DESDE LA DIRECCIÓN DE ARCHIVO E HISTORIA…

DESDE LA DIRECCIÓN DE ARCHIVO E HISTORIA…

Estimados lectores: les saludo de nueva cuenta con mucho gusto, agradeciendo a Dios poder servirle desde esta trinchera, que para los que nos gusta la historia resulta un placer asomarnos a través del tiempo a las formas de pensar y de vivir de aquellos que nos precedieron; y en especial, a nuestros hermanos cristianos metodistas que llevaron caminando o sobre un caballo por todo el territorio nacional, el mensaje de salvación de Jesús, a quienes les tocó picar piedra y abrir brecha por donde no había caminos… ni autos, ni teléfonos, ni aviones ni internet…

Este año cumpliremos los primeros 150 años del metodismo en México; lo que resulta motivo de agradecimiento a Dios por la vida y el servicio de aquellos hijos suyos, hombres y mujeres que dejaron, tal vez, comodidad, condición social o económica, a seres queridos para acudir a tierras lejanas y desconocidas, pero con un gran amor por las almas perdidas, que sin esperanza de una salvación y una vida eterna estaban destinadas a vivir (y morir) sin esperanza. Gracias a Dios por ellos, que por su fe y la gracia de Dios (no por sus obras) ahora gozan de la vida eterna con nuestro Padre Celestial.

Pero retomando el asunto nuestro del Archivo e Historia, les quiero compartir que, entre los muy valiosos materiales y publicaciones ahí reunidos, contamos una publicación del mes de junio de 1882, hace 141 años, del Abogado Cristiano. Resulta, les he platicado, que prácticamente desde la llegada de las dos ramas del Metodismo a nuestro país, se dio por tarea publicar para los miembros de la iglesia información de lo que ocurría en la obra metodista, tanto en México como en otras latitudes, sobre  aspectos bíblicos, doctrinales, como información general, de avances científicos y tecnológicos, por lo que este medio impreso respondía a diversas necesidades de formación doctrinal, información diversa y hasta de esparcimiento.  Era de las muy pocas fuentes de información disponible. 

Hoy leemos en versión digital El Evangelista Mexicano; y ya desde aquellos tiempos, junto con El Abogado Cristiano, se publicaba este medio impreso, ya sea semanal, quincenal o por mes (dependiendo de la época) con muy diversa información (recordar que en México predominaba el analfabetismo, y mientras que los de la tienda de enfrente prohibían leer la Biblia, los protestantes, incluidos los metodistas, fomentaban la lectura, la cultura, la educación, etc.). Era sin lugar a dudas un medio para saber qué sucedía en el mundo en los más diversos asuntos.  

Pues bien, en junio de 1882 los hombres de aquellos tiempos se preocupaban por inculcar conocimientos, educación, combatir los vicios como el alcoholismo con su muy fuerte y permanente campaña de Temperancia; y rescato de la sección “Ciencias y Artes” el artículo “Sociedad nacional protectora de animales” que muestra el interés que como cristianos metodistas, se tenía por el adecuado trato hacía los animales, tema que hoy parece que no lo hemos hecho llegar al estándar deseado. Su lectura se explica a sí mismo:

  • La formación de una Sociedad protectora de los animales en México es una necesidad cuya realización demanda, no diremos ya el estado de adentro en que felizmente nos encontramos, sino en la deplorable relajación de costumbres que caracterizan a nuestro pueblo. Nosotros, los que nos gloriamos de ser defensores de los infelices animales, no limitamos nuestras miras, a procurarles el mayor bienestar posible, no; tenemos tendencias más elevadas; por medio de ellas buscamos la regeneración del pueblo, que, embrutecido, abyecto, falta de bondadosos sentimientos, lo mismo maltrata al animal indefenso y se regocija y vocifera y se desenfrena mirando correr la sangre de espectáculos que recuerdan la barbarie como hiere a su semejante y martiriza públicamente al niño que inerme clama con su llanto al cielo pidiéndole que ampare su debilidad.

“Quien acostumbre hacer daño a los animales, ha dicho Franklin, no dista mucho de ser cruel para con los hombres sus hermanos”. En efecto, ¿quiénes son aquellos que más se distinguen entre nosotros por su ferocidad para con los brutos? Hombres sin piedad, corazones duros, estúpida gente, incapaces de comprender, ni su interés personal, ni el delito de lesa civilización que comenten sin lástima, cargando hasta el exceso, mortificando sin necesidad e impunemente a esas desventuradas criaturas, que no porque son mudas dejan de ser sensibles; a esos seres que, colocados a nuestro lado por un beneficio especial de que de muchos hombres son indignos, nos ayudan en las más rudas tareas, nos dan con su carne un saludable y reparador alimento, velan y defienden nuestro domicilio y nuestros intereses, y hacen vivir la industria, proporcionándonos comodidades sin cuento. Esa gente, verdugos insaciables y cobardes, especuladores hambrientos, almas ennegrecidas, vergüenza de nuestra raza, esputos corrompidos de una sociedad gangrenada, son los mismos que, bebiendo sin tasa, caen diariamente en el torpe embrutecimiento de la embriaguez; que sin respeto a la moral y a las personas honradas hieren los oídos con palabras obscenas y soeces, que profieren aun en los centros más concurridos; que sin temor a la justicia y a las leyes sociales, golpean a las mujeres, y por la causa más injustificable, hieren y matan a sus hermanos, con el estoicismo propio de la brutalidad, con un encarnizamiento digno de las más hambrientas fieras de los circos romanos.

Cierto que si estas miserables criaturas humanas maltratan, hieren y mutilan, así a los animales como a los seres de su propia especie, es porque les falta la luz de la instrucción, porque no hay una mano benigna que arranque de sus ojos la venda de la ignorancia, porque les falta una antorcha que los guíe en el sendero de la razón y del deber.

Las Sociedades protectoras de los animales, apoyadas de las leyes que dictan los gobiernos y en la justicia de su causa, al reprimir los malos tratamientos de que son víctima inocente nuestros auxiliares y amigos, los animales, al promover ante los jueces respectivos procesos sumarios para castigar a los infractores de sus leyes civilizadoras y al premiar ampliamente a los que más se distinguen por el buen trato, las atenciones y cuidados que prodigan a las bestias, prestan un gran servicio a las naciones, inculcando entre las masas sentimientos de bondad y caridad, al mismo tiempo que procuran por sus medios particulares el mayor adelanto de la agricultura y la industria.

Las Sociedades protectoras de los animales, para prevenir la crueldad que en ellos se cometen, llevan su influencia bienhechora hasta el corazón de los niños, en el cual tratan de imprimir con el ejemplo y el estímulo, los más saludables sentimientos de benevolencia y de moralidad.

¿Quién sea bondadoso y compasivo para con los animales podrá ser perverso y malo para con sus semejantes…?

Las Sociedades protectoras de los animales, al premiar periódicamente a los autores de los libros, de folletos y artículos científicos que versan sobre agricultura, veterinaria y ciencias accesorias y que en algo se relacionan con el progreso de su obra, estimulan el trabajo y glorifican el mérito, que tanto necesita de esos poderosos auxiliares. Del mismo modo, al conceder cada año premios y medallas de honor a los autores de aparatos nuevos, de instrumentos y vehículos que de algún modo moderan la fatiga de los animales y perfeccionan el trabajo, esas Sociedades rinden culto a la industria que hacen prosperar, valiéndose de sus medio ingeniosos llenos del más suave atractivo.

Que vengan ahora los incrédulos, los caricaturistas de las nobles y elevadas pasiones a decirnos que la obra que ardientemente perseguimos es una obra inútil, efecto de un sentimiento exagerado y mal puesto. Que vengan otra vez a decirnos que antes de proteger a los animales nos ocupemos de la protección de los hombres y de los niños desvalidos, Que nos vuelvan a decir que los animales no necesitan protección porque son seres inferiores y despreciables, que aman el látigo y el palo que los golpea, desprovistos de afecciones y de cualidades morales. Nosotros les responderemos que los animales sienten y sufren físicamente las injurias materiales de que son objeto; que como dice George Sand, tienen lágrimas de desesperación cuando se sienten impotentes ante el agravio, pero que también tienen lágrimas 

de dolor y de ternura. Les responderemos y les probaremos con hechos irrefutables, que los animales aman y se afeccionan con conmovedora ternura, no sólo a aquellos que les tienden su mano generosa, sino aún a los que, orgullosos con su título de rey de la creación, se convierten en tiranos de sus propios auxiliares. Les diremos por último, que las Sociedades protectoras de los animales,al considerar a éstos como creaturas sensibles y provistas de afecciones morales, y al procurar con todo su empeño el mejoramiento material de esos seres, se han impuesto una tarea moralizadora y benéfica que todos los hombres honrados deben abrazar.

Próximamente veremos el día en que una asociación de esta naturaleza se inaugure entre nosotros; para ese día aplazamos y allí esperamos dar nuestro afectuoso saludo a los que sientan en su alma el deseo de hacer el bien y procurar hacerlo practicable por todos los medios posibles.”

Hasta aquí la transcripción de este documento, escrito en el siglo XVIII. Y no obstante estar ya en el siglo XXI, hoy en día, tanto en ciudades como en áreas rurales se sigue presentando el maltrato al animal en diversas formas: las corridas de toros, los palenques con su peleas de gallos, en los rastros con técnicas de sacrificio primitivas. Vemos a perros cómo son echados a patios pequeñísimos o en azoteas sin sombra, los mercados de venta o trueque de animales en los pueblos, etc. ¿Y qué decir de los perros que deambulan por las calles pasando toda clase de maltratos, tal vez días enteros sin tomar alimento o beber agua? Identifiquemos qué podemos hacer cada uno de nosotros. ¿Tal vez colocar recipientes con agua limpia al alcance de estos perritos? ¿O cuando deseemos una mascota doméstica optar por adoptar en lugar de comprar alguna? Lo escrito hace más de 140 años es vigente en nuestros días. Hoy ya existen sociedades protectoras de animales. Estemos atentos para reportar cualquier aviso. Nos leemos pronto.

Su amigo y hermano en Cristo.
Eliseo Ríos Flores