Por Mario Vega
Las células por medio de Zoom y otras aplicaciones, resultaron ser de mucha ayuda durante el confinamiento. Era mejor tener reuniones virtuales con sus limitaciones que no tener ninguna. Pero ¿cuáles eran esas limitaciones? Las limitaciones de la virtualidad: cada participante se encontraba en un ambiente diferente. Algunos utilizando un fondo con desenfoque, otros con un fondo virtual, otros con una iluminación inadecuada, otros con mascotas, etc. Es difícil construir comunión cuando cada uno está en un entorno diferente al de los demás.
Por otra parte, la gracia de Dios fluye de una persona a otra y eso sucede con frecuencia por medio del contacto físico. Jesús tocó al leproso para que fuera sanado, también aplicó saliva a los ojos de un ciego para que viera, tocó a una niña para resucitarla. La mujer con hemorragia tocó el borde del manto de Jesús para ser sanada. Pablo abrazó a Eutico para reanimarlo de su caída. Los discípulos comían juntos cada día. Las Escrituras también hablan de partir el pan, de ungir con aceite, de imponer manos. Jesús comía del mismo plato con sus discípulos y Juan se recostaba en el pecho del Maestro.
Hay una dimensión espiritual que sólo se alcanza por medio de la interacción de persona a persona. Son esos elementos los que no pueden alcanzarse por medio de Zoom. En cuanto sea posible, las reuniones virtuales deben volver a ser presenciales para que la gracia de Dios fluya sin limitaciones