Romanos 11.33
Juan Wesley
Sermón 68
Traducción: Leonel Iván Jiménez Jiménez
leonel.ivan.jimenez@gmail.com
1. Algunos perciben la “sabiduría” y el “conocimiento” de Dios como una y la misma cosa. Otros creen que la sabiduría de Dios se refiere más directamente a su designación del fin de todas las cosas, y su conocimiento a los medios que ha preparado y hechos propicios para esos fines. Lo primero parece ser la explicación más natural, siendo que la sabiduría de Dios en su sentido más amplio debe incluir la una como la otra, tanto los medios como los fines.
2. Ahora bien, tanto la sabiduría como el poder de Dios es manifestada en abundancia en su creación, en la formación y arreglo de todas sus obras, arriba en el cielo y en la tierra debajo; y al adaptarlas todas a los muchos fines para las que fueron diseñadas; hasta el punto en que cada una de ellas separadas del resto son buenas, pero todas juntas son muy buenas. Todas conspirando juntas en un solo sistema conectado, para la gloria de Dios en la alegría de sus creaturas inteligentes.
3. Siendo que esta sabiduría se aparece incluso a las personas cortas de vista (y mucho más a los espíritus de un orden mayor) en la creación y disposición de todo el universo, en cada parte de él, así aparece igualmente en su preservación, en su sostener “todas las cosas con la palabra de su poder”. Y no aparece con menos eminencia en el gobierno permanente de todo lo que ha creado. ¡Cuán admirable es que su sabiduría dirija los movimientos de los cuerpos celestes! ¡De todas las estrellas en el firmamento, ya sean aquellas que están estáticas o las que caminan, pero nunca fuera de sus muchas órbitas! ¡Del sol en medio del cielo! ¡De esos increíbles cuerpos, los cometas, que disparan en toda dirección a través de los inconmensurables campos de éter! ¿Cómo es que él supervisa todas las partes de ese mundo inferior, esta “partícula de la creación”, la tierra? Para que todas las cosas sigan como eran al principio, “hermosas en su tiempo”; y el verano e invierno, el tiempo de siembra y de cosecha, se siguen con regularidad. Sí, todas las cosas sirven a su Creador: “el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento de tempestad que ejecuta su palabra”. Para que podamos decir bien: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!”
4. Igualmente sobresaliente es la sabiduría de Dios en el gobierno de las naciones, de los estados y reinos; sí, incluso más sobresaliente -si infinita se puede permitir la admisión de cualquier grado. Pues la entera creación inanimada, siendo totalmente pasiva e inerte, no puede oponerse a su voluntad. Por lo tanto, en el mundo natural todas las cosas avanzan en un curso uniforme e ininterrumpido. Pero es muy diferente en el mundo moral. Aquí las personas malas y los malos espíritus se oponen de continuo a la divina voluntad y crean innumerables irregularidades. Por lo tanto, aquí hay un alcance completo del ejercicio de todas las riquezas de la sabiduría y el conocimiento de Dios, en contrarrestar toda la perversidad y locura del ser humano, y toda sutiliza de Satanás, para llevar a cabo su glorioso plan: la salvación de la perdida humanidad. En efecto no implicaría sabiduría alguna el hacerlo por su absoluto decreto y por su propio irresistible poder. Pero su sabiduría es mostrada al salvar al ser humano de tal manera que no destruye su naturaleza, ni arrebata la libertad que le ha concedido.
5. Pero las riquezas tanto de la sabiduría como del conocimiento de Dios son desplegadas con mayor eminencia en su iglesia; al plantarlas como un grano de mostaza, la menor de todas las semillas; en preservarla y aumentándola hasta que crece como un gran árbol, a pesar de la ininterrumpida oposición de todos los poderes de la oscuridad. El Apóstol justamente denomina a esto “la multiforme sabiduría de Dios”. Es una palabra expresiva poco común, que sugiere que esta sabiduría en la manera de su operación es diversificada en miles de maneras y se ejerce en infinidad de variedades. Estas cosas los más altos ángeles “anhelan mirar”, pero no pueden comprender plenamente. Parece que en relación con esto es que el Apóstol pronuncia aquella poderosa exclamación: “¡Cuán insondables son sus juicios!” ¡Sus consejos y designios imposibles de ser comprendidos! ¡“Y sus caminos” para cumplirlos “son inescrutables” -imposible de ser trazados! De acuerdo con el salmista, “y tus sendas en las muchas aguas; y tus pisadas no fueron conocidas.”
6. Pero poco de esto le ha placido revelarlo a nosotros. Y al mantenernos cerca de lo que ha revelado, mientras tanto comparando la palabra y la obra de Dios juntas, podemos entender una parte de sus sendas. En alguna medida podemos trazar esta multiforme sabiduría desde el principio del mundo: de Adán a Noé, de Noé a Moisés, y de Moisés a Cristo. Pero ahora la consideraré (luego de tocar la historia de la iglesia en tiempos pasados) sólo en relación con lo que él ha forjado en el tiempo presente, durante la última mitad de siglo; sí, y en esta esquina del mundo, las islas británicas solamente.
7. En la plenitud del tiempo, justo cuando le pareció bien a su infinita sabiduría, Dios trajo a su hijo unigénito al mundo. Entonces él colocó el fundamento de su iglesia, aunque apenas apareció hasta el día de Pentecostés. Y fue luego una iglesia gloriosa; todos sus miembros de esta siendo “llenos del Espíritu Santo”, “eran de un corazón y un alma”, “y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” “En la comunión”, esto es, teniendo “todas las cosas en común” y “ninguno decía ser suyo nada de lo que poseía”.
Mansos, simples seguidores del Cordero,
Vivieron y pensaron, y hablaron lo mismo;
Todos eran de un corazón y un alma,
Y sólo el amor inspiró todo.
8. Pero su estado de bien no perduró. Vean a Ananías y Safira, quienes mediante su amor al dinero (“raíz de todos los males”) hicieron la primera ruptura en la comunidad de bienes. Vean la parcialidad, el injusto respeto de personas de una parte, el resentimiento y la murmuración de la otra, ¡incluso cuando los apóstoles mismos presidieron sobre la iglesia en Jerusalén! Vean las graves manchas y arrugas que fueron encontradas en cada parte de la iglesia, registradas no sólo en los Hechos, sino en las epístolas de San Pablo, Santiago, Pedro y Juan. Un reporte más completo lo tenemos en el Apocalipsis y, de acuerdo con esto, en qué condición estaba la iglesia cristiana incluso en el primer siglo, incluso antes que San Juan fuera quitado de la tierra; ¡si podemos juzgar (como sin duda podemos) el estado de la iglesia en general a partir del estado de aquellas iglesias particulares (todas excepto Esmirna) a quienes nuestro Señor dirigió sus epístolas! Y de este tiempo, por mil cuatrocientos años, se ha corrompido más y más, como toda la historia muestra, hasta que apenas quedó algo del poder o forma de la religión.
9. No obstante, es cierto que las puertas del infierno no han prevalecido totalmente contra ella. Dios siempre reserva un remanente para él, unos cuantos que le adoran en espíritu y en verdad. He dudado frecuentemente si es que estos no son las mismas personas a quienes los ricos y honorables cristianos, quien siempre han tenido buen número, así como poder de su lado, han estigmatizado de vez en cuando con el título de “herejes”. Quizá fue principalmente por este artificio del diablo y sus hijos que el bien que había en ellos fue vituperado, que fueron impedidos de ser usados tan extensivamente como pudieron haber sido de otra manera. Todavía más, he dudado si es que aquel súper-hereje, Montano, no fue uno de los hombres más santos del segundo siglo. Sí, no afirmaría que el súper-hereje del siglo quinto (tan abundantemente como ha sido manchado por tantos siglos) no fue uno de los más santos hombres de esa época, sin excepción de San Agustín mismo -¡un maravilloso santo!- tan lleno de orgullo, pasión, amargura, censura y malhablado para todos los que le contradecían, como George Fox mismo. Apenas creo que la herejía real de Pelagio no fue ni más ni menos que esto, el sostener que los cristianos pueden por la gracia de Dios (no sin ella; que tomo como una mera calumnia) “ir adelante a la perfección”; o, en otras palabras, “cumplir la ley de Cristo.”
“Pero San Agustín dijo” -cuando las pasiones de San Agustín acaloraron sus palabras no vale la pena apresurarse. Y aquí está el secreto. San Agustín estaba enojado con Pelagio. Por lo tanto, él calumnió y abusó de él (como era su manera) sin temor ni pena. Y San Agustín fue entonces en el mundo cristiano lo que Aristóteles fue después. No se necesitaba de otra prueba para cualquier afirmación que el ipse dixit – “San Agustín lo dijo”.
10. Pero para regresar: cuando la iniquidad se ha cubierto a la iglesia como una inundación, el Espíritu del Señor levantó un estandarte contra eso. Levantó a un monje pobre, sin riqueza, sin poder, y en ese tiempo sin amigos, para declarar la guerra, por así decirlo, contra todo el mundo; contra el Obispo de Roma y todos sus adherentes. Pero esta pequeña roca, siendo escogida por Dios, pronto creció como una gran montaña, y aumentó más y más hasta que cubrió a una considerable parte de Europa. Sin embargo, aún antes de que Lutero fuese llamado a casa, el amor de muchos se enfrió. Muchos que una vez corrieron bien volvieron atrás del divino mandamiento dado a ellos. Sí, la gran parte de aquellos que una vez experimentaron el poder de la fe naufragaron en cuanto a la fe y la buena conciencia. El observar esto se supone fue el motivo de la enfermedad (un ataque de piedra) por la que Lutero falleció, luego de pronunciar estas melancólicas palabras: “He gastado mi fuerza por nada. Aquellos que son llamados por mi nombre son, verdaderamente, reformados en sus opiniones y modos de alabar, pero en sus corazones y vidas, en sus temperamentos y práctica no son mejores que los papistas.”
11. Por el mismo tiempo plació a Dios el visitar la Gran Bretaña. Unos pocos en el reino de Enrique VIII, y muchos más en los tres siguientes reinados, fueron verdaderos testigos del verdadero cristianismo escritural. El número de ellos aumentó excesivamente a inicio del siguiente siglo. Y en el año de 1627 hubo un maravilloso derramamiento del Espíritu en varias partes de Inglaterra, lo mismo que en Escocia y el norte de Irlanda. Pero desde el momento en que riquezas y honor fueron derramados sobre quienes temían y amaban a Dios, sus corazones comenzaron a tomar distancia de él y a adherirse al mundo presente. Tan pronto como la persecución terminó y los pobres, despreciados, perseguidos cristianos fueron envestidos con poder y colocados en facilidades y opulencia, que un cambio de circunstancias trajo un cambio de espíritu. La riqueza y el honor pronto produjeron sus efectos usuales. Teniendo al mundo, pronto amaron al mundo. Ya no aspiraban al cielo, pero se volvieron más y más apegados a las cosas de la tierra; tanto que, en unos años, uno que los conocía y amaba bien, y era un intachable juez de los hombres y sus maneras, el Dr. Owen, profundamente se lamentó sobre ellos, como habiendo perdido toda la vida y el poder de la religión, y habiéndose convertido al mismo espíritu que aquellos que despreciaban como el fango en las calles.
12. La poca religión que quedaba en la tierra recibió una herida mortal en la Restauración por uno de los peores príncipes que alguna vez se haya sentado sobre el trono inglés y por la más perdida corte en Europa. Y la infidelidad entró a toda velocidad y cubrió la tierra como una inundación. Por supuesto que toda clase de inmoralidad vino con ella y creció hasta el final de siglo. Algunos endebles intentos fueron hechos para detener el torrente durante el reinado de la Reina Ana, pero todavía creció hasta alrededor del 1725, cuando el Señor Law publicó su “Tratado práctico sobre la perfección cristiana”, y poco después su “Serio llamado a una vida devota y santa”. Aquí la semilla que fue sembrada pronto creció y se esparció a Oxford, Londres, Bristol, Leeds, York, y en unos pocos años a gran parte de Inglaterra, Escocia e Irlanda.
13. Pero ¿qué de qué medios la sabiduría de Dios hizo uso para efectuar esta gran obra? Él sacó a tales trabajadores a su cosecha de maneras en que la sabiduría humana nunca hubiera pensado. Él eligió a lo débil para confundir a lo fuerte, a lo necio de este mundo para confundir al sabio. Él eligió a unos cuantos hombres jóvenes, pobres e ignorantes, sin experiencia, conocimiento o arte; pero simples de corazón, devotos a Dios, llenos de fe y celo, sin buscar honor, ni ganancia, ni placer, ni tranquilidad, sino solamente el salvar almas; sin miedo a la escasez, el dolor o persecución; ni lo que el hombre pudiera hacer contra ellos. Sí, sin estimar su vida preciosa para sí mismos para poder terminar su carrera con gozo. Del mismo espíritu fueron las personas a quienes Dios por su palabra llamó de la oscuridad a su luz maravillosa, muchos de los cuales pronto acordaron unirse para estrechar las manos en Dios. Estos también eran sencillos de corazón, devotos a Dios, celosos de buenas obras; sin desear honor, ni riquezas, ni placer, ni comodidades, ni nada bajo el sol para alcanzar la plena imagen de Dios y para habitar con él en gloria.
14. Pero a medida que estos jóvenes predicadores crecieron en años no todos crecieron en gracia. Muchos de ellos en verdad aumentaron en otro conocimiento, pero no proporcionalmente al conocimiento de Dios. Ellos se volvieron menos simples, menos vivos para Dios y menos devotos a él. Fueron menos celosos de Dios y, en consecuencia, menos activos, menos diligentes en su servicio. Algunos de ellos empezaron a desear la alabanza de las personas y no sólo la gloria de Dios; algunos por estar cansados de una vida errante y así buscar comodidades y tranquilidad. Algunos otra vez comenzaron a temer el rostro de los hombres; a sentir vergüenza de su llamado; a no estar dispuestos a negarse a sí mismos, tomar su cruz a diario y “sufrir penalidades como buen soldado de Jesucristo.” Donde estos predicadores laboraban no hubo gran fruto de su trabajo. Su palabra no estaba vestida de poder como antes: no llevaba consigo ninguna demostración del Espíritu. La misma debilidad de espíritu estaba en su conversación privada. Ya no “instaban a tiempo y fuera de tiempo”, “amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre”, “para que de todos modos se salve alguno.”
15. Y como muchos predicadores “dejaron su primer amor”, también lo hicieron muchos del pueblo. Fueron igualmente atacados por todas partes, rodeados por múltiples tentaciones. Y mientras muchos de ellos triunfaron sobre todas y fueron “más que vencedores por medio de aquel que los amó”, otros dieron lugar al mundo, a la carne o al diablo, y así “entraron en tentación”; algunos de ellos “naufragaron en cuanto a la fe” en seguida, otros de manera gradual lenta e insensiblemente. No pocos, estando necesitados de lo esencial de la vida, fueron abrumados por los cuidados del mundo. Muchos reincidieron en los deseos de otras cosas, lo cual ahogó la buena semilla “y fueron infructuosos”.
16. Pero de todas las tentaciones ninguna golpeó la obra entera de Dios como “el engaño de las riquezas” -un millar de tristes pruebas que he visto en estos últimos cincuenta años. ¡Engañosas son en verdad! Porque, ¿quién creerá que le hacen el menor daño? Y aún no he conocido sesenta personas ricas, quizá ni siquiera la mitad, durante sesenta años, quienes, por lo que puedo juzgar, no fueron menos santas de lo que hubieran sido si fueran pobres. Por riquezas me refiero no a miles de libras, sino a más que aquello que procure las comodidades de la vida. Por tanto, considero como un hombre rico a aquél que tiene comida y vestido para sí y su familia sin necesidad de endeudarse y algo más. ¿Cuán pocos hay en estas circunstancias que no están lastimados, sino destruidos así? Aún así, ¿quién toma advertencia? ¿Quién considera en serio aquella tremenda declaración del Apóstol, incluso “los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición”? ¡Cuántos tristes ejemplos de esto hemos visto en Londres, en Bristol, en Newcastle, en todos los grades pueblos mercantes a lo largo de los reinos donde Dios últimamente ha hecho conocer su poder! Vean cuántos de aquellos que una vez fueron de corazón simple, deseando nada salvo a Dios, ahora están satisfaciendo “los deseos de la carne”, estudiando para complacer a sus sentidos, particularmente el gusto -esforzándose por ampliar los placeres del gusto tanto como sea posible. ¿Están ustedes entre ellos? En verdad ustedes no son borrachos, ni glotones. ¿Pero no son indulgentes en una especie de sensualidad regular? ¿No son el comer y el beber los más grandes placeres de su vida, la parte más considerable de su felicidad? ¡Si es así, temo que San Pablo les habría dado un lugar entre aquellos “cuyo dios es el vientre”! ¿Cuántos de ellos están de nuevo complaciendo “los deseos de los ojos”? ¿Usando cualquier medio que esté en su poder para agrandar los placeres de la imaginación? Si no en grandeza, que aún está fuera de su camino, ¿sí en nuevas o hermosas cosas? ¿No están buscando la felicidad en bonitas y elegantes atavíos o mobiliarios? ¿O en nuevas ropas o libros, o pinturas, o jardines? “¡Por qué! ¡Qué daño hay esas cosas!” Está este perjuicio, que gratifican “los deseos de los ojos” y, por lo tanto, los fortalecen e incrementan; haciéndolos a ustedes más y más muertos para Dios y más vivos para el mundo. ¿Cuántos están complaciendo “la vanagloria de la vida”, buscando el honor que viene de los hombres? ¿O “haciendo tesoros en la tierra”? Ellos ganan todo lo que pueden, con honestidad y concienzudamente. Ellos ahorran todo lo que pueden al cortar todo gasto innecesario, al agregar frugalidad a la diligencia. Y hasta allí todo está bien. Este es el deber de todo el que teme a Dios, pero no dan todo lo que pueden, sin lo cual ellos deben necesariamente crecer más y más en su mentalidad terrenal. Sus afectos se abatirán hasta el polvo más y más, y tendrán cada vez menos comunión con Dios. ¿Este no es su caso? ¿Acaso ustedes no buscan la alabanza de los hombres más que el reconocimiento de Dios? ¿Ustedes no atesoran, o al menos desean y se esfuerzan por atesorar tesoros en la tierra? ¿Y no son ustedes (¡sean fieles con su propia alma!) cada vez más vivos al mundo y en consecuencia cada vez más muertos para Dios? No puede ser de otra manera. Esto debe seguir a menos que ustedes den todo lo que puedan, así como ganen y ahorren todo lo que puedan. No hay otro camino bajo el cielo para prevenir que su dinero los hunda más abajo que su tumba; pues “si alguno ama el mundo, el amor del Padre no está en él.” Y si estaba en él alguna vez en tan alto grado, con todo si resbala hacia el amor al mundo, en el mismo grado en que éste entra en él, el amor de Dios saldrá de su corazón.
17. Y quizás hay algo más que todo esto contenido en aquellas palabras, “no améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo.” Aquí estamos expresamente advertidos en contra de “amar al mundo”, así como en contra de amar “las cosas que están en el mundo”. “El mundo” es la humanidad que no conoce a Dios, que tampoco le ama ni le teme. El amarlos con un amor de placer o complacencia, el poner nuestros afectos sobre ellos, está absolutamente prohibido; y en congruencia también el conversar o tener relaciones son ellos más allá de lo necesario que requieren los negocios. Santiago no tiene escrúpulos en llamar adulterio a la amistad o intimidad con ellos: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.” No se esfuercen en alejarse o evadir el significado de estas fuertes palabras. Sencillamente nos requieren el estar mantener distancia de ellos, el no tener innecesarias relaciones comerciales con personas no santas. De otro modo nosotros seguramente resbalaremos en conformidad con el mundo, en sus máximas, su espíritu y costumbres. Pues no sólo sus palabras, tan inofensivas como pueden parecer, contagian como una llaga gangrenosa, sino que su mismo aliento es infeccioso; su espíritu influencia al nuestro de manera imperceptible. Se infiltra “como agua en nuestras entrañas y como aceite en nuestros huesos.”
18. Pero todas las personas ricas están bajo una tentación continua de relacionarse y conversar con hombres mundanos. Están igualmente bajo la continua tentación del orgullo, de tener un mayor concepto de sí mismos que el que deberían tener. Están fuertemente tentados a vengarse, incluso cuando son mínimamente enfrentados. Y teniendo los medios en sus propias manos, ¡cuán pocos resisten la tentación! Están continuamente tentados a la pereza, la indolencia, el amor a las comodidades, la flojedad, los manjares; al odiar el negarse a sí mismos y tomar la cruz, incluso a ayunar y levantarse temprano, cosas que si faltan es imposible crecer en la gracia. Si ustedes están creciendo en bienes, ¿no saben que esas cosas son eso? ¿No contraes ninguna intimidad con los hombres terrenales? ¿Acaso no conversas con ellos más allá de lo que el deber requiere? ¿No estás en peligro de orgullo, de pensarte mejor que tus vecinos pobres y sucios? ¿Nunca te resientes, sí, y vengas una afrenta? ¿Nunca pagas mal con mal? ¿No cedes el paso a la indolencia y el amor a la comodidad? ¿Acaso te niegas a ti mismo y tomar tu cruz cada día? ¿Constantemente te levantas temprano, tal como alguna vez lo hiciste? ¿Por qué no? ¿No es tu alma tan preciosa ahora como lo era antes? ¿Qué tan seguido ayunas? ¿No es esto un deber para ti tanto como para un obrero común? Pero si tienes falta de esto o de cualquier otra cosa al respecto, ¿quién te lo dirá? ¿Quién se atreve a decirte la verdad llana, sino aquellos que ni esperan ni temen nada de ti? Y si se aventura a tratar claramente contigo, ¡cuán duro es para ti el soportarlo! ¿No eres tu mucho menos corregible, menos aconsejable, que cuando eras pobre? Está bien si pueden soportar la reprensión incluso de mí. En unos pocos días no me verán más.
Por lo tanto, una vez más digo, una vez que ganen y ahorren todo lo que puedan, den todo lo que puedan; ¡de otro modo su dinero comerá sus carnes como fuego y los hundirá en el más bajo infierno!
¡Tengan cuidado de “hacer tesoros en la tierra”! ¿No es esto aterosorar ira para el día de la ira?
¡Señor! Les he advertido, pero si no toman la advertencia, ¿qué más puedo hacer? Sólo puedo “dejarlos a la dureza de su corazón y dejarlos seguir sus propios consejos.”
19. Por no tomar esta advertencia es cierto que muchos de los metodistas ya han caído. Muchos están cayendo en este mismo momento. Y hay mucha razón para temer que tantos más caerán, ¡y la mayoría de ellos no se levantará más!
¿Pero cuál método podría esperarse que el todo sabio Dios pueda tomar para reparar el deterioro de su obra? Si no quita el candelabro de este pueblo y levanta otro pueblo que sea más fiel a su gracia, entonces es probable que proceda de la misma manera en que lo ha hecho en tiempos pasados. Y este ha sido hasta ahora su método. Cuando muchos de los viejos predicadores “dejaron su primer amor”, perdieron su simplicidad y celo, y se alejaron de su obra, Dios levantó a hombres jóvenes, quienes son lo que ellos fueron, y los envió a la cosecha en su lugar. Lo mismo ha hecho cuando se ha placido en remover a cualquiera de sus obreros fieles al seno de Abraham. Así que cuando Henry Millard, Edward Dunstone, John Manners, Thomas Walsh y cualquier otro, descansaron de sus trabajos, Dios de vez en cuando levantó a otros hombres jóvenes, deseosos y aptos para realizar el mismo servicio. Es muy probable que Dios vaya a tomar el mismo método para el tiempo que viene. El lugar de aquellos predicadores que murieron en el Señor o que perdieron la vida espiritual que Dios les había dado, será suplido por otros que están vivos para Dios y desean gastar y gastarse para él.
20. ¡Escuchen esto todos los predicadores que no tienen la misma vida, la misma comunión con Dios, el mismo celo por su causa, el mismo amor incandecente por las almas que alguna vez tuvieron! “Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo.” ¡Cuidado, no sea que Dios jure en su ira que no llevaréis más su estandarte! ¡No sea que sea provocado a quitar la palabra de su gracia completamente fuera de vuesta boca! Tengan por seguro que el Señor no tiene necesidad de ustedes: Su obra no depende de vuestra ayuda. ¡Así como es capaz de “levantar hijos a Abraham aun de estas piedras”, así también es capaz de levantar de las mismas a predicadores según su propio corazón! ¡Apresúrense! “¡Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepíentete, y haz las primeras obras!”
21. ¿Acaso no provoca al Señor de la cosecha el dejarles completamente de lado si ustedes desprecian a los obreros que ha levantado, sólo por su juventud? Eso normalmente se nos hacía cuando nosotros fuimos primero enviados hace unos cuarenta o cincuenta años atrás. Viejos y sabios hombres preguntaron “¿Qué harán estas jóvenes cabezas?” Así lo hizo en particular el obispo de Londres. ¿Pero hemos de adopar su lenguaje? ¡Dios nos perdone! ¿Acaso le enseñaremos a quién debe ser enviado? ¿A quién debe emplear en su propia obra? ¿Acaso la obra de Dios se sostiene de nosotros? ¡Oh, humíllense delante de Dios para que no los arranque y no haya quien los libere!
22. Ahora consideremos, ¿qué método ha tomado la sabiduría de Dios durante estos cuarenta y cinco años, cuando miles de las personas que corrían bien, una tras otra “retrocedieron para perdición”? Pues, tan rápido como cualquiera de los pobres se sintió abrumado por el cuidado mundano, así la semilla que habían recibido se volvió estéril; y tan rápido como cualquiera de los ricos da paso al amor por el mundo, a tontos y dañinos deseos, o a otras de aquellas inumerables tentaciones que son inseparables de las riquezas, Dios constantemente, de tiempo en tiempo, ha levantado a personas dotadas del espíritu que han perdido. Sí, y generalmente este cambio ha sido hecho con considerable provecho. Pues los últimos (la mayoría) no fueron sólo más numerosos que los primeros, pero más vigilantes, provechosos por su ejemplo; más espirituales, más puros en su mente; más celosos, más vivos a Dios y más muertos a todas las cosas de aquí abajo.
23. Y, bendito sea Dios, podemos ver que ahora está haciendo lo mismo en varias partes del reino. En el lugar de aquellos que han caído de su constancia, o están cayendo en este día, Dios ha levantado continuamente de las rocas otros hijos a Abraham. Esto lo hace en uno u otro lugar de acuerdo a su propia voluntad; derramando su Espíritu vivificante en una u otra persona justo como a él le place. Él está levantando personas de toda edad y grado -hombres y mujeres jóvenes, personas ancianas y niños- para ser “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para anunciar las virtudes de aquel que les llamó de las tinieblas a su luz admirable.” Y no tenemos razón para dudar, sino que continuará haciéndolo hasta que la gran promesa sea cumplida; hasta que “la tierra sea llena del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren el mar”; “hasta que Israel sea salvo” y “haya entrado la plenitud de los gentiles”.
24. Pero, ¿acaso todos los que se han hundido bajo múltiples tentaciones se encuentran tan caídos que no puedan levantarse? “¿Desechará el Señor para siempre y no volverá más a sernos propicios? ¿Se ha acabado perpetuamente su promesa?” ¡Dios no permita que afirmemos esto! Sin duda es capaz de sanar todos sus descarríos; pues para Dios nada es imposible. ¿Y no lo está queriendo también? Él es “Dios, y no hombre”; “por lo tanto nunca decaen sus misericordias”. Que ningún descarriado desespere: “vuélvase al Señor, el cual tendrá misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.”
Mientras tanto, así ha dicho el Señor a ustedes que ahora suplen su lugar “No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará.” Teme, pero no con un miedo servil y tormentoso, para que no caigas en ninguna de las mismas tentaciones, ya sea por los cuidados del mundo, los engaños de las riquezas o el deseo de otras cosas. Serás tentado en diez mil maneras diferentes, quizás tanto tiempo como permanezcas en el cuerpo; pero mientras continues velando y orando no entrarás en tentación. Su gracia ha sido hasta ahora suficiente para ti y así lo será hasta el final.
25. Hermanos, aquí pueden ver un breve y general esbozo de la manera en que Dios trabaja en la tierra para reparar su obra de gracia dondequiera que se ha descompuesto por la sutileza de Satanás y la infidelidad de la humanidad, dando paso a las mentiras y malicia del diablo. Así está llevando ahora su propia obra y así lo hará hasta el fin del tiempo. ¡Y cuán maravillosamente claro y simple es su manera de obrar, tanto en el mundo natural como en el espiritual! Este es su plan general de trabajo, de reparar lo que se ha deteriorado. Pero en cuanto a los innumerables detalles todavía debemos gritar “¡Oh, profundidad! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!”
Glasgow, 28 de abril de 1784
Albert C. Outler (ed.) The Works of John Wesley. Sermons II, v. 2 (Nashville: Abingdon Press, 1985)
NOTAS
- Hebreos 1.3
- Eclesiastés 3.11
- Salmo 148.8
- Salmo 8.1
- Efesios 3.10
- 1 Pedro 1.12
- Salmo 77.19
- Hechos 2.4
- Hechos 4.32
- Hechos 2.42
- Hechos 4.32
- Charles Wesley, “Cristianismo primitivo, Himnos y poemas sagrados (1749).
- 1 Timoteo 6.10
- Hebreos 6.1
- Gálatas 6.2
- Carlos II (1660-1685).
- 2 Timoteo 2.3
- 2 Timoteo 4.2
- Colosenses 1.28
- 1 Corintios 9.22
- Apocalipsis 2.4
- Romanos 8.37
- Marcos 14.38
- 1 Timoteo 1.19
- Marcos 4.19
- Mateo 13.22
- 1 Timoteo 6.9
- Gálatas 5.16
- Filipenses 3.19
- 1 Juan 2.16
- Idem
- Mateo 6.19
- 1 Juan 2.15
- Idem
- Santiago 4.4
- Salmo 109.18
- Salmo 81.12
- Apocalipsis 2.4
- 2 Juan 8
- Mateo 3.9
- Apocalipsis 2.5
- Hebreos 10.39
- 1 Pedro 2.9
- Habacuc 2.14
- Romanos 11.26, 25
- Salmo 77.7-8
- Oseas 11.9
- Lamentaciones 3.22
- Isaías 55.7
- Romanos 11.20-1
- Romanos 11.33