De lo que se trata es de ser como él fue y vivir como él vivió. En el seguimiento aparece implicado un modo alternativo de entender la existencia que descentra y desinstala la vida situándola en estado de misión.
Eduardo Delás
El seguimiento al que llama Jesús no es el de recetas morales, ni rigorismos legalistas. Nada de eso. No de trata de hacer comprensible la cruz como algo vinculado a la existencia natural. De lo que se trata es de ser como él fue y vivir como él vivió. Este es el mensaje que atraviesa el evangelio de Marcos de tapa a tapa y que no admite medias tintas, ni soluciones de compromiso.
El carácter del seguimiento de Jesús
La insistencia con la que Marcos hace quedar mal a los discípulos después de cada anuncio de la pasión impone la pregunta: ¿Qué interés podía tener al subrayar, precisamente en relación con la pasión, que los discípulos no entendían a Jesús? La respuesta la da el mismo Marcos a continuación de cada uno de los textos mencionados: El seguimiento de Jesús sólo puede darse desde el camino de la cruz. La primera pista que nos ayuda a descubrir por qué los discípulos no entendían a Jesús cuando les anunciaba que moriría en la cruz, la encontramos en Mr. 8:34-36: “Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará”.
Según el evangelista, sólo quien está dispuesto a seguir a Jesús en el camino de la cruz se encuentra en condiciones de poder comprender su mensaje. El autor vuelve a insistir en esta idea también en el contexto de la segunda y tercera predicción de la pasión. Para contrarrestar los anhelos de grandeza de sus discípulos les dice en Mr. 9:35-36: “Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: El que reciba en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí sino al que me envió”.
Esta comprensión del servicio tan comprometida y alternativa, ha de conducir a los discípulos a dar su vida por los demás, a semejanza de lo que hizo Jesús, como subraya de nuevo el tercer “anuncio/incomprensión” en Mr. 10:42-45: “Mas Jesús llamándolos les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”.
¿Qué podemos deducir del modo en que Marcos ha estructurado las secuencias en los capítulos 8 al 10, sobre la intención teológica del evangelista y el mensaje que quiere comunicarnos? Una cosa aparece muy clara: La revelación de Jesús es, sobre todo, la manifestación de aquel que fue libre y conscientemente a la cruz para dar su vida por los demás, por todos nosotros. Sólo a través de la cruz llegó a la resurrección[1]. Una segunda cosa queda también muy clara para el autor: Este hecho, como veremos más adelante, comporta para el discípulo la invitación y el compromiso de seguir a Jesús en el camino que lleva a la cruz.
Los Destinatarios: La comunidad de Marcos
El evangelio de Marcos fue escrito y dirigido a una comunidad de Roma alrededor del año 70. Esta opinión tiene apoyo en autores como Clemente de Alejandría, Jerónimo y Eusebio de Cesarea. La guerra judía estalla en el año 66 y Jerusalén es destruida en el año 70. En Roma, Nerón es el emperador desde el año 54. Pero dos escenarios marcan una crisis profunda a partir del año 64: La devaluación del denario y el incendio de Roma. La comunidad cristiana experimenta las consecuencias de estas perturbaciones. Los apóstoles considerados como las columnas de la iglesia comienzan a desaparecer: Santiago (43), Santiago (62), Pedro (64), Pablo (67). Se hace preciso, pues, reunir las tradiciones que la iglesia maneja y escribirlas en un texto[2]. Para Marcos, la iglesia sólo encuentra y renueva su propia identidad descubriendo la de Jesús, tarea jamás terminada.
La realidad interna de la comunidad de Marcos
- La iglesia se encuentra seducida por “la vida” de este mundo. (Mr. 8:35-36).
- Parece existir una “fuga” para el servicio comprometido. Existe una tendencia a la “instalación”. (Mr. 10:42-45).
- Se presentan falsos discípulos/líderes pretendiendo ser “Cristos”. (Mr. 13:6, 22).
- Aparecen luchas encubiertas de poder. (Mr. 9:33-34).
- Se subraya la necesidad de preocupación por los más pobres. (Mr. 10:38-44).
La respuesta del evangelio de Marcos a su comunidad
El evangelista Marcos responde llevando a la comunidad a una fuerte contemplación del rostro de Jesús que fue capaz de llegar hasta el final del camino. Mr. 10:45: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescata por muchos”. Hay en el evangelio un llamado radical a todo discípulo para que, imitando a su Señor y Maestro, sea perseverante y comprometido frente a los antivalores de este mundo.
En realidad, Jesús, el Maestro y Señor, a pesar de haber sido incomprendido, negado y traicionado por sus discípulos, sigue confiando en los suyos de tal modo que suscita en cada uno esta pregunta: ¿Quién soy yo para ser amado y buscado de esta manera?[3] La respuesta sólo será posible si se responde a otra que va primero: ¿Quién eres tú, capaz de ir hasta el final por mí?
Conociendo el desarrollo de la historia, lo más impactante de todo esto es que Jesús después de resucitar desea reunir de nuevo a los suyos. En la lógica normal, podría haber llamado a otros discípulos una vez que estos se mostraron indignos del llamado. Sin embargo, recupera a los mismos como la primera vez. Llama a aquellos que “dejándole, huyeron” (Mr. 14:50). A los que dejaron la barca, la familia y los bienes por seguir a Jesús pero que, irónicamente, terminan por dejarle a él. Todos estamos llamados a sentirnos acogidos en ese amor incomprensible del Jesús resucitado. Nuestra incapacidad como discípulos no hace sino poner de relieve el amor incondicional de Dios manifestado en Jesús. El discípulo no lo es por sus propias fuerzas y recursos sino en tanto se abandona a la gracia de un Dios que le garantiza la vida de seguimiento en el camino.
Jesús instituye a los doce
“Después subió al monte y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios: a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro, a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananita y Judas, el que le entregó. Y vinieron a casa”.
Marcos 3:12-19
Jesús escogió, de entre un grupo más numeroso, doce discípulos. Esta designación ocurrió en un lugar y una fecha concretos. Representan a las doce tribus de Israel como germen del nuevo pueblo de Dios renovado y definitivo. Con ellos comienza la nueva creación, porque el reino de Dios que proclama Jesús no puede quedarse en el nivel de las meras palabras, sino que ha de tomar cuerpo. Sólo se puede saber que el reino de Dios se ha acercado si hay una comunidad (El nuevo Israel) que se atreve a abandonar su vieja condición y se deja unir por la guía y el poder de Jesús[4].
Esta iniciativa del Señor es un provocador desafío a las instituciones judías, porque supone desechar definitivamente los odres viejos de las antiguas instituciones (antigua alianza) para reunir en torno a sí a un pueblo renovado (nueva alianza). En la llamada de Jesús aparecen implicadas dos actividades fundamentales:
“Estar con él” (cercanía). Indica la proximidad de los discípulos al Maestro. No se trata de seguirle de cualquier manera, se trata de hacerlo desde una relación de intimidad, desde un estar junto a él y caminar desde su presencia[5]. La lejanía en el seguimiento de Jesús llevó a Pedro hasta la negación del Maestro (Mr. 15:54 – “… Pedro le siguió de lejos”).
“Enviarlos a predicar” (movimiento). No se trata sólo de estar donde está Jesús sino de ir donde él va acompañándole en el camino, porque en el seguimiento aparece implicado un modo alternativo de entender la existencia que descentra y desinstala la vida situándola en estado de misión.
Jesús no justifica la elección de los doce por méritos genealógicos o de cualquier otro tipo. No pide el currículum a ninguno de los escogidos. A partir de este momento sus personas y sus vidas se orientan hacia el futuro sin apoyarse en los pilares socio-religiosos de Israel, porque el sostén más firme con el que cuentan es la palabra y la autoridad de Jesús que llama e invita al seguimiento.
NOTAS
- X. Alegre. “Memoria Subversiva y esperanza para los pueblos crucificados”. Trotta. 2003. 100
- E. Charpentier. “Evangelios Sinópticos y Hechos de los Apóstoles”. Cristiandad. 1983. 99
- F. Oñoro. “Planteamiento básico del discipulado a partir del evangelio de Marcos”. 2009. Apuntes sin publicar.
- G. Lohfing. ¿Necesita Dios la Iglesia? San Pablo 174-175
- J. M. Castillo El seguimiento de Jesús. Sígueme. 21
REFERENCIAS
- Delás, Eduardo . (2021). El seguimiento de Jesús. Marzo 14, 2021, de Protestante Digital Sitio web: https://www.protestantedigital.com/en-el-camino/60571/el-seguimiento-de-jesus
- Delás, Eduardo. (2021). Jesús instituye a los doce. Abril 25, 2021, de Protestante Digital Sitio web: https://protestantedigital.com/en-el-camino/61926/jesus-instituye-a-los-doce