<strong>¿QUIÉNES SON LOS HIJOS DE ABRAHAM?</strong>

¿QUIÉNES SON LOS HIJOS DE ABRAHAM?

UNA INTRODUCCIÓN A LA TEOLOGÍA DEL PACTO METODISTA
(Primera parte)

“Nunca es demasiado tarde para redescubrir la alegría de estudiar a Dios”.[1]
Thomas C. Oden

Recuerdo que hace muchos años, cuando era pentecostal, veía el bautismo infantil como algo católico romano, debido a que mucha evangelización dentro de América Latina, de parte de aquellas iglesias pentecostales, venía cargada con un fuerte tinte anti-católico. Así que todo aquello litúrgico y sacramental se veía repudiado de inmediato,

Pasado el tiempo, cuando empecé a impregnarme de teología y de la historia de la iglesia, me sorprendió que, realmente, la mayoría de las denominaciones bautizaran infantes. Mi pregunta en aquellos tiempos era: ¿Sí la iglesia se quería reformar y liberar de todo aquello que estaba mal, por qué mantuvieron el bautismo infantil? La cuestión me intrigaba sobremanera; aunque al principio no me pareció muy lógico, en algún momento apareció el concepto que parecía que todo entrara en el encaje: «La Teología del Pacto».

¿QUÉ ES LA “TEOLOGÍA DEL PACTO”?

Tenemos una vida basada en contratos o pactos. Cuando nacemos estamos, aún sin firmar, dentro de un pacto social. ¿Qué es lo que hace que te debas comportar de ciertas formas y modos? Nada, simplemente es algo implícito a nosotros. Los cumplimos para mantener el orden y las relaciones sociales: obtener una serie de beneficios, pero también de obligaciones. Así mismo, Dios se relaciona por medio de nosotros por medio de pactos; no como los de nosotros, que varían según nuestras conveniencias, sino de alianzas en donde el mismo Dios se ha comprometido a cumplirlos y hasta el día de hoy así lo ha hecho. Podemos ver que, desde el principio de la relación de Dios con su pueblo, la adoración a Dios se basó sobre el pacto de una alianza, ése el verdadero punto de partida para enjuiciar la relación de Israel con Dios.[2] Así mismo, si éste es el punto de partida, debemos entenderlo como algo fundamental dentro de la teología misma. 

La autorrevelación de Dios no se capta de modo especulativo, no se ofrece en forma de doctrina: Dios da a conocer su propio ser actuando en la vida de su pueblo y modelándolo conforme a su voluntad [3], ya que lo que hace el pacto, es un compromiso de moldear y acatar nuestras acciones conforme a lo pactado. Por ejemplo: cuando firmas un contrato de trabajo, es un pacto laboral, en el cual se te pide entrar a ciertas horas, realizar actividades  específicas, se demanda una ética profesional, entre otros. Otro ejemplo: el pacto matrimonial; aquí se demanda un comportamiento y obligaciones que cumplir. Estos ejemplos arrojan a la luz los privilegios y responsabilidades que el que está dentro del pacto puede gozar. 

La Iglesia es una comunidad del pacto, un pacto que se firmó con sangre del Cordero. En este pueblo lo determinante no son los lazos naturales (como sí lo era en el judaísmo), sino la disposición para someterse a la voluntad del Señor de la alianza, y hacer votos a este Dios. El pueblo que así nace no es, pues, algo puramente natural que recibe su estatuto de vida del linaje y de la tierra, sino una creación de Dios en la historia, una «comunidad espiritual» con un orden y una fuerza interior que le dan su cohesión y carácter.[4]

Podemos definir con esto lo importante que es el pacto en Dios, ya que por medio de éste crea un pueblo justificado para Él. Ahora bien, todas las denominaciones tienen pactos que de alguna manera creen que es la manera en que se relacionan con Dios. Y hemos pensado que la “Teología del Pacto” es algo que se relaciona más con los reformados o protestantes históricos solamente; pero aun los dispensacionalistas creen que Dios se relaciona con ellos por medio de pactos. Entonces, el tema no es si creemos o no en los pactos, sino cómo los interpretamos. Hablo de esto porque generalmente se sorprenden cuando digo que los metodistas tenemos una teología pactual.[5]

En términos más puntales y cerrados, la teología del pacto ve el desarrollo bíblico de una manera conjunta, y enmarca el desarrollo bíblico en tres grandes etapas. Estas etapas son: desde la creación hasta la caída, la redención y la consumación. Y éstos a su vez se separan en tres grandes pactos: el de redención, el de obras y el de gracia. Ahora, estos tres pactos no están explícitamente escritos en la Biblia, pero al igual que la Trinidad están implícitos en cada una de las letras de la Escritura. Uno de los principios que rige esto, y por lo cual inicia, es que nosotros creemos que Dios no cambia,[6] y sigue relacionándose con sus criaturas por medio de sellos o de sacramentos que certifican esa alianza. Dios no cambia; pero la manera en que nos los administra, sí: lo que antes se firmaba con sangre, ahora se firma con agua. La circuncisión es reemplazada con el bautismo, y la pascua donde moría un cordero es ahora la eucaristía. Como lo deja claro el libro Hebreos, un solo sacrificio ahora y para siempre. Cristo al morir por nosotros elimina la sangre; como él mismo dice, esta su sangre es la señal del nuevo pacto. [7]

Cristo en todo tiempo de su ministerio terrenal deja ver que sus enseñanzas no están en contra de lo que Dios había establecido, Él mismo era la renovación del pacto. Él haría esta nueva alianza para todos, para que, como se había prometido desde el principio, su casa fuera una casa de oración para todas las naciones, tal como estaba estipulado en Isaías.[8] La Biblia no está desunida, es interesante cómo dice en el quinto de los artículos de la religión metodista: 

El Antiguo Testamento no es contrario al Nuevo; porque tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento la vida eterna es ofrecida a la humanidad por Cristo, quien es el único Mediador entre Dios y el hombre, siendo Dios y Hombre. Por tanto, no han de ser escuchados los que fingen que los viejos padres sólo esperaban promesas transitorias.

Las personas del Antiguo no fueron engañadas por Dios dando pactos que eran falibles, ese Dios les ofreció el pacto de gracia que también nos ofrece a nosotros y nuestras familias. Si vemos con detenimiento esto también lo tenían en mente los escritores bíblicos cuando escribían. Estos axiomas estaban detrás de ellos: el único Dios está construyendo un pueblo de reyes y sacerdotes. ¿Y cómo se sabía que alguien era rey o sacerdote?: estaba apartado y marcado para el Señor.

La teología del pacto entonces, más que tema central de la Escritura, debemos verla como un tema hermenéutico, el cual nos permite cohesionar el gran tema bíblico: Dios y su pueblo. De hecho, uno de los primeros reformadores, Heinrich Bullinger, decía esto: “el pacto y la verdadera religión son todos uno”.[9] Igual que Wesley, que desarrolla una teología del pacto, sólo que está más enfocada en el concepto más importante de Dios: la santidad. 

Los pactos nos permiten ver la unidad bíblica como la veían los autores del Nuevo Testamento, ya que los escritores bíblicos no son cristianos en el sentido actual como nosotros lo somos. Ellos no veían el Antiguo y Nuevo Testamento, ellos veían el Cristo como el cumplimiento del pacto que Dios había hecho con Israel; era el término de una era y la continuación de otra. Estas eras están profundamente entrelazadas por el mediador que es Jesús. No es que vean la Ley y el Evangelio como dos caminos por separado (como muchos teólogos lo presentan) sino que la ley confirma el Evangelio, y el hombre transformado por el Evangelio puede cumplir la ley. Atinadamente Wesley habla de esto en un escrito:

Sin duda, ambos deben ser predicados a su vez; sí, ambos a la vez, o ambos en uno. Todas las promesas condicionales son instancias de esto. Son ley y evangelio mezclados. De acuerdo con este modelo, debo aconsejar a todo predicador que predique continuamente la ley: la ley injertada, templada y animada con el espíritu del evangelio. Le aconsejo que declare, explique y haga cumplir cada mandato de Dios. Pero mientras tanto declarar en cada sermón (y cuanto más explícitamente mejor) que el pedernal y gran mandamiento para un cristiano es: ‘Cree en el Señor Jesucristo’: que Cristo es todo en todos, nuestra sabiduría, justicia, santificación y redención; que toda la vida, el amor, la fuerza provienen sólo de Él, y todos nos son dados gratuitamente a través de la fe. Y siempre se encontrará que la ley así predicada ilumina y fortalece el alma; que nutre y enseña; que es la guía, ‘alimento, medicina y sostén’ del alma creyente.[10]

Y aunque Wesley hace la clásica distinción entre la manera en que se administraba el pacto, para Wesley la ley no es una idea malograda de Dios; al contrario, es el principio donde el Evangelio se va mostrando a todos. Para Wesley la ley es gracia, una manera en que Dios revela un poco de su mente maestra y le hace un bien al ser humano.[11] No es que Dios se muestre en muchas dispensaciones y la ley haya sido una de éstas; Dios siempre ha tenido un plan y lo ha cumplido, aun en contra de nosotros. Y es que en la antigüedad, las leyes, muy al contrario de nuestra visión negativa posmoderna, se veían como el ingrediente necesario para posibilitar la vida y crear condiciones en las cuales se construya con dignidad, justicia y protección. La ley se veía como la instrucción divina para construir un pueblo;[12] igual para nosotros, el Espíritu Santo y la ley de Dios nos conforma como su nación.

Cristo es un signo de ruptura y de continuación de la ley. Podemos ver que el mismo Jesús no niega la ley o el pacto de Dios con el pueblo; al contrario, él dice que vino a cumplirla. Él está tomando el lugar del Israel completo, como el siervo sufriente de Isaías y volviendo a lo que debería ser la ley en el pueblo, un modelo universal y de transformación para los pueblos. Jesús es ruptura no con la ley, sino con los que la apresaban y sellaban a que el pueblo de Dios fuera sólo de esta manera para mantener su poder.[13]

Sé que hoy en día, más en nuestras latitudes latinoamericanas, existe en muchos lados una enorme negatividad a la “Teología del Pacto” de parte principalmente de los dispensacionalistas, o de otras escuelas interpretativas americanas. Pero no quiero hablar de teología reformada, que es donde más se acuña el término. Lo que quiero desarrollar aquí es que debemos recuperar esa visión de lo que los autores bíblicos tenían sobre el desarrollo del pueblo de Dios. Aparte, veremos que la “Teología del pacto” era una manera natural en que la teología bíblica se fue desarrollando dentro de la historia de la misma iglesia. 

De una manera muy simplista, vamos a definir que existen maneras de entender: Dispensacionalismo contra la Teología del Pacto. En una se lee de manera literal la Biblia, y en la otra se trata de leer de manera más teológica (con esto no trato de demeritar a la otra posición, sino que se lee y se ve que entre líneas que Dios desarrolla grandes pactos en el hombre, que podemos ver en el desarrollo de la historia de la redención). Wesley lo define así:

El apóstol aquí no contrapone el pacto dado por Moisés con el que Cristo dio (aquí está comentando Romanos 10:5-8). Si alguna vez creímos esto fue por no analizar bien, pues tanto la última parte como la primera fue dicha por Moisés al pueblo de Israel sobre el pacto que existía aquel tiempo. Sin embargo, es el pacto de gracia, el que Dios ha establecido por medio de Cristo con los hombres en todas las edades (tanto antes y bajo la dispensación judía, como cuando Dios se manifestó en carne), el cual Pablo aquí pone en contraste con el pacto de obras hecho con Adán en el paraíso, el cual muchos, en especial los judíos a quienes el apóstol escribe, comúnmente suponían que era el único pacto que Dios había hecho con los hombres.[14]

Podemos ver aquí, que lo que hace la teología del pacto es aquello que nos sirve para marcar una continuidad en el drama de la redención. No es que Moisés no tenga nada que ver con nosotros, o que los profetas no hablen cosas que nos afecten. Todos ellos, así como lo dice el autor de Hebreos, están juntamente con nosotros conectados por Cristo en el drama bíblico, el cual se desarrolla en las páginas de la Biblia. 

¿Qué son la salvación o la redención sino el resultado del amor de Dios por su creación, restaurándola de la esclavitud y efectos del pecado?.[15] Y no es que Dios haya creado el cosmos olvidándolo luego a su suerte, no es éste el Dios de la Biblia, Él es un Dios que se involucra con su pueblo y lo redime. De hecho, es interesante que no sólo el ser humano, sino que el universo entero está sostenido por Él y su pacto.[16]

EL PACTO EN LA BIBLIA

La palabra hebrea para pacto es berith, en su primera aparición en Génesis 15:7-21, el cual hace referencia a cortar o también a hacer un pacto. Y podemos ver que este concepto es algo que se desarrolla desde el Génesis hasta abarcar todo el Nuevo Testamento. El pacto, como sabemos, es una serie de condiciones con una serie de beneficios. Si vemos el testimonio bíblico, lo primero que hace con Adán es un pacto; a lo mejor no de manera específica, pero sí implícita. Dios le da una serie de beneficios y trabajos, pero éstos están atados a una condición: no tomar el fruto del árbol.[17] Aun esta idea es dada en otro pasaje más adelante de parte del profeta Oseas, que dice: “Mas ellos, cual Adán, traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí”.[18] Muchos relacionan el pacto o la alianza como un resultado entre iguales, pero en el mundo antiguo no se desarrolla así. Las deidades de esos lugares y tiempos imponían sus condiciones, y el pueblo las aceptaba. En el Sinaí podemos ver que el Señor decide con soberanía otorgar su pacto a Israel y él mismo dicta sus condiciones, el pueblo sólo dice: “Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo.”[19] Como podemos ver, el pacto lleva una serie de condiciones y acciones para afirmarlo. 

Aun en aquellos tiempos bíblicos “ser salvo” significaba estar dentro del pacto, estar dentro del pueblo; ser expulsado significaba “estar perdido”. Esta idea de comunidad está impregnada también dentro del Nuevo Testamento, donde la palabra iglesia realza esta idea. Wesley hace eco de estas voces cuando dice: “El cristianismo es esencialmente una religión social, y convertirla en solitaria en realidad es destruirla.”[20] N.T. Wright afirma lo mismo al decir que la cuestión de “cómo se perdonan los pecados” a “quienes son salvos” están estrechamente relacionadas.[21] Viéndolo de una manera sencilla deberíamos poder captarlo: sólo la iglesia de Cristo es salva, éstos son los que están dentro del pacto. La soteriología está unida y entrelazada a la eclesiología.

EL PACTO DE GRACIA REVELADO GRADUALMENTE

El Pacto es firmado y reafirmado con Noé, Abraham, Israel, David y profetizado en Jeremías. Y aquí es donde también es prometido el nuevo pacto en los corazones de los hombres. En esta nueva reivindicación del pacto, el Señor escribirá la Torá en el corazón de los hombres y los perdonará. Es decir, que el pecado va a ser limpiado si la palabra del Señor encuentra respuesta.[22] El pacto de gracia dado a Abraham no deja de tener perpetuidad hasta hoy.

Heinrich Bullinger, él hace una pregunta clave para entender el pacto de gracia: ¿Quiénes son los hijos de Abraham? [23] y esta pregunta es fundamental. Ya que aquí tenemos un error que me parece grave: muchos cristianos ven a Abraham (y luego cantan con los niños “Padre Abraham”) y su llamado, junto con Moisés y la Ley como un proyecto fallido de Dios, cuando nunca lo fue: Dios estaba preparando a la gente para la llegada de su Hijo prometida desde el Génesis. Negar esto es un tipo de marcionismo, para los judíos del A.T. y hasta los del tiempo de Pablo, la pertenencia a Abraham era fundamental.[24] De hecho, Cristo tiene una conversación sobre este tema con los fariseos, ya que ellos se reconocían como hijos de Abraham, pero el Señor los reprende que si realmente fueran hijos de él no harían esas obras, y todavía le menciona diciéndoles que Abraham se gozaría viendo lo que esta sucediendo en aquel día.[25]

La iglesia nació en el Pentecostés; debemos recordar que esa fiesta es para celebrar la entrega de la “Ley” a los judíos en el Monte Sinaí. Dios es el verdadero Dios, pero escogió a Israel para su pueblo en el antiguo pacto para mostrar los beneficios de seguirlo verdaderamente a Él. Israel era un pueblo que debía ser evangelístico, pero al contrario de eso, sólo se encerraron más en sí mismos, en vez de mostrar lo maravilloso de estar en el pacto de Dios. 

En Cristo podemos ser el pueblo, el verdadero Israel espiritual, el que hace verdad aquello a lo que la Torá apuntaba: la morada del Dios vivo.[26] Y es que vemos que el pacto de gracia se va abriendo al mundo, los verdaderos adoradores ya no necesitaran templo físico sino que volverá a ser al principio como es: El Cosmos es el verdadero templo de Dios y nosotros adorándole en él. Este pensamiento cósmico y universal está súper impregnado en la teología judía y en los múltiples detalles que contenía el templo y el sacerdocio, para recordarle a la gente que el verdadero Dios no está contenido solamente en un templo, sino que el templo era una representación del cosmos.[27]

Como hemos dicho, el verdadero pacto de Dios ha sido el prometido por medio de Abraham, entregado a Moisés por medio de la ley y cumplido realmente en Cristo. Pablo desarrolla esta idea en Gálatas 3:6-29. Si vemos ese capítulo de Gálatas observaremos más adelante que el apóstol coloca dos grandes pactos uno frente a otro: el pacto de la ley establecido en el monte Sinaí, que lo identifica con Hagar, y el pacto de la promesa que es dado a Abraham y toda su descendencia. Igualmente en Romanos 4, Pablo vuelve a remarcar el hecho de que Abraham es el tipo de una alianza que estaba preparando para todos aquellos incluidos en el nuevo pacto. Dios llama a Abraham (dentro del pensamiento de Pablo y en aquellos círculos judíos) para nuevamente pactar con la humanidad. En Adán se pacta por medio de las obras; pero en Abraham empieza la gracia, no después ¿Qué era Abraham sino un pecador apartado y que no conocía al Dios verdadero? No era más que eso, y Dios lo llama, lo saca por el puro afecto de su voluntad para nuevamente construir un pueblo santo para Él. 

Igualmente en Pedro podemos ver implícita la idea de un pacto, pero ahora marcado por agua en vez de sangre. En 1ra Pedro 3:21 tenemos el pasaje: El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo. En este pasaje muchos lo toman para decir que el bautismo salva, pero como dice el comentarista bíblico John H. Elliott: El bautismo, que, junto a la fe, ha introducido a los creyentes en la vida nueva del pacto inaugurada por la resurrección de Cristo y en la comunidad de los hijos de Dios.[28]

Igualmente N.T. Wright nos dice: “La ¨justificación¨ en este contexto, es la declaración Divina, emitida en el propio bautismo, de que todas las personas con fe en el Mesías son justificadas y están dentro del pacto”.[29]

(Continuará)

Jesús Rodríguez González
Pastor en la Iglesia “El Mesías”
Torreón, Coahuila


[1] Thomas C. Oden, Requiem: A Lament in Three Movements, Abingdon Press, página 46
[2] Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento, Ediciones Cristiandad, pág. 34
[3] Idem, pág. 35
[4] Idem, págs. 35–36 (paréntesis añadido)
[5] Rodes, Stanley J, From Faith to Faith: John Wesleys Covenant Theology and the Way of Salvation, James Clarke and Co Ltd, página 10.
[6] Santiago 1:17 RV60
[7] Mateo 26:28 RV60
[8] Isaías 56:7 RV60
[9] Ronald L. Cammenga, “Bullinger’s Covenant Conception: Bilateral or Unilateral”, Protestant Reformed Theological Journal, vol. 30, núm. 2 (abril de 1997), 50
[10] Preaching Collective, “Wesley on Preaching Law and Gospel”, https://seedbed.com/law-gospel-wesley/, 2016
[11] John Wesley, Obras de Wesley, Providence House Publishers, Comentario sobre Romanos 7:12.
[12] Pablo R. Andiñach, El libro del Éxodo, Editorial Sígueme, Pagina 307.[13] Juan Luis Segundo, El caso Mateo, Editorial Sal Terrae, página 256.
[14] John Wesley, Sermón: La salvación por fe, B&H Publishing, 2021, págs. 89–90
[15] B.J. Walsh y J.R. Middleton, Cosmovisión cristiana: una visión transformadora, Editorial Clie, página 29
[16] Idem, página 37
[17] Génesis 2:17 RV60
[18] Oseas 6:7 RV60
[19] Éxodo 19:7 RV60
[20] John Wesley, The Christian Faith, Nashville: Abdingdon Press, 1956
[21] N.T. Wright, Galatas, Editorial Kerigma, página 173
[22] Horst Dietrich Preuss, Teología del Antiguo Testamento, Vol I, Desclée de Brouwer, página 163
[23] Heinrich Bullinger , De Testamento seu foedere Dei unico et aeterno , página 106
[24] N.T. Wright, Galatas, Editorial Kerigma, página 153
[25] Juan 8:33–56 RV60
[26] N.T. Wright, Galatas, Editorial Kerigma, página 150
[27] G.K. Bale, El Templo y la Misión de la Iglesia, Editorial Monte Alto, Epub, Pos 857
[28] John H. Elliot, La primera carta de Pedro, Ediciones Sígueme, página 124.
[29] N.T. Wright, Galatas, Editorial Kerigma, página 146.