Una de las cosas que están más grabadas en mi mente, y que aprendí desde pequeña, cuando iba a la iglesia “La Santísima Trinidad”, en Gante 5, es precisamente que agosto es el mes de la Biblia. Había muchas cosas muy significativas durante este mes: se hablaba en el sermón acerca de la Palabra de Dios, y en todas las clases de Escuela Dominical se hacía alusión a este tema; pero también había concursos bíblicos, en especial sobre el estudio de algún libro en específico.
A pesar de cada año hablar sobre la importancia de la Palabra de Dios y su trascendencia en nuestras vidas, no fue sino hasta muchos años después, que escuché por primera vez que las Escrituras están disponibles sólo en unos 2,500 idiomas de los 6,860 que se hablan en el planeta Tierra. Cerca de 4.7 billones de personas tienen una Biblia disponible en su primera lengua, otros 542 millones de personas tienen al menos el Nuevo Testamento; pero 340 millones de personas que hablan 2,078 idiomas aún esperan que se comience una traducción de la Biblia en el idioma de su corazón.
A pesar de estas estadísticas, hace ya más de 20 años mi enfoque no era la traducción, sino la plantación de iglesias; pero Dios me dio la oportunidad de poder ir a estudiar un Diplomado en Lingüística y Traducción acercándome más a este ministerio.
Unos años después se abrió la oportunidad de servir entre el pueblo Kakataibo, un grupo étnico que se encuentra en la Amazonía Peruana. Tuve la oportunidad de estar con ellos y conocer sus necesidades; una de ellas era poder tener materiales de Escuela Dominical en su idioma. Así es como empezó mi trabajo de traducción para este pueblo, traduciendo historias bíblicas para poder hacer libritos a fin de que los niños aprendieran las Escrituras y pudieran colorear al mismo tiempo. Hasta la fecha hemos traducido 12 historias, hemos hecho 9 libritos e impreso 5 folletos sobre las parábolas de Jesús. Con el crecimiento de las iglesias kakataibas crecieron las necesidades, por lo que ellos me pidieron ser su facilitadora para la traducción del Nuevo Testamento. Actualmente estamos trabajando en el libro de Mateo.
Así, a simple vista y en este resumen que he mencionado, pareciera muy fácil hablar de traducción Bíblica. Suena fácil, pero implica muchos retos. Como en toda obra, uno de los grandes retos es el financiero, ya que hacer este tipo de trabajo es muy costoso; normalmente quien está a cargo de la traducción -en este caso, su servidora- tiene que ver la forma de que se suplan los gastos de transportación, hospedaje y alimentación de los colaboradores en la traducción, ya que la mayor parte de las veces los nativos no pueden costear estos gastos. Están también todos los gastos de impresión y distribución de los materiales. Gracias a Dios que ha suplido para ya 9 años de ministerio y gracias al apoyo de muchas iglesias y hermanos de la Conferencia Anual Oriental, que se han sumado para poder sacar adelante este proyecto. Sin embargo, no son los únicos retos: el trabajo mismo es un reto al poder reunir a un grupo de nativos y prepararles primero para poder ser los traductores; también hay que aprender al menos lo básico del idioma con el que se trabaja, y cada día ir aprendiendo más, no sólo palabras, sino cómo funciona la gramática del mismo. Hay que estudiar mucho sobre cada pasaje y tener largas conversaciones con los traductores para llegar a términos que reflejen la idea original del autor, buscar las formas correctas de que el mensaje de Dios llegue claramente a los lectores.
Un reto más es cuando en el idioma al que estamos traduciendo no existen las palabras para expresar algunos términos que nos claves en la enseñanza bíblica, como arrepentimiento, salvación, santidad, etc. Hace poco al estar traduciendo Mateo 6, al llegar al Padre Nuestro nos encontramos con la expresión “Santificado sea tu nombre”. Para mí como cristiana evangélica es un término común, algo que aprendí desde niña, pero para ellos es algo nuevo y poco comprensible.
Gracias a Dios que me da la oportunidad de servir entre los Kakataibos y poder ser partícipe de este privilegio de traducir las escrituras. Muchas veces sé que no merezco tan alto honor, pero estoy agradecida por tal privilegio. Sin embargo, también debo decir que hay muchas etnias que aún no tienen entre ellos quien esté trabajando para poner las escrituras en su idioma. Hay una gran urgencia por obreros; como decía Jesús, hay que rogar al Padre para que envíe obreros. Mencioné al principio que hay más de dos mil idiomas que aún no tienen ni una sola porción de las Escrituras; sí, así es: ni un solo versículo que ellos puedan comprender, ni un solo capítulo que pueda hablarles del inmenso amor de Jesús por cada uno de ellos. Pero aún se sigue escuchando desde el cielo: ¿“A quién enviaré y quién irá por nosotros”?

Déjenme contarles un poco de cómo es que nosotros podemos leer las Escrituras en nuestro idioma, tal vez esto anime a algunos para responder a este llamado y ayudar a otros a tener la Palabra traducida al lenguaje de su corazón:
Durante 800 años la única Biblia disponible era la versión en latín conocida como la Vulgata. La gente que hablaba el castellano estaba limitada a escuchar la lectura que hacían los sacerdotes católicos, y no podían leer ni entender la Biblia por ellos mismos.
La Iglesia católica no estaba de acuerdo con ninguna labor de traducción: ellos querían seguir manteniendo el control con la Biblia en latín. En el año de 1234, tuvo lugar el Concilio de Tarragona en donde se decretó que todas las Biblias en idiomas vernáculos (propios del país) debían entregarse al obispo local para ser quemadas. Providencialmente, treinta años después, el decreto no logró detener al rey Alfonso X “el Sabio” (quien reinó de 1252 a 1284), rey de Castilla y de León, quien quería contar con las Sagradas Escrituras en español como parte de su colección. Alfonso tenía un ambicioso proyecto llamado General Estoria, en el cual quiso hacer una compilación de libros de la historia universal. Con esto, el rey patrocinó la traducción de diversos libros, hechos en la Escuela de Traductores de Toledo, y entre ellos se tradujo la Biblia Vulgata al español. La llamada Biblia Alfonsina es la más antigua en español, publicada en 1280, siendo la primera Biblia completa de la que se dispuso en un idioma europeo que no fuera el latín.
Siguieron muchos intentos más hasta que Casiodoro de Reina -un religioso español convertido al protestantismo, quien era un monje jerónimo español del Monasterio de San Isidoro del Campo-, tras partir al exilio para escapar de las persecuciones de la Inquisición española, trabajó durante doce años en la traducción de la Biblia. Él tradujo de los textos originales en hebreo, arameo y griego. Esta versión fue publicada en Basilea, Suiza, el 28 de septiembre de 1569, casi 300 años después de la Biblia Alfonsina. Contenía todos los libros incluidos en la Vulgata, en el orden católico habitual. No fue bien recibida por los académicos de Ginebra y fue censurada por Juan Calvino.
En ese momento estaba prohibida cualquier traducción de la Biblia a lenguas vernáculas o nativas, incluyendo el español. Por esta razón Casiodoro de Reina usó una ilustración con un oso que intenta alcanzar un panal de miel en un árbol, para con ello pasar de contrabando el libro, y por ello se le llamó la Biblia del Oso.
Ya para la segunda edición de la Biblia, Cipriano de Valera comenzó con la primera revisión de la Biblia de Casiodoro de Reina en 1582 y la concluyó después de veinte años, en 1602. Por eso esta traducción recibe el sobrenombre de Reina-Valera. Cambió el orden de los libros y todos los libros deuterocanónicos fueron reacomodados en una sección de Apócrifos como un apéndice en una sección aparte entre ambos Testamentos. Es así como esta versión ya revisada recibe el nombre Reina-Valera, una de las más conocidas entre el pueblo protestante.
Hasta hoy existen muchas versiones en español, y muchos modelos de Biblias variando en gran manera entre sus precios. En especial actualmente hay un gran auge por usar las Biblias digitales; eso quiere decir que aun en nuestros dispositivos podemos hacer uso de las Escrituras, mientras muchos millones de personas no tienen acceso ni siquiera a una porción que ilumine sus vidas.
Alguien que entendió eso fue Cameron Townsend quien en 1935, luego de trabajar durante cerca de trece años con el pueblo Cakchiquel en Guatemala, llegó a México con el deseo de servir a los pueblos indígenas mediante la traducción de la Biblia a sus lenguas. Aconsejado por un funcionario de gobierno, viajó a un pequeño pueblo en Morelos, llamado Tetelcingo, para establecerse ahí y más tarde iniciar la traducción del Nuevo Testamento al idioma náhuatl.
Gracias a que entabló amistad con el entonces Presidente de México, Lázaro Cárdenas, quien estaba impactado por la labor de los traductores en México, las puertas fueron abiertas para que más lingüistas vinieran a nuestro país para sentar las bases del trabajo misionero enfocado a la traducción de la Biblia al idioma del corazón de nuestros pueblos.
Aunque aún falta mucho trabajo para la traducción bíblica a idiomas indígenas en nuestro país, se ha avanzado bastante y hay muchas traducciones a diferentes lenguas; ese trabajo se ha hecho en la mayor parte por lingüistas extranjeros trabajando a la par con la gente nativa. Un dato interesante es que nuestra Conferencia Anual Oriental hace 21 años comenzó con un trabajo de plantación de Iglesias en la sierra en San Luis Potosí, con una etnia llamada Xi’uy, quienes actualmente están trabajando en la traducción del Nuevo Testamento; hace aproximadamente 4 años presentaron en un pequeño gran libro las cartas Juaninas listas para su uso, una gran victoria en el avance del evangelio. A Dios la gloria.
Queridos lectores, el trabajo continúa. No podemos detenernos, los retos son grandes; por lo tanto, roguemos al Señor de la mies que envíe obreros, pero también compañeros de oración que puedan levantar nuestras manos en medio de la batalla y compañeros financieros que sostengan el avance de esta obra, para poder seguir yendo hasta donde se necesita traducir las Escrituras y poder avanzar para que más creyentes puedan leer la Palabra de Dios en el Idioma de su corazón.
Sirviendo con fe al Rey
Misionera, Pbro. Militsa de Gyves