<strong>“Una Iglesia activa; pero… “</strong>

“Una Iglesia activa; pero… “

 En los trabajos de la XXXII Conferencia Anual pasada, celebrada del 23 al 25 de junio, el Obispo Rodolfo Rivera hizo una dinámica extraordinaria a los tiempos ordinarios de trabajo. Se realizó una encuesta vía internet, la cual constaba de dos preguntas: la primera era acerca de las necesidades que consideramos nuestra iglesia local necesita; y la segunda, la cual llamó mucho mi atención, decía: ¿Cómo percibes a la Iglesia? 

Entre las opciones que teníamos a elegir, aproximadamente un 65% de personas contestaron: “Envejeciendo pero activa”. Esa definición se quedó resonante en mis pensamientos durante estos días; es decir, tenemos una iglesia que, si bien trabaja y busca mejorar y cumplir con las responsabilidades que tiene; la realidad es que somos una iglesia en su mayoría han llegado a la vida adulta y senectud. 

Tal es así, que la primera semana de julio, nuestra Conferencia fue sorprendida por una noticia constante en la página oficial de la CANCEN: fallecimientos. La primera semana de Julio del presente año, dijimos adiós durante cuatro días seguidos a siervos y siervas reconocidos por su caminar cristiano y fruto en la Iglesia de la Conferencia Norcentral.

Una amada hermana, Dolores Rocha: diaconisa, recordada y respetada con vehemencia entre los pastores jubilados, fiel servidora del Señor. 

Al día siguiente, un Pastor, Ismael Pacheco quien dedicó su vida a ejercer el llamado que Dios le había dado dejando fruto en sus años dentro del ministerio. 

Se fue también la hermana Martha Vizcarra, quien su vida, testimonio, dedicación y servicio a su Iglesia; especialmente a la Sociedad Misionera Femenil, trascendió las fronteras de nuestro país. Una amiga, consejera y mentora ha partido a la patria celestial; siendo una inspiración para muchas, “Marthita”, señalan, ha dejado unas huellas firmes a seguir. 

Al siguiente día, dijimos adiós a la hermana Dolores Aguilera, conocida cariñosamente como “Lolita”, cerró sus ojos en este mundo y los abrió en la eternidad. Lolita esposa de Pastor, y a su vez, responsables del albergue para migrantes de nuestra Conferencia. Abrazamos su sencillez, recordamos su sonrisa, y esperamos vivir con la misma pasión que Lolita tenía especialmente por los grupos marginados. 

Esta serie de tristes acontecimientos llenan el corazón de sentimientos encontrados: en nuestra humanidad existe una natural y bíblica tristeza al despedir a seres amados: son familia que ya no estarán entre nosotros, vidas que ya no podremos abrazarles en las conferencias, ni escuchar sus testimonios de vida.

Por otro lado, también a muchos de  nosotros  nos llevo a tiempos de reflexión: la brevedad de la vida, la convicción del evangelio; la concienciación que estamos de paso, somos peregrinos de este mundo. Y por supuesto, nos abriga la esperanza de la eternidad; el consuelo de que la muerte ha sido vencida, y que, por medio de la fe en Cristo, aquellos que han creído, aunque estén muertos, vivirán (Juan 11:35). Hoy, honramos las vidas de aquellos que se adelantaron en el camino, pero tenemos la seguridad que sus obras con nosotros seguirán. (Apocalipsis 5:14)

Mencionado lo anterior, es inevitable pensar que estas noticias confirman el sentir de la Iglesia que vimos reflejada en aquella pregunta que el Obispo realizó: “envejeciendo”.  Han caído los valientes, y la pregunta a responder es: ¿Quiénes le sucederán? ¿Quiénes son los que dirán “heme aquí” como ellos lo hicieron? ¿Se divisan los que continuarán con la obra con fuerza dentro de nuestras filas metodistas? 

No pretendo en esta reflexión hacer una lista de supuestos para identificar culpables. Este artículo no tiene el fin de lastimar, juzgar o evidenciar personas, actitudes, o situaciones que nos han situado en la realidad que estamos atravesando como Iglesias. Debemos tener muy claro que, la Iglesia es y seguirá siendo la esposa de Cristo, la cual es amada, sustentada y santificada por Él; no es posible asistir a la Iglesia, y a la vez dañarla con nuestras palabras carentes de gracia y reconciliación.

 Por ello, es importante que estos ejercicios apunten a la dirección correcta; a una reflexión personal y colectiva para las áreas de oportunidad que necesitan fortalecerse en amor y santidad escritural. Es hermoso y esperanzador sabernos y reconocernos como una Iglesia activa; una iglesia que lucha, una Iglesia que lo intenta.  No somos una Iglesia apática, no podemos generalizar, no podemos cargar con descripciones que lastiman, no todo está mal, no se puede minimizar el gran trabajo que día a día hombres y mujeres hacen para el reino de Dios. 

Hecha esta salvedad, en un acto de amor profundo por mejorar y construir, es importante que nuestras Iglesias tengan a bien considerar las realidades y retos que la tercera década del siglo XXI presenta, es apremiante poner atención a las necesidades, preguntas y acompañamiento que nuestros niños y adolescentes necesitan. Una respuesta importante para cambiar la idea general de la iglesia que envejece es voltear a ver el potencial de las nuevas generaciones, tener claro que ellos no son el futuro, son el “ahora” de nuestra Iglesia, y son aquellos de quiénes debemos aprender para poder ser una Iglesia presente. 

Amado lector, el próximo año se celebrarán 50 años de un avivamiento que inicio en el Norte del país, del cual, muchos hermanos y pastores hablan como el “parteaguas” de sus vidas y ministerios. Ciertamente ¡Anhelamos vivir nuevamente un avivamiento! Sin embargo, algo que debemos considerar es que probablemente un nuevo avivamiento no sucederá de la misma manera que hace 50 años.  La vida y condiciones sociales han cambiado significativamente, por tanto, más allá de anhelar lo que pasó, es necesario que nuestra generación experimente de manera genuina y fresca  aquello que es irremplazable en un avivamiento: arrepentimiento genuino, gracia, santidad escritural, personal y social. 

En medio de las condiciones y autoexámenes, de las preguntas sin respuesta, de las hipótesis que nuestra cabeza pueda crear, debemos tener siempre presente que la Iglesia no nos pertenece, la Iglesia es del Señor, la Iglesia seguirá caminado, porque El Señor ha sido y seguirá siendo refugio cada generación hasta que Él regrese, Él es nuestra esperanza, Él ha de proveer. Querida Iglesia, puestos los ojos en Jesús, proseguimos a la meta, sin cansarnos de hacer el bien, confiando en la soberanía y providencia Divina para hacer su voluntad y para ser luz y sal del tiempo en el que vivimos.   Dios no es, ni será ajeno a nuestras inquietudes. Dios sigue siendo suficiente. Que su Espíritu nos guíe para trabajar en aquellas áreas donde aún hay mucho por hacer.  

¡Que la llama siga viva!

Pbra I. Ana Borunda
Pastora en Príncipe de Paz
Chihuahua, Chihuahua. 

3 comentarios sobre ““Una Iglesia activa; pero… “

  1. Excelente exposición a una realidad en nuestra iglesia, oremos por las nuevas generaciones, que sean de impacto tal cual o mejor que las anteriores, bendiciones.

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