Por Baltazar González Carrillo
HISTORIA NÚMERO .46
LA VIDA EN EL ESPÍRITU
Desde el 4 de febrero de 1973 -día de mi experiencia pentecostés- he aprendido a transitar en la nueva Vida en el Espíritu… esta historia sólo se puede entender mirándola a través de la fe y no tanto de la razón. La fe es la aceptación de los hechos de Dios; es decir, los hechos sobrenaturales de Su poder. La razón exige explicaciones lógicas a mi intelecto, pero -insisto- esta es una historia de lo sobrenatural de la Vida en el Espíritu…
El último sábado de octubre de 1974 inicié los ensayos con el coro infantil en la Iglesia El Buen Pastor de Reynosa, pero los niños y niñas que lo integraban incluían también a niños y niñas de nuestra misión de “la Capilla”; todo el año de 1973 -ya lo he contado- vivíamos en un continuo avivamiento espiritual que desde el principio los niños, los adolescente y los jóvenes eran los principales protagonistas del poder de Dios; y aunque la mayoría de la congragación adulta ya estaba persuadida del mover del Espíritu, los niños y niñas seguían siendo usados maravillosamente por el Señor.
Durante los sábados del mes de noviembre intensificamos los ensayos del coro infantil preparando su participación en el culto de Nochebuena, con el concierto de Navidad en unión con el coro juvenil; los niños llegaban a las 10:30 de la mañana de cada sábado y dedicábamos treinta minutos a la oración y breves testimonios de algunos de ellos. Ya era muy común que algunos de ellos oraran en otras lenguas y esto nos edificaba grandemente…
El último sábado de noviembre, antes del ensayo, tuvimos nuestro acostumbrado tiempo de oración. Pero esa mañana fue muy diferente pues en un momento muy especial y muy sobrecogedor, Carmina comenzó a hablar en lenguas y de inmediato el Señor nos reveló que no se trataba de una oración, sino de un mensaje. En cuestión de minutos Lety comenzó a interpretar aquel mensaje angelical, el Señor dice: “toda la ciudad y sus alrededores sabrán de la obra de Dios en este lugar. Sean fieles anunciantes de esta obra del Señor entre ustedes”. Terminó el tiempo de oración y continuamos con nuestro ensayo; sin embargo, como pastor pedía al señor la confirmación de aquel mensaje divino.
Enfrente de nuestro templo (ubicado en la avenida Allende 630 oriente- centro) hay un edificio en donde estaba funcionando el primer canal de televisión de Reynosa, era el canal siete. El primer sábado de diciembre, al terminar nuestro ensayo, los padres de los niños -como siempre- vinieron por ellos; enseguida una señora muy elegante cruzó la calle y se presentó conmigo, diciéndome: “soy la gerente del canal siete y cada sábado escucho los cantos de los niños, ¿es usted el director? Si, respondí, y también soy el pastor de la Iglesia. Aquella amable dama continuó: “Señor pastor, el canal siete estará transmitiendo todos los sábados del mes de diciembre programas de 30 minutos con cantos, villancicos y canciones de Navidad, ¿podría su coro infantil participar con nosotros el próximo sábado? La transmisión será de las doce treinta a las trece horas de la tarde (en ese momento vino a mi mente el mensaje que Dios nos dio a través de las niñas y supe así que esta era la confirmación que yo esperaba). Sí, señora, será un placer estar con ustedes en esta presentación…
Cité de inmediato a los padres de los niños para darles esta noticia y para apresurarnos en la confección de sus togas y los cuadernillos de los villancicos.
El siguiente sábado cité al coro infantil a las 10 de la mañana. Oramos, luego les di instrucciones generales; luego fuimos al estudio del canal siete, en donde la señora gerente y un equipo de técnicos nos recibieron amablemente, nos colocaron en la plataforma principal de un amplio foro rodeado de cámaras, reflectores, monitores y micrófonos colgando del techo y colocados bien distribuidos un poco arriba de las cabecitas de los niños y las niñas.
Antes de contarles lo que ahí sucedió quiero recordar en esta historia a este coro de niños y niñas que hoy en su mayoría ya son hombres y mujeres que han formado sus familias, pero que siguen siendo fieles a Dios y líderes en las distintas Iglesias donde se congregan. Guardo en mi mente a Beto, Tavo y Nalo Ortega, a Carmina y Miriam Loyo, a Zulema Perales, a Ricardo, Leticia y Juayo Anzaldúa, a Chuyito y Ricardo Rodríguez, Cintia, Harding, Baltita y Julietita, mis hijos, y otros tres o cuatro niños más.
Se nos dieron las últimas instrucciones, entre ellas que habría dos cortes comerciales cada diez minutos y el programa tendría una duración exacta de 30 minutos…
A la señal del director del estudio se inició la transmisión. Los niños y niñas del coro se veían muy felices, no estaban nerviosos y comenzaron a cantar con voces muy entonadas y sus rostros muy resplandecientes. Vino el primer corte; les recordé a los niños los tres siguientes cantos que estaban en sus respectivos cuadernillos; vino la segunda parte de nuestra presentación y los niños seguían alabando a Dios con sus cantos, todos ellos referidos al nacimiento del Niño Jesús; vino el segundo y ultimo corte y luego iniciamos la tercera parte y última del programa. Cuando comenzaron a cantar el primer villancico, los rostros de los niños y las niñas cobraron mayor resplandor, Carmina levantó sus manos y su carita ya de por sí hermosa se iluminó aún más; luego Lety, enseguida Miriam y luego Riquis; todos ellos y otros más levantaron sus manos y los camarógrafos no perdían un detalle, enfocaban sus cámaras a sus ojos, recorrían sus brazos desde sus manos hasta su rostro y luego vino lo maravilloso, extraordinario y sobrenatural del momento, sin perder la melodía y los tiempos del villancico como lo habíamos ensayado: lo glorioso era que estaban cantando en distintas lenguas. Algunas de las niñas, sin perder la compostura, derramaban lágrimas; yo podía experimentar la misma gloria de Dios en aquel estudio. Noté también que por la gran ventana de la oficina de la gerente, ella y las secretarias y demás personal de la televisora miraban asombrados y con lágrimas en sus ojos lo que estaba sucediendo en el estudio. Vino luego una hermosa paz y terminamos nuestra participación con el bello himno de la Navidad “Noche de Paz, Noche de Amor”…
Mientras, recibíamos las felicitaciones y los saludos de la gerente, y los técnicos me comentaron que los teléfonos en la oficina no dejaban de sonar, pues mucha gente estaba preguntando quiénes eran esos niños y niñas; y con gran asombro afirmaban haber escuchado a una niña cantar en un perfecto alemán, y que otra lo hacía en un perfecto inglés, y alguien más en francés; y hubo alguien que afirmó haber escuchado el villancico en un perfecto hebreo antiguo. Me fue muy difícil explicarles lo que en verdad había pasado, pero vino a mi mente el capítulo dos del Libro de Los Hechos, donde la multitud reunida alrededor del Aposento Alto con asombro decían: “¿cómo les oímos hablar en las lenguas en las que hemos nacido?”.
Dios a través de este coro infantil de nuestra Iglesia hizo saber a toda la ciudad y a todos los lugares vecinos hasta donde llegaba la señal del canal siete lo que Él estaba haciendo en la Iglesia Metodista El Buen Pastor de Reynosa.
Siempre he recordado con gratitud a Dios por la vida de aquellos niños y niñas, algunos de los cuales con el tiempo pude celebrar las ceremonias de sus bodas…
Esta historia es una entre muchas que nos dicen lo que es LA VIDA EN EL ESPÍRITU.
¡Sea Cristo glorificado por siempre!
Fueron muchas otras experiencias que el Señor nos dio en esta congregación, pero debo anotar una más: la Conferencia Anual Fronteriza se celebró en la ciudad de Chihuahua del 7 al 11 de julio de 1976 y ahí recibí mi nombramiento para ir a pastorear la Iglesia El Divino Salvador de Nuevo Laredo, Tam. Por otra parte, el Congreso Nacional de la Juventud estaba fechado diez días después de la Conferencia. Yo tenía dos problemas: por una parte, preparar mi mudanza; y por la otra, acompañar a mis jóvenes al Congreso, pues éste era mi compromiso con sus padres, principalmente de los intermedios: Solicité, pues, al obispo el permiso para llevar a cabo esta última actividad antes de asumir mi nuevo cargo: el obispo accedió y esta vez llevé una delegación de cuarenta jóvenes y señoritas. A nuestro regreso terminamos nuestra mudanza y nos despedimos de esa querida congregación. Por cierto, guardo como una joya especial un reloj ferrocarrilero con su cadena y que funciona perfectamente hasta el día de hoy; éste fue un obsequio de la Liga de Jóvenes.
La obra que Dios comenzó bajo la dirección del Espíritu no ha cesado: la iglesia creció y se multiplicó. Todas las Iglesias metodistas de Reynosa son de alguna manera fruto del avivamiento espiritual…
Julia, mis tres niños y yo nos despedimos de esa amada congregación, ahora con una nueva expectación de lo que Dios tenía para nosotros en nuestra nueva Iglesia.
Yo conozco a muchos de esos niños que ahora son adultos sirviendo al Señor, yo fui pastor de esta congregación de 1991-1994. Algunos han sido parte de la Junta de Administradores y lideres de la iglesia.
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