Un Problema que Debemos Resolver con Urgencia

Un Problema que Debemos Resolver con Urgencia

Si reconocemos que nuestra religión no apela al intelecto del joven, así como a sus emociones ni a su corazón y voluntad, nos veremos obligados a admitir el hecho de que nuestra iglessia no tiene un programa para la juventud.

Rev. Gabino Rodríguez

Si preguntásemos: ¿Cuál es el problema de más trascendencia que la Iglesia de Cristo debe encarar en nuestros días? Creo que después de reflexionar profunda y desapasionadamente, diríamos que es el de mantener a la juventud de nuestra Iglesia de tal manera vinculada e interesada para que tome una parte activa y eficaz en ella. Algunos hay que se afanan mucho y vociferan desmedidamente por mantener dogmas enmohecidos y sin vida, ideas añejas que obstaculizan el progreso de nuestra causa y que nada tienen que ver con su cristianismo robusto, y se olvidan que el verdadero cristianismo no es tanto asunto de credos, como una vida de amor y de justicia; jamás se ocupan de ellos, de los problemas que agitan a la humanidad y que nosotros debemos afrontar en obra regenerativa.

¿Por qué los pastores y las juntas oficiales de nuestra Iglesia al ver el desbande general de nuestra juventud, que con tanto dolor contemplamos, no tratan de buscar los medios para impedirlo? ¿Por qué no nos paramos a preguntarnos cuál es la razón fundamental que impele a la juventud a dejar las filas de nuestra Iglesia? ¿Por qué en vez de crecer su entusiasmo por la escuela dominical y por los demás servicios religiosos, se vuelven indiferentes y, con frecuencia, hostiles a la Iglesia de modo que ni siquiera quieren pisar sus umbrales?

Ya podemos anticipar la respuesta de algunos de los «santos» -los guardianes de la fe y de las tradiciones de los ancianos: “es porque esos jóvenes no están convertidos; lo que hay que hacer es convertirlos». Pero la pregunta surge otra vez: ¿Por qué no están convertidos? ¿Qué estamos haciendo nosotros para que la religión les sea atractiva? ¿Se las presentamos de tal manera que apele a todo lo que hay de varonil en el joven? ¿Apela nuestra religión a su intelecto, así como a sus emociones y a su corazón y voluntad? ¿Es una religión optimista, con un programa bien definido o no es nada más que un conjunto de dogmas y credos que no tienen relación alguna con la vida práctica ni más virtud que la de proporcionar material para que algunos argumentadores de oficio se pasen la vida discutiendo, mientras que la humanidad se apresura con paso acelerado hacia el precipicio?

Si ya lo hemos reconocido, nos veremos obligados a admitir el hecho de que nuestra Iglesia […] no tiene programa para la juventud. Más aún le hemos hecho sentir que en la Iglesia no hay lugar para ella. Creo que podemos decir, sin temor de exagerar, que la mayoría de las juntas oficiales quieren impresionar a la juventud haciéndoles sentir que ellas son las que mandan en la iglesia y que la juventud no ha de mover un dedo sin la sanción de este «augusto cuerpo» y que «el templo de Dios no ha de ser profanado con fiestas sociales», ¡ni con la risa genial y espontánea del elemento joven!… Queremos decir que se ponen tantas trabas a cualquier iniciativa de la juventud que ésta termina por disgustarse, sintiendo que no hay ambiente para ella, y dejando la iglesia se va a otros lugares en búsqueda de expansión.

¿Cuántas veces el cuerpo oficial de la iglesia ha dedicado una de sus sesiones oficiales a resolver este problema? ¿O cuántas veces ha sido la nota dominante de una de nuestras conferencias anuales? ¿Qué preparación estamos dando a los jóvenes seminaristas para que ellos, al salir del seminario, sepan trazar un programa tendiente a organizar y activar la juventud de nuestras iglesias? ¿Cuáles son los libros, en el curso de nuestras conferencia, que tratan este asunto? ¿Cuánto tiempo dedica nuestra Conferencia Anual a la solución del problema que nos ocupa? ¿Cuántos son los templos o capillas construidos y equipados con el fin de ministrar a las necesidades de la juventud? 

¿No es verdad que muchos pastores y juntas oficiales están tañendo, mientras Roma se quema?


Publicado en El Abogado Cristiano, 1913.