
El Discernimiento
Dr. Ernesto Contreras Pulido
Desde que amanecemos y abrimos los ojos, tenemos que hacer decisiones. Unas sencillas, triviales y no trascendentales, otras rutinarias y que no cuestan mayor esfuerzo; pero de una u otra manera, constantemente nos enfrentamos ante la necesidad de hacer decisiones importantes y trascendentales. Hace unos días, en el hospital, un cirujano de corazón, tuvo que hacer la decisión de darse por vencido, cuando después de múltiples intentos, sofisticadas tecnologías y maravillosos medicamentos, no pudo hacer que el corazón de un varón de menos de cuarenta años, con esposa y diez hijos todos menores de 15 años, siguiera palpitando.
Muy probablemente usted no es un cirujano de corazón y no se enfrenta a estos monumentales retos habitualmente, pero no por eso se deben considerar menos demandantes los retos que 24 horas al día enfrenta una mamita linda con un hijo súper inquieto, de dos años de edad como uno de mis nietos que, a veces hasta cada 20 minutos, se golpea o pone en peligro su integridad.
Por la lectura y estudio de las Sagradas Escrituras, nosotros entendemos que la voluntad de Dios es que todos los que, por la gracia de Dios hemos creído, aceptado, recibido y confesado sinceramente, a Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador, seamos no sólo buenos hijos de Dios, sino también excelentes siervos de Jesucristo e instrumentos útiles y sumamente productivos en sus manos para honra y gloria de Dios, para edificación de su iglesia y para bendición de este mundo perdido que vaga sin Dios, sin luz y sin esperanza. Irremediablemente hacia el juicio apocalíptico y la sustitución de este planeta por cielos nuevos y tierra nueva.
Pero la realidad es que todos en nuestra escuela, trabajo, relaciones con los demás humanos y, sobre todo, en nuestra diaria relación con Dios, nos enfrentamos a situaciones que pueden comprometer nuestra integridad moral, nuestra salud espiritual o nuestro buen testimonio y utilidad como hijos de Dios. Todos, y no sólo los jóvenes, nos enfrentamos ante tentaciones que ponen en peligro nuestras posibilidades de llegar al fin del día y de nuestra vida terrenal, victoriosos, felices, ejemplares, con la frente en alto y aprobados delante de Dios.
Los falsos profetas, los herejes y los apóstatas de las sectas pseudocristianas, disfrazados de cristianos y hasta usando la misma corbata y con la Biblia en mano, como el diablo cuando tentó a Jesucristo en el monte, al iniciar su ministerio terrenal, van de puerta en puerta y usando veinticuatro horas al día los medios de comunicación masiva y hasta la Internet, intentan, con palabras persuasivas, apartarnos de la sana doctrina, negar la deidad de Jesucristo, la salvación exclusivamente por gracia, la autoridad infalible y única de la Biblia en asuntos de fe y doctrina, y la existencia del diablo, del infierno y hasta del cielo.
Ya no todo en esta vida es blanco y negro, correcto o incorrecto, luz o tinieblas, pues el diablo se ha encargado de disfrazar sus engaños de color gris y de persuadir a millones que lo malo es bueno y que lo bueno es malo; y a veces, por ejemplo, ya ni siquiera es fácil saber si darle dinero al vagabundo, es bueno o es malo. Muchas veces una decisión puede significar el éxito, o un fracaso irreparable. Y desgraciadamente, no es raro que una mala decisión, aún después del arrepentimiento sincero, deje cicatrices físicas o morales, que nos acompañaran el resto de nuestra vida terrenal. Así, ante tales retos, ¿De dónde puede sacar el cirujano de corazón, mi bendita nuerita, los jóvenes y señoritas, y todos los demás adultos que quieren agradar a Dios, sabiduría y discernimiento suficientes, para permanecer aprobados y fieles delante de Dios, y siempre hacer las mejores decisiones y la voluntad de su Señor?
¡Gloria a Dios! Y ¡Qué bendición tan grande es ser cristianos! Pues ahí es donde entra la porción que se nos ha asignado hoy para escudriñar en las Sagradas Escrituras. Dice el apóstol Juan en su primera epístola: Hijitos, ya es el último tiempo; y según ustedes oyeron que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestara que no todos son de nosotros. Pero nosotros tenemos la unción del Santo, y conocemos todas las cosas. No les he escrito como si ignoraran la verdad, sino porque la conocen, y porque ninguna mentira procede de la verdad.
¡Bendito sea nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo!, quien nos prometió que al irse, Él enviaría en su nombre, al Consolador, al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pues el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede comprender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio, nosotros sí lo conocemos, porque el Espíritu de Cristo mora con nosotros, y en nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo.
Él nos enseña todas las cosas, nos recuerda todo lo que Jesucristo nos dejó por escrito, por medio de los escritos de los apóstoles y profetas en la Biblia; y nos guía a toda verdad, y no con palabras enseñadas por humana sabiduría, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. ¡Gloria a Dios!
La Biblia dice: Nosotros tenemos la mente de Cristo, o sea la capacidad de pensar en una forma que esté de acuerdo con la mente de Dios. Como está escrito: cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Y Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios. Porque nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido. Uno de los dones del Espíritu Santo es el don de discernimiento, o sea la capacidad sobrenatural que Dios le concede a sus hijos y siervos fieles, en el lugar y forma que Dios cree necesario, para discriminar lo verdadero de lo falso, y lo que conviene de lo que no conviene; y para diferenciar entre lo que traerá bendición o maldición tanto a nosotros como a los otros.
Esto es lo que el apóstol Juan llama la unción, que nos permite conocer todas las cosas. El discernimiento espiritual es principalmente una función del Espíritu Santo, y no de la mente o intuición, conocimiento, experiencia, o razonamientos humanos, y es una parte imprescindible de nuestro diario andar con Dios. Si así no fuera, ante tantas y tan convincentes tentaciones del diablo, ¿De dónde sacaría un adolescente entre 13 a 17 años de edad, el discernimiento necesario para llegar a adulto sano, integro, virgen, y enteramente preparado para toda buena obra? ¿Y cómo lograrían los adultos llegar al final de cada día, con la frente en alto y aprobados delante de Dios en todos sus pensamientos, decisiones y actos?
Una vez más, ¡Que bendición tan grande es ser cristianos! Hijos, siervos y amados del único Dios todopoderoso que mora en nosotros, que nos dice: Yo soy el que te tomé de los confines de la tierra, y te dije: Mi siervo eres tú. Yo te escogí, y no te deseché. No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.
Cuando nuestra capacidad natural para razonar es insuficiente, nuestra primera línea de defensa contra las mentiras y engaños del diablo, es el discernimiento espiritual. Pero debe entenderse que ese discernimiento está bajo la administración de Dios, no del hombre, aun cuando sea un don, por lo que hay que pedirlo cada vez que lo necesitemos, y que Dios sólo nos lo dará si nuestro propósito en ese momento, es cumplir el maravilloso plan que tiene para nuestra vida. El ejemplo clásico de esto es Salomón, a quien Dios le dio un corazón sabio y entendido, tanto que dice la Biblia que no ha habido ni antes ni después de él, otro como Salomón; pero ¿Qué pasó cuando imprudentemente, se alejó de los caminos de Dios, y cayó en la más grosera idolatría? Se comportó como el peor de los necios.
Este mismo principio se aplica a todos los demás dones espirituales. Cuando se pretende usarlos para hacer circo maroma y teatro, o por los motivos equivocados, lo único que sucede es que se le abre la puerta a los engaños de Satanás, quien sabe imitarlos muy bien, y sus imitaciones baratas, son usadas para hacer tropezar a los demás, y no como los que provienen de Dios, que siempre son para edificar y bendecir a los presentes. Así es que la Biblia dice: Si alguno de nosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.
Lo menos que debemos hacer cuando el Espíritu Santo nos alerta de que alguna invitación esta dudosa y casi seguramente no está de acuerdo con la voluntad de Dios, es huir de la tentación, como José ante la esposa de Potifar, y ponernos a orar pidiendo socorro de lo alto. Hay que confiar en que Dios es fiel, y siempre nos dará la salida, la sabiduría, templanza y fortaleza espiritual para hacer lo correcto; pero si ignoramos su discernimiento y escuchando los argumentos mentirosos del diablo, nos dejamos llevar imprudentemente por nuestras pasiones carnales, tendremos que pagar las consecuencias de nuestro pecado, al recibir en nuestra propia carne, la retribución debida a nuestro extravío.
Jesucristo intercedió por nosotros, orando: No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del maligno. Santifícalos en la verdad; tu Palabra es verdad. ¡Gloria a Dios! Por la luz de las Sagradas Escrituras y la iluminación divina, que nos permite desnudar las tentaciones del diablo y despojarlas de su disfraz, para reconocerlas claramente, como lo que son: invitaciones para hacer el mal, para hurtar, matar y destruir nuestra integridad, salud y vida.
Por último, en este mismo pasaje, el apóstol Juan nos enseña otra razón por la que necesitamos el discernimiento que el Espíritu Santo da a los siervos fieles de Dios. Dice la Biblia: ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo, el Mesías, en el cual habita corporalmente toda la plenitud de la deidad, y el único y suficiente Salvador? Ese es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que cree, acepta, recibe y confiesa al Hijo, Jesucristo, ese tiene también al Padre. Lo que hemos oído desde el principio, permanezca en nosotros.
Si lo que hemos oído desde el principio permanece en nosotros, también nosotros permaneceremos en el Hijo y en el Padre. Y esta es la bendita promesa que Él nos hizo, y la bendita esperanza del siervo fiel: la vida eterna. Les he escrito esto sobre los que los engañan, los apóstatas y herejes de las sectas pseudocristianas.
Pablo, por inspiración del Espíritu Santo, escribió: Por tanto, yo les protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos ustedes; porque no he rehuido anunciarles todo el consejo de Dios. Por tanto, miren por ustedes, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo les ha puesto a su cuidado, para apacentar la iglesia del Señor, la cual Él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de ustedes lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de ustedes mismos, se levantarán hombres que hablarán cosas perversas, para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, permanezcan alertas, acordándose que por años, de noche y de día, no he cesado de amonestarles con lágrimas, a cada uno. Y ahora, hermanos, los encomiendo a Dios, y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificarlos y darles herencia con todos los santificados. Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos nosotros. Amén.