las hermanas María Villanueva, Esther Rosales, Lidia, Eulalia y Leonor González, Abel -que fuese más tarde director de la Escuela Primaria “Benito Juárez” en Atlautla- e Isabel Rodríguez, a Josefa, Adán, Manuel y Eliseo Rojas, Guadalupe Cortés Martínez, los hermanos Isaac, David y Sarita Sánchez Aguilar, Raymundo Peña, Débora Alarcón, Jovita y Josefa Valencia, María Pantaleón, Anita Rosales, Esther, Gabriel, Raquel, Teófila y Maurilio Avilés, Gabriel Anzures, Ángel y Librado Reyes, Remigio Valencia, Ángel Maldonado; a Daniel Pérez, los matrimonios Agustín Amador y Carmen Castro, Luis Ibáñez y Hermelinda Maya, Miguel Carmona y su esposa Rosenda, originarios de Chimal, y Cándido Valencia y Lidia Barrios; algunos miembros de la Liga de Jóvenes de los años 50: Esther, Bertha y Raquel Alarcón, Esther, Liboria y Raquel Amador, Raquel y David Durán Cortés, Roberto Sánchez Hernández, Pedro Valerio y el joven Concepción Valencia, apodado cariñosamente “Conchi”. También, han de ser nombrados: la doctora Amalia Rosales, viuda de Canales e hija de don David, el organista, que tenía por costumbre repartir los aguinaldos el 24 de diciembre, y cuyo nombre toma el Salón social de esta congregación, debido a su consagración a Dios; las hermanas, también con el Señor, Eulalia “Lala” Reyes y Carmelita Sánchez, ejemplos de fe y de pláticas llenas de alegría. Grata memoria produce el hermano Andrés “Andresito” Valencia, quien, en su juventud y en más de una ocasión, tomó el disfraz de Santa Claus para alegrar a niñas y niños en las navidades. Como se ha mencionado, este espacio es insuficiente para nombrar a quienes participaron del culto divino mucho antes que nosotros y se encuentran ya en las filas de la Iglesia triunfante. A ellas, ellos, y aún a quienes no han sido mencionados, nuestra gratitud y reconocimiento.

Entre los devenires de la iglesia en Ozumba, que cuenta oficialmente su primer Sesquicentenario de vida evangélica, recordamos los esfuerzos de quienes nos antecedieron y que, en oración y acciones, establecieron un centro de reunión que sería “casa de Dios y puerta del cielo” para la posteridad. Resta honrarles y procurar seguir su ejemplo, confiando siempre en la promesa divina: “Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación” (Salmo 90:1 RVR 1960).

A ciento cincuenta años del establecimiento oficial de la misión evangélica en Ozumba, en el CL Aniversario luctuoso de Manuel Aguas, precursor del protestantismo en México. Respetuosamente presentada:

Pbro. Alan Sánchez Cruz


FUENTES

  • A Historical Scketch of the Board of Foreign Missions of the Presbyterian Church. 1837-1888 (New York, C. H. JONES & CO., 1888).
  • Hubert W. Brown, Latin America. The pagans, the papists, the patriots, the protestants and the present problem (New York, FLEMING H. REVELL, 1901).
  • Oscar G. Baqueiro, Metodismo mexicano. Periodo 1948-1973 (México, SEHIMM, 1974).
  • Souvenir Book of the Golden Anniversary or Jubilee of the Methodist Episcopal Church in Mexico. 1873-1923 (Mexico, CUPSA, 1924).

Archivo Histórico de la Iglesia Metodista de México, A. R.

Archivo del templo “La Santísima Trinidad” en Ozumba, Estado de México.

De Internet

“Sóstenes Juárez, principios del protestantismo en México”, de Carlos Martínez García en: https://protestantedigital.com/magacin/35802/sostenes_juarez_y_los_principios_del_protestantismo_ii; consultado el sábado 8 de octubre de 2022.

“Una reflexión sobre el Plan de Cincinnati”, traducido y adaptado por el Rev. Gustavo Vasquez en: https://www.umnews.org/es/news/una-reflexion-sobre-el-plan-de-cincinnati; consultado el viernes 21 de octubre de 2022.

Entrevistas

Hna. Esther Amador Castro

Hna. Natalia Durán Cortés

Hna. Gloria Ibáñez Maya

Hna. Guillermina “Guille” Galván Amador

Pbra. Lucila Amaro Romero

Pbro. José Manuel Galicia Rosales