Realizar la voluntad (de Dios) con gozo es una actitud ante la vida: no es la pesadumbre, ni el cumplimiento de un objetivo sin más. Es el producto de la fe, la esperanza y el amor.
Claudio Pose (adaptación)
El tiempo posee almanaques y relojes, pero también, vivencias, relaciones, decisiones, placeres y desdichas. El Salmo 90 nos invita a sumarnos a su ruego: “Enséñanos a contar bien nuestros días”. Continuamos con el himno de Carlos Wesley “Vengamos hoy de nuevo”.
La segunda estrofa (la primera la compartimos en la entrega anterior) dice:
Su voluntad preciosa,
Gozosos realicemos,
Ampliando nuestros dones,
Con un amor activo y paciente.
En la primera estrofa, el trovador metodista, incursiona en, al menos, dos modos de percibir el tiempo. “Vengamos hoy de nuevo”, “continuar el viaje”, el “giro de los años”, son expresiones a través de las cuales Carlos Wesley describe el paso del tiempo y su linealidad. Pero también, la metáfora del viaje no se limita a describir un pasar (eso sería un pasajero), sino que el viaje implica transitar caminos y lugares, a la vez que interactuar con ellos. El tiempo, entonces, no es sólo un fluir de horas y minutos, sino también una experiencia por medio de la cual somos modificados.
En la estrofa que hoy tratamos, el fluir del tiempo deja su lugar a Cristo y su venida como un horizonte que da sentido a la vida del cristiano. Pero, a la vez, reclama una actitud y un accionar en la vida, de acuerdo al sentido que Cristo imprime en nuestras vidas.
Realizar la voluntad (de Dios) con gozo. Wesley, así, nos recuerda desde el comienzo de la estrofa una actitud ante la vida: no es la pesadumbre, ni el cumplimiento de un objetivo sin más. El gozo (que no es andar por la vida con una sonrisa dibujada en el rostro) es el producto de los tres dones que señala 1 Cor 13: la fe, la esperanza y el amor.
El gozo es consecuencia de los dones de Dios, por ello Carlos Wesley habla de ampliar los dones. Acogernos a todo aquello que Dios nos ofrece (nos regala). Es muy sugestivo y alentador este llamado que hace el himno: comenzar un año (el himno fue escrito con este motivo) y tener como propósito ampliar nuestra mirada y abrir el corazón a todo lo que Dios quiera darnos.
Estimado/a lector/a, si entre sus costumbres se encuentra la de plantearse algunas premisas al comenzar el año, apuntándolas en la agenda o en el almanaque hogareño, Carlos Wesley ofrece hoy una: disponernos a ampliar los dones. Abrir nuestra mente y corazón a lo que Dios nos está ofreciendo.
Pero, esta premisa sería apenas una ilusión o un buen deseo si no está acompañada de una firme convicción y un compromiso de nuestra parte. La estrofa del himno termina diciendo: “con un amor activo y paciente”. Somos llamados a poner algo de nuestra parte ante los regalos-dones que Dios nos brinda.
En primer lugar, Wesley afirma que nuestra respuesta al amor, ha de ser el amor. El autor parece consciente de que la palabra amor, es un sustantivo que necesita algunos adjetivos, porque quiere decir tantas cosas, ¡que corremos el riesgo de que no diga ninguna!
El primer adjetivo escogido es “activo”. De esta manera, se nos aclara el panorama: el amor recibido hace nacer un amor que se comparte con otras personas. Un amor que se hace, porque es actividad, es acto concreto. Del mismo modo que Dios lo hizo en Jesucristo.
El segundo adjetivo que elige Carlos Wesley para calificar el amor que responde al amor divino es “paciente”. Un amor que espera mientras actúa. Un amor que confía en medio de las incertidumbres del diario vivir. Este amor es paciente, porque somos apacentados por Dios mismo. Es oportuno recordar aquí las palabras del salmista: “En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará.” (Sal 23: 2).
Carlos Wesley, por medio de las estrofas de este bello himno, nos invita a comenzar este año con la posibilidad de escoger unas premisas y unas actitudes que nos preparan a recibir lo mejor de Dios.
Continuamos con el análisis del himno “Vengamos hoy de nuevo” de Carlos Wesley, compuesto con motivo de la llegada de un nuevo año en 1750. En entregas anteriores vimos la primera y segunda estrofa. Ahora compartimos la tercera.
Nuestra vida es un sueño, Y el tiempo, cual corriente Que suave se desliza, Y no hay fugaz momento que retenerse pueda.
La tercera estrofa, comienza con una afirmación que, seguramente, resonará en los oídos de cualquier lector de habla castellana. Parece tomado de la obra de Calderón de la Barca “La vida es sueño”, pieza teatral escrita por el autor en 1636.
Transcribimos la estrofa cuya frase coincide con la de Carlos Wesley, tomada del soliloquio de Segismundo, personaje principal de la pieza teatral.
¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
La vida como un sueño es un tópico antiguo en la literatura, tanto religiosa como filosófica. En el caso de Calderón de la Barca, está relacionada con un tema que atraviesa su tiempo: los debates teológicos entre reformadores y contra-reformadores. El libre albedrío y la predestinación, sostenida por unos y otros.
No hay modo de saber si Carlos Wesley utiliza la expresión conociendo la obra del maestro del barroco español o la toma como parte de un asunto recurrente en mucha literatura desde tiempos antiguos. También el salmo 90 apela a la figura del sueño, en los versículos 4 y 5: “Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche. Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño, como la hierba que crece en la mañana.”
Las otras líneas de la estrofa plantean el tiempo humano en un fluir vertiginoso: como una corriente que se desliza. Culmina, con cierto dramatismo, que la fugacidad del momento no puede retenerse. El himno provoca una tensión, casi angustiosa, que en las estrofas siguientes resolverá. Mientras tanto, se trata de una descripción del tiempo humano que no puede retenerse, que se escurre en su fugacidad.
Tomado de Facebook del Centro Metodista de Estudios Wesleyanos, 7 de enero de 2020.