La respuesta al llamamiento se debe hacer con conciencia y madurez; para servir a Dios hay que involucrar todo nuestro ser. Hoy toca ser testigos auténticos de la gracia, tu cercanía y encuentro con Dios llevará, a través de tu ministerio, a que los demás puedan escuchar y ver la libertad que hay en Cristo
Obispo Moisés Morales Granados*
Juan 21:15-19; Jeremías 1:4-10
Saludo con profundo afecto a todas las congregaciones que integran la Conferencia Anual de México y a pastoras y pastores. Gracia y Paz.
La tercera “entrada” en el diccionario para la palabra grey es:
Congregación de los fieles cristianos bajo sus legítimos pastores.
Notemos que se hace referencia a los pastores legítimos, lo que nos lleva a preguntarnos ¿Qué significa eso?, ¿acaso hay pastores que son llamados y otros que no? Lejos de esas preguntas, hoy celebramos con toda seguridad que dos mil años después el Pastor de los pastores sigue llamando y los hombres y mujeres seguimos respondiendo, como el profeta Isaías, Heme aquí, envíame a mí (Cf. Isaías 6: 8)
Para algunos pastores que ya tenemos unos años en el ministerio, pensar, solamente pensar, en un culto de ordenación, es traer a nuestra vida un cúmulo de recuerdos, sentimientos y emociones que nos invitan a una renovación de votos de consagración. Seguramente se percataron que dije pensar y, no obstante eso, relacioné el concepto con el corazón (recuerdos), con la sensibilidad (sentimientos) y con una inteligencia diferente a la lógica racional (emociones). También dije traer a nuestra vida; la razón de todo esto es que para servir a Dios hay que involucrar todo nuestro ser.
La respuesta al llamamiento se debe hacer con conciencia y madurez, entendiendo que ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios (Cf. Lucas 9:62). Cuando alguien dice: envíame a mí está comprometiendo la vida. Es verdad que, por ejemplo, todos los siervos de Dios debemos vivir con el decoro y la dignidad implícitos en la investidura; también es verdad que el llamamiento y la respuesta al mismo están más allá de lo económico. Comprometer la vida implica hacer un compromiso con Dios, que es más allá de la denominación o con la iglesia local, por lo tanto nos entregamos sabiendo que hemos de vivir para Él.
¿Me amas?
Dios nos apartó antes que nos formase en el vientre, y nos santificó para el ministerio (cf. Jeremías 1: 5), sin embargo, dejó que cada uno eligiéramos obedecer o no su llamado. Aceptar o no servir al Señor es un acto de voluntad, un acto absolutamente libre, que no puede tomarse a la ligera, sino en el convencimiento de que el Señor de la creación y de la iglesia nos llama al especial ministerio del pastorado.
A Abraham lo sacó de la cultura de sus padres llamándolo para vivir en tiendas. A Moisés lo llamó desde una zarza que ardía sin consumirse. A Isaías le insinuó, como mostrando una necesidad, que requería de una persona dispuesta a todo. A cada uno de ustedes, como a Pedro, el Señor les pregunta: ¿me amas?
Dios sigue llamando: la vocación divina para mujeres y varones a fin de que entreguen la vida en aras del ministerio sagrado que no cesa. La mies es mucha por lo que debemos seguir orando para que Dios envíe obreros a su mies. Reitero, que Dios los envíe, tal como quienes estamos aquí presidiendo hemos sido enviados, tal como ustedes (quienes hoy se ordenan) serán enviados, y tal como a lo largo del mundo, hombres y mujeres están siendo enviadas y enviados a un mundo complejo para servir como pastores.
Así que a ustedes les pregunta, en lo personal, ¿me amas?, y yo les pido que respondan hoy, ante la iglesia. Dios conoce sus corazones. El Señor los conoce y sabe la verdad que habita en el fondo de sus corazones. Así es el llamado del Señor, a él no se le engaña, sabe lo que queremos y los motivos del corazón, él conoce, comprende y domina el carácter, añade seguridad al que duda de su potencial, provee conocimiento aún en medio de las tempestades. El camino del ministerio es un camino de vida que se ejerce incluso después de que pueda existir negación, es una entrega no de medio tiempo es una determinación de vida en medio de la cual Dios nos salva cada día y nos impulsa a la santidad, y todo por amor.
El Señor convoca al ministerio no al más hábil o al de grandes talentos, sino a aquel que lo ama y tiene en sí mismo el potencial para creer que todo es posible por la voluntad divina. Pedro, aquel que sería apóstol de la circuncisión respondió a la pregunta del Cristo de Dios: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Efectivamente, Dios lo sabe todo, ahora bien, era necesario el compromiso voluntario de Pedro, como es necesario el compromiso de cada uno de ustedes.
El compromiso con Dios, que hoy están ratificando públicamente, implica la voluntad de buscar el rostro del Señor todos los días. Es verdad que todo el pueblo de Dios hemos de procurar la comunión con nuestro Señor, aunque los ministros tenemos el deber y la necesidad de caminar, momento a momento, de la mano del Salvador. Cuando la comunión con Dios forma parte de nuestro diario vivir podemos conocerlo más profundamente, así como Pedro lo conocía. Nuestro Dios es fiel y con Él podremos, como Pedro, atravesar tormentas o caminar sobre el agua. Nuestra fe no es producto de la narrativa popular o la herencia de familia, sino fruto de la relación con el amigo y maestro que dirigirá nuestro ministerio.
¡Qué hermosa lección la del Evangelio! El Señor entrega una invitación con tintes imperativos: Apacienta mis ovejas. Ser pastor requiere de diligencia y de obediencia. Pero, cuando Dios dice pastorea mis ovejas no nos abandona a nuestra suerte, sino nos lleva envueltos en la confianza de que somos el instrumento a través del cual llegará la semilla del Evangelio y que esta semilla tendrá fruto de salvación. En ocasiones, como sucedió con Pedro, la interpelación divina evidencia la debilidad de los siervos; no obstante hermanos, tengan la seguridad que Dios no busca humillarnos, sino hacernos evidente nuestra verdadera naturaleza. Dios nos enseña en los días de soledad y abatimiento a traer a la mente nuestras flaquezas humanas para poder centrarnos nuevamente en el verdadero origen de nuestras decisiones. No tenemos tiempos difíciles para derrumbarnos, sino para saber cuánto de lo que atravesamos nos servirá en el futuro para seguir confiando solamente en Dios. Y cuando hallamos limpiado nuestras lágrimas en medio de un momento de abatimiento podemos descansar en el Señor y, como Pedro, decirle: “Señor, ¿a quién iremos?, [sólo] tú tienes palabras de vida eterna, y en este sentido podemos escuchar las palabras de Jesús en respuesta como en el evangelio “sígueme”.
En este tiempo de Ordenación debemos enfatizar que ser presbítero es una cuestión de amor, porque cuando amamos a Cristo amamos al Pueblo de Dios y nos entregaremos a él, como Cristo se entrega, de la misma manera, si no amamos y no cumplimos en amor con el Pueblo de Dios, lejos estamos de reconocer y agradecer la gracia del Padre.
Tiempo de compromiso y demanda, tiempo de iniciar la vida bajo el modelo del “Buen Pastor”, tiempo de entrega y testimonio; de seguir a Cristo, estar con Cristo hasta el final del proyecto de su reino. Cuando decides seguir a Cristo viene la consagración, el respeto a ti mismo, como templo de Cristo, y a Dios mismo como único y omnipotente Padre, cuidando tus palabras, tus acciones y viviendo bajo la gracia para realizar una tarea específica como es la Superintendencia; por eso el seguimiento es un “dejarlo todo”, y entendemos que esto tiene un inicio, pero no sabemos cuándo ni cuál será el final, porque la eternidad te acompaña día con día. Puedes decir, entonces, que has llegado a un punto donde no hay retorno, sin embargo, lo importante no es llegar como dice la sabiduría popular, sino mantenerte, limpio, libre dispuesto y entregado a Dios. Difícil tarea mantenerse no sólo en el cargo sino en la convicción de que sirves al Todopoderoso.
Ante tanto compromiso, no tengan temor, porque no van solos, el Señor los acompaña. Cuando ustedes lleguen al puesto y nombramiento al que se les envía, comprenderán que Dios llegó antes que ustedes y ha preparado la mesa y todo está servido; hay que avanzar, hay que ir en el camino teniendo presente que sólo es necesario “Obedecer y confiar en Jesús, esa será la senda trazada, para andar en la luz.”
En el corazón del pastor, como en el corazón de Jesucristo, hay lugar para todos; siempre existirá un lugar para aquel que tenga necesidad espiritual y luche contra el pecado, pero que no se conforme a este mundo. Un lugar como el que Dios ha tenido para nosotros.
Hoy toca ser testigos auténticos de la gracia, lo que verás y oirás será producto de tu cercanía y encuentro con Dios y será que a través de tu ministerio que los demás podrán escuchar y ver la libertad que hay en Cristo. Como testigo acepta, en amor, lo que se te encomienda y lo que vendrá, no buscando bienes materiales sino espirituales reconociendo que donde está tu tesoro ahí estará tu corazón. Que la gracia de Dios los lleve al camino de obediencia para el logro de la santidad y renueve día con día el trabajo para la fecunda iglesia que nunca deja de ser hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, conscientes que toda buena dadiva y don perfecto proviene de lo alto con el don inefable que lleva a vida eterna.
Que el Señor nos conceda la gracia de hacernos conscientes de este don inefable que hemos recibido, para no acostumbrarnos a él como algo que recibimos por ser dignos, sino para no cansarnos de vivirlo en servicio a nuestros hermanos.
¿Estamos listos para confirmar el llamado de cuidar al pueblo de Dios, a los cercanos y a los lejanos, y a la creación entera? Que así sea. Amén.
¡Gloria por siempre a Cristo!
* Sermón predicado en el Culto de Ordenación del período de sesiones de la Conferencia Anual de México, celebrado el 26 de junio de 2021.