Mensaje del Obispo de la CAS

Mensaje del Obispo de la CAS

En esta época recordamos el evento más extraordinario del mundo: el nacimiento de Jesús, que es “Emmanuel” porque está con nosotros. Cuando hemos sido rechazados, Él nos acepta y nos llama “sus hijos”

Obispo Rogelio Hernández Gutiérrez
Conferencia Anual Septentrional

Amados hermanos,

Les saludo en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Hace más de dos mil años nació en Belén de Judea un bebé cuya vida ha influido en la vida de incontables millones de personas. Ese bebé fue nuestro Señor Jesucristo. 

El tiempo estaba en su tiempo justo para su nacimiento.  Los caminos romanos habían sido construidos a lo largo de todo el mundo civilizado en preparación para los pies de sus futuros mensajeros; la lengua griega había llegado a ser casi universal, en preparación para la proclamación de Su Evangelio. Las personas entre las que Él nació eran pobres y despreciadas, habiendo sido conquistadas por el poder romano. En el corazón de cada hombre había un clamor por liberación.

Los del mundo no sabían de su nacimiento, los quehaceres continuaban como de costumbre. No había tremendos acontecimientos que marcaran el inicio de un nuevo orden: reyes y gobernadores continuaron gobernando como antes, nada exteriormente anunciaba su llegada en el mundo. Solamente el cielo parecía estar interesado. De hecho, Dios tuvo que ordenar una bienvenida Él mismo, y así, multitud de ángeles rodearon los cielos y proclamaron su nacimiento, sabios hombres en Oriente estudiando las estrellas y observando un insólito fenómeno en los cielos, se pusieron en camino para un largo viaje con obsequios. 

Los gobernantes se enteraron de su nacimiento y llegaron a estar turbados y atemorizados, la ira llenaba sus corazones. El homicidio fue concebido y ejecutado. Temerosos de perder su poder, buscaron su muerte por todos los medios posibles. Cada diabólico plan que se pudo idear fue usado para destruirle. Los demonios temblaron, Satanás se enfureció, todo el infierno dispuso sus fuerzas contra el Hijo de Dios, pero Dios estaba velando y Él vivió a pesar de ello. Él no vino a un palacio con salones de mármol ni lumbradas escaleras, ninguna lujosa alcoba fue preparada para su nacimiento; tampoco enfermeras ni médicos le acompañaron, las campanas de las catedrales fracasaron en sonar, las bandas de música estuvieron en silencio; ni coros reales irrumpieron en canción, solamente las orquestas celestiales fueron escuchadas. Jesús vino a un establo, fue colocado en un pesebre.

Y ahora, durante 2020 años, su nacimiento ha sido conmemorado. Más de 2 mil cumpleaños desde aquella noche que jamás ha de ser olvidada. Niños y niñas, así como también hombres y mujeres, el mundo entero, han guardado la sagrada memoria de Su nacimiento. Dios quiera que, a lo largo y ancho de la Tierra, los corazones puedan volver a Cristo como Salvador y recibir a través de Él el don de la vida eterna. Él no fue sólo el bebé nacido hace mucho tiempo, sino que es Aquél que vive hoy y vive para salvar, porque Él fue hecho carne y habitó entre nosotros. Él, el resucitado, el viviente Cristo de Dios: fue el bebé del pesebre de Belén. 

Jesús tomó formó forma de hombre porque quiere habitar entre nosotros, quiere estar con nosotros. Este deseo se manifiesta en Mateo 1:23 y, al final de su ministerio, lo reafirma en Mateo 28:20 cuando dice: “yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. El anhelo de nuestro Señor Jesucristo es estar con Su pueblo todos los días. En el libro del Éxodo, el tabernáculo se encontraba en medio de las tiendas de campañas de las tribus de Israel, pero en el Nuevo Testamento, el Señor habita, no en un edificio, sino en el corazón de todos aquellos que han creído en Jesús como su salvador personal. 

Nosotros podemos estar seguros de que Jesús es “Emmanuel” porque está con nosotros cuando no le conocíamos. En su misericordia nos llamó y nos mostró que en Él hay esperanza. Cuando hemos sido rechazados, Él nos acepta y nos llama “sus hijos”; cuando sufrimos, nos da el consuelo que necesitamos; cuando estamos tristes, nos da el ánimo para seguir adelante; cuando estamos enfermos, Él es nuestro médico divino; cuando parece que no hay salida, nos muestra que Él es el camino; cuando parece que todo ha terminado, nos dice “no temas porque Yo estoy contigo”. Por esta y muchas razones más, Jesús es Emmanuel: Dios con nosotros. 

Es en esta época en que recordamos el evento más extraordinario del mundo: el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo. El Padre nos hizo el más precioso regalo que nos traería esperanza y redención, ese regalo fue su propio hijo en rescate por nosotros. Si tú no has recibido ese regalo, recíbelo hoy y deja que nazca en tu corazón. Nosotros fuimos la razón de su venida. Jesús vino al mundo por amor a nosotros; vino a rescatarnos y a pagar el precio por nuestra vida. Nació, vivió y murió por amor a ti. ¿Puedes entenderlo? ¡Cuán grande amor!

Se “regaló” para que tú tengas vida eterna, porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquél que en Él cree no se pierda, más tenga vida eterna. Más Dios muestra su amor para con nosotros en que siendo aún pecadores Cristo murió por nosotros.  Hoy busca nacer en el pesebre de nuestro corazón para salvarnos, perdonarnos y hacernos hijos de Dios. El Padre nos ha hecho un gran regalo, recíbelo por fe y será tuyo. 

Abramos hoy la puerta de nuestro corazón y recibamos a Jesús como nuestro Salvador personal y el regalo más grande del mundo será nuestro: Su Hijo y, con Él, nueva vida, vida eterna. Entre tantos regalos que se dan en esta fecha se nos ofrece el más grande. ¿Qué haremos con él? Yo te invito para que, en esta hora, si no lo has hecho, aceptes este regalo. Y si ya lo hiciste, reafirma en esta ahora y, de esta manera, tengamos la seguridad de que nuestro Señor Jesucristo es Emmanuel: Dios con nosotros.

Amados hermanos, estamos celebrando la Navidad en tiempos difíciles. Pero recordemos que, por más obscura que sea la noche, la luz de Jesús ilumina nuestra vida.

¡Celebremos que Jesús nació!  ¡Celebremos que Jesús es Emmanuel! ¡Dios con nosotros! Feliz navidad, amados hermanos, el Señor los bendiga en gran manera.