Aprender a Contar Bien Nuestros Días (I)

Aprender a Contar Bien Nuestros Días (I)

Es un buen momento hacer realidad el ruego del salmista: “Enséñanos a contar bien nuestros días para que nuestra mente alcance sabiduría”. No sólo como ejercicio intelectual, sino mediante una comprensión total de la vida.

Claudio Pose (adaptación)

Este es el ruego del Salmo 90. Podemos deducir que tenemos alguna dificultad para aprender a “contar bien”, no se trata de un asunto de pericia matemática, ni tampoco es algo que se resuelva con un almanaque o una calculadora. “Aprender a contar bien nuestros días” es lo que nos permite alcanzar sabiduría en el corazón, eso dice el salmista.

La llegada de fin de año y la aproximación de uno nuevo nos plantea algunas cuestiones acerca del tiempo. Mientras tanto, la naturaleza por medio de los dos movimientos del planeta, nos permite una percepción del tiempo, es decir el día, la noche y las estaciones en cuatro ciclos. Esto sucede sin que nosotros podamos influir de modo alguno.

Pero existen otras maneras de medir el tiempo; por ejemplo, las Leyes de Murphy, con su característico y corrosivo humor sostienen: “La duración de un minuto depende del lado de la puerta del baño en que se encuentre” (Ley de Balance sobre la relatividad). Más allá del humor, hay una realidad en esa Ley de Murphy, existe un modo subjetivo de experimentar el tiempo. El tiempo de espera solemos percibirlo como muy lento y, por el contrario, los momentos de felicidad parecen ser breves, como si el tiempo transcurriese más rápido de lo habitual.

Sabemos que los relojes y los calendarios van al ritmo que la naturaleza ha establecido, pero nuestras percepciones del tiempo no siempre coinciden con la rotación y la traslación de la Tierra. En esa particular percepción que denominamos: duración subjetiva del tiempo, lo que se juega no es la cantidad sino la calidad de lo que acontece, el modo en que somos atravesados por los sucesos. Las emociones, los miedos, las sorpresas y las alegrías modifican, incluso a su antojo, la experiencia del tiempo.

Convencionalmente nuestra cultura ha aceptado que el fin de un año y el comienzo de otro es un tiempo “celebrable”, es decir, hay algo de fiesta allí. Se observa la transición como un ritual de pasaje entre lo que ha sido y lo que será.

En el año 1750 Carlos Wesley escribió un himno para el año nuevo, titulado: “Vengamos hoy de nuevo”. Transcribimos, a continuación, la primera estrofa:

“Vengamos hoy de nuevo
A continuar el viaje
Del giro de los años
Que nunca se detiene, hasta que el Cristo venga (…)”

Estas líneas merecen que nos detengamos un instante a pensar lo que Carlos Wesley sintetiza; las dos percepciones del tiempo que describimos más arriba, la objetiva y la subjetiva. La primera, que lleva la marca de la naturaleza, es descripta como “el giro de los años”. Pero a la vez, la poesía superpone la percepción subjetiva del tiempo: “vengamos hoy de nuevo”, pero “a continuar el viaje”. No se trata de un ciclo cerrado, mecánico y repetitivo, estamos en un viaje y al terminar un año hemos de continuar el periplo.

Al finalizar la estrofa, el musicalizador y poeta de la teología metodista, nos recuerda la linealidad del tiempo, no hay circularidad donde vivimos una y otra vez lo mismo. El tiempo “que nunca se detiene” al decir de Carlos Wesley, tiene una conclusión en la venida de Cristo. El principio y el fin, el alfa y la omega.

Es un buen momento para retomar el ruego del salmista: “Enséñanos a contar bien nuestros días para que nuestra mente alcance sabiduría” (Sal. 90:12 DHH), la traducción de Reina-Valera habla de “corazón” en lugar de “mente”, expresión que parece más ajustada a una comprensión total de la vida; no es sólo un ejercicio intelectual, pues la sabiduría impregna todo nuestro ser.

Aprender a contar bien nuestros días, podría ser un ejercicio entre las dos percepciones del tiempo, la objetiva y la subjetiva. El tiempo transcurre, el desafío parece ser, qué hacemos con ese tiempo que se mueve sin cesar. Carlos Wesley da a entender que el arte de vivir (aprender a contar bien nuestros días), se mueve entre la extensión del tiempo medible y la intensidad del tiempo subjetivo. 

Que sigamos aprendiendo juntos a contar bien nuestros días.


Tomado de Facebook del Centro Metodista de Estudios Wesleyanos, 7 de enero de 2020.