Obispo Rodolfo Rivera de la Rosa
Diciembre de 2021
Las celebraciones decembrinas representan una buena ocasión para hablar de la fe, la esperanza y el amor. Celebrar la llegada de un año nuevo está conectado con un nuevo comienzo, un renacimiento o resurgimiento.
Al término casi ya, de un año más, deseo recordarles aquellos valores que nos mantuvieron firmes en los días soleados y en los tiempos grises que nos ha tocado vivir:
- La unidad, vínculo familiar por medio del cual recordemos a “Dios entre nosotros”;
- La fidelidad mutua, presente en cada relación que tenemos, recordando que somos sustentados gracias al Señor, quien es fiel; y
- La verdad, la cual gobierne nuestros labios, para demostrar que creemos en Aquél que es Verdadero.
Recordemos, además, que Jesús de Nazareth es el único camino que conduce a una vida plena basada en la fe, la esperanza y el amor.
Ante el umbral de un año nuevo, es mi deseo que podamos seguir comprometiéndonos en amor con nuestros seres queridos y con aquellos a quienes tenemos la oportunidad de servir. Que, además, durante esta temporada en que celebramos el amor de Dios en nuestros corazones y el gozo de reunirnos con familiares y seres queridos, haya también un espacio para el agradecimiento, especialmente por las personas que tenemos a nuestro lado y por aquellas que, por alguna razón, ya no están, pero siguen vivas en el recuerdo y la memoria.
Como seguidores de Jesucristo, como pueblo metodista mexicano, sigamos escribiendo una historia de adoración a Dios, de servicio, de voz profética ante la injusticia, corrupción y desigualdad, de una pastoral bajo los principios bíblicos y enmarcados en el ejemplo de Cristo. También, de una historia que hable de alegría y esperanza aún en medio de valles obscuros, pues no ha de faltar en cada relato una alegría verdadera. Y si, por alguna razón, faltase, tenemos al Espíritu de Dios que nos impulsa a celebrar, a disfrutar, a reír, pues el gozo del Señor es nuestra fuerza. Aún en los episodios más dramáticos –tristes, desafortunados o trágicos- es posible que surja la alegría -auténtica, pura, agradecida y hasta conmovedora. Incluso, cuando en la vida no caben risa o gozo; cuando toca llorar, sufrir y seguir luchando, lo podemos hacer desde la seguridad de que el mal no vencerá. Y ese sentido, esa confianza, son fuente de júbilo sereno, de esperanza y de una fe cimentada en el Señor de la historia.
Como hombres y mujeres seguidores de Jesús, durante el 2022, continuemos comprometidos a ser portadores del mensaje de redención; a reflejar el carácter del Maestro; a conocer más las Sagradas Escrituras y a profundizar en los principios del Reino de Dios: misericordia, paz, compasión, servicio, humildad y -definitivamente- santidad. En este tiempo, es posible tener una vida que haga la diferencia, al decidir vivir con un sentido de responsabilidad social y compromiso ético. Al aprovechar los dones que de Dios hemos recibido, y provistos de la llenura del Santo Espíritu, podemos ser ministros de Cristo, con una vida plena, aún en medio de circunstancias adversas y desesperanzadoras que parecieran prevalecer.
Hoy, más que nunca, necesitamos ser creyentes que, guiados por el Espíritu del Señor y por el deber cristiano, decidan ser embajadoras y embajadores de Cristo que lleven el mensaje de reconciliación, “porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo” (2ª Cor. 5:20). En este año 2022, renovemos la misión de extender y proclamar el Reino de Dios, de cultivar y fortalecer la vida cristiana, de hacer nuevos proyectos para acompañar y apoyar a los más necesitados, y de contemplar nuevas formas y modos en nuestros ministerios, si fuera el caso, para dar respuesta a los retos de nuestra época y del tiempo postcovid que, con esperanza, aguardamos.
Estimado pueblo metodista, a través de estas palabras les invito a que oremos unos por otros, a mirarnos como hermanos y hermanas en Cristo, a tener sentido de compañerismo y a caminar juntos en el sendero al que Cristo nos ha llamado y puesto, viviendo en fraternidad pastoral y congregacional. Demos continuidad a la responsabilidad cristiana de cada uno, mostrada en el cuidado a nuestro prójimo, como son: el extranjero -los migrantes-, viudas, niños o mujeres víctimas de violencia, etc. Mantengamos la esperanza de encontrarnos pronto para animarnos, alegrarnos, reír y llorar juntos.
Hermanos todos, Jesús es la verdadera fuente de nuestra fortaleza. Fortaleza para seguir en la misión de anunciar al mundo entero sus Buenas Noticias de gracia, perdón y amor. Seamos ministros y congregaciones llenos de sabudirúa y valientes que, como citan los Salmos, vivamos sin temor a malas noticias y confiados en el Señor (Salmo 112:7), con la esperanza de que Él sigue cercano en medio de angustias y quebrantamiento de corazón, para salvar, librar y guardar (Salmo 34).
Para el año 2022 el Señor seguirá siendo nuestro Buen Pastor. Hay dolor en el mundo, no podemos escondernos de esa verdad, pero podemos vivir con la presencia consoladora de Dios en medio de ello. Hay muerte en esta tierra, muerte que nos ha arrebatado seres queridos, pero Dios brinda consuelo y esperanza en medio de la pérdida. Hay temor, vulnerabilidad e incertidumbre por el futuro, pero el Señor nos alienta con Su Palabra a no tener miedo, pues Él es nuestra esperanza y castillo en quien confiamos (Sal. 91). Quizás en el nuevo año habrá días oscuros, días de pérdida, pero no durarán por siempre. La luz y el amor de Cristo resplandecerán y echarán a la sombra y el temor (1ª Jn. 4:18); el sol siempre sale después de la tormenta. El temor o los problemas nos asaltarán, pero no temeremos mal alguno porque el Buen Pastor, el Señor de la historia, está cercano y podemos decir con certeza: “Tú estarás conmigo…”.