Aglomeración de migrantes: ¿a quién le importa?
Ante los cambios en la política migratoria de los Estados Unidos, tenemos noticias de los miles de migrantes que se concentran en la frontera de México con ese país, creando una crisis para las ciudades en donde tales concentraciones ocurren.
México es paso obligado de quienes vienen de Centro y Sudamérica en busca del “sueño americano” -una vida “mejor”-, pero esa búsqueda se les transforma en una pesadilla al verse asediados por la escasez, las extorsiones, el robo y la pérdida de su libertad personal y hasta de su propia vida; aunado todo ello al muro de contención que encuentran al llegar a la frontera con el vecino país del norte.
¿A quién le importan estas “mareas humanas”: El doctor Humberto Márquez Covarrubias (Márquez Covarrubias, 2015, 157) expresa la pregunta de esta manera:
Despojadas, excluidas y empobrecidas, estas mareas humanas carecen de interés para las élites políticas y amplios sectores de la sociedad civil. No importan a los gobiernos porque no son contribuyentes que pagan impuestos ni representan a un segmento de la ciudadanía. No importan a los empresarios de servicios porque son menesterosos que van de paso sin ostentar capacidad de consumo solvente, como pudieran ser los turistas. No importan a los políticos que sólo tienen ojos provisionales para las hordas de electores. No importan a la ostentosa Iglesia jerárquica apegada a la teología del dinero porque no aportan limosnas y sólo piden asistencia en el camino. No importan a la sociedad conservadora porque está desinformada y es fácilmente atemorizada por la supuesta invasión de los parias. Esta enervada tesitura anida una pregunta: ¿a nosotros nos importan?
Esta pregunta nos desafía como creyentes, como iglesia de Cristo: ¿vemos a los migrantes como una molestia que pasa a un lado de nosotros, y que tratamos de evadir?¿o seremos capaces de ver esta “marea humana” como una oportunidad para crecer en el extendimiento del reino de Dios?
Lo más sencillo es pensar que esta tarea de atención a los migrantes es de alguien más: el gobierno, las iglesias de los lugares donde hay estas concentraciones de personas, las agencias de ayuda extranjera, los países de donde proceden los migrantes, etc. Pero como iglesia nacional, los metodistas tenemos una gran oportunidad de apoyar en la medida de nuestras posibilidades a aquellas iglesias de las fronteras norte y sur que están haciendo un esfuerzo por enfrentar esta crisis humanitaria provocada por la migración. Nosotros quizá no la hayamos provocado, pero allí está; y tenemos que pensar en si queremos -y de qué manera- ser parte de la solución. ¿Cómo podemos empezar? En el artículo “Faros en el camino” tenemos un testimonio de una iglesia local que se dispuso a ser parte de esa solución, y su experiencia al hacerlo; y estamos seguros de que hay otras iglesias del país con historias semejantes.
En esta edición de El Evangelista Mexicano tenemos reflexiones sobre el tema de la indefensión y el liderazgo que falla; también hay historias de varones ilustres que ayudaron en la construcción de iglesias y la enseñanza durante fines del siglo XIX y principios del XX, todo dentro de la memoria histórica por el 150 aniversario de la presencia del metodismo en el país.
Leeremos un reconocimiento póstumo al Pbro. José Antonio Ordóñez Cruz, ministro de la Conferencia Anual del Sureste recientemente fallecido; y un recuento del trabajo hecho por el Seminario Gonzalo Báez Camargo, así como una invitación a colaborar con él. Damos gracias a Dios por la vida de nuestros ministros y las instituciones donde ellos han sido formados.
Tenemos las secciones del Archivo Histórico de la Iglesia, donde continúa el relato de la Iglesia de Tzomantepec; asimismo hay noticias provenientes de la Universidad Madero en Puebla, y de otras partes del planeta en la sección Noticias Internacionales. Invitamos a ustedes a que lean, comenten y compartan cada una de estas secciones; sus opiniones siempre serán bien recibidas.
En el caso de los migrantes, quizá pensemos que nuestra ayuda sea poca, pero aquí cabe la frase de «Muchos pocos hacen un mucho». Queremos, como parte del cuerpo de Cristo, que él diga de nosotros lo que dijo de la mujer con el vaso de alabastro derramado sobre su cabeza: “Esta ha hecho lo que podía…” (Marcos 14:8). Hagamos lo que podamos hacer.
María Elena Silva Olivares
Referencia:
Márquez Covarrubias, H. (2015). No vale nada la vida: éxodo y criminalización de migrantes centroamericanos en México. Migración y desarrollo, 13(25), 151-173. Recuperado de :https://www.scielo.org.mx/pdf/myd/v13n25/1870-7599-myd-13-25-00151.pdf